El economista de la Universidad de Berkeley señala que "sea cual sea el crecimiento de la productividad, la ganancia se redistribuye cada vez más hacia el 10% con más ingresos"
ALEJANDRO BOLAÑOS Madrid 26 JUL 2015
David Card, galardonado en EconomÃa y Finanzas en los premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. / KIKE PARA
David Card (Canadá, 1956) es un peculiar buscador de tesoros. Su recompensa son los filones de datos que proporcionan las situaciones reales, que explota con herramientas econométricas. Así encuentra pistas de cómo funciona el mercado laboral, ya sea cuando se aplica el salario mínimo o cuando incorpora inmigrantes. Pistas que abundan en los últimos estudios del Fondo Monetario Internacional sobre desigualdad. El catedrático de la Universidad de Berkeley estuvo en Madrid hace unas semanas para recoger el Premio Fronteras del Conocimiento que le otorgó la Fundación BBVA, junto al británico Richard Blundell, en la categoría de Economía.
Pregunta. Estados Unidos va por delante en la recuperación del empleo, pero allí y en España, el tipo de trabajo que se crea es de baja calidad y peor pagado. ¿Es una respuesta temporal a la crisis, o cree que hay algo más?
Respuesta. Desde hace 15 años, antes incluso de la recesión, las condiciones del trabajo no mejoran. En Estados Unidos se han ofrecido varias explicaciones, como la pérdida de empleos en la industria por la irrupción de China, o el débil crecimiento de la productividad. Y luego está la cuestión de que, sea cual sea el crecimiento de la productividad, la ganancia se redistribuye cada vez más hacia el 10% con más ingresos. Las condiciones de los trabajadores de bajos ingresos, una definición que incluye cada vez a más gente, no van bien. Los salarios reales de ese colectivo apenas crecen en los últimos 15 años.
El salario real de los que están peor pagados no ha crecido en 15 años
P. ¿Cree que el cambio tecnológico influye?
R. Puede ser parte de la historia, pero no creo que nadie sepa aún en qué medida. En lo que sí creo es en la relevancia del marco institucional en la fijación de salarios, y aquí hay fuerzas más débiles que en los años ochenta. En Estados Unidos, los sindicatos casi han desaparecido, el salario mínimo se ha reducido o eliminado, los empresarios han tenido gran discrecionalidad para fijar sueldos. Hice un estudio sobre Alemania hace un par de años. Y algo parecido empezó a ocurrir allí más tarde, a partir de los noventa.
P. Los organismos internacionales coinciden ahora en advertir que el aumento de la desigualdad puede dañar el propio crecimiento económico, ¿coincide con esa apreciación?
El aumento de la desigualdad salarial apenas acaba de empezar en España
R. Sí, hasta el FMI está preocupado (risas). Lo que sí se puede ver claramente en muchos países es que las familias con más bajos ingresos están cada vez más alejadas de la política, no piensan que el debate político les afecte, que afronte sus problemas. Y muchos creen que sus hijos van a tener menos oportunidades que ellos. Yo creo que eso es más importante que el efecto económico. En realidad, hay mucha más desigualdad de lo que la gente piensa, no creo que la mayoría sepa realmente lo grande que es la diferencia con los más ricos. Las élites deberían pensar en esto mucho más de lo que lo hacen ahora. Hubo momentos como éste en otros periodos de la historia y el resultado no fue nada bueno.
P. En España, la reforma laboral persigue dar más poder de negociación a las empresas para ajustar las condiciones laborales a la situación económica.
R. Lo que quiere decir que los trabajadores con menos ingresos van a recibir un golpe considerable. En Alemania, sufrieron un recorte muy importante. En términos relativos, la mitad de la población con ingresos más bajos en Alemania está mucho peor pagada ahora que hace 20 años. En esas dos décadas, su salario real no ha crecido en absoluto. Y eso es realmente llamativo.
P. Pero con esas reformas, Alemania vadeó la crisis con un 5% de paro, mientras España enseguida se fue al 25%.
R. No sé si esa aproximación es correcta, soy bastante escéptico al respecto. Pero entiendo que sea convincente para mucha gente. Y desde luego los alemanes creen que eso es lo que España debería hacer. Pero, en realidad, yo diría que el aumento de la desigualdad salarial apenas acaba de comenzar aquí.
P. En Alemania, ese aumento de la desigualdad que describe no parece haber generado mucha contestación social.
R. Durante un tiempo, nadie se dio cuenta de que ese proceso estaba en marcha, no hubo reacción. En parte porque los sindicatos alemanes son bastante pasivos en este tema, históricamente han estado más preocupados por los empleos que por los salarios. Y con la incorporación de Alemania del Este, grandes compañías llevaron su producción allí y luego a República Checa, Hungría o Rumanía, en una carrera de costes a la baja. Pero acaban de establecer un salario mínimo generalizado en Alemania, lo que creo que es una señal de que esto empieza a preocupar.
P. Entonces, menos poder sindical y menos salario mínimo, ¿se traduciría, según usted, en más desigualdad?
R. En el aumento de la desigualdad influyen muchas cosas, el cambio tecnológico, la globalización, pero sí, son dos factores importantes para el 15% o el 20% de trabajadores con menos ingresos. Es más difícil de concluir si hay efecto en la clase media, que es a donde dirigen los políticos la mayoría de sus mensajes.
En el euro, los ajustes se pagan caro
Una de las investigaciones más citadas de Card es aquella en la que relacionó ingresos con nivel educativo. “Todavía sigue siendo mejor tener un alto nivel de educación para lograr un trabajo mejor pagado. Aunque también es cierto que cada vez más jóvenes licenciados en la Universidad solo logran trabajos basura”, matiza el investigador norteamericano. El catedrático de Berkeley cree que el aumento de la economía sumergida “es un indicador de cómo de pobres son las oportunidades de trabajo”, ya sea en España o en EE UU.
Sobre la diferencia en el ritmo de recuperación a ambos lados del Atlántico, Card subraya que los creadores del euro minusvaloraron la importancia de que los países perdiesen la opción de devaluar la moneda para reaccionar en tiempos de crisis. La única alternativa, añade, es ajustar precios y salarios. “Y siempre es más fácil pagar menos a quien logra un nuevo trabajo”, acota sobre lo que ocurre en el mercado laboral español.