El trasfondo del cambio en el Banco Central
Viernes 03 de Octubre de 2014
Por Mariano Beristain
El nombramiento de Alejandro Vanoli en el primer sillón del Banco Central blanqueó otro capítulo de la guerra que "los mercados" y lo peor del establishment le declaró a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.El nombramiento de Alejandro Vanoli en el primer sillón del Banco Central blanqueó otro capítulo de la guerra que "los mercados" y lo peor del establishment le declaró a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Es decir, Cristina reaccionó frente a una ofensiva que intenta esmerilar su figura para condicionarla de tal forma que la convierta en un elemento decorativo, como lo fue María Estela de Perón en 1975 o, directamente, la obligue a entregar el poder de forma anticipada como lo hizo Fernando De la Rúa.
En cualquier caso, el propósito era y sigue siendo transformar al kirchnerismo en una pesadilla histórica para los argentinos, de forma que sea irrepetible. Y así se abran las compuertas que permitan avasallar los avances políticos, económicos, sociales y culturales de los últimos años.
Pero este fenómeno no es exclusivo de la Argentina. Cuando uno analiza la coyuntura que ha vivido, primero Hugo Chávez, y ahora Nicolás Maduro, en Venezuela, puede concluir que la democracia de este país sufre un verdadero calvario.
Ha recibido andanadas políticas permanentes, la intervención solapada y no tan solapada de los Estados Unidos, ataques especulativos contra su moneda, maniobras extorsivas para generar una escasez generalizada de alimentos y bienes básicos, y muchos otros intentos de golpes económicos contra un modelo de país que ha triunfado en casi todas las contiendas electorales.
En Brasil, los grandes medios de comunicación inventaron una candidata para debilitar al Partido de los Trabajadores y a la presidenta Dilma Rousseff con el propósito de lograr el mismo objetivo que busca la derecha en Buenos Aires.
Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), la preferida del empresariado, emergió de la nada. En poco tiempo, se transformó en una figura avasallante que crecía día a día en la medida en que los medios, construían su imagen.
Hoy el bluff de Silva pierde apoyo y se desvanece en los sondeos de opinión al mismo ritmo que fue edificada. Las últimas encuestas indican que en la primera vuelta que tendrá lugar el próximo domingo apenas obtendría el 25% de los sufragios.
En cualquier caso, el establishment de Brasil por lo menos habrá logrado que Dilma no gane en primera vuelta y deba enfrentarse con todo el aparato comunicacional en contra en una segunda vuelta.
Es importante hacer un somero análisis de lo que acontece en algunas naciones de la región porque la historia demuestra que los avatares político-económicos de la Argentina siempre estuvieron asociados a lo que ocurre en el resto de América latina.
Este contexto, Cristina lo tiene muy en claro. Por eso su extenso discurso del martes en el que advierte sobre un clima tendiente a generar una desestabilización política. "El problema no es de la economía ni de la sociedad, está ubicado en algunos sectores concentrados de la economía que quieren, sí, esa es la impresión que tengo, tal vez me equivoque, ojalá me equivoque, voltear al gobierno y hacerlo con ayuda extranjera además", señaló la mandataria.
Más allá de errores y aciertos que ha tenido el kirchnerismo en los 12 años de gestión, lo preocupante y llamativo es que la Argentina y el resto de los países de la región, viven en democracias sitiadas.
En los '70, las naciones latinoamericanas sufrieron una catarata de golpes de Estado, encabezados por militares. Sin embargo, ahora esta modalidad cambió y las democracias están siendo vigiladas de cerca por componentes del poder interno en el que confluyen los grandes medios y elementos del aparato burocrático del Estado en el que confluyen el Poder Judicial y algunos elementos del propio Ejecutivo que han ganado a lo largo de todos estos años autonomía política (y en paralelo mayor dependencia de grupos financieros) como es el caso del Banco Central.
Esto último explica porque la virulencia con la que respondieron "los mercados" frente a la determinación de Cristina de solicitarle la renuncia a Juan Carlos Fábrega y colocar en su lugar a Vanoli, un hombre que conoce el funcionamiento del circuito financiero pero que responde al poder político.
En su momento, Fábrega llegó al Banco Central como una suerte de mecanismo de "negociación" del kirchnerismo con el poder económico. El Ejecutivo lo colocó en ese lugar a modo de contrapeso frente a la designación en Economía, de Axel Kicillof.
El kirchnerismo entendió entonces que este maridaje entre Fábrega y Kicillof podía funcionar como un contrapeso tendiente a asegurar la gobernabilidad política y económica, ofreciéndole ciertas prebendas al poder.
Así también lo interpretó, Fábrega que en los 300 días de su gestión promovió y logró una devaluación de casi el 30% del peso frente al dólar, creo un seguro de cambio para los exportadores de granos, aumentó las tasas de interés y recreó las condiciones necesarias para garantizarles un buen nivel de rentabilidad y tranquilidad a las entidades financieras.
Además, Fábrega colocó en el freezer las reformas que había impulsado su antecesora Mercedes Marcó del Pont para reformular y transformar al Banco Central en una herramienta que acompañe la política económica.
En este marco se inscriben las denuncias de Cristina de que existían filtraciones de información privilegiada en el BCRA que terminaron privilegiando a algunas entidades financieras.
Además, la presidenta también indicó que en el Central existen "más de 80 mil expedientes, algunos datan de los años '80, sobre infracciones a la ley penal cambiaria, de exportadores, de bancos, de financieras, que no se tratan".
Como es lógico, la reacción de la presidenta fue visceral, dura, pero también cerebral. Es consciente que el nombramiento de Fábrega no surtió el efecto esperado por una sencilla razón: el establishment siempre va por más. Entonces, lo designó a Vanoli en ese lugar porque el saliente presidente de la Comisión Nacional de Valores conoce de cerca el funcionamiento del negocio del contado con liquidación, un mecanismo que las empresas y los bancos utilizaron para fugar o armar una bicicleta de U$S 37.400 millones mediante la compra de bonos y acciones que cotizan en el exterior.
Vanoli sabe bien la operatoria de estos mercados grises (incluido el denominado dólar blue) y también qué pasos debe seguir para minimizar el perjuicio de estas maniobras sin prohibirlas.
"A Vanoli lo conozco desde hace muchos años. Es probable que su gestión tenga un sesgo más normativo para lograr medidas concretas con el mercado ilegal del dólar", explicó Carlos Heller, responsable del Credicoop y uno de los legisladores oficialistas que tiene lectura política y conoce al dedillo el mundillo de las finanzas.
Ayer, la reacción de "los mercados", la primera jornada después de la formalización de Vanoli como presidente del Central, tuvo aristas interesantes. Es cierto que la Bolsa se desparramó y el Índice Merval (de las acciones líderes) se derrumbó un 7,1%, día que el diario especializado Ámbito Financiero interpretó como "una jornada negativa ante los renovadores temores de inversores por nuevos controles" y por el pesimismo puesto por la salida de Fábrega al que, nuevamente, "los mercados identificaban como un miembro más de la City porteña".
Sin embargo, en paralelo, también se derrumbaron los principales instrumentos de especulación financiera asociados al dólar. El tipo de cambio implícito descendió 46 centavos a $ 13,90 y acumuló en la semana una baja de 79 centavos, el dólar bolsa se precipitó 50 centavos hasta situarse en $ 14,06 y el dólar ilegal después de subir de forma casi ininterrumpida en los últimos meses, perdió 10 centavos a $ 15,50 en las principales cuevas.
Es decir, la primera reacción no resultó muy positiva para los mercados, pero el trabajo conjunto del Central con el Banco Nación, permitió bajar el precio de las divisas paralelas y hacerse de U$S 30 millones para sumar a las reservas.
Por su parte, Vanoli tuvo un debut movidito. Se reunió con los gerentes del BCRA y aprovechó para ratificar en su cargo a Juan Basco, el influyente subgerente general de Operaciones (el hombre que maneja la mesa de dinero) y de Jorge Rodríguez, gerente principal de Exterior y Cambios del Banco Central con el fin de llevar un poco de tranquilidad entre los grandes operadores.
Mientras tanto, Vanoli se dedicó a esquivar los exocet que le lanzaron los hombres por excelencia del sector financiero, mostrando el dolor que existía en el corazón del establishment por los cambios en el banco de bancos.
Martín Redrado, quien tuvo que salir eyectado de la presidencia del Banco Central, disparó con munición de calibre bajo al afirmar que Vanoli sólo podría servir para llevar las bandejas del Central. El consultor Orlando Ferreres consideró que la renuncia de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central generó "incertidumbre" y estimó que ahora habrá "una tendencia con mayores controles".
Sin embargo, el verdadero objetivo de las desembozadas críticas al cambio en el BCRA lo puso en claro la agencia calificadora de riesgo Moody's. "El actual nivel de reservas en el Banco Central resulta insuficiente para afrontar pagos de deuda de 2015 y atender la demanda de dólares a nivel local… No alcanza para terminar el mandato", dijo el director de calificaciones soberanas de Moody's, Gabriel Torres.
Estas posiciones ponen en evidencia el trasfondo de la maniobra que persigue el poder en esta nueva batalla contra una democracia sitiada.