Rubén Armendáriz.
En 2001, el medio de una gravísima crisis económica y social y de un estallido social, el entonces presidente Fernando de la Rúa se fugó en un helicóptero. La pregunta que se hacen todos –argentinos o no- si Mauricio Macri terminará su mandato o si deberá abandonar la Casa Rosada antes de lo constitucionalmente estipulado.
Claro, la realidad no es la misma. Hoy los planes sociales adoptados en los 12 años de gobiernos kirchneristas, que perciben millones de personas -pese a que se intentó aniquilarlos- sirven de contención: una conquista que es sostenida por sindicatos y movimientos sociales que han ganado las calles y rutas en todo el país, con un nivel de militancia y conciencia popular muy superior a la de 2001.
El temor a un nuevo estallido impide que se corten los auxilios sociales y el gobierno apunta sus ajustes a otros sectores, con la capacidad de multiplicar los frentes de conflicto, con una clase media amedrentada por los tarifazos, vacilante ante una crisis que puede ser mayor.
Los trabajadores han comprendido que la única forma de evitar los despidos masivos, la pulverización del salario y la contracción del nivel de actividad es la movilización por la suspensión –y la auditoría social- del pago de la deuda. Macri dispara sus últimos cartuchos mientras la economía se desliza hacia el abismo.
La impotencia del gobierno frente a la corrida cambiaria acelera un dramático desenlace de la crisis, señala el economista Claudio Katz. El bienio de fantasías solventado en un alocado endeudamiento ha quedado definitivamente sepultado. La abrupta extinción del acuerdo concertado hace sólo 90 días con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ilustra la gravedad de la coyuntura. El socorro del Fondo no logró detener el naufragio.
Macri intentó contener la desvalorización del peso anunciando un inexistente auxilio adicional del FMI y terminó empujando la cotización del dólar. Luego se recluyó para renovar su gabinete y fracasó en implementar los cambios y, finalmente apareció en la pantalla con la novedad de un ajuste sobre el ajuste, con la drástica meta del “déficit fiscal cero” mendigó un respiro a los acreedores.
Ese hundimiento obedece al temor a un default de la deuda. La eventual cesación de pagos es internacionalmente advertida por los principales diarios financieros: genera una interminable sucesión de jornadas negras de devaluación del peso mientras se desploma la cotización de los bonos argentinos y la tasa del riesgo-país prende alarmas en todos los mercados.
Las cuentas de los economistas del Gobierno aseguran que la crisis cambiaria y los riesgos de default quedarán superados con el nuevo acuerdo con el FMI. El adelantamiento a 2019 de los desembolsos previstos originalmente para 2020 y 2021 cerrarán la brecha externa y despejarán el camino para una lenta recuperación de la economía a partir del segundo cuatrimestre del próximo año.
El equipo gubernamental especula que la caída de importaciones por la recesión y la disminución de los viajes al exterior por el aumento del dólar achicarán el déficit de cuenta corriente hasta tornarlo manejable con las divisas que acerque el FMI, el mismo razonamiento que el ministro de economía Nicolás Dujovne expuso cuando se firmó el primer entendimiento con el organismo a principios de junio, cuando sostuvo que el PIB crecería 0,4% en 2018, con una inflación de 32% y un dólar a 28,8 pesos.
Las nuevas previsiones señalan una caída del 2,4 por ciento del PBI, una inflación de 42% y el dólar cerca de los 42 pesos. Este inmenso deterioro entre el primer y el segundo convenio con el FMI pone en cuestión los nuevos pronósticos, ya que dejan de lado nuevamente el factor principal de la presión cambiaria: la fuga de capitales, que se acentuará con una nueva deuda de 100 mil millones de dólares en dos años y nueve meses y con tasas de interés a niveles record (de hasta 60%) para captar capitales especulativos.
La crisis hizo tocar fondo a las pequeñas y medianas empresa, que suman el 70% del empleo en el país. Retención de mercadería, entrega a remito abierto, llamados para frenar el movimiento de cheques y pago de los sueldos en cuotas son algunas de las situaciones por las que transcurre el universo de las pymes en medio de la incertidumbre cambiaria, caída del poder adquisitivo y contracción de las ventas. “Con tasas arriba del 60% y la cadena de pagos destruida, no hay precios”, admitió el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo
La Argentina tiene el apoyo total del FMI”, dijo el vocero del organismo Gerry Rice en una conferencia de prensa. Al ser consultado sobre si el Fondo estaría dispuesto a otorgar una ampliación del crédito a la Argentina, Rice evitó dar precisiones.
Lo que vendrá
Los peores escenarios de inflación, devaluación y recesión previstos en el convenio con el Fmi fueron desbordados y el gobierno juega su última carta con la reducción del desequilibrio fiscal a cero en el 2019, lo que potencia el desmoronamiento de una economía agobiada por la subejecución del presupuesto. Lo que trajo es la paralización de obras públicas, el recorte de las asignaciones familiares, la suspensión de vacunas y la carencia de medicación oncológica son las últimas postales del desbarranque.
El objetivo primordial del ajuste es la licuación del salario, junto a la poda de las jubilaciones y la reducción de las coberturas al sector pasivo. El gobierno reconoce un piso de inflación del 42% con sueldos que subirán entre 18% y 25%.
Macri redujo el status del Ministerio de Trabajo para bloquear cualquier obstrucción a esa demolición del ingreso popular, y la ubicación de la Administración del Seguro Social en la órbita del ministerio de Desarrollo Social tiene como meta afianzar el descarado uso de de los fondos de la seguridad social para financiar la fuga de divisas, dice Katz.
Pero para la población el padecimiento diario es el traslado de la devaluación a los pecios (la inflación alcanzó el 3,9% en agosto), con remarcaciones significativas no solo en alimentos, sino también en medicamentos. Con un ensayado rostro de sufrimiento, Macri reconoció la extensión de la pobreza.
Hoy, el nivel de actividad está por debajo del 2015 y el descenso al compás de la mega-devaluación, cuya función es asegurar el pago de la deuda, pero héte aquí que la recesión genera un círculo vicioso de ampliación de la hipoteca y mayor incumplimiento potencial de los desembolsos pactados, ya que los ahorros impuestos en el gasto primario se despilfarran en el pago de intereses.
La introducción de las retenciones a las exportaciones constituye la única novedad de esta sangría. Pero con un dólar a 40 pesos los exportadores igualmente aumentan sus ganancias y las primeras estimaciones para el caso de la soja indican incrementos del 90% de esa rentabilidad. Como el nuevo impuesto establece un monto fijo en pesos, su magnitud perderá gravitación con las próximas devaluaciones. Los propios exportadores controlan la liquidación de divisas y pueden inducir el tipo de cambio, para reducir al mínimo su pago.
La restauración de la famosa “confianza” está exclusivamente centrada en develar si permitirá asegurar el pago de la deuda, lo que tensiona a la dirigencia del FMI, que tiene serios problemas internos para seguir perdiendo dólares en el agujero negro argentino, después que las divisas otorgadas fueron adquiridas e ipsofacto fugadas por tenedores de bonos y financistas.
El FMI afronta serios problemas internos para seguir rifando dólares en el agujero argentino. Las divisas que ha otorgado fueron inmediatamente adquiridas y fugadas por los tenedores de bonos y los capitalistas locales. En el pasado, el Fondo cortó la financiación cuando el riesgo país tocó el techo de 1000 puntos y Macri aún cree en el milagro de un auxilio salvador de Trump y el Tesoro estadounidense.
Las clases dominantes coinciden con Macri en descargar el ajuste sobre los trabajadores, pero temen el efecto de la topadora sobre sus propios negocios. Hoy, los bancos y los lobbies del agro, la energía y la minería –quienes se beneficiaron hasta ahora de las políticas del macrismo. exigen un mega-ajuste sin retenciones, lo que significa el fin de las obras de infraestructura –drenaje de fondos públicos hacia megaempresas amigas- e incluso la supervivencia de otras porciones significativas de los grupos empresarios.
¿Colapso de los emergentes ?
El mayor problema es el descontrol de la crisis. Todas las caracterizaciones que Macri atribuyó a las tormentas externas (Turquía, aumento de las tasas de interés, guerra comercial entre China y EEUU) han perdido auditorio. Si bien afectan a un amplio espectro de “economías emergentes”, no generaron catástrofes equivalentes a las padecidas por Argentina.
Las nuevas previsiones señalan una caída del 2,4 por ciento del PBI, una inflación de 42% y el dólar cerca de los 42 pesos. Este inmenso deterioro entre el primer y el segundo convenio con el FMI pone en cuestión los nuevos pronósticos, ya que dejan de lado nuevamente el factor principal de la presión cambiaria: la fuga de capitales, que se acentuará con una nueva deuda de 100 mil millones de dólares en dos años y nueve meses y con tasas de interés a niveles record (de hasta 60%) para captar capitales especulativos.
La crisis hizo tocar fondo a las pequeñas y medianas empresa, que suman el 70% del empleo en el país. Retención de mercadería, entrega a remito abierto, llamados para frenar el movimiento de cheques y pago de los sueldos en cuotas son algunas de las situaciones por las que transcurre el universo de las pymes en medio de la incertidumbre cambiaria, caída del poder adquisitivo y contracción de las ventas. “Con tasas arriba del 60% y la cadena de pagos destruida, no hay precios”, admitió el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo
La Argentina tiene el apoyo total del FMI”, dijo el vocero del organismo Gerry Rice en una conferencia de prensa. Al ser consultado sobre si el Fondo estaría dispuesto a otorgar una ampliación del crédito a la Argentina, Rice evitó dar precisiones.
Lo que vendrá
Los peores escenarios de inflación, devaluación y recesión previstos en el convenio con el Fmi fueron desbordados y el gobierno juega su última carta con la reducción del desequilibrio fiscal a cero en el 2019, lo que potencia el desmoronamiento de una economía agobiada por la subejecución del presupuesto. Lo que trajo es la paralización de obras públicas, el recorte de las asignaciones familiares, la suspensión de vacunas y la carencia de medicación oncológica son las últimas postales del desbarranque.
El objetivo primordial del ajuste es la licuación del salario, junto a la poda de las jubilaciones y la reducción de las coberturas al sector pasivo. El gobierno reconoce un piso de inflación del 42% con sueldos que subirán entre 18% y 25%.
Macri redujo el status del Ministerio de Trabajo para bloquear cualquier obstrucción a esa demolición del ingreso popular, y la ubicación de la Administración del Seguro Social en la órbita del ministerio de Desarrollo Social tiene como meta afianzar el descarado uso de de los fondos de la seguridad social para financiar la fuga de divisas, dice Katz.
Pero para la población el padecimiento diario es el traslado de la devaluación a los pecios (la inflación alcanzó el 3,9% en agosto), con remarcaciones significativas no solo en alimentos, sino también en medicamentos. Con un ensayado rostro de sufrimiento, Macri reconoció la extensión de la pobreza.
Hoy, el nivel de actividad está por debajo del 2015 y el descenso al compás de la mega-devaluación, cuya función es asegurar el pago de la deuda, pero héte aquí que la recesión genera un círculo vicioso de ampliación de la hipoteca y mayor incumplimiento potencial de los desembolsos pactados, ya que los ahorros impuestos en el gasto primario se despilfarran en el pago de intereses.
La introducción de las retenciones a las exportaciones constituye la única novedad de esta sangría. Pero con un dólar a 40 pesos los exportadores igualmente aumentan sus ganancias y las primeras estimaciones para el caso de la soja indican incrementos del 90% de esa rentabilidad. Como el nuevo impuesto establece un monto fijo en pesos, su magnitud perderá gravitación con las próximas devaluaciones. Los propios exportadores controlan la liquidación de divisas y pueden inducir el tipo de cambio, para reducir al mínimo su pago.
La restauración de la famosa “confianza” está exclusivamente centrada en develar si permitirá asegurar el pago de la deuda, lo que tensiona a la dirigencia del FMI, que tiene serios problemas internos para seguir perdiendo dólares en el agujero negro argentino, después que las divisas otorgadas fueron adquiridas e ipsofacto fugadas por tenedores de bonos y financistas.
El FMI afronta serios problemas internos para seguir rifando dólares en el agujero argentino. Las divisas que ha otorgado fueron inmediatamente adquiridas y fugadas por los tenedores de bonos y los capitalistas locales. En el pasado, el Fondo cortó la financiación cuando el riesgo país tocó el techo de 1000 puntos y Macri aún cree en el milagro de un auxilio salvador de Trump y el Tesoro estadounidense.
Las clases dominantes coinciden con Macri en descargar el ajuste sobre los trabajadores, pero temen el efecto de la topadora sobre sus propios negocios. Hoy, los bancos y los lobbies del agro, la energía y la minería –quienes se beneficiaron hasta ahora de las políticas del macrismo. exigen un mega-ajuste sin retenciones, lo que significa el fin de las obras de infraestructura –drenaje de fondos públicos hacia megaempresas amigas- e incluso la supervivencia de otras porciones significativas de los grupos empresarios.
¿Colapso de los emergentes ?
El mayor problema es el descontrol de la crisis. Todas las caracterizaciones que Macri atribuyó a las tormentas externas (Turquía, aumento de las tasas de interés, guerra comercial entre China y EEUU) han perdido auditorio. Si bien afectan a un amplio espectro de “economías emergentes”, no generaron catástrofes equivalentes a las padecidas por Argentina.
El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz consideró que las políticas del gobierno de Macri llevaron a “una situación extrema” y que el ajuste que propone el Gobierno “frenará la economía” y afectará fuertemente a la población. “Dada la magnitud de los errores cometidos, tendría que haber una quita de la deuda”, alertó.
“El estrés extremo que atraviesa el mercado argentino plantea múltiples problemas. El primero es financiero: ¿representa el comienzo de un colapso de los mercados emergentes de un modo no visto desde las crisis que hubo en Rusia, Asia y América del Sur a finales del siglo pasado?”, se preguntó el diario británico Financial Times.
“Si el gobierno tecnocrático de Mauricio Macri, que encabeza el G20 y ha seguido la ortodoxia económica al tiempo que goza de pleno apoyo internacional, no puede competir con los mercados caprichosos, ¿quién puede hacerlo?”, agregó. A su vez, para comprender las implicancias del derrumbe argentino, intenta comprender qué fue lo que salió mal con su programa de reformas y, lo más importante, si el gobierno de Macri todavía está en condiciones de revertir la situación.
Financial Times advierte que los préstamos en dólares a los mercados emergentes se duplicaron desde 2008 y el gobierno de Macri, estimulado por las tasas bajas, pidió prestados cerca de 80.000 millones de dólares en apenas dos años para financiar, lo que califica como, reformas graduales. El problema es que el dólar se fortaleció y las tasas de interés subieron.
Por lo tanto, el diario advierte que los compromisos ahora se han vuelto difíciles de honrar, especialmente para países con déficit de cuenta corriente como Argentina, Turquía y Sudáfrica. Además, el diario afirma que el proteccionismo estadounidense también sumó problemas.
El artículo, firmado por John Paul Rathbone y Benedict Mander, remarca que ahora la pelota está del lado de Macri quien debe enfrentar desafíos de percepción, psicología y política. Señala que el presidente argentino cometió varios errores de comunicación y destaca especialmente el mensaje en el que Macri anunció un adelanto de desembolsos del FMI cuando ni siquiera había comenzado la negociación. El diario dice que esa jugada fue “un error que alimentó el pánico del mercado”.
Financial Times destaca además que el problema principal ahora no es convencer a los inversores internacionales sino a los ahorristas domésticos asustados no solo por la situación actual sino por una historia argentina marcada por ocho incumplimientos de deuda, dos episodios de hiperinflación, veinte programas del FMI en 60 años y múltiples crisis monetarias. Los argentinos, dice, “ya no tienen fe en el peso, que ha perdido más de la mitad de su valor este año”.
Cambia, nada cambia
Tras la reducción de las carteras ministeriales, se anuncia un cambio de ritmo y control. Ahora, habrá reuniones diarias de gabinete y los ministros serán voceros del gobierno: hasta ahora esa función la cumplieron Macri y su aún jefe de Gabinete (con funciones restringidas) Marcos Peña, quien mantendrá la coordinación de la comunicación macrista. Ya se sabe que la eliminación de ministerios amputará las últimas partidas significativas de salud y educación.
Se eliminaron los coordinadores – “controllers”, los llaman internamente-, o sea, no más reuniones de coordinación. Peña perdió a Quintana y Lopetegui, dos ejecutores de sus órdenes, y la potestad de ser el vocero exclusivo, aunque conservó su cargo, pese a las presiones de sectores empresariales, y ahora tiene como segundo –y “cuidador”- a Andrés Ibarra (el único que ascendió de cargo y sigue como titular de la secretaría de Modernización), un hombre que sigue al presidente desde el Grupo Macri, pasando por el club Boca Juniors y toda la gestión en el gobierno capitalino.
Hay una larga lista de ministros degradados, algunos de ellos protagonistas de escándalos que casi los sacan de juego: el de Trabajo Jorge Triaca, que insultaba a su casera y que recibió un cargo en un sindicato intervenido; Luis Miguel Etchevehere, que le pagó medio millón a la Sociedad Rural –que él presidiera- siendo funcionario, Adolfos Rubinstein, cuestionado por los sectores antiderechos del gobierno, y Hernán Lombardi, con cientos de despidos en la agencia oficial de noticias Télam y el achique general de los medios públicos.
A esa nómina se suman Javier Iguacel, que llegó para reemplazar a Juan José Aranguren (ex CEO de la trasnacional Shell), el rabino Sergio Bergman (Ambiente), Carlos Vignolo (Plan Belgrano) y Gustavo Santos (Turismo), que nunca descollaron en la opinión pública.
Cállate
Al visitar a una familia (la de Laura, una emprendedora, para mostrar por los medios su cercanía con el pueblo) el presidente argentino Mauricio Macri lanzó unas insólitas declaraciones. Entre ellas, cuando la mujer a la que visitaba le preguntó cómo estaba lidiando en lo personal con la crisis económica que vive el país, Macri afirmó: “Yo en lo que más trabajo es en no volverme loco, porque si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos”.
* Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)