La elección del francés Michel Barnier y el belga Guy Verhofstadt como negociadores de la Unión Europea deja intuir que Bruselas no le pondrá las cosas fáciles a Reino Unido
Laura Pérez-Cejuela
16/09/2016
Verhofstadt, uno de los negociadores escogidos para lidiar con el Brexit EFE
El nombramiento de los jefes negociadores de la Unión Europea para el ‘brexit’ ha caído como un jarro de agua fría en Londres. A los medios británicos les ha faltado tiempo para tacharlo de “declaración de guerra”. Y, aunque la metáfora bélica es quizá exagerada para lo que la UE prefiere presentar como un divorcio, lo cierto es que la elección huele a provocación.
Guy Verhofstadt, la figura más prominente del federalismo en el Parlamento Europeo y Michel Barnier, excomisario francés históricamente enfrentado con la City, conducirán las negociaciones para la primera ruptura comunitaria. Bruselas parece querer mandar un mensaje al gobierno británico antes de echar a andar: no será un camino de rosas.
El federalista más mediático
“El Parlamento Europeo nunca aceptará un acuerdo que ponga fin al libre movimiento de personas durante una década mientras renuncia a una compensación a cambio de todas las ventajas del mercado interior. Entonces, ¿qué impediría a otros países pedir lo mismo?”
Así reaccionaba Guy Verhofstadt en julio, poco después de que los británicos votasen por abandonar la Unión, echando por tierra uno de los principales argumentos de los partidarios de la salida: que Reino Unido podría quedarse en el mercado interior sin aceptar la inmigración intracomunitaria.
Con esta carta de presentación de su jefe negociador parece improbable que la Eurocámara vaya a tratar con guante de terciopelo a sus interlocutores británicos. El político liberal belga de 63 años, ex primer ministro de su país durante casi una década y líder de los Liberales y Demócratas en el PE desde 2009 ha sido uno de los críticos más feroces del brexit desde antes del referéndum.
No se mordió la lengua a la hora de tacharlo de estupidez, asegurar que con ello solo ganaría Vladimir Putin o señalar la “ignorancia” del ya exprimer ministro británico David Cameron, al que acusó de querer chantajear a la Unión. No es de extrañar que la idea del divorcio no agrade al autor de “Los Estados Unidos de Europa” (uno de sus muchos libros sobre el continente), cuyo primer paso al llegar a la Eurocámara fue fundar el Grupo Spinelli para impulsar el federalismo.
Desde entonces Verhofstadt se ha convertido en el defensor más destacado de la integración europea, de esa “Unión siempre más estrecha” que históricamente han deplorado los británicos y finalmente les ha llevado a abandonar el club.
También en el más mediático. Célebres son sus enardecidos discursos, capaces de romper la monotonía de los soporíferos debates plenarios, prolíficos en gestos, con buenas dosis de ironía y provocación y un punto de idealismo. Sus dardos se dirigen por igual a líderes nacionales –su reprimenda a Tsipras se hizo viral- y comunitarios, especialmente a los euroescépticos. “El mayor desperdicio de recursos europeos es el salario de Nigel Farage” es una de sus citas memorables, pronunciada durante una enganchada con el eurodiputado y líder de la campaña por el “Leave”.
“No podían haber elegido a un ser humano más negativo hacia lo que tratamos de hacer. En el templo europeo del federalismo él es el sacerdote mayor”, dijo Farage tras el nombramiento, el 8 de septiembre. “Con Verhofstadt al cargo, la salida de la UE ocurrirá antes de lo previsto”, añadió.
“Verhofstadt podría ser un hueso duro de roer”, apunta Vicenzo Scarpetta, analista del centro de estudios Open Europe, que espera sea “especialmente intransigente” en lo que se refiere a separar la libertad de circulación de bienes, servicios, capitales y personas.
Con todo, esto “no significa necesariamente anti-británico”, apunta. Verhofstad es un firme defensor del libre mercado, tanto así que en sus primeros años en política era apodado baby-Tatcher, y comparte con los británicos la idea de que la UE necesita ser reformada, una hipótesis que se ha reforzado tras el ‘brexit’. Lo que no está claro es que las capitales comulguen con su visión para el futuro.
Barnier, el regreso del “azote de la City”
El contrapunto a la carga ideológica y la efervescencia verbal de Verhofstadt lo pondrá el jefe negociador de la Comisión. El francés Michel Barnier hace gala de un discurso pausado y se autodefine como un hombre pragmático.
Leyendo su currículum el puesto parece hecho a su medida: a sus 65 años ha sido ministro de Exteriores, Agricultura y Asuntos Europeos en Francia con el partido conservador de Sarkozy, así como eurodiputado, Comisario de Desarrollo Regional y de Mercado Interior y Asuntos Financieros. Este cargo es quizá su mejor credencial ya que uno de los puntos candentes de la negociación será el futuro de la City, centro financiero europeo y motor indiscutible de la economía británica.
En 2010, en plena crisis económica y con buena parte de la clase política y la opinión pública apuntando a la banca como causante, Barnier capitaneó las grandes reformas del sector financiero en Europa. Bajo su dirección aumentaron las exigencias de capital para los bancos, se reforzó la vigilancia común sobre las entidades y se caparon los bonus a los banqueros, entre otras muchas medidas que mutaron el sector.
Barnier protagonizó sonados encontronazos con el gobierno de Cameron y el Banco de Inglaterra, que no veían con buenos ojos unos planes que implicaban ceder competencias a Bruselas y limitar el libre mercado. Le acusaban de querer minar la posición de la City. Fue entonces cuando se granjeó entre los británicos la mala prensa que hoy vuelve a perseguirle.
“No es amigo de la City, sonarán las alarmas”, advertía tras conocerse el nombramiento el liberal Nick Clegg, vicepresidente en ese periodo. “El azote de la City”, “el hombre más peligroso de Europa” o “un archi-federalista” son algunas de las definiciones rescatadas en julio por los medios británicos, principalmente los euroescépticos, que llegaron a tachar de “acto de guerra” la elección.
“Durante su mandato la UE y Reino Unido chocaron repetidamente, y su nombramiento sugiere que la Comisión adoptará un enfoque duro en las negociaciones” opina Pawel Swidlick, de Open Europe. “En lo que se refiere a los servicios financieros será seguramente un cliente difícil, aunque no está claro que su objetivo sea directamente castigar” añade el analista.
Que sea francés solo echa más sal en la herida. La nacionalidad no tendría mayor importancia, dado que negociará en nombre de la Comisión, si no fuera porque el gobierno galo llamó a las empresas de la City a establecerse en Francia tras el brexit y París sería de las más beneficiadas si al final los bancos no pueden seguir operando en la UE desde Londres. “Por su puesto hay que tener en cuenta la presión de su país de origen”, apunta Swidlick.
Barnier ha querido quitarle hierro al asunto y ha asegurado que “en cualquier caso habrá un acuerdo con Reino Unido” y que está preparado para empezar a negociar en cuanto la primera ministra, Theresa May, invoque el ya famoso Artículo 50.
Dónde lleven y cuán tensas sean las negociaciones aún está por ver. El rol de Verhofstadt será solo relativo, dado que el Parlamento tiene que aprobar el acuerdo final pero este será diseñado por el Consejo y la Comisión. El margen de maniobra de Barnier, por su parte, dependerá de lo que estén dispuestos a ceder los estados, auténticos comandantes en jefe de esta travesía.