El cardenal Domenico Calcagno, apodado “el obispo Rambo”, está siendo investigado por presunta malversación de fondos. Francisco lo había desvinculado de la Comisión de Vigilancia del banco vaticano.
A Calcagno se lo apodó “el obispo Rambo”, por su pasión por las armas.
Por Elena Llorente
Desde Roma
Mientras el papa Francisco insiste en sus homilías y mensajes en que el “dinero y el poder ensucian a la Iglesia”, que hay que “dejar de lado los bienes no necesarios”, que hay “una tentación que destruye la Iglesia: el deseo de poder, la envidia y el querer llegar alto”, esta semana un cardenal italiano era puesto bajo investigación por la justicia de la península por presunta malversación de fondos cuando era obispo de la ciudad de Savona (noroeste de Italia), entre 2002 y 2007. Se trata del cardenal Domenico Calcagno, que desde 2011 ocupa un cargo de importancia en el Vaticano: es presidente del APSA ( Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), un ente creado en 1967 por Paulo VI pero que a lo largo de las décadas ha acumulado gran poder porque maneja los miles de propiedades que la Santa Sede posee en Italia y en el mundo. Según algunas estimaciones publicadas por la prensa italiana, se trataría de cerca de un millón de inmuebles en todo el mundo, por valor de dos billones de dólares. Desde 2014, por las reformas iniciadas por el papa Francisco, buena parte de las actividades del APSA pasaron a depender de la Secretaría de Economía, una suerte de ministerio de Economía que hoy dirige el cardenal australiano George Pell.
Calcagno, durante su estadía en Savona era también el máximo dirigente del Instituto de Sustentación del Clero de esa diócesis y al parecer habría avalado una serie de operaciones inmobiliarias que habrían causado una pérdida de un millón de euros en el balance del instituto. Según el diario de Génova –ciudad muy cercana a Savona– Il Secolo XIX, el ex obispo de Savona es acusado de malversación –junto a otros tres dirigentes de esa institución– por haber avalado la estrategia de los dirigentes del instituto que lo transformaron en una suerte de “agencia inmobiliaria” que hacía inversiones muy arriesgadas. El cardenal, que ha sido descripto por algunos diarios italianos como un personaje particular con una gran “pasión por las armas”, se ha declarado “sereno”. “Confío en el accionar de la magistratura italiana. Espero con confianza los resultados de la investigación”, declaró.
Según el diario romano La Repubblica, el cardenal tenía una suerte de arsenal privado en su casa, con pistolas y fusiles, por lo que había sido apodado “el obispo Rambo”. Pero además contaba en su haber con una serie de denuncias no escuchadas –pero que sí llegaron a la justicia–, de casos de pedofilia en la diócesis de Savona. Hasta 2014 era miembro además de la Comisión de Vigilancia del IOR (Instituto para las Obras de Religión o banco vaticano) pero fue alejado de ese cargo por Francisco, al mismo tiempo que otro cardenal, Tarcisio Bertone, que fue secretario de estado vaticano, es decir número dos de la Santa Sede, durante el papado de Benedicto XVI. Calcagno y Bertone habían trabajado muy cerca el uno del otro cuando uno era obispo de Savona y el otro de Génova, aproximadamente en el mismo periodo, entre 2002 y 2006. Bertone ha sido objeto de muchas críticas últimamente porque, al contrario del propio papa Francisco, ocupa un departamento inmenso y lujoso dentro del Vaticano. Departamento que se hizo restaurar -según el libro Avarizia del periodista Emiliano Fittipaldi, hoy bajo proceso en el Vaticano- con fondos de la Fundación Bambino Gesú, del único hospital infantil de Roma, que es propiedad de la Santa Sede. El cardenal Bertone por su parte niega que su departamento sea tan grande (se habló de más de 700m2) y lujoso como dice la prensa y hace algunos meses devolvió parte del dinero de la reestructuración al hospital.
El caso Calcagno salió a relucir esta semana en coincidencia con la 69a Asamblea de la Conferencia Episcopal Italiana que se hizo hasta ayer en el Vaticano, y ante la que el Papa, en su discurso de inauguración siendo él el obispo de Roma, insistió en lo mismo: renunciar a los bienes no necesarios, manteniendo “sólo lo que puede servir para la experiencia de fe y la caridad hacia el pueblo de Dios”.
Las cifras sobre las posesiones vaticanas que la prensa italiana y varios libros recientemente publicados viene difundiendo desde hace algunos meses, son impresionantes. La Iglesia sería dueña de un millón de inmuebles en todo el mundo, por valor de dos billones de dólares, de los cuales 115.000 se encontrarían en Italia, lo que representa casi el 20% del patrimonio inmobiliario de toda la península. En este total italiano estarían incluidos entre otras cosas, según La Repubblica, 4.700 centros de asistencia sanitaria o clínicas, 8.770 escuelas y 50.000 parroquias y decenas de Bed and Breakfast alimentados por el turismo religioso. B&B y hoteles han ocupado el espacio dejado libre por conventos y residencias a causa de la notable disminución de las vocaciones religiosas.
Se estima que un cuarto de los edificios de Roma son de propiedad de la Santa Sede. Puede parecer una exageración. Pero no lo es tanto si se sabe que cada año entre 8.000 y 10.000 personas dejan por testamento sus propiedades a la Iglesia. En Roma se habla de más de 5.000 departamentos lujosos que el Vaticano ha dado en alquiler a precios bajísimos, a personajes de relieve de la política o del mundo empresarial italiano, o gratuitamente, principalmente a sus cardenales. El libro Via Crucis del periodista italiano Gianluiggi Nuzzi, que está siendo procesado junto a Fittipaldi y otras personas dentro del Vaticano precisamente por los documentos reservados que usaron para sus libros, incluyó una larga lista de inquilinos de numerosos departamentos vaticanos, incluyendo la superficie de cada uno de ellos. Allí aparecen cardenales de todo el mundo, varios latinoamericanos, entre ellos el argentino Leonardo Sandri, el mexicano Javier Lozano Barragán y el colombiano Darío Castrillón Hoyos, cuyos departamentos oscilan entre 521 y 326 m2.