14 jul 2015

Los plazos de la paz

Diario El Tiempo, Colombia

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Para ningún ciudadano es desconocido que las conversaciones de paz que desde octubre del 2012 adelantan de manera formal el Gobierno colombiano y los representantes de las Farc ha tenido avances y traspiés, signos de esperanza o de incredulidad.
Hace pocos días los diálogos afrontaron su hora más difícil, producto de la violenta y torpe escalada guerrillera contra la infraestructura económica del país, con un gravísimo daño del ecosistema por el derramamiento de miles de barriles de petróleo. Tal accionar dejó su censurable estela de sangre y afectó a la población civil, víctima de la contaminación de las aguas y la voladura de torres de energía.
Ante la intensidad de los ataques, el respaldo de la opinión al proceso se desplomó. En respuesta, el jefe de la negociación del lado gubernamental, Humberto de la Calle, se encargó de poner los puntos sobre la íes, al dejar en claro que la paciencia del Ejecutivo no es infinita.
Mas las crisis pueden convertirse en oportunidades. Los avances dados a conocer este domingo son un nuevo tanque de oxígeno, pues incorporan elementos que venían haciendo falta y hacen que la probabilidad de llegar a una salida negociada del conflicto interno, que tanto dolor ha causado, sea más alta que nunca. Justo cuando parecía que el camino no llevaba a ninguna parte, se ha abierto un espacio que, desde luego, debe ser bien utilizado, con seriedad, responsabilidad y pragmatismo.
Viene ahora una etapa en la cual se debería acelerar la discusión de los diferentes temas, todavía pendientes en la mesa. Con el fin de reconstruir la confianza perdida, habrá pasos en favor del desescalamiento, sin duda la fórmula indicada para que se cimienten las bases de un acuerdo final.
El anuncio de una nueva tregua unilateral por parte de las Farc es un buen comienzo, pero tampoco hay que pecar de optimismo, ya que todavía existen importantes dificultades por sortear. Debido a lo anterior es clave el plazo de cuatro meses que empieza a correr ahora. Una vez termine, dijo el presidente Santos, “tomaré la decisión de si seguimos con el proceso o no”. Esto, en plata blanca, es un término definido y una exigencia de apurar el paso, lo cual era necesario.
Es indudable que los puntos pendientes son muy espinosos. Sin embargo, es conveniente destacar el cambio. Ahora sí, serán los resultados los que digan si este viaje hacia la paz nos llevará a puerto seguro, como espera la gente. De especial trascendencia es que el concepto de justicia transicional se respete, pues, así como la sociedad colombiana puede ser generosa ante quien se arrepienta de sus excesos, hay mecanismos que no se pueden ignorar.
Por otro lado, no debe perderse de vista que parte del trabajo pendiente consiste en definir los términos de un cese del fuego bilateral y definitivo. Este, contra lo que algunos dicen, no será inmediato ni trata de maniatar a las Fuerzas Militares, sino que es una condición inevitable del fin del conflicto. Allí se llegará, si se dan las condiciones reales.
En resumen, el proceso de paz ha tomado otro aire, con plazos y metas concretas. El Gobierno vuelve a apostarle a la carta del entendimiento. Todo depende de que las Farc entiendan que esta nueva posibilidad no puede perderse.