Por: Juan Manuel Karg
@jmkarg . Politólogo UBA / Investigador IIGG UBA y CCC
@jmkarg . Politólogo UBA / Investigador IIGG UBA y CCC
28 mayo 2016
Detrás de este gran titular, se abriría la idea de que se le daría oportunidades a los funcionarios de carrera -“los mejores”- en el ámbito de las relaciones exteriores, y no a funcionarios políticos puros. Esto es desmentido de entrada por el propio caso de Serra, un político hecho y derecho y no un diplomático de Itamaraty, que arribó a su lugar sólo por un arreglo cupular con el también interino Temer, cerebro del golpe a Dilma.
Pero, sobre todo, la supuesta “desideologización” exigida por Serra-Malcorra anidaría en dejar atrás las uniones políticas puras, pasando a un pragmatismo que definiría las relaciones exteriores por otros elementos, como la economía. Curioso razonamiento para establecer nuevos acuerdos de libre comercio con potencias (EEUU y UE) con las cuales nuestra región siempre tuvo asimetrías evidentes, contra las cuales batalló diplomáticamente en el “No al Alca” de 2005. La pauperización social que vive México desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, junto a EEUU y Canadá, debe servir de contundente balance para graficar los peligros evidentes de arrojarse sin más a las mieles del “libre mercado” justamente con quienes son jugadores, árbitros y dirigentes a la vez de aquellas estructuras.
La principal trampa del Mercosur flexibilizado es esa: funge como soporte discursivo para establecer una operatoria bien conocida para nuestros países. ¿Cuál es la desideologización en flexibilizar la unidad de nuestros países para ir hacia la Alianza del Pacífico? ¿No hay una ideología evidente en el andamiaje institucional de este bloque, en el cual todos sus miembros son firmantes de TLCs con Washington? La resultante de esta nueva operatoria es un amesetamiento evidente de las nuevas instancias regionales, como Unasur y CELAC. El “golpe en cámara lenta” en Brasil y su desenlace nos muestra eso: mientras las autónomas herramientas no llegan a dar respuesta acorde sobre el tema, por un “empate catastrófico” de las fuerzas posneoliberales y las conservadoras, la OEA debate sobre Venezuela, no emitiendo palabra sobre la grave situación institucional que afronta el gigante sudamericano.
El Mercosur flexibilizado es, en esencia, una puerta abierta al libre comercio, para intentar orientar la región hacia el TPP (Acuerdo Transpacífico) que Washington armó en detrimento de Beijing. Brasil y Argentina pasaron, entonces, de constituir e intentar formar parte de los BRICS, respectivamente, a ser los arietes sudamericanos de la nueva política de EEUU para aislar a China a nivel global. Todo en apenas cinco meses. Es que detrás de la supuesta “desideologización” hay una ideología bien clara: la neoliberal. Malcorra y Serra, aún cuando se muestren como paladines del diálogo con todos los países, han tomado una notoria posición inicial desde sus respectivas cancillerías, tendiente a fortalecer los lazos de Argentina y Brasil hacia Washington y Bruselas.
Pero, sobre todo, la supuesta “desideologización” exigida por Serra-Malcorra anidaría en dejar atrás las uniones políticas puras, pasando a un pragmatismo que definiría las relaciones exteriores por otros elementos, como la economía. Curioso razonamiento para establecer nuevos acuerdos de libre comercio con potencias (EEUU y UE) con las cuales nuestra región siempre tuvo asimetrías evidentes, contra las cuales batalló diplomáticamente en el “No al Alca” de 2005. La pauperización social que vive México desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, junto a EEUU y Canadá, debe servir de contundente balance para graficar los peligros evidentes de arrojarse sin más a las mieles del “libre mercado” justamente con quienes son jugadores, árbitros y dirigentes a la vez de aquellas estructuras.
La principal trampa del Mercosur flexibilizado es esa: funge como soporte discursivo para establecer una operatoria bien conocida para nuestros países. ¿Cuál es la desideologización en flexibilizar la unidad de nuestros países para ir hacia la Alianza del Pacífico? ¿No hay una ideología evidente en el andamiaje institucional de este bloque, en el cual todos sus miembros son firmantes de TLCs con Washington? La resultante de esta nueva operatoria es un amesetamiento evidente de las nuevas instancias regionales, como Unasur y CELAC. El “golpe en cámara lenta” en Brasil y su desenlace nos muestra eso: mientras las autónomas herramientas no llegan a dar respuesta acorde sobre el tema, por un “empate catastrófico” de las fuerzas posneoliberales y las conservadoras, la OEA debate sobre Venezuela, no emitiendo palabra sobre la grave situación institucional que afronta el gigante sudamericano.
El Mercosur flexibilizado es, en esencia, una puerta abierta al libre comercio, para intentar orientar la región hacia el TPP (Acuerdo Transpacífico) que Washington armó en detrimento de Beijing. Brasil y Argentina pasaron, entonces, de constituir e intentar formar parte de los BRICS, respectivamente, a ser los arietes sudamericanos de la nueva política de EEUU para aislar a China a nivel global. Todo en apenas cinco meses. Es que detrás de la supuesta “desideologización” hay una ideología bien clara: la neoliberal. Malcorra y Serra, aún cuando se muestren como paladines del diálogo con todos los países, han tomado una notoria posición inicial desde sus respectivas cancillerías, tendiente a fortalecer los lazos de Argentina y Brasil hacia Washington y Bruselas.