7 nov 2017

AL CARAJO

A 12 años del No al ALCA: cómo evitar un Si cuando lo que nos conviene es un No 

Por Guillermo Carmona
6 noviembre, 2017


A 12 años del No al ALCA

Han pasado 12 años desde las Cumbres de Mar del Plata de noviembre de 2005, años en los que se produjeron acontecimientos inimaginables en aquel momento. En nuestras evocaciones predomina un tono épico que contrasta con el actual proceso de restauración de las políticas de libre comercio y la renovada subordinación a los grandes centros del poder político, económico y financiero mundial. Es entendible que ese sea el tenor de las conmemoraciones ya que se trató de un hito fundamental que abrió un proceso de integración sin precedentes. Pero es importante asumir que los enfoques que ponen énfasis en la epopeya son insuficientes para asumir los duros desafíos que tenemos por delante. Aunque no lo percibimos en aquel momento, el No al ALCAimplicó una victoria que no era definitiva, un importante y categórico triunfo que produciría los más importantes logros en materia de integración, pero que de ninguna manera significaba la derrota final sobre el neoliberalismo y el libre comercio. De hecho, lo que vino una década después fue la contraofensiva de la derecha neoliberal que hoy busca consolidarse y que tiende a hegemonizar el proceso regional mediante la adopción de instrumentos similares y hasta más agresivos que el ALCA.

En este aniversario del No al ALCA, considero especialmente valioso repasar dos aspectos que mucho pueden enseñarnos sobre cómo enfrentar este momento de restauraciones: el primero es el referido a lo que ocurrió por esos días en Mar del Plata, a los eventos que se produjeron; el segundo, es el análisis del contenido de la Declaración de la Cumbre de los Jefes de Estado, poco tenida en cuenta, que así como consagró una fórmula deslegitimadora del ALCA resulta ser la portadora del huevo de la serpiente del proceso que vivimos por estos días.

Las Cumbres

Corresponde hablar de “cumbres”, porque fueron dos los eventos que coexistieron en la ciudad de Mar del Plata por esos días: la IV Cumbre de las Américas, protagonizada por los Jefes de Estado y de Gobierno, y la III Cumbre de los Pueblos convocada por organizaciones políticas, sociales y gremiales. Resulta particularmente interesante la simbiosis y correlación entre ambos acontecimientos, un mismo proceso protagonizado por actores gubernamentales y no gubernamentales, movilizados por similares objetivos. Algo poco común hasta entonces cuando de cumbres oficiales se trataba e imposible de concretarse en el presente.

La correspondencia político-ideológica entre lo que pasaba en una misma ciudad pero en dos cumbres bien distintas puede colegirse de una particular coincidencia temporal de dos hechos trascendentales y para nada casuales: mientras Hugo Chávez, después de un discurso de dos horas y media en el estadio marplatense, se despedía de la multitud que rechazaba el ALCA diciéndoles “me voy a la otra cumbre, voy a llevar las palabras de ustedes”, Néstor Kirchner mantenía un entredicho en una reunión bilateral con el presidente estadounidense George W. Bush por endilgarle a Estados Unidos un “poder hegemónico” en la región. Ante el disgusto del estadounidense, Kirchner le respondía: “Sí, la hegemonía de Estados Unidos es muy fuerte. Yo le digo las cosas como las pienso, no soy un presidente alcahuete.” (Página 12, “Están fuertes para negociar solos”, 5 de noviembre de 2015). Ese cruce de opiniones entre los presidentes Kirchner y Bush no será más que el comienzo de una dura batalla dialéctica durante las intervenciones de los presidentes participantes de la IV Cumbre. En ambos hechos se trasluce un mismo espíritu de rechazo de la prepotencia estadounidense y de las posiciones que exigían la continuidad de históricos alineamientos tras la potencia mundial.

El giro en materia de política exterior protagonizado por entonces por Kirchner, Lula y Chávez es extraordinario. Respondía a las expectativas que expresaban los movimientos sociales reunidos en Mar del Plata pero, además, contaba con un fuertísimo apoyo social. Rompen con todas las políticas de alineamiento automático con los Estados Unidos que habían protagonizado sus antecesores, e inician un proceso que expresa la conjunción de políticas de autonomía e integración, dos conceptos que habían operado como contradictorios en la historia suramericana.

En efecto, la autonomía, concebida como soberanía nacional, había alimentado hipótesis de conflicto cruzados entre los países de la región, especialmente por cuestiones territoriales, poniendo en los vecinos la autoría de las amenazas latentes. El giro revolucionario que hará posible compatibilizar los objetivos de autonomía e integración regional será el concebir que la autonomía para nuestros países debe estar orientada a limitar los condicionamientos de las grandes potencias hegemónicas (Estados Unidos y Unión Europea) y de los organismos multilaterales de crédito, responsables de las políticas de ajuste y privatización en los países de la región.

La integración regional, concebida como la priorización política y económica de los vínculos con los países de la región, fue estratégicamente visualizada por estos presidentes como condición para obtener crecientes niveles de autonomía, capaces de permitir superar las situaciones de dependencia que operaban como limitantes o condicionantes de cualquier posibilidad de desarrollo nacional. El proceso de integración regional será concebido como un proceso agregativo que dará volumen político y espalda económica a los Estados de la región, en un contexto de cambio mundial marcado por la perspectiva de avance hacia la multipolaridad.

Sin lugar a dudas hubo un antes y un después del rechazo al ALCA en el posicionamiento político y económico internacional de nuestra región. Las Cumbres de Mar del Plata de 2005 constituyeron una bisagra en el proceso político de nuestros países que abrió nuevas perspectivas para la integración regional y para el posicionamiento de nuestra región en el mundo. Fue un momento fundacional de una nueva política regional. La sintonía entre movimientos políticos y sociales y líderes gubernamentales fue una clave fundamental para el sostenimiento y éxito de ese nuevo enfoque político.


El rechazo al ALCA constituyó un acto de insubordinación que abrió un nuevo tiempo en nuestra América, el tiempo de la integración de nuestros pueblos y gobiernos. Las cumbres de Mar del Plata marcaron el final de una etapa y la apertura de una instancia fundacional de una nueva institucionalidad regional, nuevos objetivos y acciones compartidas. También dieron lugar a nuevos desafíos y amenazas que hoy afrontan nuestros pueblos y los gobiernos que, en un contexto desfavorable, sostienen las banderas alzadas en Mar del Plata.

Hugo Chávez, con su verba torrencial y provocadora, describió en la III Cumbre de los Pueblos el nuevo cuadro de situación: “El ALCA está muerto, hay que enterrarlo”, “en Mar del Plata está la tumba del ALCA”, “llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos”. Chávez tenía razón: las Cumbres de Mar del Plata marcan el fin de la amenaza del ALCA. Y también acertaba cuando con su constante predica antiimperialista advertía sobre las nuevas amenazas.

Una declaración, dos modelos en pugna

Mucho se ha dicho sobre el contexto de las cumbres de Mar del Plata y sobre los dichos y hechos de los protagonistas. No es tan frecuente, en cambio, encontrar referencias a la declaración que emitió la IV Cumbre de las Américas, en la que se colaron las conclusiones sobre la discusión sobre el ALCA. Digo que se colaron porque la cuestión del ALCA no estaba prevista en la agenda temática de esa cumbre. De hecho se especuló en las horas previas a la reunión de los presidentes con la posibilidad de que ni si quiera hubiera una declaración ante las dificultades que había para el logro de consensos.

Es importante tomar como referencia ese documento. En el mismo están contenidos un Si al Alcay un No al ALCA que resultan interesantes analizar. La declaración de la IV Cumbre de las Américas, suscripta en la ciudad de Mar del Plata el 5 de noviembre de 2005, es la expresión más acabada y categórica de la creciente pugna entre dos modelos políticos, económicos y sociales en el mundo y en América. No es común encontrar documentos que reflejen de forma tan expresiva en su letra tal contradicción. En el caso del documento final de aquella cumbre, el valor del contraste es mucho más alto si consideramos que hasta ese momento las Cumbres de las Américas habían sido el reflejo de solo uno de esos modelos: el promovido por los Estados Unidos bajo los paradigmas del Consenso de Washington. El párrafo del desacuerdo fue el referido al ALCA, la Alianza de Libre Comercio de las Américas, y precisamente allí quedó a la luz la evidente contradicción.

En efecto, el documento refleja dos posiciones claramente diferenciadas entre los 34 países participantes de la Cumbre. El texto del parágrafo 19 de la Declaración de Mar del Plata expresa:

“1- Reconociendo la contribución que la integración económica puede efectuar al logro de los objetivos de la Cumbre de crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática:

a- Algunos miembros sostienen: Tenemos en cuenta las dificultades que ha tenido el proceso de negociaciones del ALCA y reconocemos la contribución significativa que los procesos de integración económica y liberalización del comercio en las Américas puede y deben aportar a los objetivos de la Cumbre (…) Mantenemos nuestro compromiso con el logro de un acuerdo equilibrado y comprensivo dirigido a la expansión de los flujos comerciales y, en el nivel global, un comercio libre de subsidios y de prácticas que los distorsionen, con beneficios concretos y sustantivos para todos teniendo en cuenta las diferencias en el tamaño y nivel de desarrollo de las economías participantes (…).

b- Otros miembros sostienen que todavía no están dadas las condiciones necesarias para lograr un acuerdo de libre comercio hemisférico y equitativo con acceso efectivo a los mercados, libre de subsidios y prácticas de comercio distorsivas y que tome en cuenta las necesidades y sensibilidades de todos los socios así como las diferencias en los niveles de desarrollo y tamaño de las economías”.

El contraste es más que evidente. Por un lado, Estados Unidos y sus socios del NAFTA lideraron la posición de aquellos países (numéricamente la mayoría) que sostenían como respuesta a los desafíos de la región al libre comercio hemisférico, la eliminación de subsidios y de las “prácticas de comercio distorsivas”, léase, por ejemplo, las barreras arancelarias comunes del MERCOSUR.

Por otro lado los países del MERCOSUR más Venezuela –que por entonces no era miembro pleno del bloque- ponían en evidencia que las condiciones no estaban dadas para un acuerdo de libre comercio, y que en caso de concretarse era inminente y grave el riesgo de que el acuerdo se llevara puestas a las economías de los países latinoamericanos y caribeños. Pasquini Durán, en un clarificador artículo periodístico, tradujo lo sostenido al respecto por Néstor Kirchner en la apertura de la Cumbre: “Ahí mismo, dejó sentado que ninguna integración puede ser benéfica si no toma en cuenta las diferentes naturalezas de las partes intervinientes. Dicho en criollo: ningún poderoso puede hacer intercambios con un débil fingiendo que son iguales.” (Página 12, Antiimperialismo, J.M. Pasquini Durán, 5 de noviembre de 2005).

Esa era la situación. Estados Unidos y sus aliados fingían que los intercambios entre un poderoso y los desunidos y sumisos débiles se concretarían en condiciones de igualdad. El carácter ficticio de la propuesta resultaba evidente.

Es importante destacar que Estados Unidos y sus socios en la posición de liberalización del comercio hemisférico forzaron el tratamiento de la cuestión del ALCA en una Cumbre que había planteado una agenda que tenía como eje la creación de trabajo en la región, bajo el lema “Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática”. A pesar de las advertencias de los suramericanos, los partidarios del libre comercio forzaron el debate y, esta vez, emergieron los que reaccionaron ante la provocación.

Efectivamente, una vez comenzada la Cumbre de los Jefes de Estado y de Gobierno, las intervenciones del primer ministro de Canadá Paul Martin y del presidente mexicano Vicente Fox en favor del tratamiento de la cuestión del ALCA precipitaron una reacción que estaba preanunciada. Los presidentes de las más importantes economías suramericanas Néstor Kirchner, InácioLulaDa Silva y Hugo Chávez, las voces que expresaban el peso del 75 % del producto bruto de la región y de las inmensas mayorías populares de América Latina y Caribe, se hicieron escuchar. Dejaron sentada la posición contra el ALCA y pusieron punto final a la iniciativa norteamericana.

Resultó evidente que el presidente Fox no sintió que su modelo triunfara en la Cumbre. En su viaje de regreso a México arremetió contra Néstor Kirchner a quien atribuyó la responsabilidad del “fracaso” de la Cumbre al opinar que Kirchner había pensando más en quedar bien con la opinión pública argentina que en conducir una cumbre exitosa. “El presidente Fox que se ocupe de México, a mí me votaron los argentinos” replicó Néstor Kirchner. Días después las cancillerías de ambos países dieron por superado el incidente, aunque la última palabra fue la que ponía las cosas en su lugar, las palabras de un presidente que expresaba el sentir de su pueblo. (Página 12, “Que Fox se ocupe de los mexicanos”, 9 de noviembre de 2005.)

Sobre éxitos y fracasos

La IV Cumbre de la Américas no fue exitosa para quienes se suponía debería serlo: los Estados Unidos de América y sus aliados regionales. El “fracaso” de la Cumbre fue un logro para los países que enfrentaron la propuesta del ALCA: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, congregados bajo la estrategia común del Mercosur, junto a Venezuela, pusieron límites precisos a la pretensión norteamericana expresada por Estados Unidos, Canadá y México. Después del logro del rechazo al ALCA vino la conquista que implicó avanzar hacia una construcción regional que no solo dejó atrás la iniciativa del ALCA sino también configuró un escenario regional favorable a la integración.

El diario La Nación dió cuenta de la perspectiva de los que fracasaron. “El mundo lo vió como un fracaso” titulaba, y en la bajada del título consignaba que “los diarios extranjeros destacan la falta de consenso en el documento de la cumbre”. En el primer párrafo de la nota, La Nación analizaba que “la falta de consenso para construir el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la extensión del debate entre los presidentes y, en general, la interpretación de estos hechos como un revés político para el mandatario norteamericano George W. Bush fueron los puntos más destacados ayer por la prensa internacional que cubrió el final de la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata”. Luego sintetizaba las miradas de los diarios estadounidenses New York Times, The Washington Post, International Herald Tribune, el británico Times, el español El País, el chileno El Mercurio y el ecuatoriano El Comercio. El párrafo transcripto por La Nación del diario El País es el más descriptivo del contenido del supuesto fracaso: “La cumbre se cerró con un fracaso -sostuvo el diario español El País- que pone de manifiesto las profundas diferencias que existen entre los cuatro países del Mercosur y Venezuela, por un lado, y EE.UU. y el resto del continente, por otro, sobre el modelo de integración económica que debe ponerse en marcha.” (Diario La Nación, “El mundo lo vió como un fracaso”, del 7 de noviembre de 2005.)

Seguramente, un acuerdo para avanzar con el ALCA habría dado lugar a una evaluación más positiva de parte de esos medios. En el fracaso que diagnosticaron los partidarios del libre comercio radican los trabajosos éxitos alcanzados por los países de nuestra región durante los años que nos separan de aquel noviembre de 2005. Tuvieron que llegar sucesivamente al poder Hugo Chávez, Lula Da Silva y Néstor Kirchner para que las cumbres dejaran de ser exitosas para el norte y expresión de sucesivos fracasos para los pueblos de nuestra región.

Resistencias en tiempos de restauración neoliberal


Tomando como referencia la IV Cumbre de Mar del Plata, los actuales presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay han asumido las banderas del inciso a) de aquella vieja y trascendental Declaración. El libre comercio y la apertura económica pretenden ser presentadas como novedosas y moderanas cuando, en realidad, plasman la visión neoliberal que antes expresaban Bush y Fox. Macri, Temer y Cartes asumen el papel de paladines del libre comercio asumiendo un neoliberalismo descarnado que en lo interno produce fenomenales transferencias de riqueza a los sectores más concentrados de las economías de sus países y en lo externo subordinan a la región a las perversas y destructivas dinámicas del mercado mundial. El papel de Tabaré Vazquez –en aquella circunstancia un tibio socio de Kirchner, Chávez y Lula en el rechazo al Alca, hoy impulsor de cuanto tratado de libre comercio se le ofrezca al Uruguay- resulta desde todo punto de vista lamentable y expresa el carácter oportunista de cierto progresismo flojo de convicciones que pulula en la región.

El panorama presente y futuro es tenebroso: Mercosur fuerza las negociaciones para firmar un TLC con la Unión Europea a fin de año y los países del bloque pugnan por soltarse de las amarras para negociar por la libre los acuerdos que se les ofrezcan. La producción y el trabajo nacional se ven nuevamente amenazados en cada uno de los países del Mercosur.

La movilización popular, la articulación de los potenciales afectados y el activismo legislativo en contra de estas iniciativas serán los factores clave para enfrentarlas. Para derrotar nuevamente al neoliberalismo y al libre comercio, en medio de las tinieblas de un mundo convulsionado y de un mercado mundial dominado por un capitalismo voraz, el No al ALCAdebe ser el faro que ilumine y señale nuestro destino: la recuperación de la autonomía regional en el marco de un fuerte proceso de integración.

(*) Diputado Nacional argentino por Mendoza (FPV-PJ), vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados de la Nación. Ditribuido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)