ARGENTINA
La investigación sobre los “Panamá Papers” revela algo más que documentos secretos y listados de empresas offshore. También contribuye a develar la fallida apuesta de involucrar a adversarios de los poderes dominantes mundiales, una distancia entre lo que se esperaba encontrar y lo que se encontró. Los papeles panameños en el escenario internacional.
Por Andrés Ruggeri (*)
La aparición de Macri (y su familia empresaria) como titulares de empresas offshore en los “Panamá Papers” está siendo objeto de una abrumadora cobertura mediática. Esta cobertura no sería eficaz si no estuviera combinada con una ofensiva judicial y política contra los exponentes más claros de las denuncias sobre corrupción durante el gobierno anterior, con la obvia intención de sobreponer las detenciones espectaculares de Ricardo Jaime y Lázaro Báez a lo mucho más relevante desde todo punto de vista: el presidente de la Nación, implicado en una de las revelaciones sobre los paraísos fiscales más importantes a nivel mundial. Tanto es así, que el diario alemán que impulsó las investigaciones no dudó en expresar su asombro por la protección de los medios a Macri, empezando por aquellos que participaron de la investigación.
Esto último es revelador: en el grupo de medios internacionales que colaboraron en el trabajo de ICIJ (todos poderosos en sus países, la mayoría alineados con la derecha política o parte de poderosos grupos empresarios y conglomerados mediáticos dominantes), las contrapartes argentinas son los que forman el principal soporte mediático del gobierno macrista y, antes, de la oposición al kirchnerismo: La Nación y el Canal 13, es decir el multimedios Clarín. ¿Realmente pensaron estos medios con evidentes intereses en el éxito del actual gobierno en una investigación que dejara mal parado a Macri? Su actitud frente a la evidencia indica claramente que no. No solo tratan de cubrir y subestimar la investigación de la que formaron parte, sino que han explicitado que le avisaron a Macri con bastante anticipación que esta información iba a hacerse pública y que no estaba en sus manos evitarlo. El periodista de La Nación, Hugo Alconada Mon, incluso, declaró con total desfachatez que tenían la información antes del balotaje que llevó a Macri a la presidencia y que no lo publicaron “para no perjudicarlo”.
Si es así, ¿por qué entonces formaron parte del grupo que reveló los Panamá Papers? Evidentemente, porque Macri y los Macri del mundo no eran el objetivo principal, sino los “malos” de la geopolítica mundial, los adversarios, reales o imaginarios, progresistas o no, de los poderes dominantes, entre los que podemos encontrar a Putin, Xi Jinping, Assad y, seguramente, esperaban encontrar a Cristina Kirchner, Nicolás Maduro, Lula o Rafael Correa. Tanto es así, que si entramos a la web del ICIJ (en inglés) y vemos la sección “The powers players”, es decir, donde aparecen los políticos y “líderes mundiales” (como les gusta decir a los anglosajones, generalmente para referirse a sus dirigentes políticos, que en su mirada lo son también del mundo), la caricatura que ilustra y lleva al apartado es la de…Cristina Kirchner. Sin embargo, y aunque hay una empresa del ex secretario de Néstor Kirchner, el que es denunciado directamente es el actual presidente argentino, junto con una cantidad importante de familiares y funcionarios de su gobierno (Claudio Avruj, Néstor Grindetti, su padre y hermanos, etc.).
Dentro del juego de la geopolítica mundial, Macri y la Argentina ocupan un lugar secundario. Los Panamá Papers hacen importantes revelaciones sobre el mundo de los paraísos fiscales, pero solo de una parte de ellos. Los grandes financistas de los países centrales y sus conexiones políticas aparecen apenas salpicados por estas revelaciones (en cambio, las filtraciones sobre las cuentas del HSBC en Suiza fueron obstaculizadas por quienes deberían haberlas investigado en países como Francia y España, por no hablar de Suiza). Pero los dirigentes corruptos de los países “poco serios”, entre ellos aquellos que le ponen problemas a los planes imperiales, son impactados de lleno, aunque para ello se deban tolerar “daños colaterales”, como los miles de inocentes que mueren bajo los ataques de los drones o las víctimas de las guerras que Occidente desata o alimenta en Libia, siria, Irak o Afganistán. Sólo que, esta vez, las víctimas de esos daños colaterales son amigos que, como Macri o Poroshenko, forman parte de la estrategia de ampliación o recomposición (de acuerdo a la zona del planeta) de la hegemonía de los grandes poderes internacionales, geopolíticos y económicos.
“Volver al mundo” le está resultando más complicado de lo pensado a Macri. Su luna de miel con Obama o los poderosos de Davos duró poco: ahora comparte cartel con presidentes y ex presidentes o dictadores de países como Sudán, Arabia Saudita, Jordania o Azerbaiyán, sus nuevos compañeros de viaje.
(*) Antropólogo social y director del programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires (UBA).