Por Federico Kucher
Imagen: Corbis
La deuda externa del Gobierno en bonos internacionales bajo Ley extranjera y en manos del sector privado sumó 82 mil millones de dólares en el segundo trimestre de 2017. Se trata de una cifra casi idéntica respecto de la que había a mediados de 2001 y a comienzo de 2005, cuando se realizó la reestructuración con quita de la deuda pública. A finales de 2015 este pasivo era de 40 mil millones de dólares, mientras que en 2012 se ubicaba en 45 mil millones y en 2008 era de 55 mil millones. Esto implica que la emisión de deuda en el extranjero a partir de 2016 revirtió el desendeudamiento de los diez años anteriores. Las cifras no surgen de estimaciones de economistas ni consultoras opositoras sino de las estadísticas oficiales del BIS, el banco que regula a los bancos centrales a nivel mundial.
Los bonos emitidos en los mercados internacionales se encuentran denominados principalmente en dólares y en euros. En la divisa norteamericana se computan unos 60 mil millones mientras que en la moneda de la zona euro hay emitidos el equivalente a 20 mil millones de dólares. El BIS en su informe de estadísticas sobre los pasivos internacionales de la Argentina registró además que 98 por ciento de la deuda bajo ley extranjera tiene tasa fija y es de mediano y largo plazo. La deuda externa total del Gobierno no sólo se compone por estos bonos con el sector privado sino que suma pasivos con organismos internacionales, acreedores oficiales y bancos comerciales, entre otros. En total sumaba 123 mil millones de dólares a fines de 2016, según datos del Ministerio de Finanzas.
El ritmo de endeudamiento de los últimos 20 meses fue muy acelerado y generó que la deuda externa regrese a niveles similares a los de la convertibilidad. Desde enero de 2016 a junio de 2017 el equipo económico sumó unos 42 mil millones de dólares en bonos globales con ley extranjera. Se trata de un incremento muy parecido al registrado en la primera mitad de los ‘90. Según el BIS, entre 1993 y 1995 la Argentina aumentó su endeudamiento en 35 mil millones de dólares. No fue el único ciclo de endeudamiento relevante en esa década. Entre 1997 y 2000 los pasivos subieron de 48 mil millones a 78 mil millones de dólares.
La deuda no es el único desequilibrio que computó el país en los últimos meses. El sector externo atraviesa fuertes presiones por el incremento del rojo comercial. En el último semestre el promedio mensual del déficit comercial sumó unos 700 millones de dólares y se espera que este año el rojo entre exportaciones e importaciones termine en un record superior a los 5 mil millones de dólares. La fuga de capitales por ahorro y por turismo son otros elementos de distorsión en materia de divisas. Por ambos conceptos se irán de la economía local unos 25 mil millones de dólares este año.
El elevado endeudamiento externo se está usando esencialmente para financiar la fuga de capitales especulativos. Es un fenómeno que no sólo critican economistas con una orientación no convencional de la economía sino que despierta malestar entre algunos consultores de renombre en la city. El punto es sencillo de entender: todo dólar que ingresa por deuda se va por fuga y eso resta una enorme posibilidad de avanzar en reformas estructurales, para mejorar el perfil exportador del país, potenciar la calidad de la infraestructura y diversificar la producción. Hay consenso entre los economistas respecto de que este ciclo de endeudamiento no puede sostenerse indefinidamente y advierten sobre la acumulación de tensiones hacia una nueva crisis.
09 de noviembre de 2017
Imagen: Corbis
La deuda externa del Gobierno en bonos internacionales bajo Ley extranjera y en manos del sector privado sumó 82 mil millones de dólares en el segundo trimestre de 2017. Se trata de una cifra casi idéntica respecto de la que había a mediados de 2001 y a comienzo de 2005, cuando se realizó la reestructuración con quita de la deuda pública. A finales de 2015 este pasivo era de 40 mil millones de dólares, mientras que en 2012 se ubicaba en 45 mil millones y en 2008 era de 55 mil millones. Esto implica que la emisión de deuda en el extranjero a partir de 2016 revirtió el desendeudamiento de los diez años anteriores. Las cifras no surgen de estimaciones de economistas ni consultoras opositoras sino de las estadísticas oficiales del BIS, el banco que regula a los bancos centrales a nivel mundial.
Los bonos emitidos en los mercados internacionales se encuentran denominados principalmente en dólares y en euros. En la divisa norteamericana se computan unos 60 mil millones mientras que en la moneda de la zona euro hay emitidos el equivalente a 20 mil millones de dólares. El BIS en su informe de estadísticas sobre los pasivos internacionales de la Argentina registró además que 98 por ciento de la deuda bajo ley extranjera tiene tasa fija y es de mediano y largo plazo. La deuda externa total del Gobierno no sólo se compone por estos bonos con el sector privado sino que suma pasivos con organismos internacionales, acreedores oficiales y bancos comerciales, entre otros. En total sumaba 123 mil millones de dólares a fines de 2016, según datos del Ministerio de Finanzas.
El ritmo de endeudamiento de los últimos 20 meses fue muy acelerado y generó que la deuda externa regrese a niveles similares a los de la convertibilidad. Desde enero de 2016 a junio de 2017 el equipo económico sumó unos 42 mil millones de dólares en bonos globales con ley extranjera. Se trata de un incremento muy parecido al registrado en la primera mitad de los ‘90. Según el BIS, entre 1993 y 1995 la Argentina aumentó su endeudamiento en 35 mil millones de dólares. No fue el único ciclo de endeudamiento relevante en esa década. Entre 1997 y 2000 los pasivos subieron de 48 mil millones a 78 mil millones de dólares.
La deuda no es el único desequilibrio que computó el país en los últimos meses. El sector externo atraviesa fuertes presiones por el incremento del rojo comercial. En el último semestre el promedio mensual del déficit comercial sumó unos 700 millones de dólares y se espera que este año el rojo entre exportaciones e importaciones termine en un record superior a los 5 mil millones de dólares. La fuga de capitales por ahorro y por turismo son otros elementos de distorsión en materia de divisas. Por ambos conceptos se irán de la economía local unos 25 mil millones de dólares este año.
El elevado endeudamiento externo se está usando esencialmente para financiar la fuga de capitales especulativos. Es un fenómeno que no sólo critican economistas con una orientación no convencional de la economía sino que despierta malestar entre algunos consultores de renombre en la city. El punto es sencillo de entender: todo dólar que ingresa por deuda se va por fuga y eso resta una enorme posibilidad de avanzar en reformas estructurales, para mejorar el perfil exportador del país, potenciar la calidad de la infraestructura y diversificar la producción. Hay consenso entre los economistas respecto de que este ciclo de endeudamiento no puede sostenerse indefinidamente y advierten sobre la acumulación de tensiones hacia una nueva crisis.
Por Tomás Lukin
Deuda o ajuste, la trampa del modelo oficialistaLa calificadora, una de las tres más influyentes del mundo, señala la elevada dependencia a un cambio desfavorable en las condiciones financieras internacionales. Pero el salvavidas que propone es un mayor ajuste fiscal.Standard and Poor’s coloca a la Argentina en zona de riesgo, junto a Turquía, Pakistán, Egipto y Qatar. Imagen: Corbis
El acelerado endeudamiento externo provocado por el gobierno de Cambiemos en estos dos años revivió uno de los vectores históricos de las crisis periódicas de la economía argentina. El país es hoy uno de los cinco más vulnerables del mundo a los cambios en las condiciones financieras internacionales, según la evaluación de la calificadora de riesgo Standard & Poor’s. La firma ubica en el mismo grupo a Turquía, Pakistán, Egipto y Qatar. La fragilidad de esas economías emergentes, consideran los analistas de la compañía, responde a la alta dependencia del financiamiento externo. La advertencia que también contempla el deterioro de la cuenta corriente es conocida: un cambio en la política monetaria de países como Estados Unidos que se exprese a través del incremento sostenido en sus tasas de interés, podría resultar en un cierre abrupto del financiamiento externo.
Los directivos para la región del Fondo Monetario Internacional (FMI) realizaron el mes pasado un cuestionamiento similar. Ni el organismo multilateral ni la calificadora de riesgo cuestionan la orientación de la política económica elegida por el Gobierno de Mauricio Macri, sino que proponen como alternativa una profundización del ajuste fiscal a través del recorte de subsidios, la reducción del empleo público o la venta de empresas estatales.
“El entorno de financiamiento es ahora el más benigno que tengamos memoria”, sostiene el informe de S&P que lleva la firma del jefe de calificación global soberana de la firma, Moritz Kraemer, al referirse a la avidez de los inversores por adquirir deuda de países que, como Argentina, llegan a pagar tasas significativamente superiores a las de los países centrales. “Sin embargo, la amenaza del ajuste monetario ahora es más concreta que antes”, indica el informe citado por la cadena norteamericana CNBC al advertir sobre el incipiente proceso de aumento en las tasas de interés de la Reserva Federal, Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra. Los responsables de la colocación de deuda argentina rechazan la existencia de riesgos asociados a la sustentabilidad de esos pasivos.
A comienzos de año, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, desestimó los cuestionamientos sobre el ritmo de endeudamiento y consideró que “si alguien quiere pegarnos pasa a ser un tema político”. No todos los economistas comparten su visión. “La fragilidad que señala el informe de S&P no es novedosa desde que Argentina se convirtió en el país que más deuda toma del mundo. La calificadora advierte que se vienen tasas de interés más altas en países como Estados Unidos. Cuando esos procesos comienzan, las consecuencias para Argentina no son un incremento en el costo del financiamiento sino la interrupción en el flujo de fondos”, consideró el director de la consultora PxQ, Emmanuel Agis. Por su parte, el economista Matías Kulfas, de Idear Desarrollo, advirtió que “las condiciones de fragilidad no son sólo externas sino que las genera el mismo gobierno con su política monetaria y cambiaria. Es cierto que los problemas de la economía argentina no surgieron en diciembre de 2015, pero las decisiones tomadas desde entonces los agravaron”.
Un informe publicado el mes pasado por el diario BAE, a partir de la base de datos del sitio especializado en finanzas CBonds, reveló que uno de cada cinco dólares emitidos en el mercado internacional de deuda correspondía al Estado argentino. O sea, el endeudamiento argentino representa el 20 por ciento del total de la nueva deuda externa emitida por los estados soberanos. La exitosa reinserción del país en los mercados no solo no ofreció los resultados prometidos en materia de reducción de tasas de interés y reactivación macroeconómica, sino que una porción significativa de los fondos obtenidos fue destinada a financiar la fuga de capitales en el marco de una asfaltada y bien señalizada bicisenda financiera. “Es cierto que Argentina recuperó el acceso al financiamiento externo, pero el país exhibe un déficit comercial inédito con exportaciones que no despegan e importaciones que crecen; la política monetaria y cambiaria aprecian el tipo de cambio; y las reformas propuestas no mejorarán la competitividad del país. Está claro que existe una fragilidad creciente”, indicó Kulfas. “El camino que el gobierno plantea es mentiroso. Vos mañana tenés déficit fiscal cero y necesitás seguir tomando deuda para financiar el déficit externo. Es una lógica falsa”, apuntó Agis.
Las agencias calificadoras de riesgo como S&P que colocó a la Argentina entre los países más vulnerables del mundo son un engranaje ineludible en el sistema financiero global. A pesar de su evidente fracaso a la hora de evaluar el riesgo en la crisis de las hipotecas subprime y su complicidad en la profundización de la crisis estructural de la Eurozona o la debacle argentina de 2001, las reglas de juego vigentes no ofrecen alternativas: los países, empresas, provincias o municipios interesados en endeudarse deben necesariamente legitimar sus iniciativas a través de las notas que otorgan firmas como S&P, Moody’s y Fitch.
El acelerado endeudamiento externo provocado por el gobierno de Cambiemos en estos dos años revivió uno de los vectores históricos de las crisis periódicas de la economía argentina. El país es hoy uno de los cinco más vulnerables del mundo a los cambios en las condiciones financieras internacionales, según la evaluación de la calificadora de riesgo Standard & Poor’s. La firma ubica en el mismo grupo a Turquía, Pakistán, Egipto y Qatar. La fragilidad de esas economías emergentes, consideran los analistas de la compañía, responde a la alta dependencia del financiamiento externo. La advertencia que también contempla el deterioro de la cuenta corriente es conocida: un cambio en la política monetaria de países como Estados Unidos que se exprese a través del incremento sostenido en sus tasas de interés, podría resultar en un cierre abrupto del financiamiento externo.
Los directivos para la región del Fondo Monetario Internacional (FMI) realizaron el mes pasado un cuestionamiento similar. Ni el organismo multilateral ni la calificadora de riesgo cuestionan la orientación de la política económica elegida por el Gobierno de Mauricio Macri, sino que proponen como alternativa una profundización del ajuste fiscal a través del recorte de subsidios, la reducción del empleo público o la venta de empresas estatales.
“El entorno de financiamiento es ahora el más benigno que tengamos memoria”, sostiene el informe de S&P que lleva la firma del jefe de calificación global soberana de la firma, Moritz Kraemer, al referirse a la avidez de los inversores por adquirir deuda de países que, como Argentina, llegan a pagar tasas significativamente superiores a las de los países centrales. “Sin embargo, la amenaza del ajuste monetario ahora es más concreta que antes”, indica el informe citado por la cadena norteamericana CNBC al advertir sobre el incipiente proceso de aumento en las tasas de interés de la Reserva Federal, Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra. Los responsables de la colocación de deuda argentina rechazan la existencia de riesgos asociados a la sustentabilidad de esos pasivos.
A comienzos de año, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, desestimó los cuestionamientos sobre el ritmo de endeudamiento y consideró que “si alguien quiere pegarnos pasa a ser un tema político”. No todos los economistas comparten su visión. “La fragilidad que señala el informe de S&P no es novedosa desde que Argentina se convirtió en el país que más deuda toma del mundo. La calificadora advierte que se vienen tasas de interés más altas en países como Estados Unidos. Cuando esos procesos comienzan, las consecuencias para Argentina no son un incremento en el costo del financiamiento sino la interrupción en el flujo de fondos”, consideró el director de la consultora PxQ, Emmanuel Agis. Por su parte, el economista Matías Kulfas, de Idear Desarrollo, advirtió que “las condiciones de fragilidad no son sólo externas sino que las genera el mismo gobierno con su política monetaria y cambiaria. Es cierto que los problemas de la economía argentina no surgieron en diciembre de 2015, pero las decisiones tomadas desde entonces los agravaron”.
Un informe publicado el mes pasado por el diario BAE, a partir de la base de datos del sitio especializado en finanzas CBonds, reveló que uno de cada cinco dólares emitidos en el mercado internacional de deuda correspondía al Estado argentino. O sea, el endeudamiento argentino representa el 20 por ciento del total de la nueva deuda externa emitida por los estados soberanos. La exitosa reinserción del país en los mercados no solo no ofreció los resultados prometidos en materia de reducción de tasas de interés y reactivación macroeconómica, sino que una porción significativa de los fondos obtenidos fue destinada a financiar la fuga de capitales en el marco de una asfaltada y bien señalizada bicisenda financiera. “Es cierto que Argentina recuperó el acceso al financiamiento externo, pero el país exhibe un déficit comercial inédito con exportaciones que no despegan e importaciones que crecen; la política monetaria y cambiaria aprecian el tipo de cambio; y las reformas propuestas no mejorarán la competitividad del país. Está claro que existe una fragilidad creciente”, indicó Kulfas. “El camino que el gobierno plantea es mentiroso. Vos mañana tenés déficit fiscal cero y necesitás seguir tomando deuda para financiar el déficit externo. Es una lógica falsa”, apuntó Agis.
Las agencias calificadoras de riesgo como S&P que colocó a la Argentina entre los países más vulnerables del mundo son un engranaje ineludible en el sistema financiero global. A pesar de su evidente fracaso a la hora de evaluar el riesgo en la crisis de las hipotecas subprime y su complicidad en la profundización de la crisis estructural de la Eurozona o la debacle argentina de 2001, las reglas de juego vigentes no ofrecen alternativas: los países, empresas, provincias o municipios interesados en endeudarse deben necesariamente legitimar sus iniciativas a través de las notas que otorgan firmas como S&P, Moody’s y Fitch.