Las autocríticas de la izquierda
Por Emir Sader
21 de septiembre de 2018
“La autocrítica no es una noria”
Mario Benedetti
Cuando hay reveses, nada más natural que autocríticas. Si la izquierda, aun más en una era neoliberal en que la derecha no tiene nada de muy atrayente para ofrecer, sufre derrotas, claro que por lo menos parte de las responsabilidades caben a la misma izquierda.
Pero ¿cuál es el marco en que deben darse esas autocríticas? Que Benedetti decía que no deben ser una noria:
“no voy a anquilosarme en el reproche
y no voy a infamar a mis hermanos...
...el baldón y la ira los reservo
que esto quede bien claro
yo los reservo para el enemigo.
Con mis hermanos porfiaré
es natural
sobre planes y voces
trochas, atajos y veredas
pasos atrás y pasos adelante
silencios oportunos omisiones que no
coyunturas mejores o peores
pero tendré a la vista que son eso
hermanos.”
El marco inicial de los balances de la primera etapa de la lucha antineoliberal en América Latina tiene que darse en el escenario apuntado sabia y bellamente por Benedetti. Los reveses no han cambiado la polarización fundamental de nuestra época, la que se da entre el modelo neoliberal, como proyecto capitalista para el actual período histórico, y las fuerzas anti y posneoliberales.
En segundo lugar, todo balance tiene que darse a partir del éxito sin precedentes de los gobiernos antineoliberales. En el continente más desigual del mundo, en el marco internacional de generalización de los gobiernos neoliberales, que aumentan las desigualdades y la exclusión social, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han logrado disminuir sensiblemente las desigualdades y la exclusión social, a contramano de la tendencia global.
La primera autocrítica tiene que ser hecha por los que no creyeron que esos gobiernos fueran posibles. Los que preveían, por ejemplo, que el gobierno de Lula sería una continuidad del gobierno de Cardoso, que el gobierno de los Kirchner repetiría el gobierno de Menem. Se han equivocado profundamente. Las transformaciones en esos seis países fueron inmensas, las más importantes que esos países han vivido en mucho tiempo. Quien afirmó que el PT había traicionado en Brasil y que el gobierno de Lula fracasaría, ha cometido un error grave y debieran hacer autocrítica respecto a esa previsión equivocada.
Los errores cometidos por los gobiernos antineoliberales tienen que ser enmarcados en ese escenario. Los triunfos de la izquierda fueron posibles cuando ha logrado convencer a la mayoría de la sociedad de que nuestros problemas fundamentales son los de carácter social, de ahí la necesidad de gobernar poniendo la prioridad en las políticas sociales.
Fue así como han logrado conquistar el apoyo de la mayoría de la población, ser elegidos y reelegidos sucesivamente. Cuando la derecha ha logrado desarticular ese consenso e imponer los suyos –gastos excesivos del Estado desorganizaron la economía, más el tema de la corrupción–, ha logrado obtener victorias políticas.
En lo fundamental, no fueron las políticas gubernamentales que han fracasado, sino la capacidad de convencimiento, de persuasión, de la izquierda en su conjunto: gobiernos, partidos, movimientos sociales. Se ha perdido el apoyo de gran cantidad de gente beneficiaria de las políticas sociales de los gobiernos.
Este fue el factor fundamental que llevó al debilitamiento del apoyo popular a los gobiernos, a su relativo aislamiento y a su derrota. Ello vale para aquellos países en que la izquierda ha sido derrotada en elecciones, como Argentina, por un golpe, como en Brasil, por una reversión de la naturaleza del gobierno, como en Ecuador, o por pérdida de apoyo popular, como en Venezuela.
Esa es la autocrítica más grande que la izquierda debe hacer. Por qué y cómo, después de lograr imponer su hegemonía al conjunto de la sociedad, la ha perdido. Pero la autocrítica, para las fuerzas de izquierda, no es solo un proceso teórico. Lo que pasa en Brasil es un buen ejemplo: cuando se decía que Lula y el PT estaban superados, fueron ellos los que han dado vuelta a la situación, no mediante una autocrítica teórica solamente, sino en la forma de acción, que ha llevado a la recuperación de la hegemonía de la izquierda sobre la sociedad brasileña, con buenas perspectivas de victoria y de la primera superación de la contraofensiva de la derecha en América latina.
21 de septiembre de 2018
“La autocrítica no es una noria”
Mario Benedetti
Cuando hay reveses, nada más natural que autocríticas. Si la izquierda, aun más en una era neoliberal en que la derecha no tiene nada de muy atrayente para ofrecer, sufre derrotas, claro que por lo menos parte de las responsabilidades caben a la misma izquierda.
Pero ¿cuál es el marco en que deben darse esas autocríticas? Que Benedetti decía que no deben ser una noria:
“no voy a anquilosarme en el reproche
y no voy a infamar a mis hermanos...
...el baldón y la ira los reservo
que esto quede bien claro
yo los reservo para el enemigo.
Con mis hermanos porfiaré
es natural
sobre planes y voces
trochas, atajos y veredas
pasos atrás y pasos adelante
silencios oportunos omisiones que no
coyunturas mejores o peores
pero tendré a la vista que son eso
hermanos.”
El marco inicial de los balances de la primera etapa de la lucha antineoliberal en América Latina tiene que darse en el escenario apuntado sabia y bellamente por Benedetti. Los reveses no han cambiado la polarización fundamental de nuestra época, la que se da entre el modelo neoliberal, como proyecto capitalista para el actual período histórico, y las fuerzas anti y posneoliberales.
En segundo lugar, todo balance tiene que darse a partir del éxito sin precedentes de los gobiernos antineoliberales. En el continente más desigual del mundo, en el marco internacional de generalización de los gobiernos neoliberales, que aumentan las desigualdades y la exclusión social, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han logrado disminuir sensiblemente las desigualdades y la exclusión social, a contramano de la tendencia global.
La primera autocrítica tiene que ser hecha por los que no creyeron que esos gobiernos fueran posibles. Los que preveían, por ejemplo, que el gobierno de Lula sería una continuidad del gobierno de Cardoso, que el gobierno de los Kirchner repetiría el gobierno de Menem. Se han equivocado profundamente. Las transformaciones en esos seis países fueron inmensas, las más importantes que esos países han vivido en mucho tiempo. Quien afirmó que el PT había traicionado en Brasil y que el gobierno de Lula fracasaría, ha cometido un error grave y debieran hacer autocrítica respecto a esa previsión equivocada.
Los errores cometidos por los gobiernos antineoliberales tienen que ser enmarcados en ese escenario. Los triunfos de la izquierda fueron posibles cuando ha logrado convencer a la mayoría de la sociedad de que nuestros problemas fundamentales son los de carácter social, de ahí la necesidad de gobernar poniendo la prioridad en las políticas sociales.
Fue así como han logrado conquistar el apoyo de la mayoría de la población, ser elegidos y reelegidos sucesivamente. Cuando la derecha ha logrado desarticular ese consenso e imponer los suyos –gastos excesivos del Estado desorganizaron la economía, más el tema de la corrupción–, ha logrado obtener victorias políticas.
En lo fundamental, no fueron las políticas gubernamentales que han fracasado, sino la capacidad de convencimiento, de persuasión, de la izquierda en su conjunto: gobiernos, partidos, movimientos sociales. Se ha perdido el apoyo de gran cantidad de gente beneficiaria de las políticas sociales de los gobiernos.
Este fue el factor fundamental que llevó al debilitamiento del apoyo popular a los gobiernos, a su relativo aislamiento y a su derrota. Ello vale para aquellos países en que la izquierda ha sido derrotada en elecciones, como Argentina, por un golpe, como en Brasil, por una reversión de la naturaleza del gobierno, como en Ecuador, o por pérdida de apoyo popular, como en Venezuela.
Esa es la autocrítica más grande que la izquierda debe hacer. Por qué y cómo, después de lograr imponer su hegemonía al conjunto de la sociedad, la ha perdido. Pero la autocrítica, para las fuerzas de izquierda, no es solo un proceso teórico. Lo que pasa en Brasil es un buen ejemplo: cuando se decía que Lula y el PT estaban superados, fueron ellos los que han dado vuelta a la situación, no mediante una autocrítica teórica solamente, sino en la forma de acción, que ha llevado a la recuperación de la hegemonía de la izquierda sobre la sociedad brasileña, con buenas perspectivas de victoria y de la primera superación de la contraofensiva de la derecha en América latina.