Por una vez hay que estar de acuerdo con el ministro eslovaco de Finanzas, Peter Kazimir, uno de los halcones que ha presionado estas semanas con más intensidad para que Grecia fuera expulsada de la eurozona, y quizá de la UE. “El compromiso sobre Grecia que hemos alcanzado esta mañana es duro para Atenas porque es el resultado de su Primavera Griega”, ha escrito en Twitter.
14 Jul 2015
Foto: Los ministros de Finanzas, Wolfgang Schäuble, Jeroen Dijsselbloem y Pierre Gramegna, en la reunión del Eurogrupo del lunes.
Eso sí, hay que dejar a un lado la perplejidad que suscita que este hombre olvide lo que ocurrió la primera vez que se utilizó la palabra ‘primavera’ para definir una rebelión popular. Igual es que sencillamente es un idiota. Alguien se lo habrá recordado porque ha borrado después el tuit.
Había dos objetivos fundamentales en el cierre de esta crisis: mantener la reputación crediticia de la eurozona en su conjunto con la idea de que la pertenencia al sistema monetario es eterna, y acabar con la rebelión del sur de Europa contra la austeridad, que es ya un sistema político en sí mismo, y no sólo una serie de recetas económicas.
Lo primero ha sido dañado de forma irreversible con la apuesta final de Schäuble de llevar a las negociaciones la idea de Grexit temporal, algo manifiestamente ilegal según los tratados. Los gabinetes de análisis de bancos y fondos de inversiones lo han apuntado en su mayoría, aunque las repercusiones son aún difíciles de adivinar. Al menos formalmente, la eurozona sigue existiendo con todos sus miembros actuales.
Lo segundo ha sido un éxito completo. A lo que dijo anoche el director del FT sobre la “paz cartaginesa”, hay que añadir el lunes numerosos testimonios que no es necesario buscar en las filas de la extrema izquierda. Mohamed El-Erian ha escrito: “La triste realidad de Grcia y Europa: no pasará mucho tiempo hasta que los historiadores establezcan una comparación con episodios históricos de la ‘diplomacia de las cañoneras”. Las propuestas del acuerdo se quedan muy cerca de exigir a Grecia que se convierta en un Estado vasallo de Bruselas”, dice un informe del Deutsche Bank. Wolfgang Münchau ha titulado su columna “Los brutales acreedores de Grecia han demolido el proyecto de la eurozona”.
Todos estos análisis no son nada comparados con lo que ocurrió en las reuniones de la madrugada del lunes. Segúnel relato que hace el FT, el nivel de violencia verbal fue inaudito, casi estuvo a la altura de una reunión de Al Capone con sus socios del sindicato del crimen de Chicago. El artículo acaba con esta frase:
“Han crucificado a Tsipras ahí dentro”, destacó un alto cargo de la euozona que asistió a la cumbre. “Crucificado”.
Una frase similar pronunció una fuente de la eurozona ante un periodista de The Guardian. “Fuentes de la UE nos contaron que Tsipras fue sometido a un ‘waterboarding mental’ en la reunión a puerta cerrada con Angela Merkel, Donald Tusk y François Hollande”. “Fue una locura, como una guardería”, se leía en una crónica de Reuters del día anterior.
Todos esos detalles se conocen a través de fuentes anónimas. Lo que se ha dado en llamar una jornada histórica se ha desarrollado en secreto y sólo puede saberse a través de ese tipo de testimonios. Así funcionan las cumbres, pero es importante destacar que lo mismo ocurre c0n el Eurogrupo, que opera como una organización casi secreta en cuanto a su funcionamiento interno. En una época en que hasta instituciones muy celosas de sus deliberaciones, como el BCE, la Reserva Federal norteamericana o el FMI, publican con posterioridad sus actas, el Eurogrupo mantiene la ficción de que sólo es un órgano de coordinación entre ministerios de Finanzas.
El destino de Europa se decide en un organismo que ni siquiera aparece en los tratados. Se ha dado la paradoja de que la Comisión Europea, que obviamente sí sale mencionada en los tratados, afirmó hace unos días que no daría una respuesta determinada hasta que se reuniera el Eurogrupo. Así se ha convertido en el instrumento definitivo de los gobiernos para mantener su control sobre la UE, años después de que se nos dijera que la democratización de la institución avanzaba imparable gracias a que se había convertido a la Comisión en un auténtico poder ejecutivo y al Parlamento Europeo en la Cámara legislativa con plenos poderes de control.
Conviene tenerlo en cuenta a la hora de valorar las profesiones de fe europeísta y la confianza en la construcción europea tan habituales en las declaraciones de nuestros políticos y de los expertos que se ganan la vida bastante bien ayudando a conservar ese statu quo.
Siguiendo la lógica del ministro eslovaco, si la ascensión al poder de Syriza fue una Primavera Griega, ¿contra qué dictadura se alzó? La de Alemania, supongo.
En una larga entrevista en The New Statesman, Yanis Varufakis ha descrito cómo han sido las negociaciones dentro del Eurogrupo en los últimos meses, un anticipo de lo que seguramente contará en un libro. Lo describe como una cábala en la que siempre se hace la voluntad de Schäuble. “Es una orquesta bien afinada y él es el director”. Sólo el ministro francés Sapin se aleja algo de la línea oficial –de forma “sutil”–, pero cuando Alemania ha tomado una decisión, Francia se pliega a ella sin problemas.
El sábado en que se celebraron dos reuniones del Eurogrupo, y Varufakis no fue invitado a la segunda, el ministro griego preguntó si eso era legalmente admisible. Ahora cuenta que un abogado le dijo: “Bueno, el Eurogrupo no existe en ninguna ley, no hay un tratado que regule este grupo”. Y Varufakis lo define así:
“Lo que tenemos es un grupo que no existe y que tiene todos los poderes para decidir sobre la vida de los europeos. No responde ante nadie, dado que no existe en ninguna ley, no se elaboran actas, y es confidencial. Ningún ciudadanos sabe lo que se dice dentro. Son decisiones casi de vida o muerte, y ningún miembro tiene que responder ante nadie”.
El nivel de presión ejercido sobre Tsipras ha sido inmenso. Pusieron una pistola apuntando a su cabeza y esperaron a que terminara aceptándolo todo. Hay que decir, y esto es algo de lo que tendrá que hablarse en Grecia en los próximos días, que el fin de la Primavera Griega ha sido tan brutal gracias a un error estratégico de Syriza. Como ya escribí, la premisa de que una victoria del no reforzaría la posición negociadora de Grecia ante sus socios europeos –como sostuvo Tsipras en la campaña– ha resultado ser falsa o una simple ilusión. Es difícil denunciar la “estrategia criminal” de la troika o calificarla de “terrorismo”, como hizo Varufakis, y confiar en que se vayan a ablandar por una demostración de voluntad popular. La diplomacia de las cañoneras no atiende a esas razones en la muy democrática Europa desde la instauración del euro.
Quizá esta debacle griega hubiera sido la misma sin el referéndum. No podemos saberlo con total seguridad. Quizá Alemania sólo iba a aceptar imponer este vasallaje porque la única alternativa que aceptaba era la expulsión de Grecia de la eurozona, y ahí Tsipras no podía llegar tan lejos porque pensaba que su opinión pública no lo hubiera aceptado. Quizá los bancos griegos se hubieran hundido igual por la fuga de depósitos una vez que el país no pudiera hacer frente a los pagos pendientes al FMI o al BCE. Pero lo que es indudable es que el desenlace ha sido mucho peor que lo que contenía la última oferta de la troika anterior a la consulta.
La promesa que aparece en el comunicado final de la cumbre sobre reestructuración de la deuda sólo es eso, una promesa de “posibles medidas” si Grecia cumple todos los términos de la rendición y pasa el humillante examen correspondiente en otoño. Y no incluirá una quita, porque el Gobierno griego se compromete por escrito a cumplir todos los compromisos financieros con sus acreedores, los mismos que le han obligado a firmar ese documento.
Como ha dicho el primer ministro francés, Manuel Valls, “ha sido una victoria para Europa”. Es la Europa que hemos construido.