8 oct 2024

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Diez claves para entender la guerra en Medio Oriente

Jorge Elbaum
On Oct 7, 2024




En la actualidad se desarrollan dos conflictos bélicos atravesados por intereses geopolíticos y económicos. Ambos se inscriben en el formato proxy, donde los contendientes se desafían a través de interpósitos actores. En el caso de los enfrentamientos de Europa Oriental, la OTAN intenta desde hace treinta años, condicionar la soberanía de la Federación Rusa, utilizando a Ucrania como punta de lanza para desestabilizar y debilitar a Moscú. En el caso del Cercano Oriente, los contendientes son Israel y la República Islámica de Irán. Sin embargo, sus enfrentamientos directos –hasta la última semana– han sido esporádicos y se desarrollan a través de los socios de Teherán en la zona: Hamás, Hezbolá y los hutíes yemenitas al sur de la península arábiga.

Irán e Israel rivalizan por dos cuestiones nodales: la primera ligada al carácter de soberanía que debe aplicarse a la región, y en segundo término respecto a los aspectos geopolíticos. En 1947 las Naciones Unidas decidieron la partición de un territorio entonces controlado por los Británicos. En 1948 se declaró la independencia del Estado de Israel, pero los países árabes circundantes no aceptaron dicha partición. Luego de la guerra que sobrevino, Egipto ocupó Gaza y Jordania el territorio que se conoce como Cisjordania –hasta 1967–, sin cederle la soberanía a Palestina.

Desde la Guerra de los Seis Días, esa ocupación fue ampliada por Israel, incorporando la sustracción de tierras para el establecimiento de colonos. Los persas consideran que la solución a la disputa es la conformación de un único Estado multiétnico. Este posicionamiento enerva a gran parte de los israelíes, que ven en esa propuesta una negación dela existencia del Estado Judío.



Irán e Israel se enfrentan, además, por el control geopolítico de la región, por donde pasa aproximadamente un tercio de todos los hidrocarburos que se comercian a nivel global. Israel asume –en este aspecto– el lugar de actor proxy de Estados Unidos, quien pretende controlar los flujos internacionales de energía.La confrontación en Europa Oriental y la que se desarrolla en Cercano Oriente se diferencian por un elemento central. 

La primera de esas guerras incluye a dos de los mayores poseedores de armas nucleares: la OTAN y la Federación Rusa. En el caso asiático, solo uno de los países cuenta con un arsenal nuclear: Israel. El restante se encuentra en proceso de incorporación al club atómico. El enfrentamiento bélico directo entre Teherán y Tel Aviv tiene dos antecedentes en los últimos meses: el ataque misilístico del 13 y 14 de abril –como respuesta al bombardeo del consulado persa en Damasco por parte de Israel–, y el envío de 200 misiles balísticos el último martes, llevado a cabo por Teherán para vengar el crimen del comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, Abbas Nilfroushan, en el mismo bombardeo en el que fue ejecutado Hasán Nasralá.



Los países musulmanes de la región, entre ellos Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, permanecen en un posicionamiento pasivo, haciendo malabares entre la crítica a los bombardeos israelíes y la desconfianza respecto a Teherán, con quien disputan el liderazgo al interior del mundo islámico. 

Aplauden entre bambalinas las operaciones militares de Netanyahu contra Hamás y Hezbolá, y celebran el potencial debilitamiento del ayatola Alí Jamenei. Ante los medios de comunicación, exigen un inmediato alto al fuego y en los intercambios con Estados Unidos valoran la posibilidad de un nuevo estatus quo en el que los ayatolas cuenten con menor capacidad de daño.

Los escenarios inmediatos ligados al conflicto –sugieren los analistas y medios estadounidenses e israelíes– incluirán un ataque conjunto de Washington y Tel Aviv a Irán, que contribuirá a profundizar la crisis. Los dos objetivos se vinculan con la infraestructura hidrocarburífera de Juzestán y Shiraz, el centro de enriquecimiento de combustible de Natanz, y la instalación nuclear subterránea de Fordo. Dado que estas últimas son de difícil acceso, se especula con la posibilidad de los blancos principales puedan ser las plantas petroleras.


Irán está entre los diez mayores productores mundiales de crudo, contando con una reserva probada de 209 mil millones de barriles, según los datos de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP). Esa producción supone el 41 por ciento de los ingresos por exportaciones de Teherán. 

Cualquier bombardeo supondría el aumento del precio internacional y al mismo tiempo el cierre del Estrecho de Ormuz, punto geoestratégico utilizado por Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, que presionarían para evitar el incendio de la región. Además, esta situación complicaría a la República Popular China, primer cliente petrolero de los persas, que se vería obligado a aumentar sus provisiones a la Federación Rusa.

Según Karl von Clausewitz, “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Deberá ser, entonces, la política, y no la matanza continua, la que ofrezca soluciones.


*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)