Fue el primer encuentro de los mandatarios tras el referendo en el que los votantes de Grecia rechazaron de manera contundente las duras condiciones para un nuevo plan de rescate impuestas por la troika, como se conoce a la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Grecia tiene hasta el jueves para presentar una propuesta de reformas a sus acreedores, con base en la cual el domingo los líderes de los 28 países de la Unión Europea discutirán una resolución, que se espera sea definitiva, a la crisis del bloque comunitario.
Mientras el presidente francés François Hollande considera como máxima prioridad la permanencia de Grecia en el pacto de la moneda única, la canciller alemana Angela Merkel mantiene inalterada su postura inflexible sobre el carácter innegociable de la deuda. Pese a que los mandatarios sostuvieron una llamada telefónica en la que acordaron abrir la puerta del diálogo a Atenas, la tensión entre las dos mayores economías de la eurozona es más que latente: las declaraciones de los funcionarios alemanes son firmes en que el único tema sobre la mesa es el pago a los acreedores, en tanto Francia cree que existen razones tanto políticas como económicas para no correr el riesgo de que un país sea forzado a salir de la moneda única.
Lo que todos los actores reflejan, al menos en sus declaraciones, es el entendimiento de que están trabajando contra reloj para evitar una situación catastrófica para todas las partes. Sin embargo, el chantaje y las amenazas han sido la constante en el trato que algunos gobernantes europeos y directivos de organismos multilaterales dan al gobierno de Syriza, incluso antes de que este partido de izquierda ganara las elecciones presidenciales del 25 de enero. Estas expresiones forman parte de un inaceptable juego de señales que desde hace meses mantiene en jaque a Grecia y al resto del mundo, causando una asfixiante inestabilidad en los mercados financieros, cambiarios y de materias primas. Para México, por no ir más lejos, las consecuencias son más que preocupantes: en lo que los analistas consideran un efecto del impasse entre Grecia y sus acreedores, en días recientes nuestra moneda nacional ha acentuado su depreciación frente al dólar y, para colmo, las cotizaciones internacionales del crudo experimentan una caída pronunciada que se atribuye también a la situación en Europa. He ahí dos ejemplos de la suerte de daños colaterales que está produciendo el golpeteo político de Bruselas y Berlín en contra de Atenas.
El empecinamiento de varios actores en mostrar fuerza ante el gobierno griego ha provocado reacciones peores de lo esperadas en las bolsas de valores del mundo, y de prolongarse puede llevar a un crack bursátil de dimensiones que nadie es capaz de prever. Por ello, es urgente el reconocimiento pleno de que esta crisis dejó de ser un problema griego y ya un desafío global que genera una enorme inestabilidad e incuantificables costos humanitarios. Por añadidura, como debieran saberlo el gobierno alemán y las instituciones europeas, las presiones contra Grecia están condenadas al fracaso por una razón simple y contundente, ya admitida por el FMI: la deuda de ese país mediterráneo es, en sus términos actuales, impagable y, por ende, incobrable.
Anexos:
1.Gustav Horn, economista de la Universidad de Duisburg-Essen: "La austeridad fue desastrosa"
Por Marcelo Justo - Página/12 En Gran Bretaña
A contramano de lo que piensa una mayoría de los alemanes, Horn firmó en junio una carta junto a Joseph Stiglitz, Thomas Picketty y otros destacados académicos internacionales pidiendo un cambio de política hacia Grecia.
La dirigencia política germana, con la canciller Angela Merkel a la cabeza, ha apostado sus fichas desde 2010 al ajuste como cura de los males de Grecia. Lejos de cambiar la posición germana, el rotundo fracaso de esta apuesta la ha reforzado. Hoy el vicecanciller socialdemócrata de la coalición gubernamental, Sigmar Gabriel, compite en intransigencia con Merkel y el ministro de Finanzas, Wolfgang Schuble, reflejo de una opinión pública convencida por sus políticos y tabloides de que Grecia es una tierra de vagos y corruptos. Con este telón de fondo, las posibilidades de encontrar un compromiso entre una Eurozona dominada por Alemania y Grecia no son altas. Desde ya no todos los alemanes piensan así. El director del Instituto de Política Macroeconómica de la Universidad de Duisburg-Essen, Gustav Horn, firmó en junio una carta junto a Joseph Stiglitz, Thomas Picketty y otros destacados académicos internacionales pidiendo un cambio de política hacia Grecia.
Página/12 dialogó telefónicamente con Horn sobre el tema.
- ¿Es posible que la Eurozona y Grecia lleguen a un nuevo acuerdo?
-Es perfectamente posible. El problema es si existe la voluntad política para lograrlo. En Alemania muchos políticos son muy reticentes a llegar a un nuevo acuerdo. Estos políticos piensan que Grecia no ha cumplido con sus compromisos y, por lo tanto, no hay ninguna razón para llegar a un nuevo acuerdo porque tampoco cumplirán con lo pactado. Mucha gente tiene miedo de prestar más dinero que no será devuelto. De modo que muchos piensan que lo mejor es dejar que Grecia deje la Eurozona.
-Hoy hay un consenso internacional bastante amplio que incluye a medios de derecha como el The Economist sobre el fracaso de la austeridad que se le recetó a Grecia. Los datos están a la vista. El problema es que ahora es muy difícil reconocerlo y cambiar de rumbo.
-Totalmente de acuerdo. La austeridad tuvo un impacto desastroso sobre la economía griega, que perdió un cuarto de su PBI, incrementó su desempleo de manera alarmante e impuso un extraordinario sufrimiento sobre su pueblo, pero en Alemania la gente aceptó el mensaje del gobierno de que ésta es la manera de salir de la crisis y ahora es muy difícil cambiar el rumbo. El mismo gobierno está atrapado por el mensaje que impulsó durante tanto tiempo.
-Es sorprendente, porque por su experiencia histórica Alemania debería entender mejor la dinámica de una deuda impagable. El Tratado de Versalles, después de la Primera Guerra Mundial, le impuso condiciones de pago incumplibles que contribuyeron al surgimiento del nazismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, en cambio, hubo un acuerdo para aliviar la deuda germana y vincular el pago al crecimiento económico, que permitió el llamado "milagro alemán". ¿Por qué nadie parece recordar esa experiencia histórica?
-Es cierto que por nuestra propia historia deberíamos haber tomado otra posición. Pero el discurso político dominante en 2009 y 2010 era que no debíamos poner un centavo en la economía griega porque es corrupta y no es competitiva y debía reformarse como precondición para prestarle dinero. Merkel tuvo que ceder un poco y participar de los rescates y, por eso, muchos de su partido no la siguen porque piensan que perdió mucha credibilidad. La realidad es que en el actual Parlamento alemán sería muy difícil obtener una mayoría para un cambio de política.
-El mismo vicecanciller socialdemócrata Sigmar Gabriel suena a veces más intransigente que Merkel. ¿Es ésta la posición de todo el partido?
-Una fuerte minoría de los socialdemócratas se oponen a un acuerdo, incluyendo a los líderes del partido. Pero la mayoría de los diputados piensan distinto. En este sentido creo que la mayoría de los socialdemócratas no se opondrían. La izquierda alemana y los verdes también están a favor de un acuerdo, pero no tienen suficiente peso.
-El argumento de los sectores duros en Alemania es que, si ellos ceden frente a Grecia, otros países en la Eurozona harán lo mismo.
-No es un argumento de peso. Países como España, Irlanda, Portugal, Italia saben que Grecia está en una situación desesperada, pero además se beneficiarán con un rescate porque disminuirá el costo del capital para ellos mismos si queda claro que el euro se sostiene y supera esta crisis.
-Como en toda negociación hay un problema de ambas partes de quedar bien parado políticamente. Angela Merkel puede preferir un acuerdo, pero necesita una fórmula en que no aparezca como derrotada. En el caso griego aparentemente bastaría con que hubiera un programa de reducción de su deuda que prácticamente todo el mundo acuerda que es impagable.
-Yo creo que es importante que Grecia reforme su sector impositivo y sus pensiones. El mismo gobierno sabe que tiene que hacerlo. Ayudaría si presenta una propuesta que contuviera una reforma. Por otro lado, los países de la Eurozona tienen que aliviar el peso de la deuda, prolongando el tiempo de pago, europeizando la deuda, adquiriendo la que está en manos del FMI porque así es impagable. Pero la realidad es que a esto habría que sumar un programa de inversión de fondos europeos para que Grecia pudiera crecer nuevamente.
-Este lunes el Banco Central Europeo ajustó un poco más las tuercas sobre los bancos griegos al exigir más colateral para los préstamos que le está dando para evitar una insolvencia. ¿Quiere decir esto que en el mismo Banco Central Europeo está predominando la posición dura alemana?
-No. Hay una posición fluctuante que depende de dos cosas. Por un lado, tiene que aportar liquidez a los bancos griegos: es su deber como Banco Central Europeo. Pero, por otro lado, se da cuenta de que los bancos griegos tienen muchos problemas, con lo cual tiene que reforzar el tema de las garantías de estos préstamos. En el fondo si Grecia sigue o no en el euro dependerá de una decisión política y no de una decisión monetaria del BCE.
-Igual hay una fecha clave el 20 de este mes, en menos de dos semanas: Grecia tiene que pagar más de tres mil millones de euros al Banco Central Europeo. En este sentido, la negociación con la Eurozona tiene un límite temporal muy claro. Aun si hubiera voluntad de acuerdo, ¿puede Grecia pagar esta deuda?
-Si se llega a un acuerdo sobre la deuda y la reforma, sería posible para Grecia conseguir esos fondos en los mercados internacionales. Va a ser muy difícil completar un acuerdo en dos semanas porque el Parlamento alemán y otros tendrán que aprobarlo, pero sí existirán las bases para que Grecia pueda cumplir con ese pago.
-¿Cree que va a haber acuerdo?
-Es una buena pregunta. Habrá que ver si hay una voluntad política para reabrir la negociación. Eso es clave. A mi juicio la probabilidad de que haya un acuerdo es del 51 por ciento. Nada más.
2. La geopolítica de Grecia
Nazanín Armanian - Público.es
Ubicada en el Mediterráneo Oriental y mirando a tres continentes, Grecia, el eslabón débil de la Unión Europea y la OTAN, tiene relaciones singulares con Rusia, China, Irán, Israel y Egipto. A la vez hace de Estado "tapón" en materia migratoria, y contribuye a la seguridad energética de la UE, acogiendo el oleoducto Trans Adriático desde el Mar Caspio. Cuando se llegue a comercializar el gas de la costa mediterránea de Chipre e Israel -que también es de Gaza, Líbano y Siria- consolidará aún más dicho estatus, ya que todos los gaseoductos de este espacio con destino a Europa deben cruzar Grecia. Pero a Berlín parece preocuparle más el euro que el valor geopolítico del país heleno. Cualquiera preguntaría: "Si por dinero linchan de este modo a un socio "europeo, cristiano y blanco", ¿qué no habrán hecho en otras partes del planeta?".
Mientras la Comisión Europea, con los aplausos de Amanecer Dorado, aplica a Grecia una suerte de "pedagogía del terror", Syriza mueve fichas.
¿Jugar a la ruleta rusa?
Fue Alexis Tsipras quien viajó a Moscú y no Vladimir Putin a Atenas, tal y como se ocupó de matizar el líder ruso, negando querer aprovechar la tragedia griega para aumentar su influencia en Europa. El hecho de que Tsipras tampoco le haya pedido ayuda financiera puede ser por varios motivos:
a) Es consciente del poder de los enemigos, la UE y EEUU. Incluso cuando pudo vetar las sanciones contra Rusia, votó a favor.
b) No está confundiendo los BRICS con el Comecon de la era soviética. Aquí no hay una ideología común, y un buen trato con Moscú no significa una alianza política.
c) Su preocupación es "la deuda" y no cambiar de alianzas estratégicas. Por lo que la "alianza ortodoxa cristiana" es tan inexistente como la "alianza de los musulmanes contra Occidente".
Por otro lado, Putin tampoco rescataría "financieramente" a Grecia porque:
a) Europa es su socio económico más importante, y prefiere que Grecia resuelva sus dificultades dentro de la UE.
b) Intenta alcanzar un acuerdo de paz con la UE sobre Ucrania, y no convertir a Grecia en un nuevo espacio de conflictos.
c) El problema de Grecia se debe al sistema financiero del BCE y el FMI, y una inyección de rublos no lograría taponar la sangría que sufre el pueblo griego.
d) La política internacional del Kremlin es ambigua. Por ejemplo, su posición respecto al actual conflicto turco-sirio, o la "cuestión nuclear iraní". Quizás porque el Kremlin sigue construyendo su identidad.
Aun así, Moscú ayudará a Grecia pagando parte de sus préstamos mediante inversiones. Habrá un "gaseoducto griego" que recibiría gas desde Turquía. Así es como conseguirá rebajas en los precios del gas, crear empleo, y aumentar su peso dentro de la UE como suministrador de energía. Ahora la pregunta es: ¿Lo permitirá EEUU, a pesar de que el proyecto beneficia a la UE?
La UE, sin querer, propició una sólida alianza entre dos de sus países repudiados, Turquía y Rusia, y en este proceso de autodestrucción agonizante, también repudia a uno de sus "hijos".
China sigue su Ruta de la Seda
Pekín no va a soltar ni una migaja de sus ingentes reservas de divisas para dárselos a los helenos. Porque:
1. Considera la deuda griega un asunto interno de Europa.
2. La economía griega padece problemas estructurales.
3. La crisis es de la zona euro, y no solo de Grecia.
4. La UE es el mayor socio comercial de China. No le interesa perjudicar esta relación por un país con el que tampoco guarda lazos culturales, ideológicos o de otra índole.
Pekín también le ha ofrecido a Tsipras ayuda indirecta: integrarla en el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, invirtiendo en sus infraestructuras como en la renovación de los ferrocarriles griegos. China apuesta por los activos duros, como arrendar el puerto de El Pireo, otro enlace del llamado Collar de perlas china, por 5 mil millones de dólares y para 35 años.
Lo que preocupa a Washington
El Mediterráneo Oriental es uno de los patios traseros de EE.UU. En Grecia cuenta con cuatro bases militares en las que hasta 2001 guardaban incluso parte de su arsenal atómico. La gran base naval de Creta fue utilizada para bombardear Libia, Estado que junto con Siria han sido los dos únicos fuera de la OTAN. Además de "otanizar" el Mediterráneo Oriental, Washington ha apadrinado una alianza militar-económica entre Israel, Chipre y Grecia, con el fin de explotar el gas del mar, impidiendo que las empresas rusas participen en las labores de exploración. EEUU realiza anualmente las maniobras navales "Noble Dina" con Israel y Grecia, exhibiendo poderío. La del año pasado incluía una simulación del "escenario iraní".
A Barak Obama le preocupa una mayor presencia económica china y otra militar rusa en este espacio y que Grecia, el flanco sur de la OTAN, salga de su órbita. La exigencia de Obama a Berlín -que subestima las consecuencias geopolíticas de la "Greexit"-, a que ofrezca una solución a Sipras no es más que tensiones inter-imperialistas, como que Turquía puede lanzar una acción militar contra Chipre por el gas del Mediterráneo, y poner a EEUU y la UE en un buen aprieto.
Grecia no quiere arriesgarlo todo. Se trata de una durísima lucha de clases entre la élite y los trabajadores, más que de un juego en el que todos los actores ganan. La realpolitik acecha.
07 jul 2015
dfp