ARGENTINA EVALUACION DE EXPERTOS SOBRE LOS NUEVOS INDICES SOCIALES DIFUNDIDOS POR EL INDEC
El resultado de la política económica
Los elevados niveles de pobreza por ingreso, además del cambio de metodología, reflejan los efectos de la estrategia económica del Gobierno que ha provocado una transferencia muy regresiva de los ingresos. Inflación y menor poder de adquisitivo.
Los niveles de pobreza e indigencia publicados ayer por el Indec expusieron las consecuencias de la actual política económica. Las consecuencias de esa estrategia ha sido la transferencia de ingresos hacia la cúpula empresaria habilitada por la devaluación, la reducción de las retenciones, la aceleración inflacionaria, los tarifazos, la apertura comercial, la reducción del gasto público, la menor intervención del Estado en las cadenas de comercialización y la bicicleta financiera inició un proceso de redistribución regresiva del ingreso.
Los nuevos índices sociales revelan la relevancia de mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores, jubilados y beneficiarios de la AUH si se pretende reducir la pobreza medida según el nivel de ingresos. Página/12 consultó a cuatro especialistas sobre las posibilidades de alcanzar el promocionado objetivo de “pobreza cero” dentro del nuevo modelo económico propuesto por el gobierno de Mauricio Macri y las limitaciones de la medición tradicional de la pobreza utilizada por el Indec.
“La política implementada por el Gobierno generó una importante transferencia de ingresos hacia el agro y algunos sectores industriales. Las medidas estuvieron acompañadas por una aceleración inflacionaria que erosionó el poder adquisitivo de los trabajadores, con más fuerza entre aquellos de menores ingresos, y también se registró (IET), Mariano de Miguel, al afirmar que “la combinación de devaluación, quita de retenciones y aumento de tarifas garantizaba un aumentó en la pobreza”. En ese sentido, el docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario, Sergio Arelovich, remarcó que “buena parte de los derechos universales y beneficios de los programas de inclusión que el año pasado alcanzaban a más de 8,5 millones de personas han sido esterilizados por la inflación, el desempleo, la reducción de las horas trabajadas, la finalización de las changas, los tarifazos y encarecimiento del transporte público”.
“En la medida en que haya niveles de inflación muy elevados la pobreza monetaria es muy castigada, el desafío es sostener niveles de ingresos reales y para eso, entre otras cosas, es necesaria una política activa del Estado en materia de transferencias”, expresó el subdirector del Departamento de Economía de la FCE-UBA, Javier Crucio. Este economista consideró que “existen algunas respuestas desde el Gobierno que son insuficientes y deben ser complementadas con otras políticas y mayor coordinación”. En ese sentido, Crucio advirtió que “la salida macroeconómica que propone el Gobierno a través del blanqueo, inversiones extranjeras y exportaciones parece un exceso de voluntarismo frente al complejo contexto internacional y local”.
De acuerdo a los datos construidos por IET que forma parte del UMET-CITRA, la nueva lógica económica estuvo acompañada por una caída significativa en la participación de los asalariados en el producto. “Volver a crecer el año que viene no garantiza mejorar los indicadores laborales. Para que el crecimiento se traduzca en menos pobreza es necesario que mejore el poder adquisitivo del salario”, indicó De Miguel a este diario. “Las medidas adoptadas por la gestión de Macri dejaron en condiciones de pobreza a un nuevo numero de personas por aumento del desempleo y caída de los ingresos. Una agenda contra la pobreza para los próximos años puede dividirse en dos planos. En el corto plazo es necesario revertir el aumento de la pobreza que generaron las políticas del nuevo gobierno, esto es a partir de la recomposición de los ingresos, jubilaciones, salarios y otros no salariales como pueden ser la AUH, las asignaciones familiares, entre otros”, señaló el Leandro Ottone del Instituto de Trabajo y Economía (ITE). “En el mediano plazo es necesario encarar una agenda sobre el desarrollo de una estructura productiva que emplee a más personas y se mejoren las condiciones laborales”, consideró el investigador del centro que depende de la Fundación Germán Abdala.
Por su parte, Crucio celebró la publicación de las estadísticas de pobreza pero destacó que la medición tradicional por nivel de ingreso “es necesaria pero incompleta ya que deja afuera cuestiones estructurales” vinculadas a la nutrición, la protección contra la violencia, el acceso a vivienda digna, salud, educación y la disponibilidad de al agua potable, entre otros elementos vinculados al carácter multidimensional del fenómeno. “La publicación del nuevo indicador abre una puerta para comenzar a discutir de qué manera medimos la pobreza y enfocarnos a elaborar un indicador más amplio”, coincidió Ottone. Las limitaciones entre las estimaciones para la pobreza por ingresos habilitaron al desarrollo de indicadores que contemplen una mayor cantidad de variables/dimensiones estructurales de otra forma ignoradas en las estadísticas que, por el momento, no figuran en la agenda de las autoridades del organismo estadístico.
En tanto, Arelovich explicó además que “inferir niveles de pobreza e indigencia a partir de los ingresos, no sólo deja afuera el método de las necesidades básicas insatisfechas sino que se pierde la interpretación del lugar que ocupan los planes sociales y los derechos universales reconocidos sobre la pobreza”. Para este especialista a partir de 2003 se construyó “una red con suerte diversa que se hizo cargo de buena parte del problema de la exclusión, si bien sin resolver las causas originantes, reproductoras y amplificadoras de las desigualdades. El gobierno entrante simplemente comenzó un proceso de destrucción de tal red”.
EL INDEC PUBLICO QUE EL 32,2 POR CIENTO DE LAS PERSONAS SON POBRES Y DE ELLAS, EL 6,3 SON INDIGENTES
Una foto de la pobreza en medio de la crisis
El organismo volvió a publicar datos después de tres años. Cambió la metodología y no hizo un empalme, lo cual impide las comparaciones. Las medidas económicas del Gobierno agravaron la situación.
El Indec informó ayer que la pobreza en el segundo trimestre se ubicó en el 32,2 por ciento de las personas y el 23,1 por ciento de los hogares, de los cuales el 6,3 por ciento de las personas y el 4,8 por ciento de los hogares son indigentes. El último cálculo oficial de pobreza e indigencia había sido publicado en el primer semestre de 2013 y a partir de allí fue discontinuado. El organismo que ahora conduce Jorge Todesca no hizo un empalme entre ese momento y el actual, sino que simplemente sacó la fotografía de lo ocurrido entre abril y junio de este año, con un cambio metodológico sustancial respecto de las mediciones anteriores, lo cual complica aún más cualquier comparación. El presidente Mauricio Macri aprovechó esa situación para reclamar que se juzgue su desempeño en la materia a partir de los nuevos datos, hundiendo en el olvido la responsabilidad de su gobierno por la crisis económica y social que provocaron medidas económicas fundamentales, como la devaluación, la quita de retenciones a los alimentos, el tarifazo, los despidos en el sector público y la apertura importadora. La estampida inflacionaria que llevó el índice de precios del 23,8 por ciento en octubre del año pasado, antes de que Alfonso Prat Gay anticipara el corrimiento cambiario, al 47,1 por ciento en junio de este año, según el registro del gobierno porteño, es responsable de un salto abrupto de la pobreza que el Indec no reflejó en su informe, pero que la Universidad Católica Argentina calculó en 1,4 millón de personas solo en el primer trimestre de 2016. A eso se suma que la desocupación, según el Indec, escaló del 5,9 al 9,3 por ciento entre el tercer trimestre de 2015 –última medición antes del apagón estadístico– y el segundo trimestre de este año.
La nueva metodología para calcular la pobreza es más exigente para definir el mínimo a partir del cual una persona es pobre o indigente, lo que implica un incremento del porcentaje de personas en esa condición. Según el especialista Diego Born, la Canasta Básica Total que define la línea de la pobreza por ingresos es entre 20 y 30 por ciento más cara que la utilizada hasta 2013. Si se hubiera continuado con la metodología anterior, en lugar del 32,2 por ciento de pobreza el resultado habría rondado el 23 por ciento. El kirchnerismo recibió el país con una tasa del 50 por ciento de probreza y la redujo a unos 20 puntos con las canastas anteriores. El macrismo, con aquel parámetro, hubiera mostrado una cifra cercana al 23 para el segundo trimestre de este año. Pero como el Indec lo modificó y no realizó un empalme estadístico, le despejó la cancha a Macri para que tome como punto de partida de su gestión el 32,2.
A pesar de la opacidad estadística, distintas estimaciones de economistas, de izquierda a derecha, son que el porcentaje de personas pobres e indigentes se mantuvo relativamente estancado entre 2011 y 2013, creció en 2014 y bajó en 2015. Entre el segundo trimestre de este año en relación al mismo período de 2015 la pobreza avanzó unos 3 puntos porcentuales.
Los nuevos datos oficiales registran que en el país hay 8.772.000 personas por debajo de la línea de pobreza (32,2 por ciento) mientras que de ese universo hay 1.705.000 personas que son indigentes (6,3 por ciento). Son 2.022.000 hogares pobres de los cuales 425.000 están por debajo del mínimo de consumo de alimentos que permiten evitar la indigencia. La medición se realizó en 31 aglomerados urbanos que representan más de 27 millones de personas y 8,7 millones de hogares.
Con el beneficio de haber repuesto la serie estadística, el Presidente brindó una conferencia de prensa en la cual buscó instalar que el Gobierno asume con la herencia del 32,1 por ciento, sin tener en cuenta que en los casi diez meses de su gestión se produjo un crecimiento de la pobreza e indigencia. Además, el mandatario admitió en relación al slogan de campaña que “pobreza cero es obvio que no se puede alcanzar en cuatro años, lo fijamos como un camino a seguir” (ver aparte).
La región con mayor porcentaje de pobreza es el Noreste, con el 40,1 por ciento, seguido por el Noroeste (35,8), Cuyo (35,6), Pampeana (32,6), Gran Buenos Aires (30,9) y Patagonia (24,7 por ciento). En los aglomerados mayores a 500 mil habitantes, la pobreza se ubicó en 31,8 por ciento, mientras que en las ciudades por debajo de ese nivel de población, en el 34,2 por ciento. En el caso de la indigencia esa relación es inversa: es el 6,6 por ciento en las ciudades más grandes y 5,0 por ciento en las de menor porte. El Noreste es en general la región de peores indicadores y la Patagonia muestra los mejores números.
El Gran Buenos Aires (GBA) es la región de mayor relevancia para explicar la cantidad de pobres e indigentes. El Indec registró 4.543.000 pobres en el GBA y 917.000 indigentes. En segundo lugar, en la región Pampeana hay 1.925.000 personas pobres y 453.000 indigentes.
Por edades, el sector más afectado por la pobreza es el de los adultos de entre 30 y 64 años, que representan el 40,3 por ciento de la población y concentran el 34,9 por ciento de la pobreza y el 32,1 de la indigencia. Le siguen los niños y adolescentes de 0 a 14 años, con 32,3 y 33,1 por ciento, respectivamente. Luego los de 15 a 29 años, con 29,5 y 32,2 por ciento. Y finalmente los de más de 65, con 3,3 y 2,6 por ciento.
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