Las encuestas anticipan que el grupo lograría entrar al parlamento federal en las elecciones de septiembre.
MARÍA EMILIA REBOLLO
11 de Abril de 2017
LOS LUNES, ODIO. Consignas xenófobas, antiislámicas y hasta hostiles a la prensa son el menú de las manifestaciones semanales del movimiento Pegida en Dresde.
Dresde - Lynn, nuestra guía, mira de costado apretando los dientes, con la mitad de su rostro refugiado en su abrigo y las manos en los bolsillos. Da un par de caminatas en círculos y pide partir. Nos explica que a pesar de la apretada barrera policial -los agentes están ubicados prácticamente codo a codo- en estas manifestaciones las agresiones a los periodistas son moneda corriente. Y no hace falta que agregue más detalles: "¡lügenpresse, halt die fresse" ("¡prensa mentirosa, cállense!") se convierte de un segundo a otro en el grito unánime de los presentes.
Dresde es el bastión de Pegida, es decir, de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. Hasta la capital del estado de Sajonia, bautizada la "Florencia del Elba", llegan todos los lunes miles de personas para participar en manifestaciones que en su mejor momento llegaron a reunir a 30.000 personas y en las que se mezclan un abanico reclamos, insultos y advertencias sobre el crecimiento de la fe musulmana en Alemania.
Aunque la cifra de asistentes puede aumentar de una semana a la otra, resiste un núcleo duro de 3.000 personas integrado por hombres adultos, jóvenes y un puñado de mujeres que cada lunes inunda su ritual con ejemplares de la bandera de Wirmer, creada por el grupo rebelde del ejército alemán que atentó contra Adolf Hitler en 1944. Una lectura superficial revelaría una contradicción ideológica, pero no es el caso. Las leyes locales prohíben la exhibición pública de cualquier símbolo del nazismo, y este distintivo, aunque en las antípodas, lleva sin escalas a la era nacionalsocialista.
Otra paradoja: en la multitud se ven incluso algunas banderas de Israel. Otro mensaje subliminal que indica que el enemigo ya no es el judaísmo sino el islam.
La pregunta es por qué en esta ciudad del este de Alemania Pegida se convirtió en un componente del paisaje habitual. Para observadores como Danilo Starosta, sociólogo y miembro de la Oficina Cultural de Sajonia, que lleva adelante acciones para contrarrestar el extremismo, hay que indagar en "las consecuencias de la reunificación del país".
Los llamados "lander" orientales llevan poco más de 27 años en democracia tras haber estado controlados por cuatro décadas por la extinta República Democrática Alemana. En ellos, el índice de desempleo prácticamente duplica el de sus similares occidentales (12,5% versus 7,4%) y la población envejece. Entre esas diferencias se encuentra, por ejemplo, la cuestión migratoria: de acuerdo con un informe del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín de 2015, las otrora regiones comunistas cuentan con cinco inmigrantes cada 100 personas, mientras que en las zonas más prósperas la proporción llega a los 25.
"Reciben a gente frustrada con el sistema social y no tienen problemas con que se incorporen personas con ideas fascistas o de derecha extrema. Van contra el islam y todo lo desconocido", subraya Starosta en diálogo con Ámbito Financiero.
Según el experto, la ausencia de medidas oficiales fuertes para frenar este tipo de movimientos conduce a que estos "se autoconfirmen, ya que tienen la idea de que los demás los respaldan con el silencio".
"Ahora estamos teniendo muchos problemas con los extranjeros en la ciudad. Empresas que emplean a inmigrantes contrataron servicios de seguridad. Y el 15% de las familias locales quiere irse por la permanencia de esta corriente", agrega en base a un sondeo reciente.
No es casual que el partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD) haya logrado el año pasado transformarse en la segunda fuerza de los parlamentos regionales de los estados de Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Sajonia Anhalt. La agrupación, que al momento de su fundación promovía una línea euroescéptica, dio en 2015 un giro a la extrema derecha al incluir en su programa propuestas contra la inmigración y los refugiados similares a las reclamadas por Pegida y que en el corto plazo promovieron su éxito en las urnas. Ambas fuerzas desconocen su relación públicamente, pero en estados como Sajonia su cercanía es un secreto a voces.
Hoy la AfD cuenta con un 9% de intención de voto a nivel nacional. Aunque esté lejos del 15% del respaldo que obtenía el año pasado, ese caudal le permitiría entrar en el Bundestag (parlamento federal) en las elecciones de septiembre.
"Pegida fue el precursor de la AfD y un indicador de la amplia insatisfacción con la política de puertas abiertas adoptada por el Gobierno alemán en los últimos años. Esta situación mutó, pero no tanto por la presión de la AfD o Pegida, sino de la realidad misma. Además, los partidos tradicionales reconocieron que el populismo de derecha no desaparecerá simplemente ignorando los problemas que llevaron al surgimiento de Pegida y al éxito de la AfD en varias elecciones", explica, por su parte, Werner J. Patzelt, politólogo y profesor de la Universidad Técnica de Dresde.
Patzelt, quien en reiteradas ocasiones llamó a reflexionar sobre el verdadero motivo del surgimiento de Pegida sin llegar a pronunciar una condena, una actitud por la que fue acusado de tener una visión indulgente sobre esa organización, sufrió a principios de este mes un ataque incendiario a su automóvil. "Es muy improbable que los extremistas de derecha hayan atacado mi coche, puesto que incendiar los vehículos ha sido típico de los extremistas de izquierda en el pasado. Y la razón básica de tal hostilidad parece ser que los 'antifa' me toman erróneamente como simpatizante de Pegida y de la AfD", explicó.
La violencia también se vuelca hacia los medios de comunicación. "Debido a las agresiones, los periodistas del diario salen en pareja para cubrir las marchas de los lunes. La situación llegó a ser grave, ya que difundían los nombres de las personas que escribían sobre el movimiento", explicó Heinrich Maria Löbbers, jefe de redacción del STMchsische Zeitung, en una conferencia en la que participó este diario.
Además de las amenazas personalizadas, el diario recibe cartas de lectores que cuestionan las críticas vertidas contra los extremistas.
Y aunque la redacción está ubicada en el corazón del problema, sus analistas no se logran explicar aún "porqué una organización con ideales xenófobos tan marcados logró llevar a tanta gente 'normal'". Reconoce, sin embargo, que este tipo de simpatía hacia los movimientos ultras ya existía en pequeños sectores de Alemania, pero nunca había "estado en la superficie como ahora". "Y nos surgió una duda: nos preguntamos si nosotros ayudamos a expandir el movimiento, si no escribir nada sobre ellos no era una alternativa mejor", añade.
Las preguntas en Alemania ahora son similares a que se hacen en otros países de la Unión Europea con el mismo problema: ¿cuánto de este sentimiento caló en la sociedad y cuánto influyó en la política? El Gobierno de Angela Merkel, por lo pronto, endureció bajo presión las leyes de asilo del país. Y muchas de las demandas que reclamaba Pegida forman parte del nuevo ordenamiento.
LOS LUNES, ODIO. Consignas xenófobas, antiislámicas y hasta hostiles a la prensa son el menú de las manifestaciones semanales del movimiento Pegida en Dresde.
Dresde - Lynn, nuestra guía, mira de costado apretando los dientes, con la mitad de su rostro refugiado en su abrigo y las manos en los bolsillos. Da un par de caminatas en círculos y pide partir. Nos explica que a pesar de la apretada barrera policial -los agentes están ubicados prácticamente codo a codo- en estas manifestaciones las agresiones a los periodistas son moneda corriente. Y no hace falta que agregue más detalles: "¡lügenpresse, halt die fresse" ("¡prensa mentirosa, cállense!") se convierte de un segundo a otro en el grito unánime de los presentes.
Dresde es el bastión de Pegida, es decir, de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. Hasta la capital del estado de Sajonia, bautizada la "Florencia del Elba", llegan todos los lunes miles de personas para participar en manifestaciones que en su mejor momento llegaron a reunir a 30.000 personas y en las que se mezclan un abanico reclamos, insultos y advertencias sobre el crecimiento de la fe musulmana en Alemania.
Aunque la cifra de asistentes puede aumentar de una semana a la otra, resiste un núcleo duro de 3.000 personas integrado por hombres adultos, jóvenes y un puñado de mujeres que cada lunes inunda su ritual con ejemplares de la bandera de Wirmer, creada por el grupo rebelde del ejército alemán que atentó contra Adolf Hitler en 1944. Una lectura superficial revelaría una contradicción ideológica, pero no es el caso. Las leyes locales prohíben la exhibición pública de cualquier símbolo del nazismo, y este distintivo, aunque en las antípodas, lleva sin escalas a la era nacionalsocialista.
Otra paradoja: en la multitud se ven incluso algunas banderas de Israel. Otro mensaje subliminal que indica que el enemigo ya no es el judaísmo sino el islam.
La pregunta es por qué en esta ciudad del este de Alemania Pegida se convirtió en un componente del paisaje habitual. Para observadores como Danilo Starosta, sociólogo y miembro de la Oficina Cultural de Sajonia, que lleva adelante acciones para contrarrestar el extremismo, hay que indagar en "las consecuencias de la reunificación del país".
Los llamados "lander" orientales llevan poco más de 27 años en democracia tras haber estado controlados por cuatro décadas por la extinta República Democrática Alemana. En ellos, el índice de desempleo prácticamente duplica el de sus similares occidentales (12,5% versus 7,4%) y la población envejece. Entre esas diferencias se encuentra, por ejemplo, la cuestión migratoria: de acuerdo con un informe del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín de 2015, las otrora regiones comunistas cuentan con cinco inmigrantes cada 100 personas, mientras que en las zonas más prósperas la proporción llega a los 25.
"Reciben a gente frustrada con el sistema social y no tienen problemas con que se incorporen personas con ideas fascistas o de derecha extrema. Van contra el islam y todo lo desconocido", subraya Starosta en diálogo con Ámbito Financiero.
Según el experto, la ausencia de medidas oficiales fuertes para frenar este tipo de movimientos conduce a que estos "se autoconfirmen, ya que tienen la idea de que los demás los respaldan con el silencio".
"Ahora estamos teniendo muchos problemas con los extranjeros en la ciudad. Empresas que emplean a inmigrantes contrataron servicios de seguridad. Y el 15% de las familias locales quiere irse por la permanencia de esta corriente", agrega en base a un sondeo reciente.
No es casual que el partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD) haya logrado el año pasado transformarse en la segunda fuerza de los parlamentos regionales de los estados de Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Sajonia Anhalt. La agrupación, que al momento de su fundación promovía una línea euroescéptica, dio en 2015 un giro a la extrema derecha al incluir en su programa propuestas contra la inmigración y los refugiados similares a las reclamadas por Pegida y que en el corto plazo promovieron su éxito en las urnas. Ambas fuerzas desconocen su relación públicamente, pero en estados como Sajonia su cercanía es un secreto a voces.
Hoy la AfD cuenta con un 9% de intención de voto a nivel nacional. Aunque esté lejos del 15% del respaldo que obtenía el año pasado, ese caudal le permitiría entrar en el Bundestag (parlamento federal) en las elecciones de septiembre.
"Pegida fue el precursor de la AfD y un indicador de la amplia insatisfacción con la política de puertas abiertas adoptada por el Gobierno alemán en los últimos años. Esta situación mutó, pero no tanto por la presión de la AfD o Pegida, sino de la realidad misma. Además, los partidos tradicionales reconocieron que el populismo de derecha no desaparecerá simplemente ignorando los problemas que llevaron al surgimiento de Pegida y al éxito de la AfD en varias elecciones", explica, por su parte, Werner J. Patzelt, politólogo y profesor de la Universidad Técnica de Dresde.
Patzelt, quien en reiteradas ocasiones llamó a reflexionar sobre el verdadero motivo del surgimiento de Pegida sin llegar a pronunciar una condena, una actitud por la que fue acusado de tener una visión indulgente sobre esa organización, sufrió a principios de este mes un ataque incendiario a su automóvil. "Es muy improbable que los extremistas de derecha hayan atacado mi coche, puesto que incendiar los vehículos ha sido típico de los extremistas de izquierda en el pasado. Y la razón básica de tal hostilidad parece ser que los 'antifa' me toman erróneamente como simpatizante de Pegida y de la AfD", explicó.
La violencia también se vuelca hacia los medios de comunicación. "Debido a las agresiones, los periodistas del diario salen en pareja para cubrir las marchas de los lunes. La situación llegó a ser grave, ya que difundían los nombres de las personas que escribían sobre el movimiento", explicó Heinrich Maria Löbbers, jefe de redacción del STMchsische Zeitung, en una conferencia en la que participó este diario.
Además de las amenazas personalizadas, el diario recibe cartas de lectores que cuestionan las críticas vertidas contra los extremistas.
Y aunque la redacción está ubicada en el corazón del problema, sus analistas no se logran explicar aún "porqué una organización con ideales xenófobos tan marcados logró llevar a tanta gente 'normal'". Reconoce, sin embargo, que este tipo de simpatía hacia los movimientos ultras ya existía en pequeños sectores de Alemania, pero nunca había "estado en la superficie como ahora". "Y nos surgió una duda: nos preguntamos si nosotros ayudamos a expandir el movimiento, si no escribir nada sobre ellos no era una alternativa mejor", añade.
Las preguntas en Alemania ahora son similares a que se hacen en otros países de la Unión Europea con el mismo problema: ¿cuánto de este sentimiento caló en la sociedad y cuánto influyó en la política? El Gobierno de Angela Merkel, por lo pronto, endureció bajo presión las leyes de asilo del país. Y muchas de las demandas que reclamaba Pegida forman parte del nuevo ordenamiento.