ESTHER BONMATÍ. AL HAWL (SIRIA)
Hombres trabajan en una refinería casera en Idlib, norte de Siria, donde refinan el crudo del Estado Islámico, en diciembre de 2015 (Reuters)
La localidad de Al Hawl, rodeada de yacimientos de petróleo, es hoy una ciudad fantasma. Durante dos años y medio fue uno de los centros estratégicos deproducción y contrabando de petróleo del Estado Islámico, hasta que a mediados del pasado noviembre las unidades de Protección del Pueblo (YPG), las milicias kurdas del norte de Siria, se hicieron con su control. El ISIS, según fuentes kurdas, llegó a controlar en la región al sur de Hasaka hasta 419 yacimientos de petróleo que producían más de 35.000 barriles por día, y 67 campos de gas, que tenían una producción diaria de un millón de metros cúbicosMás que el hecho de que los yihadistas hayan explotado estos recursos, cosechando una fortuna con la venta ilegal de crudo, lo que más irrita a los kurdos es que ahora el oro negro que emerge a borbotones de sus vastos desiertos no se haya quedado para el consumo local. “Más del ochenta por ciento de la producción está paralizada. Necesitamos maquinaria nueva para extraer el crudo y refinerías pero Turquía nos tiene en estado de sitio permanente”, denuncia a El Confidencial un comandante de las YPG en condición de anonimato. “Todos los pasos fronterizos del cantón [de Yazira] con Turquía están cerrados. Lo mismo ocurre con las carreteras que conducen al oeste de Siria. El paso de Simalka, en Kurdistán iraquí, se abre y se cierra en función de las agendas políticas”, critica, en referencia a las presiones del gobierno de Ankara al presidente kurdo iraquí, Masud Barzani, fiel aliado de Turquía.
Y si hay algo que los kurdos odien más que al Estado Islámico es al Gobierno turco. Cuando las YPG tomaron Al Hawl, dicen, hallaron evidencias de que Ankara era el primer benefactor del petróleo del ISIS. “Encontramos documentos y libros de cuentas en los que indicaban la venta de crudo a Turquía. También encontramos documentos de identidad de ciudadanos turcos que trabajaban para ellos", declara Farad, un miliciano de las YPG que nos escolta durante nuestra visita a Al Hawl
"Además, todos los pasaportes hallados de yihadistas extranjeros tienen sellos de las aduanas de Turquía. Nunca había guardias de frontera en las zonas que el EI utiliza para cruzar”, asegura el miliciano kurdo. “Todos los documentos han sido enviados al gobierno regional de Rojava [como llaman los kurdos a la región autónoma en el Kurdistán sirio] para ser investigados y poner una denuncia formal a Turquía”, explica.
La localidad de Al Hawl, rodeada de yacimientos de petróleo, es hoy una ciudad fantasma. Durante dos años y medio fue uno de los centros estratégicos deproducción y contrabando de petróleo del Estado Islámico, hasta que a mediados del pasado noviembre las unidades de Protección del Pueblo (YPG), las milicias kurdas del norte de Siria, se hicieron con su control. El ISIS, según fuentes kurdas, llegó a controlar en la región al sur de Hasaka hasta 419 yacimientos de petróleo que producían más de 35.000 barriles por día, y 67 campos de gas, que tenían una producción diaria de un millón de metros cúbicosMás que el hecho de que los yihadistas hayan explotado estos recursos, cosechando una fortuna con la venta ilegal de crudo, lo que más irrita a los kurdos es que ahora el oro negro que emerge a borbotones de sus vastos desiertos no se haya quedado para el consumo local. “Más del ochenta por ciento de la producción está paralizada. Necesitamos maquinaria nueva para extraer el crudo y refinerías pero Turquía nos tiene en estado de sitio permanente”, denuncia a El Confidencial un comandante de las YPG en condición de anonimato. “Todos los pasos fronterizos del cantón [de Yazira] con Turquía están cerrados. Lo mismo ocurre con las carreteras que conducen al oeste de Siria. El paso de Simalka, en Kurdistán iraquí, se abre y se cierra en función de las agendas políticas”, critica, en referencia a las presiones del gobierno de Ankara al presidente kurdo iraquí, Masud Barzani, fiel aliado de Turquía.
Y si hay algo que los kurdos odien más que al Estado Islámico es al Gobierno turco. Cuando las YPG tomaron Al Hawl, dicen, hallaron evidencias de que Ankara era el primer benefactor del petróleo del ISIS. “Encontramos documentos y libros de cuentas en los que indicaban la venta de crudo a Turquía. También encontramos documentos de identidad de ciudadanos turcos que trabajaban para ellos", declara Farad, un miliciano de las YPG que nos escolta durante nuestra visita a Al Hawl
"Además, todos los pasaportes hallados de yihadistas extranjeros tienen sellos de las aduanas de Turquía. Nunca había guardias de frontera en las zonas que el EI utiliza para cruzar”, asegura el miliciano kurdo. “Todos los documentos han sido enviados al gobierno regional de Rojava [como llaman los kurdos a la región autónoma en el Kurdistán sirio] para ser investigados y poner una denuncia formal a Turquía”, explica.
Captura de un video que muestra las instalaciones petrolíferas utilizadas por el ISIS en Al Shadadi, Siria, tras su reconquista (Reuters)
Una carretera conecta Al Hawl con Mosul en Irak y con la localidad fronteriza siria de Yarablus, el último paso de entrada y salida con Turquía que queda manos del Estado Islámico, después de que el grupo yihadista perdiese Al Rai, en el norte de Alepo, hace tres semanas. “Los agentes turcos de aduana abren la frontera en para permitir el paso de los convoyes de camiones cisterna de crudo del ISIS”, asegura Farad, antes de detallar que en el paso fronterizo de Öncüpinar, en Kilis (Turquía), los yihadistas le venden el petróleo a contrabandistas, que a su vez lo venden a intermediarios en Turquía.
El ISIS hizo de Al Houl una localidad prospera con el negocio ilegal del petróleo. Según Farad, “el 95 por ciento de la población de Al Houl [de alrededor de 12.000 habitantes] estaba con el ISIS”. Los yihadistas pagaron a sus empleados locales por explotar los campos de petróleo “hasta 200.000 libras sirias” [más de 800 euros] al mes, una fortuna si se tiene en cuenta que el salario medio de un funcionario sirio oscila entre 150 y 200 euros.
Una carretera conecta Al Hawl con Mosul en Irak y con la localidad fronteriza siria de Yarablus, el último paso de entrada y salida con Turquía que queda manos del Estado Islámico, después de que el grupo yihadista perdiese Al Rai, en el norte de Alepo, hace tres semanas. “Los agentes turcos de aduana abren la frontera en para permitir el paso de los convoyes de camiones cisterna de crudo del ISIS”, asegura Farad, antes de detallar que en el paso fronterizo de Öncüpinar, en Kilis (Turquía), los yihadistas le venden el petróleo a contrabandistas, que a su vez lo venden a intermediarios en Turquía.
El ISIS hizo de Al Houl una localidad prospera con el negocio ilegal del petróleo. Según Farad, “el 95 por ciento de la población de Al Houl [de alrededor de 12.000 habitantes] estaba con el ISIS”. Los yihadistas pagaron a sus empleados locales por explotar los campos de petróleo “hasta 200.000 libras sirias” [más de 800 euros] al mes, una fortuna si se tiene en cuenta que el salario medio de un funcionario sirio oscila entre 150 y 200 euros.
Refinerías caseras, tribunales y mazmorras
“El ISIS alquiló muchas de las vivienda de Al Hawl para transformarlas en refinerías caseras de petróleo y ponía a trabajar en cadena a toda la familia”, detalla el miliciano de las YPG, antes de agregar que había tantos quemadores de crudo que “a veces la nube negra de humo tapaba el sol”. Los empleados en los “quemadores” de crudo cobraban “un mínimo de 30.000 libras sirias [unos 120 euros] al mes”, dependiendo del nivel del tipo de trabajo que realizaban, agrega Farad.
Al Hawl también era conocido por albergar el edificio de los temidos tribunales de la Sharia. El ISIS ocupó un instituto de secundaria, pintó la fachada de negro y lo transformó en la Corte islámica. En los muro de la entrada a los “tribunales” una pintada en árabe indica: “La ley es de Dios y a Dios servimos”.
“El ISIS alquiló muchas de las vivienda de Al Hawl para transformarlas en refinerías caseras de petróleo y ponía a trabajar en cadena a toda la familia”, detalla el miliciano de las YPG, antes de agregar que había tantos quemadores de crudo que “a veces la nube negra de humo tapaba el sol”. Los empleados en los “quemadores” de crudo cobraban “un mínimo de 30.000 libras sirias [unos 120 euros] al mes”, dependiendo del nivel del tipo de trabajo que realizaban, agrega Farad.
Al Hawl también era conocido por albergar el edificio de los temidos tribunales de la Sharia. El ISIS ocupó un instituto de secundaria, pintó la fachada de negro y lo transformó en la Corte islámica. En los muro de la entrada a los “tribunales” una pintada en árabe indica: “La ley es de Dios y a Dios servimos”.
Captura de un video que muestra un camión utilizado por el ISIS para transportar crudo en Al Shadadi, Siria (Reuters)
A la entrada del edificio, un gran cartel yace en el suelo, apilado con otros documentos legales. La inscripción escrita en árabe pregunta: ¿El mandato de Dios o el mandato de los hombres?. En aquellas lúgubres habitaciones, los justicieros del EI sentenciaron a muerte a hombres y mujeres sin derecho a defenderse.
Aún más sórdidas y macabras son las mazmorras del ISIS. Cuando las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, una combinación de combatientes kurdos y árabes proestadounidenses) liberaron la ciudad encontraron una prisión subterráneaen la que encerraron a mujeres y niños yazidíes, que habían sido secuestrados en Irak. La cárcel clandestina está escavada junto a una bomba de extracción de petróleo a las afueras de Al Hawl, donde los yihadistas plantaron minas y artefactos explosivos, por lo que es muy peligroso acceder al lugar. Antes de huir, el Estado Islámico también dejó bombas trampa en los almacenes de trigo, en hornos de pan y en el hospital de la localidad.
Según cuenta Farad, recientemente abatieron a tres yihadistas que se habían escondido en una caravana de vehículos que querían regresar a Al Hawl: “Iban en el coche con ellos, camuflados entre los civiles. Cuando registramos los vehículos y chequeamos las identificaciones, dos de ellos salieron de entre los últimos coches y comenzaron a dispararnos. Matamos a los tres yihadistas y arrestamos al grupo de civiles”.
La relación de las YPG y los locales es de desconfianza plena. Los vecinos de Al Hawl no han podido regresar a sus hogares debido a que las fuerzas kurdas han sometido a severas restricciones las entradas de los vecinos. "Los yihadistas siguen atacándonos y muchas veces con el apoyo de los locales”, manifiesta el miliciano kurdo. “Aquí nadie está seguro".
A la entrada del edificio, un gran cartel yace en el suelo, apilado con otros documentos legales. La inscripción escrita en árabe pregunta: ¿El mandato de Dios o el mandato de los hombres?. En aquellas lúgubres habitaciones, los justicieros del EI sentenciaron a muerte a hombres y mujeres sin derecho a defenderse.
Aún más sórdidas y macabras son las mazmorras del ISIS. Cuando las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, una combinación de combatientes kurdos y árabes proestadounidenses) liberaron la ciudad encontraron una prisión subterráneaen la que encerraron a mujeres y niños yazidíes, que habían sido secuestrados en Irak. La cárcel clandestina está escavada junto a una bomba de extracción de petróleo a las afueras de Al Hawl, donde los yihadistas plantaron minas y artefactos explosivos, por lo que es muy peligroso acceder al lugar. Antes de huir, el Estado Islámico también dejó bombas trampa en los almacenes de trigo, en hornos de pan y en el hospital de la localidad.
Según cuenta Farad, recientemente abatieron a tres yihadistas que se habían escondido en una caravana de vehículos que querían regresar a Al Hawl: “Iban en el coche con ellos, camuflados entre los civiles. Cuando registramos los vehículos y chequeamos las identificaciones, dos de ellos salieron de entre los últimos coches y comenzaron a dispararnos. Matamos a los tres yihadistas y arrestamos al grupo de civiles”.
La relación de las YPG y los locales es de desconfianza plena. Los vecinos de Al Hawl no han podido regresar a sus hogares debido a que las fuerzas kurdas han sometido a severas restricciones las entradas de los vecinos. "Los yihadistas siguen atacándonos y muchas veces con el apoyo de los locales”, manifiesta el miliciano kurdo. “Aquí nadie está seguro".