Jair Bolsonaro, un fascista pop
Por EMILIANO GUIDO
17 de septiembre de 2018
¿Quién es realmente el ex militar brasileño que lidera los sondeos presidenciales? ¿Su propuesta de armar a la población para acabar con ladrones y comunistas parte de su convencimiento real o surge de una estrategia marketinera para hacer pie en una sociedad desintegrada? Su arsenal de recursos narrativos eclécticos: promoción de la meritocracia evangélica, apelación a una moral decimonónica y cinco millones de amigos en Facebook. Bolsonaro, el Micky Vainilla brasileño que propone: “Orden y progreso, o muerte”.
El despacho del diputado Jair Bolsonaro está decorado con fotos enmarcadas de Humberto Castello Branco, Arthur da Costa e Silva, Emílio Garrastazu Médici, Ernesto Geisel e João Baptista Figueiredo. No se trata de su homenaje a una línea de 5 del siempre buen seleccionado de fútbol local. Más bien, es un pequeño museo del Terrorismo de Estado. Esos cinco generales ocuparon la cabeza del Ejecutivo durante la larga y particular dictadura brasileña. Cuando la colega de la revista Piaui Consuelo Dieguez lo visitó al Congreso para realizarle un largo reportaje que derivó en uno de los mejores perfiles escritos sobre el polémico político y reparó en ese tributo dictatorial, Bolsonaro contestó muy suelto de cuerpo: “No pensabas que iba a tener una foto de Dilma Rousseff”.
Nuestras Voces comenzó la arqueología del pensamiento de Bolsonaro hablando, precisamente, con Consuelo Dieguez. Ante la sencilla pregunta sobre sí Bolsonaro es, o se hace, Dieguez respondió que, más bien, lo primero: “El perfil de ultraderecha es real. Él es un hombre formado en las Fuerzas Armadas y su discurso se asemeja mucho más al de un militar que al de un diputado, un cargo que viene desempeñando desde hace 25 años. No obstante, a pesar de haber estado tanto tiempo en el Congreso, su actividad parlamentaria siempre fue inexpresiva y gris. En se sentido, siempre fue visto por sus pares parlamentarios como un tipo exótico, conservador y tosco, casi como un bufón”.
Consuelo Dieguez remarca el hecho de que Bolsonaro ocupaba en la política, siguiendo los parámetros de un culebrón tropical, un personaje marginal. Metía, por así decirlo, un “bolo” de vez en cuando. “Él comenzó a pisar fuerte en el escenario político nacional hace tres años adoptando un discurso político agresivo y conservador; por ejemplo, contra las políticas de género. De esa manera, se ganó el apoyo de las porciones más retrógradas del electorado, como la base social evangélica. Además, con la crisis de la izquierda, precipitada principalmente por las denuncias de corrupción contra el PT, él endureció un discurso centrado en el miedo al comunismo. Bolsonaro, por esa época, se paseaba por todos los sets de televisión advirtiendo que la sociedad estaba en riesgo por la destrucción de los valores morales, por la falta de seguridad, por el desempleo en alza y por los ataques de la izquierda a la propiedad privada”, detalla la cronista de Piaui.
Bruno Bimbi
✔@bbimbi
Un grupo de mujeres creó una comunidad en Facebook con el nombre “Mujeres unidas contra Bolsonaro”. En 24 horas ya tenía un millón de mujeres. El 29 harán actos en todo el país. Las encuestas muestran que las mujeres son la principal barrera contra el candidato fascista.
22:19 - 13 sept. 2018 · Rio de Janeiro, Brazil
4.788
1.263 personas están hablando de esto
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Hay una foto en el Whatsapp
Bolsonaro, su candidatura, es fruto de una alianza entre dos fuerzas, el Partido Social Liberal y el Partido Renovador Laborista Brasileño, pigmeas en representación parlamentaria. Entre ambas, acumulan apenas 8 curules en la Cámara. Por lo tanto, la voz de Bolsonaro en los medios de comunicación -que el Estado reparte a los partidos en función de su enraizamiento institucional- sólo tiene acceso a una cuota mínima del 1% en el espacio radioeléctrico cedido a los candidatos. ¿Cómo rompe el cerco informativo Jair Bolsonaro? El periódico Istoé, que calificó con ironía al líder del PSL como un candidato antisistema que proviene del sistema, respondería que el dirigente conservador lo viene logrando apoyándose en las redes sociales líquidas y liberales. Una placa armada por su equipo de comunicación para que circulara en Whatsapp -un ecosistema mediático en alza en un país donde lo visual se impone siempre ante lo escrito- lo muestra en la cama del hospital, donde hizo reposo tras el atentado sufrido, moldeando sus dedos pulgar e índice con la forma de una arma de fuego. En paralelo, sus agresivos mensajes en Facebook, apelando por ejemplo al exterminio del campesinado Sin Tierra -“la mejor carta de presentación ante un marginal del MST es un cartucho 762”-, logró multiplicar como panes y peces sus seguidores, que ya llegan a 5 millones.
Ahora bien, ¿Por qué crece en representación un dirigente tan hosco y retrógado en un país que llegó a coronar a un trabajador barbudo y con la camiseta roja puesta? Sencillamente, porque ese cuerpo social llamado Brasil hoy está incendiado en llagas: hundido en una fuerte recesión económica y con la clase política demolida por la santa Inquisición del juez Sergio Moro. Los resultados de una encuesta de mayo revelada por el periodista Thomas Manz en la revista latinoamericana Nueva Sociedad produce escalofríos: sólo el 43% de los brasileños confían en el sistema democrático, y el apoyo de la sociedad civil hacia los militares multiplica por siete el sostén dado a la dirigencia política.
Thomas Manz, en el artículo mencionado, titulado “El Trump brasileño”, advierte que Bolsonaro es un río alimentado por dos afluentes, el de la antipolítica, y por el caudal de una base social, la evangélica, cada vez más ancha en el país maravilloso:
Nuestras Voces comenzó la arqueología del pensamiento de Bolsonaro hablando, precisamente, con Consuelo Dieguez. Ante la sencilla pregunta sobre sí Bolsonaro es, o se hace, Dieguez respondió que, más bien, lo primero: “El perfil de ultraderecha es real. Él es un hombre formado en las Fuerzas Armadas y su discurso se asemeja mucho más al de un militar que al de un diputado, un cargo que viene desempeñando desde hace 25 años. No obstante, a pesar de haber estado tanto tiempo en el Congreso, su actividad parlamentaria siempre fue inexpresiva y gris. En se sentido, siempre fue visto por sus pares parlamentarios como un tipo exótico, conservador y tosco, casi como un bufón”.
Consuelo Dieguez remarca el hecho de que Bolsonaro ocupaba en la política, siguiendo los parámetros de un culebrón tropical, un personaje marginal. Metía, por así decirlo, un “bolo” de vez en cuando. “Él comenzó a pisar fuerte en el escenario político nacional hace tres años adoptando un discurso político agresivo y conservador; por ejemplo, contra las políticas de género. De esa manera, se ganó el apoyo de las porciones más retrógradas del electorado, como la base social evangélica. Además, con la crisis de la izquierda, precipitada principalmente por las denuncias de corrupción contra el PT, él endureció un discurso centrado en el miedo al comunismo. Bolsonaro, por esa época, se paseaba por todos los sets de televisión advirtiendo que la sociedad estaba en riesgo por la destrucción de los valores morales, por la falta de seguridad, por el desempleo en alza y por los ataques de la izquierda a la propiedad privada”, detalla la cronista de Piaui.
Bruno Bimbi
✔@bbimbi
Un grupo de mujeres creó una comunidad en Facebook con el nombre “Mujeres unidas contra Bolsonaro”. En 24 horas ya tenía un millón de mujeres. El 29 harán actos en todo el país. Las encuestas muestran que las mujeres son la principal barrera contra el candidato fascista.
22:19 - 13 sept. 2018 · Rio de Janeiro, Brazil
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Bolsonaro, su candidatura, es fruto de una alianza entre dos fuerzas, el Partido Social Liberal y el Partido Renovador Laborista Brasileño, pigmeas en representación parlamentaria. Entre ambas, acumulan apenas 8 curules en la Cámara. Por lo tanto, la voz de Bolsonaro en los medios de comunicación -que el Estado reparte a los partidos en función de su enraizamiento institucional- sólo tiene acceso a una cuota mínima del 1% en el espacio radioeléctrico cedido a los candidatos. ¿Cómo rompe el cerco informativo Jair Bolsonaro? El periódico Istoé, que calificó con ironía al líder del PSL como un candidato antisistema que proviene del sistema, respondería que el dirigente conservador lo viene logrando apoyándose en las redes sociales líquidas y liberales. Una placa armada por su equipo de comunicación para que circulara en Whatsapp -un ecosistema mediático en alza en un país donde lo visual se impone siempre ante lo escrito- lo muestra en la cama del hospital, donde hizo reposo tras el atentado sufrido, moldeando sus dedos pulgar e índice con la forma de una arma de fuego. En paralelo, sus agresivos mensajes en Facebook, apelando por ejemplo al exterminio del campesinado Sin Tierra -“la mejor carta de presentación ante un marginal del MST es un cartucho 762”-, logró multiplicar como panes y peces sus seguidores, que ya llegan a 5 millones.
Ahora bien, ¿Por qué crece en representación un dirigente tan hosco y retrógado en un país que llegó a coronar a un trabajador barbudo y con la camiseta roja puesta? Sencillamente, porque ese cuerpo social llamado Brasil hoy está incendiado en llagas: hundido en una fuerte recesión económica y con la clase política demolida por la santa Inquisición del juez Sergio Moro. Los resultados de una encuesta de mayo revelada por el periodista Thomas Manz en la revista latinoamericana Nueva Sociedad produce escalofríos: sólo el 43% de los brasileños confían en el sistema democrático, y el apoyo de la sociedad civil hacia los militares multiplica por siete el sostén dado a la dirigencia política.
Thomas Manz, en el artículo mencionado, titulado “El Trump brasileño”, advierte que Bolsonaro es un río alimentado por dos afluentes, el de la antipolítica, y por el caudal de una base social, la evangélica, cada vez más ancha en el país maravilloso:
“En sus discursos Bolsonaro se refiere al valor de la meritocracia, un punto de vista ampliamente aceptado en los círculos evangélicos. El esfuerzo personal y la labor individual, y no los programas sociales públicos, son el camino para salir de la pobreza y la miseria social”.
A su vez, la investigadora Esther Solano, en un estudio hecho para la Fundación Friedrich Ebert (FES), revela que la patria de Bolsonaro también tiene, muy a contramano de la clásica aseveración que conecta juventud con la solidaridad y el cambio, fuego juvenil: “Lo ven rebelándose contra el sistema. Consideran refrescante la forma en que rompe las reglas de la corrección política y sienten que la intolerancia y la agresividad en sus declaraciones no son un traspié, sino algo pop y auténtico”.
“Con su discurso populista Bolsonaro conquistó a votantes de centro, de centroderecha, y de ultraderecha. Sin embargo, principalmente, el elector de clase media y clase media alta es el que más se siente amenazado por la falta de seguridad policial e institucional. Más recientemente, comenzó a tomar votos de los sectores más pobres, de aquellos que viven en la periferia, porque también se sienten acosados por la violencia. Por último, Bolsonaro está incorporando la simpatía del electorado rural al condenar las tomas llevadas por el Movimiento Sin Tierra, una organización que debe ser combatida, según él, a punta de pistola por los propietarios de las haciendas”, continúa perfilando a Bolsonaro, para Nuestras Voces, la periodista Consuelo Dieguez.
Ahora bien, que no cunda el pánico. Las últimas encuestas y sondeos vienen concluyendo dos elementos que aparecen de forma reiterativa en la actual América Latina electoral adicta a los ballotage: Bolsonaro emerge sólo en las alturas de cara a la primera vuelta electoral del 7 de octubre; en cambio, para el segundo turno, el poker de candidatos con chances de llegar a la finalísima -el lulista Fernando Haddad, la ambientalista Marina Silva, el progresista moderado Ciro Gomes y el PSDB (el partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso) Gerardo Alckmin– resultarían victoriosos. Como suele suceder en otros segmentos de la agenda diaria, el mercado fue el primero en oler ese escenario incipiente que resulta riesgoso para sus intereses. El politólogo argentino radicado en Brasil Eduardo Crespo pintó muy bien dicha situación en su cuenta personal en la red Twitter: “Los mercados quieren a Bolsonaro. Las encuestas les son desfavorables y por ello sube el dólar y cae la bolsa. ‘La democracia está muy sobrevaluada’, diría Frank Underwood”.
“Con su discurso populista Bolsonaro conquistó a votantes de centro, de centroderecha, y de ultraderecha. Sin embargo, principalmente, el elector de clase media y clase media alta es el que más se siente amenazado por la falta de seguridad policial e institucional. Más recientemente, comenzó a tomar votos de los sectores más pobres, de aquellos que viven en la periferia, porque también se sienten acosados por la violencia. Por último, Bolsonaro está incorporando la simpatía del electorado rural al condenar las tomas llevadas por el Movimiento Sin Tierra, una organización que debe ser combatida, según él, a punta de pistola por los propietarios de las haciendas”, continúa perfilando a Bolsonaro, para Nuestras Voces, la periodista Consuelo Dieguez.
Ahora bien, que no cunda el pánico. Las últimas encuestas y sondeos vienen concluyendo dos elementos que aparecen de forma reiterativa en la actual América Latina electoral adicta a los ballotage: Bolsonaro emerge sólo en las alturas de cara a la primera vuelta electoral del 7 de octubre; en cambio, para el segundo turno, el poker de candidatos con chances de llegar a la finalísima -el lulista Fernando Haddad, la ambientalista Marina Silva, el progresista moderado Ciro Gomes y el PSDB (el partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso) Gerardo Alckmin– resultarían victoriosos. Como suele suceder en otros segmentos de la agenda diaria, el mercado fue el primero en oler ese escenario incipiente que resulta riesgoso para sus intereses. El politólogo argentino radicado en Brasil Eduardo Crespo pintó muy bien dicha situación en su cuenta personal en la red Twitter: “Los mercados quieren a Bolsonaro. Las encuestas les son desfavorables y por ello sube el dólar y cae la bolsa. ‘La democracia está muy sobrevaluada’, diría Frank Underwood”.