La Federación de Rusia inició el pasado 30 de septiembre una decidida campaña aérea contra el terrorismo en Siria, frente a las narices de un quizás sorprendido EE.UU., cuya coalición parecía disparar salvas contra el autodenominado grupo Estado Islámico (EI).
A menos de una semana del inicio de la campaña, Rusia reportaba que sus bombas de precisión y cohetes crucero habían comenzado a hacer mella en las filas terroristas, apoyando el esfuerzo del gobierno de Bashar al Assad por expulsar de Siria todo lo que Occidente contribuyó a sembrar.
En estas mismas páginas de Cubadefensa alertábamos en meses pasados sobre lo peligroso de un destino que se mostraba incierto para Damasco, mientras los planes de EE.UU. tendían a reforzar la campaña de Guerra no Convencional en contra del país árabe y se hablaba de decenas de miles de combatientes rebeldes que, según el Pentágono, tendrían la misión de derrotar al EI y de paso, “como quien no quiere las cosas”, derrocar al Gobierno legítimo de Siria.
Hablaban entonces –y aún lo hacen– de una “oposición moderada”, que podía ser entrenada y asesorada, capacitándola para sustituir al Estado sirio actual, molesto a los intereses de EE.UU. y la OTAN.
Pero hoy las cosas comienzan a tener un color distinto. La operación antiterrorista rusa y el actuar errático de EE.UU., han arrojado luces sobre aquel destino sombrío que parecía cernirse sobre Siria y algunas conclusiones valiosas surgen, en un conflicto que ya se acerca a su primer quinquenio.
Cambio de planes
La Guerra no Convencional contra la República Árabe Siria comenzó como un calco del modelo libio, igualmente acelerada por el influjo de la Primavera Árabe.
El inicio y generalización de la crisis en Siria siguió el mismo esquema que en el resto de los países afectados por esta situación política regional: estallido de manifestaciones antigubernamentales, alegada represión violenta y generalización de las protestas.
De igual manera, siguieron el mismo guión las acciones de EE.UU. y sus aliados para promover a la oposición interna y construir consensos en la comunidad internacional, a partir de pretextos, como fue el caso del supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio en el enfrentamiento a los grupos armados de la oposición.
Si la experiencia libia ha sido situada como un punto de cambio, a partir del cual la Guerra no Convencional tendría preponderancia como opción principal de agresión para EE.UU. y sus aliados, al iniciarse las protestas en Siria y avanzar la crisis en esa nación por las mismas rutas observadas con anterioridad en Libia, era ya posible confirmar tales valoraciones, que mostraban que para EE.UU., la combinación de los métodos de “revoluciones de colores” y de Guerra no Convencional, representaban una nueva teoría de desestabilización de estados, que estaba lista para su despliegue estratégico por todo el mundo.
Pero el juego político se trancó en el vértice del Mediterráneo para EE.UU. y obligó a sus líderes a cambiar los planes. Las contradicciones y el accionar anárquico de los diferentes grupos que conforman la oposición siria –insuflada por Occidente– han incidido negativamente en sus posibilidades ante las fuerzas militares del gobierno. Conviven allí múltiples organizaciones opositoras, con intereses diversos y en muchos casos irreconciliables, que se disputan liderazgo y espacios, incluso mediante violentos enfrentamientos armados.
El apoyo abierto de EE.UU. no ha sido capaz de modificar esta situación, sino que ha agravado el entorno político de toda una región, al ser el catalizador principal para que fenómenos como el EI surgieran de la noche a la mañana.
Al no poder derrocar al Gobierno sirio mediante un primer intento de subversión y guerra estilo libio, EEUU se adaptó a las condiciones y escondió, en su supuesta lucha contra el EI, el irrenunciable objetivo de lograr una transición política en Siria que no incluyera a Bashar al Assad, como ha confirmado Barack Obama en días recientes.
A estas alturas, no caben dudas de que la postura de EE.UU. ante el accionar ruso pone en evidencia que el llamado EI, ISIS o ISIL, según las múltiples denominaciones que usa la prensa internacional, no ha sido más que una carta adicional de la baraja imperialista, en el esfuerzo por reconfigurar el Medio Oriente, quitando del camino obstáculos como Siria e Irán, en una ruta de desestabilización que, según expertos, tiene su meta en naciones como Rusia.
La velocidad de la iniciativa estratégica tomada por Vladimir Putin, no ha dado tiempo a EEUU de explicar por qué Rusia ha logrado en una semana lo que su “Coalición” multinacional y los 500 millones de dólares destinados a la llamada “oposición moderada” de Siria, no consiguieron en meses.
(Tomado de Cubadefensa)