Por CLIIDA
La constitución de las cadenas globales de valor (CGV), el oligopolio empresarial sobre la propiedad del conocimiento estratégico y la tecnología en el agro y la obsolescencia de los estados nacionales –naciente estado global-, conforman las tres patas de una estrategia que atenta contra el acceso a la alimentación y a la soberanía alimentaria y tecnológica de nuestros pueblos latinoamericanos, subordinados a las decisiones del mercado mundial, desde hace más de 500 años.
Las megacorporaciones deciden con qué, cómo y cuánto nos alimentamos. El proceso iniciado a partir de la década de 1990 de subcontratación y deslocalización de las empresas multinacionales, las llevó a constituirse en empresas transnacionales (ETNs), Es este el proceso que crea Cadenas Globales de Valor en todo el mundo. La operación de las CGV deriva entonces del cambio en el comportamiento de las empresas, alterando la naturaleza de la competencia.
En un contexto de producción globalizada, las principales motivaciones para las empresas son la reducción de costos de transacción y disminución de riesgos, tercerizándolos, desplazándolos hacia países cuyas economías están primarizadas o que poseen un gran caudal de fuerza de trabajo o mano de obra barata. Tal es el caso de nuestros países latinoamericanos.
Aquello que se reservan los grupos empresariales dentro de las CGV son los eslabones estratégicos, capaces de achicar los tiempos sociales de producción, para imponerse en los mercados mundiales. Hablamos aquí de la tecnología de punta para la producción-en este caso agraria-, del conocimiento y el crédito.
Algunas estimaciones recientes –estudio de CB Insights- indican que la inversión en este sector, el de la tecnología para el agro, muestra un importante comportamiento de crecimiento, con inversión en compañías que usan robótica y ciencia de datos para mejorar la eficiencia productiva.
A partir del 2016, además, se observan movimientos de fusión de ETNs del sector, que ocupan este eslabón estratégico para la producción: semillas y agroquímicos principalmente.
Ante tales movimientos de concentración oligopólica, que garantiza un poder de control corporativo sobre la producción de alimentos sin precedentes es necesario preguntarse ¿qué papel cumplen los Estados Nacionales en la definición de la política alimentaria, para sus pueblos?
Las grandes empresas del sector imponen las condiciones y los costos de producción y circulación con el interés de maximizar su rentabilidad económica; son las encargadas de fijar los precios de los alimentos; al tiempo que definen qué y cuánto se exporta y por ende, cómo se abastece (o no) el mercado interno alimentario de los países latinoamericanos, cuyos Estados pierden terreno en la toma de decisiones políticas.
La situación general, plantea un panorama de retroceso del Estado Nación, como institución de carácter nacional con poder de decisión soberana y la configuración de un estado político global, enlazado al poder corporativo.
Sin ir más lejos, un reciente estudio que compara los ingresos de las 100 corporaciones y países más grandes del mundo (sobre la base de datos de Forbes Fortune Global 500 y el World Factbook de la CIA del año 2017), revela que 71 de los 100 primeros lugares son ocupados por transnacionales, lo que indica que numerosas empresas mundiales se encuentra por encima o a la par de las economías nacionales más abultadas
Estamos transitando un escenario social que deja afuera del juego de las decisiones políticas a quienes producen alimentos y a quienes los consumen, en un momento de transformación de los Estados nacionales generando una especie de Estado-corporación, conectado en una red de dimensión global.
La concentración económica de la CGV alimenticia mundial condiciona la posibilidad de vida digna de las grandes mayorías. Por ello, pensar la democracia implica cuestionar esta realidad. Y articular propuestas para transformar lo necesario en pos de garantizar el respeto por los derechos humanos básicos, entre ellos, el derecho al alimento.
El conocimiento estratégico en pocas manos
La estructura de la cadena productiva de alimentos a nivel global ha tomado la forma de un reloj de arena, en el que en un extremo encuentra a los productores y en el otro a los consumidores, mientras que en medio se encuentran quienes controlan los eslabones estratégicos: el conocimiento estratégico; el comercio; y el financiamiento.
Cereales y oleaginosas -maíz, trigo, arroz y soja, los cuatro principales- son la base alimentaria global, tanto por su papel en la alimentación directa de la humanidad, como en la conversión en proteína animal (huevo, leche o carne), al ser fuente de la dieta animal.
La producción total de cereales en el mundo, creció casi un 30% durante los últimos 10 años, pasando de 2.123.4 millones de toneladas (Tn) en 2007/08, a 2.626.74 millones, esperado para la campaña 2017/18. Mientras que la producción de soja, aumentó casi el 36% en el mismo lapso, la campaña 2007/08 fue de 219,98 millones de Tn y en la campaña 2017/18 se proyecta una producción total de 345,87 millones de Tn.
La demanda de alimentos de la República Popular China, es la principal causante de este fenómeno. En 10 años la necesidad de China aumentó un 385% para los cereales y un 239.88% para la soja, mientras el resto de los países no han mostrado fluctuaciones importantes.
Cuarta Revolución Industrial, la del Conomimiento Estratégico
En las puertas de la Cuarta Revolución Industrial, el conocimiento estratégico es clave en la cadena alimenticia. La biotecnología y la tecnología, en sus diferentes aportes en materia genómica y agroquímicos, como así también en inteligencia artificial y robótica, se han convertido en parte de los eslabones que controlan la cadena, definiendo: qué, cómo, quién, dónde, cuándo y para quién producir alimentos.
Biotecnología: Semillas y fertilizantes/herbicidas
La modificación de la información genética de microorganismos, plantas y animales ha permitido mejorar prácticas y productos agrícolas, lo que hace posible producir nuevas variedades de plantas con características nutricionales mejoradas, tolerancia a condiciones adversas, resistencias a herbicidas específicos, control de plagas y mucho más.
Los organismos biotecnológicos, transgénicos o modificados genéticamente, junto a los productos químicos (fertilizantes y herbi/pesticidas) conforman un tándem que aumenta considerablemente la productividad por superficie.
El mercado global de agroquímicos y semillas ronda los 100 mil millones de dólares, y está dominado por una trilogía de empresas fusionadas: Bayer-Monsanto, Syngenta-ChemChina, Dow-Dupont. Estas megacorporaciones controlan el 60% del mercado mundial de semillas comerciales (incluido casi 100% de semillas transgénicas) y 71% de los agroquímicos a nivel global.
La fusión Bayer-Monsanto, con un valor de 66 mil millones de dólares, implica una mega empresa que contiene a Bayer -séptima en genómica y segunda en química, y a Monsanto primera en genética y quinta en química. Mientras que la fusión de Dow-DuPont, por un valor de 130 mil millones de dólares, suma a Dow como la cuarta empresa de genómica y también cuarta en química y a DuPont la segunda en genómica y quinta en química. No se quedaron atrás las empresas chinas, en la fusión de ChemChina-Syngenta, por un valor 43 mil millones de dólares, posiciona a ChemChina séptima empresa de química, con Syngenta tercera en genómica y primera en química.
Solo quedó BASF fuera de las grandes operaciones y megafusiones, siendo la tercera empresa química en el mundo.
Los algoritmos al servicio del agro
La tecnología moderna, vinculada a la inteligencia artificial y la robótica, viene revolucionando el sector del agro. La automatización de procesos, Start Ups, GPS, códigos de barras, información al instante por medio de móviles, tablets y ordenadores, donde se producen miles de datos, que analizados a través de algoritmos indican qué es lo que ocurre en los procesos biológicos, acelerando el proceso productivo agropecuario.
La empresa agropecuaria John Deere & Company, que ya en 1999 adquirió NavCom Technology, se convirtió en referente del uso de tecnología GPS en la agricultura y actualmente detenta la mayor base de datos georeferenciados a nivel mundial.
Su última adquisición a finales de 2017, fue Blue River Technology (de EEUU) por aproximadamente 305 millones de dólares, empresa que diseñó e integró la tecnología de visión por computadora y aprendizaje automático (Machine Learning). Su último desarrollo, See&Spray, detecta cada planta y la compara con una biblioteca de imágenes para determinar si es una maleza y efectuar la aplicación selectiva de herbicida, reduciendo el uso del insumo hasta un 90%.
En 2015, John Deere intentó adquirir Precision Planting (PP) a Monsanto, lo cual fue frustrado por las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y luego de Brasil, que objetaron la compra. Finalmente PP fue adquirida por AGCO, uno de los cuatro grandes de la tecnología a nivel mundial junto John Deere, Kubota y CNH.
Lo que sí pudo comprar fue Monosem, fabricante europeo de sembradoras de precisión, para afianzar su liderazgo en agricultura de precisión, asociarse a Soucy Track para la distribución de sus productos a través de la red comercial, y firmar un acuerdo de cooperación con Pessl Instruments, uno de los principales proveedores de estaciones meteorológicas agrícolas, telemetría y otros equipos para agricultura de precisión.
La tendencia a invertir en emprendimientos de tecnología para el agro (AgTech) ha crecido de forma exponencial, en 2013 se invirtieron en AgTech u$s 800 millones, fueron u$s 2100 millones en 2014 y u$s 4800 millones en 2015. Según el último relevamiento realizado por MaquiNAC, entre el segundo semestre de 2016 y el primer cuatrimestre de 2017 se reportaron 17 operaciones empresarias de envergadura en el sector a nivel mundial, incluyendo adquisiciones, fusiones y alianzas estratégicas.
Quién decide sobre la seguridad y soberanía alimentaria
Todos los insumos agrícolas conforman un mercado de 400 mil millones de dólares, controlado por ocho empresas trasnacionales: Bayer-Monsanto, Syngenta-ChemChina, Dow-DuPont, BASF, John Deere, CNH, AGCO y Kubota.
Entre las trasnacionales de maquinaria agrícola y las de semillas-agrotóxicos, existen contratos de colaboración y hasta empresas compartidas de base digital-instrumental (por ejemplo: Precisión Hawk, Raven, Sentera, Agribotix). Monsanto y Syngenta, destinaron en 2017 25% de sus inversiones en capital a la compra de alta tecnología, y se espera para 2018 esa inversión alcance el 50%.
En la actualidad la información es fuente de rentabilidad, la tecnología nos da la posibilidad de medir en cada pixel el rendimiento del presente y de 30 años atrás de imágenes satelitales, construir monitores de rendimiento y correlacionar datos de diferentes variables, tomando decisiones a partir de la información precisa, que permita hacer más eficiente el uso de insumos.
Una agricultura intensiva en insumos e intensiva en conocimiento es la agricultura moderna. Quienes dominen el conocimiento estratégico, son/serán parte de los que decidirán sobre la seguridad y soberanía alimentaria de la población mundial.
* Centro Latinoamericano de Investigación, Innovación y Desarrollo Agrario (CLIIDA), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
14 septiembre, 2018
La constitución de las cadenas globales de valor (CGV), el oligopolio empresarial sobre la propiedad del conocimiento estratégico y la tecnología en el agro y la obsolescencia de los estados nacionales –naciente estado global-, conforman las tres patas de una estrategia que atenta contra el acceso a la alimentación y a la soberanía alimentaria y tecnológica de nuestros pueblos latinoamericanos, subordinados a las decisiones del mercado mundial, desde hace más de 500 años.
Las megacorporaciones deciden con qué, cómo y cuánto nos alimentamos. El proceso iniciado a partir de la década de 1990 de subcontratación y deslocalización de las empresas multinacionales, las llevó a constituirse en empresas transnacionales (ETNs), Es este el proceso que crea Cadenas Globales de Valor en todo el mundo. La operación de las CGV deriva entonces del cambio en el comportamiento de las empresas, alterando la naturaleza de la competencia.
En un contexto de producción globalizada, las principales motivaciones para las empresas son la reducción de costos de transacción y disminución de riesgos, tercerizándolos, desplazándolos hacia países cuyas economías están primarizadas o que poseen un gran caudal de fuerza de trabajo o mano de obra barata. Tal es el caso de nuestros países latinoamericanos.
Aquello que se reservan los grupos empresariales dentro de las CGV son los eslabones estratégicos, capaces de achicar los tiempos sociales de producción, para imponerse en los mercados mundiales. Hablamos aquí de la tecnología de punta para la producción-en este caso agraria-, del conocimiento y el crédito.
Algunas estimaciones recientes –estudio de CB Insights- indican que la inversión en este sector, el de la tecnología para el agro, muestra un importante comportamiento de crecimiento, con inversión en compañías que usan robótica y ciencia de datos para mejorar la eficiencia productiva.
A partir del 2016, además, se observan movimientos de fusión de ETNs del sector, que ocupan este eslabón estratégico para la producción: semillas y agroquímicos principalmente.
Ante tales movimientos de concentración oligopólica, que garantiza un poder de control corporativo sobre la producción de alimentos sin precedentes es necesario preguntarse ¿qué papel cumplen los Estados Nacionales en la definición de la política alimentaria, para sus pueblos?
Las grandes empresas del sector imponen las condiciones y los costos de producción y circulación con el interés de maximizar su rentabilidad económica; son las encargadas de fijar los precios de los alimentos; al tiempo que definen qué y cuánto se exporta y por ende, cómo se abastece (o no) el mercado interno alimentario de los países latinoamericanos, cuyos Estados pierden terreno en la toma de decisiones políticas.
La situación general, plantea un panorama de retroceso del Estado Nación, como institución de carácter nacional con poder de decisión soberana y la configuración de un estado político global, enlazado al poder corporativo.
Sin ir más lejos, un reciente estudio que compara los ingresos de las 100 corporaciones y países más grandes del mundo (sobre la base de datos de Forbes Fortune Global 500 y el World Factbook de la CIA del año 2017), revela que 71 de los 100 primeros lugares son ocupados por transnacionales, lo que indica que numerosas empresas mundiales se encuentra por encima o a la par de las economías nacionales más abultadas
Estamos transitando un escenario social que deja afuera del juego de las decisiones políticas a quienes producen alimentos y a quienes los consumen, en un momento de transformación de los Estados nacionales generando una especie de Estado-corporación, conectado en una red de dimensión global.
La concentración económica de la CGV alimenticia mundial condiciona la posibilidad de vida digna de las grandes mayorías. Por ello, pensar la democracia implica cuestionar esta realidad. Y articular propuestas para transformar lo necesario en pos de garantizar el respeto por los derechos humanos básicos, entre ellos, el derecho al alimento.
El conocimiento estratégico en pocas manos
La estructura de la cadena productiva de alimentos a nivel global ha tomado la forma de un reloj de arena, en el que en un extremo encuentra a los productores y en el otro a los consumidores, mientras que en medio se encuentran quienes controlan los eslabones estratégicos: el conocimiento estratégico; el comercio; y el financiamiento.
Cereales y oleaginosas -maíz, trigo, arroz y soja, los cuatro principales- son la base alimentaria global, tanto por su papel en la alimentación directa de la humanidad, como en la conversión en proteína animal (huevo, leche o carne), al ser fuente de la dieta animal.
La producción total de cereales en el mundo, creció casi un 30% durante los últimos 10 años, pasando de 2.123.4 millones de toneladas (Tn) en 2007/08, a 2.626.74 millones, esperado para la campaña 2017/18. Mientras que la producción de soja, aumentó casi el 36% en el mismo lapso, la campaña 2007/08 fue de 219,98 millones de Tn y en la campaña 2017/18 se proyecta una producción total de 345,87 millones de Tn.
La demanda de alimentos de la República Popular China, es la principal causante de este fenómeno. En 10 años la necesidad de China aumentó un 385% para los cereales y un 239.88% para la soja, mientras el resto de los países no han mostrado fluctuaciones importantes.
Cuarta Revolución Industrial, la del Conomimiento Estratégico
En las puertas de la Cuarta Revolución Industrial, el conocimiento estratégico es clave en la cadena alimenticia. La biotecnología y la tecnología, en sus diferentes aportes en materia genómica y agroquímicos, como así también en inteligencia artificial y robótica, se han convertido en parte de los eslabones que controlan la cadena, definiendo: qué, cómo, quién, dónde, cuándo y para quién producir alimentos.
Biotecnología: Semillas y fertilizantes/herbicidas
La modificación de la información genética de microorganismos, plantas y animales ha permitido mejorar prácticas y productos agrícolas, lo que hace posible producir nuevas variedades de plantas con características nutricionales mejoradas, tolerancia a condiciones adversas, resistencias a herbicidas específicos, control de plagas y mucho más.
Los organismos biotecnológicos, transgénicos o modificados genéticamente, junto a los productos químicos (fertilizantes y herbi/pesticidas) conforman un tándem que aumenta considerablemente la productividad por superficie.
El mercado global de agroquímicos y semillas ronda los 100 mil millones de dólares, y está dominado por una trilogía de empresas fusionadas: Bayer-Monsanto, Syngenta-ChemChina, Dow-Dupont. Estas megacorporaciones controlan el 60% del mercado mundial de semillas comerciales (incluido casi 100% de semillas transgénicas) y 71% de los agroquímicos a nivel global.
La fusión Bayer-Monsanto, con un valor de 66 mil millones de dólares, implica una mega empresa que contiene a Bayer -séptima en genómica y segunda en química, y a Monsanto primera en genética y quinta en química. Mientras que la fusión de Dow-DuPont, por un valor de 130 mil millones de dólares, suma a Dow como la cuarta empresa de genómica y también cuarta en química y a DuPont la segunda en genómica y quinta en química. No se quedaron atrás las empresas chinas, en la fusión de ChemChina-Syngenta, por un valor 43 mil millones de dólares, posiciona a ChemChina séptima empresa de química, con Syngenta tercera en genómica y primera en química.
Solo quedó BASF fuera de las grandes operaciones y megafusiones, siendo la tercera empresa química en el mundo.
Los algoritmos al servicio del agro
La tecnología moderna, vinculada a la inteligencia artificial y la robótica, viene revolucionando el sector del agro. La automatización de procesos, Start Ups, GPS, códigos de barras, información al instante por medio de móviles, tablets y ordenadores, donde se producen miles de datos, que analizados a través de algoritmos indican qué es lo que ocurre en los procesos biológicos, acelerando el proceso productivo agropecuario.
La empresa agropecuaria John Deere & Company, que ya en 1999 adquirió NavCom Technology, se convirtió en referente del uso de tecnología GPS en la agricultura y actualmente detenta la mayor base de datos georeferenciados a nivel mundial.
Su última adquisición a finales de 2017, fue Blue River Technology (de EEUU) por aproximadamente 305 millones de dólares, empresa que diseñó e integró la tecnología de visión por computadora y aprendizaje automático (Machine Learning). Su último desarrollo, See&Spray, detecta cada planta y la compara con una biblioteca de imágenes para determinar si es una maleza y efectuar la aplicación selectiva de herbicida, reduciendo el uso del insumo hasta un 90%.
En 2015, John Deere intentó adquirir Precision Planting (PP) a Monsanto, lo cual fue frustrado por las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y luego de Brasil, que objetaron la compra. Finalmente PP fue adquirida por AGCO, uno de los cuatro grandes de la tecnología a nivel mundial junto John Deere, Kubota y CNH.
Lo que sí pudo comprar fue Monosem, fabricante europeo de sembradoras de precisión, para afianzar su liderazgo en agricultura de precisión, asociarse a Soucy Track para la distribución de sus productos a través de la red comercial, y firmar un acuerdo de cooperación con Pessl Instruments, uno de los principales proveedores de estaciones meteorológicas agrícolas, telemetría y otros equipos para agricultura de precisión.
La tendencia a invertir en emprendimientos de tecnología para el agro (AgTech) ha crecido de forma exponencial, en 2013 se invirtieron en AgTech u$s 800 millones, fueron u$s 2100 millones en 2014 y u$s 4800 millones en 2015. Según el último relevamiento realizado por MaquiNAC, entre el segundo semestre de 2016 y el primer cuatrimestre de 2017 se reportaron 17 operaciones empresarias de envergadura en el sector a nivel mundial, incluyendo adquisiciones, fusiones y alianzas estratégicas.
Quién decide sobre la seguridad y soberanía alimentaria
Todos los insumos agrícolas conforman un mercado de 400 mil millones de dólares, controlado por ocho empresas trasnacionales: Bayer-Monsanto, Syngenta-ChemChina, Dow-DuPont, BASF, John Deere, CNH, AGCO y Kubota.
Entre las trasnacionales de maquinaria agrícola y las de semillas-agrotóxicos, existen contratos de colaboración y hasta empresas compartidas de base digital-instrumental (por ejemplo: Precisión Hawk, Raven, Sentera, Agribotix). Monsanto y Syngenta, destinaron en 2017 25% de sus inversiones en capital a la compra de alta tecnología, y se espera para 2018 esa inversión alcance el 50%.
En la actualidad la información es fuente de rentabilidad, la tecnología nos da la posibilidad de medir en cada pixel el rendimiento del presente y de 30 años atrás de imágenes satelitales, construir monitores de rendimiento y correlacionar datos de diferentes variables, tomando decisiones a partir de la información precisa, que permita hacer más eficiente el uso de insumos.
Una agricultura intensiva en insumos e intensiva en conocimiento es la agricultura moderna. Quienes dominen el conocimiento estratégico, son/serán parte de los que decidirán sobre la seguridad y soberanía alimentaria de la población mundial.
* Centro Latinoamericano de Investigación, Innovación y Desarrollo Agrario (CLIIDA), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)