En esta columna, Mario Lubetkin, director de Comunicación Corporativa de la FAO, escribe que el informe de la organización sobre la disminución del hambre en el mundo, difundido el 16 de septiembre, obtuvo un gran éxito mediático, pero también reveló carencia de análisis en la cobertura. Las estadísticas sobre el hambre, afirma, no deben ser leídas como un acontecimiento puntual, sino como un proceso de cambios con múltiples actores, públicos y privados, para su cabal comprensión.
Afortunadamente, hay excepciones: el informe lanzado el 16 de septiembre por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que registra una importante reducción del hambre en el mundo cifrada en cien millones de personas, tuvo una vasta difusión internacional con más de 2.000 artículos, publicados incluso en los más grandes medios.
Algunos de los artículos expresaron sorpresa sobre este avance contra el hambre puesto que existía un estado de opinión que suponía un aumento de la miseria y el hambre en el mundo.
El éxito mediático correspondió a la importancia de la noticia, no solo por el avance en sí mismo, sino también porque revela la tendencia a una ulterior disminución del hambre.
En efecto, la reciente estimación de la FAO indica que la reducción global del hambre continúa. Para el período 2012-2014 se calcula el número de personas crónicamente desnutridas en 805 millones, cien millones menos que en la década precedente y 209 millones menos que en el período 1990-1992.
Un aspecto que no ha sido suficientemente analizado por los medios es que 63 países que ya han superado el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir el hambre a la mitad en el período 1990-2015, mientras son numerosos los países que aún tienen un año para alcanzar esa meta.
De hecho, no obstante el progreso logrado, hay marcadas diferencias entre las distintas regiones.
África subsahariana es la región del mundo que más hambre padece y solo ha registrado modestos avances en los últimos años, ya que una de cuatro personas aún sufre de desnutrición. En varios países del norte de África, la situación es mucho mejor y los niveles de desnutrición son bajos.
En Asia, la región más poblada del planeta, se encuentra el mayor número de hambrientos, también con diferencias internas: pocas mejoras en Asia Meridional, buenos avances en Asia Oriental y en el Sudeste Asiático.
América Latina y El Caribe exhiben muy rápidos progresos, particularmente en el Sur del continente.
Naturalmente, una de las principales causantes de estos resultados es el estímulo de las políticas públicas, algunas originales y otras inspiradas en casos exitosos, como el programa Hambre Cero de Brasil.
Pero hemos visto que de la guerra contra el hambre solo se han vencido algunas batallas y aún tenemos por delante un largo camino.
Para cantar victoria hacen falta más esfuerzos y mejor coordinación entre los mismos actores que ya han sacado de la miseria a millones de personas: gobiernos y organizaciones internacionales, los actores no estatales, la opinión pública y quien la informa, los medios de comunicación.
Entonces, ¿cómo informar sobre estos procesos, cuya tendencia es claramente positiva para los destinos de la humanidad y no limitarse a publicar los datos que los informes de las organizaciones internacionales presentan sobre el estado de la situación?
La respuesta está exactamente allí, estos números no pueden ser leídos como un acontecimiento puntual sino como un proceso de cambios con múltiples actores, públicos y privados, para su cabal comprensión.
¿Por qué los medios no prestan más atención a estos temas que cada vez se ubican con más fuerza en la agenda global informativa? ¿Quién puede poner en duda que la seguridad alimentaria, las pérdidas por los desechos alimentarios, o las políticas de nutrición no sean asuntos de interés para la opinión pública internacional?
Somos conscientes de los gigantescos cambios que se están verificando en el campo de la comunicación, sumados a los efectos que la profunda y prolongada crisis económica asestó a numerosos medios.
Menos medios de comunicación escritos, diarios con menos páginas, menos periodistas en las redacciones, multiplicación de los medios digitales multimedia, dificultades de los periodistas en afrontar nuevos temas en profundidad por los límites de los procesos formativos de las universidades, son quizás algunos de los puntos que deben ser tomados en consideración en la presente situación.
Esto está planteado a la actual generación, pero sobre todo a las nuevas generaciones que tendrán la responsabilidad de informar más y mejor sobre estos temas.
La convocatoria de la conferencia sostiene que comprometerse no es suficiente, es solo el comienzo. La Conferencia diseñará el marco para que los países puedan transformar su compromiso en acción y en impacto. No se pudo haber elegido una mejor oportunidad para esta Conferencia.
Este es el momento en el que los gobiernos están negociando la segunda serie de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, denominados los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que comenzará a aplicarse el año próximo, precisamente para erradicar el hambre y la miseria en el mundo.
Es evidente que también en este caso, no se trata solo de informar sobre el desarrollo de la Conferencia, sino asimismo de afrontar los grandes nudos de este debate estratégico para el crecimiento de sociedades más sanas y equilibradas, en el cual la responsabilidad pública de los gobiernos está llamada a jugar un rol determinante.
Mario Lubetkin es el director de Comunicación Corporativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Editado por Pablo Piacentini