22 may 2015

Las democracias progresistas, los buenos alumnos del liberalismo (o neo)

Por Eduardo Camin

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Tal vez no hay tema de reflexión más constante que el de la democracia, porque su desarrollo es un proceso histórico siempre inacabado. Pero en América Latina, donde desde los años noventa todos los países tienen regímenes democráticos – liberales, el tema padece de síntomas paradójicos; cuando más se consolida la democracia peor vive la gente. La democracia como problema no es una novedad, pues es inherente a la contradicción entre capitalismo y democracia, entre desigualdad social e igualdad política, que ha marcado la historia no solo del debate sobre la democracia sino su propia realización.
Pero plantear el problema de la democracia es buscar la interrelación entre régimen político y las formas de dominación que han desarrollado las clases dominantes a lo largo y ancho de un proceso histórico determinado. En realidad se trata de interpretar la democracia como una práctica plural de ejercicio y control del poder cuya característica esencial es el crecimiento no solo de los espacios institucionales de representación (caso corte electoral) sino de los mecanismos de participación, integración, coacción y negociación que se crean para dar respuestas y satisfacer las demandas sociales, políticas, económicas y culturales de la sociedad.
Desde hace algunos años, en América Latina algunas afirmaciones, ­– incluso y sobre todo desde sectores de la izquierda progresista ­– que la izquierda de nuestro continente nunca ha sido consecuente con la democracia porque bajo la influencia del marxismo ha tenido una visión instrumentalista de la democracia, y que sería ahora su renovación ideológica (es decir el abandono del marxismo), que habría conquistado esa virtud al ver a la democracia como un fin en sí mismo. Pero si en algo de ha caracterizado el marxismo desde sus orígenes, es la identificación de la democracia con la emancipación humana, como fin en perpetuo discurrir que para realizarle requiere, como condición y como desarrollo, la igualdad social.
Un poco de historia: liberalismo, progresismo y democracia
El liberalismo, en tanto proyecto político de la burguesía, no nació como una doctrina democrática, ya que entre uno y el otro hay un desfasaje temporal de mas un siglo y medio.
El Estado liberal (formación de gobierno por elección, parlamento y división de poderes) no nació como Estado democrático. La democracia apareció como problema histórico cuando se hizo evidente la contradicción entre el discurso universalista del liberalismo con la desigualdad social real, la que la burguesía no ataco con su propia emancipación política y que además reprodujo bajo nuevas condiciones al convertirse en clase dominante. En realidad cuando la burguesía liberal comenzó a encarar el problema de la democracia no lo hizo como un fin en sin mismo, sino como un instrumento político para regular la participación de las clases sociales que presionaban para decidir sobre los asuntos públicos. Debemos recordar que el liberalismo político progresista ha sido desde el siglo XIX un fenómeno eminentemente intelectual de sectores medios, portadores convencidos de los principios libertarios e igualitarios de la Ilustración, sensibles a la explotación y desigualdad capitalistas que quedaron desnudas por los procesos de conciencia , organización y lucha independiente de la clase obrera.
Los retrocesos actuales vienen a reforzar las confusiones teóricas que se están generando en América Latina respecto a la conducción económica, lo que explica el azoro de buena parte del pensamiento crítico ante este liberalismo puro y duro cuya sustancia conservadora aparece en esa crítica como perversión inexplicable. El triunfo liberal (o neo) es un hecho político, sin manos invisibles indígenas o foráneas la globalización es la ideologización del imperialismo convertida en realismo político y económico. Las ideas conservadoras de este neo liberalismo fueron producidas varias décadas antes de que conviertan en ideología dominante, por los intelectuales institucionales del capitalismo que tuvieron claridad en que el periodo del Estado de Bienestar era un “momento anómalo” del capitalismo, un mal necesario en la coyuntura del momento, pero que una nueva crisis cíclica introduciría factores económicos que dificultarían una salida eficaz de la misma.
Los buenos alumnos
Desde estas páginas algunos colegas periodistas resaltaron las conducciones económicas neo liberales de países con gobiernos progresistas como es el caso de Brasil, Chile y Uruguay
La historia nos ha ido demostrando sus vaivenes y hoy podremos decir que la realidad de la democracias progresistas presupone en la actualidad una acción política limitada y excluyente. Ya que hoy la democracia es declamada formalmente para establecer el consensus legitimador del orden transnacional. Por eso en el actual modelo de globalización la democracia hoy es marginal al proyecto neoconservador en lo político y neoliberal en lo económico. En realidad la democracia desempeña un papel secundario en la articulación del modelo transnacionalizador.
Entonces, es fácil concluir que asistimos de verdad a la puesta en práctica de un modelo de globalización peligroso. Es mas en los foros internacionales se está negociando toda una nueva generación de acuerdos y tratados el mas publicitado en estos tiempos es el del TISA que tienen común inspiración en la concepción neoliberal del libre comercio, de la manera más antidemocrática que se puede definir.
La enseñanza principal es que el proyecto transnacionalizador busca redefinir un nuevo pacto social en el que la democracia no tiene cabida, excepto para ejercer un mayor grado de control social y político sobre las grandes mayorías excluidas y marginadas de los beneficios del progreso. Las nuevas élites gerenciales, de los sectores financieros especulativos y administradores de las transnacionales convertidos en la nueva burguesía proponen las nuevas reglas de juego en el casino de la globalización y la modernidad. El problema real de nuestras democracias sigue siendo la definición de su para que y el alcance de su contenido. Sin esta consideración cualquier propuesta de desarrollo quedara confinada al fracaso, salvo si es para garantizar el poder político de las clases dominantes a través de la súper explotación, marginación, coacción y exclusión de la gente que configura nuestros pueblos.
Si con anterioridad el subdesarrollo y el atraso se entendían como un obstáculo para la democracia, la nueva interpretación de la democracia hace compatible explotación, subdesarrollo y pobreza con democracia globalizada. Ahora se piensa que solo con una dualización de las sociedades contemporáneas será posible alcanzar el progreso, por otra parte como hemos analizado un progreso no supeditado al orden democrático.
De esta manera la democracia es transformada en un recurso técnico al cual se recurre para poder hacer funcionar la autoridad del Estado. Autoridad fundamentada en la tiranía de la democracia estatal, mal llamada gobernabilidad democrática. La democracia solo es válida cuando política, social, económica y culturalmente da respuestas a las grandes demandas y soluciona los problemas de la gente. La izquierda sucumbió a estas prácticas por sus propias debilidades conceptuales, la de no comprender la diferencia que hay entre ser una izquierda en el sistema o la izquierda del sistema. Pero también porque sucumbió a la coerción de la derecha que sanciono como bloqueos a la democracia todo aquello que no implicara un consenso en torno a sus propios intereses, al tiempo que llevo a cabo cooptaciones elitistas vía privilegios, a las que fueron sensibles muchos políticos de izquierda, los ejemplos sobran.
Las democracias progresistas de los buenos alumnos de la globalización sigue caminando sobre el fuego cubierto de la traidora ceniza. Tanto se han abandonado a la fortuna globalizadora… que hasta de su propia historia se olvidan.