Por Claudio Katz
13 noviembre, 2017
Brasil y Argentina avanzan en una negociación secreta de acuerdo con la Unión Europea que será muy adverso para el Mercosur. Con tal de obtener alguna migaja adicional de exportaciones básicas al Viejo Continente, aceptarían fuertes reducciones de los aranceles que protegen a la industria. Accederían, además, a otorgar a las empresas europeas derechos equivalentes a las firmas locales en las licitaciones del estado.
Europa ya firmó este tipo de TLCs con México, Chile, Ecuador, Colombia y Perú. Los problemas más graves se encuentran en la letra chica. Los experimentados negociadores de la UE intentan restringir incluso las ventas de los productos más rentables del Mercosur (carnes bovinas, biodiesel, etanol).
Macri tiene interés personal en la implementación de tratados de libre-comercio, que facilitan la evasión y reducen la capacidad de los estados para litigar con los paraísos fiscales. Esos convenios le cubren las espaldas a todas las irregularidades de sus Panamá Papers. Justamente Panamá es uno de los países que más protegen los negocios turbios, alegando fidelidad a las normas de liberalización financiera de la OMC.
El presidente argentino impulsó la separación de Venezuela del Mercosur para eliminar obstáculos a su recepción de la OMC y el G 20. Pretende utilizar además los compromisos con esos organismos como argumento de ajuste interno. Alegará que la reforma laboral a la brasileña es una necesidad derivada de las nuevas obligaciones asumidas con la OMC.
El acuerdo de libre comercio con Europa completa la tradicional subordinación de los gobiernos derechistas a Estados Unidos. Pero afrontan una relación problemática con Trump. Ninguno tiene sintonía natural con el personaje que desplazó sorpresivamente a la niña mimada del establishment regional. Todos apostaban al triunfo de Hillary para avanzar en la concreción de la Alianza del Pacífico y no se han repuesto de lo ocurrido en el Norte.
Hacen buena letra con el millonario soportando cataratas de humillaciones. Peña Nieto le pide de rodillas a su brutal interlocutor que no sea tan duro en la negociación del TLCAN. Afirma que ese convenio fue beneficioso para su país, ocultando que precarizó el trabajo, destruyó economías campesinas y redujo la tasa de crecimiento.
Las genuflexiones del mandatario mexicano inducen a Trump a incrementar sus demandas. El potentado se ha burlado más descaradamente de Macri. Ridiculizó su pedido de abrir el mercado yanqui a los limones, recordando que “yo le hablé de Corea del Norte”.
Los gobiernos de la restauración conservadora intentan satisfacer las exigencias de Trump, promoviendo al mismo tiempo convenios de libre-comercio con otras potencias. Esa doble sumisión conduce al peor de los mundos.
El demoledor combo de capitulación ante la UE y sometimiento a Estados Unidos es complementado con tratativas de mayor apertura a las exportaciones de China. Esa invasión de manufacturas abaratadas acompaña el saqueo de los recursos naturales que soporta la región.
El corolario final de esta secuencia sería la conversión de la unión aduanera del Mercosur en una zona de libre comercio. Esta mutación aceleraría el desvanecimiento de la industria local y la regresión de la primarización a especialidades más elementales.
El correlato de esa subordinación económica es la pérdida de autonomía geopolítica. América Latina pierde capacidad de negociación internacional a pasos acelerados. Ese debilitamiento se verifica en la parálisis de la CELAC, UNASUR y todos los organismos de integración forjados en la última década. Brasil es el caso más extremo de esta tendencia. Al alejarse de los BRICS para volver a Washington transmite una imagen de república bananera.
La batalla contra el libre-comercio es decisiva para preservar las conquistas populares. Converge con la resistencia antiimperialista a Trump y con la oposición a los gobiernos derechistas. El próximo diciembre en las actividades de crítica a la Conferencia de la OMC se oirán muchas voces de rechazo al belicismo imperial, al globalismo librecambista y a la restauración conservadora-
(*) Economista argentino, investigador del CONICET, profesor de la Universidad de Buenos Aires miembro del Econosmistas de Izquierda (EDI). Extracto del texto Belicismo, globalismo y autoritarismo, 27/9/2017