22 feb 2025

SOBREVUELAN LOS BUITRES

La OTAN en apuros

Por Jorge Elbaum

22 de febrero de 2025 


Imagen: AFP


El próximo 24 de febrero se cumplen tres años del inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, mientras la OTAN atraviesa la peor crisis desde su fundación, ocurrida con el Tratado de Washington, el 4 de abril de 1949. Apenas seis meses después de ese hecho se fundaba la República Popular China, que pasó de contar con una exigua infraestructura industrial –y niveles enormes de pobreza–, a transformarse en la segunda potencia global, y la primera productora mundial de bienes. Ante a este escenario, que cuestiona en forma directa la hegemonía estadounidense, el gobierno de Donald Trump se ha propuesto cuatro objetivos inmediatos, orientados a recuperar el liderazgo perdido.

El primero busca debilitar a China, intentando quebrar el eje Moscú-Beijín consolidado desde el inicio de la Operación Militar Especial. Para lograr este cometido ofrece a Moscú el levantamiento de las sanciones. La segunda medida consiste en abandonar el esquema de relaciones multilaterales, utilizado por sus antecesores en el cargo, de claro enfoque globalista. Esa guía es sustituida por la imposición de vínculos bilaterales, de carácter extorsivo. De esta forma, el magnate neoyorquino devenido en mandatario abandona las trabas regulatorias, incluidos los peajes exigidos por los organismos internacionales o las alianzas atlantistas.

La tercera orientación consiste en disimular la derrota militar que ha sufrido Estados Unidos como soporte más relevante. Al asumir que no es posible vencer a la Federación Rusa en el campo de batalla, ha decidido endilgarle la derrota a Europa Occidental y a la Ucrania de Volodymir Zelenski. Los opositores a Trump, refugiados entre otros Think Tank –como Foreign Affairs–, continúan negando la realidad con afirmaciones del siguiente tenor: “Los dos países –Rusia y Ucrania– han alcanzado la paridad y nadie ha ganado en Ucrania”.

La estrategia para recuperar el liderazgo incluye las coacciones energéticas. Busca que los países de la OPEP bombeen más crudo para reducir el precio internacional del petróleo, y con ello responder al doble objetivo de estimular la reindustrialización de su país y limitar las capacidades de Moscú, que se ven beneficiadas por el aumento del precio internacional. Rusia es el tercer productor de petróleo del mundo y el segundo de gas. En el caso de que la guerra concluya, Trump pretende que el crudo baje entre cinco y diez dólares el barril, un promedio entre un 7 y un 13 por ciento. También busca la retracción del valor del gas en un cincuenta por ciento, hasta llegar a 25 dólares el megavatio hora.

Los otros negocios que persigue Trump se vinculan con los recursos naturales de Ucrania, tanto las tierras cultivables –embargadas por BlackRock– como el potencial saqueo de los minerales críticos, útiles para la industria bélica, electrónica y de telecomunicaciones. 

En la última reunión en la que se vieron las caras los funcionarios de Washington y de Moscú, celebrada la semana pasada en Riad, el administrador del fondo soberano moscovita Kirill Dimitriev exhibió al Secretario de Estado Marco Rubio un detalle de las “pérdidas totales que sufrieron las empresas estadounidenses desde 2014, a partir del inicio de las sanciones: un total de 324 mil millones de dólares”.

Para acelerar ese programa, Trump necesita que finalice una guerra en la cual asume, además, que no tiene posibilidad de salir victorioso. Esa es una de las razone por las que rompe puentes con Bruselas: durante la última semana la delegación estadounidense se opuso –en la reunión del Grupo de los Siete (G7)– a que se caracterice a la Federación como el país agresor, responsable de dar origen al conflicto de 2022. Efectivamente, al inicio de la Operación Militar Especial, los ruso-parlantes residentes en el Donbas ya habían sido víctimas, durante casi una década, de ejecuciones extrajudiciales y bombardeos. Esas medidas de Kiev fueron la respuesta contra quienes pretendían defender su lengua y reivindicar los partidos políticos que se representaban.

El 16 de diciembre de 2015, el régimen ucronazi prohibió tres partidos políticos que tenían su núcleo de afiliados en el Donbas. En marzo de 2022, se proscribieron otras nueve formaciones partidarias que pretendían llegar a una paz duradera con Moscú. La última semana, cuando se iniciaron las negociaciones entre Washington y Moscú en Riad, Zelenski inició la persecución contra su opositor político, el expresidente Petró Poroshenko, quien gobernó Ucrania entre 2014 y 2019​.

En esta misma línea, el secretario de Defensa Pete Hegseth informó que Washington ya no priorizará la seguridad de Europa, advirtiendo que la guerra “debe terminar”, pues la prioridad de su país está vinculada con sus fronteras y la rivalidad con China. El jefe del Pentágono les dijo, tajante, que: “La Casa Blanca ya no tolerará una relación desequilibrada que fomente la dependencia. En su lugar, la relación entre Estados Unidos y Europa se centrará en capacitar a los países europeos para que asuman la responsabilidad de su propia seguridad”. Refiriéndose a cómo se trazarán las fronteras entre la Federación y Ucrania, Hegseth consideró que “no es realista” una vuelta a los límites previos a 2014. Además, descartó de plano el ingreso de Ucrania en la OTAN.

La respuesta indignada de Zelenski no se hizo esperar: el gobierno ucraniano decidió bloquear la red social Truth, fundada por Donald Trump. Por su parte, Elon Musk caracterizó al mandatario de Kiev como “despreciable”, prologando el próximo corte de señales satelitales –propiedad de Musk– que utilizan los ucranianos en el campo de batalla. 

El viejo orden atlantista ingresó en su etapa de fermentación. Es una buena noticia para el mundo. Solo habrá que evitar que los platos rotos no los pague, como muchas otras veces, el resto del mundo, que ya ha sufrido bastante con su racismo, esclavismo, colonialismo y supremacismo.