4 sept 2018

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La última carta anti default

CARLOS BURGUEÑO
3 de septiembre de 2018



Christine Lagarde

Cumplir con todo lo que se anunció ayer. Pero también con todos los puntos del primer acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), incluyendo sus adendas. Y que, ahora sí, el objetivo de reducir el déficit fiscal a cero el año próximo es el norte. Aún a costa de no crecer en 2019, año electoral. Con estos argumentos el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, enfrentará al staff del organismo, con la confianza que nuevamente Christine Lagarde priorizará una decisión política de apoyar a la Argentina en momentos difíciles. 

La gran esperanza de los enviados de Buenos Aires es que aún la directora gerente del Fondo se juega el todo por el todo por el final feliz del plan de rescate argentino; y que el no haber cumplido la primera misión fue sólo un mal paso. O un error de cálculo de ambos bandos. Desde Washington se reconoce que la nueva negociación que se abre formalmente hoy es un mal trago. Pero tanto desde el Gobierno de Mauricio Macri como desde el FMI se considera que una caída de la Argentina sería algo aún peor. El problema para la aprobación del adelanto de los fondos para 2020 a 2019 no sería entonces la posición de Lagarde que, a regañadientes y protestando, le daría el último guiño al país. La dificultad será convencer a los miembros del board de aprobar esta nueva ayuda a la Argentina, un país que en el organismo tiene la peor imagen posible. La tarea diplomática que tendrá que desplegar Lagarde será convencer a países como Alemania, Holanda o similares que, en general, disponen de muy mala voluntad para aceptar distorsiones en los acuerdos firmados. Menos a tres meses de firmados. Y menos en países que hacen del déficit fiscal un festival crónico.

Desde Buenos Aires se confía en que nuevamente habrá fumata, y que luego de unas negociaciones de menos de cinco o seis días las discusiones tendrán final feliz y Mauricio Macri anunciará que el año que viene no hay riesgo de default. Esto es que el FMI le garantizará al país unos u$s16.000 millones más el año próximo, unos u$s4.000 millones menos de toda la necesidad financiera de 2019.

La ofrenda que Dujovne le llevará a Lagarde es importante. Fue la directora gerente del FMI la que desde siempre, por recomendación del mexicano Alejandro Werner -el director gerente para el Hemisferio Occidental- reclamó por la imposición de retenciones a las exportaciones. Lagarde y Werner descubrieron rápido, al analizar los números básicos de la economía argentina, que esta es la fuente más rápida y concisa de dólares que tiene el país. Al principio de las negociaciones se aceptó que las fuentes de financiamiento del programa pactado en junio pasado sean diferentes y que, momentáneamente, las retenciones queden en suspenso. Pero como mandan los convenios stand by, el primer acuerdo siempre es flexible a lo que propone el país firmante, pero cuando este no cumple con las metas pactadas es el FMI el que impone medidas. Más si, como en el caso argentino, el incumplimiento se produce en la primera revisión. Más aún si el Estado reclamante pide más ayuda.

Sabía Dujovne que sin impuestos a la exportaciones su viaje a Washington estaba destinado al fracaso. Por esto desde el primer momento el nuevo impuesto fue innegociable. Pero además, el ministro anunció una aplicación del tributo en tamaño extra large, prometiendo una recaudación de unos 280.000 millones de pesos, más de la mitad de lo que se necesitaría para cumplir con el déficit cero. Supone ahora Dujovne que con este flamante tributo, el camino al sí de Lagarde estará allanado.

Pero, además, el ministro explicará otras medidas, todas fiscales. Todas duras. Comenzando por la suspensión del capítulo de baja de impuestos de la última reforma impositiva, siguiendo por la segunda gran medida del paquete anunciado ayer: la eliminación del 100% de los subsidios al transporte para el año que viene y la garantía que se avanzará en una decisión similar para el programa tarifario para 2019.

Pero también Dujovne quiere garantizarle al FMI que todo el programa firmado en junio pasado se cumplirá. Incluyendo las medidas más polémicas como el avance sobre el Fondo de Garantía Sustentable (FGS), la seguridad que no se utilizará dinero del FMI para corridas, que se suspenderá el cronograma de obra pública, que habrá reducción de gastos menores y que el tipo de cambio que se defenderá será el de mercado. El temor latente en los negociadores argentinos es que desde el Fondo, además del impuesto a las exportaciones se reclame al amparo del incumplimiento del primer tramo del acuerdo, medidas más polémicas como una reforma laboral y una previsional. Y que todo lo que propone el Gobierno argentino tenga su contrapartida en un acuerdo político.

Si el acuerdo con el FMI se lograra, Macri podrá dejar de mirar una de las variables que más azotan la economía argentina: el nivel de riesgo-país, en puntos de default desde hace semanas. Y podrá volver al mercado interno y terminar de desmantelar hacia diciembre la bomba neutrónica de las Lebac.

La estrategia del Gobierno nace de un diagnóstico equivocado y las medidas son insuficientes

ALEJANDRO VANOLIEx presidente CNV y BCRA



Es probable que el FMI adelante los desembolsos porque el organismo se comprometió con el programa y no puede desentenderse sin costos de tratar de "salvarlo".

El Gobierno Nacional anunció su "estrategia" para afrontar la crisis recurriendo una vez más al "auxilio" del FMI. En tal sentido presentó un documento denominado "Acciones para alcanzar el equilibrio fiscal".

No es menor que a sólo 2 meses de haber firmado el acuerdo original, las proyecciones hayan estado totalmente superadas por una realidad indisimulable: los datos de la economía nacional son infinitamente peores a los estimados en junio.

El acuerdo establece una revisión integral del mismo si la inflación supera el 32% anual. Según ha reconocido el Gobierno la inflación de 2018 llegará al 42%.

Lo cierto es que en estos dos meses quedó en evidencia que el acuerdo no recuperó la confianza ni frenó la corrida y que las necesidades financieras son mucho mayores a las previstas.

La estrategia del Gobierno conlleva un diagnóstico equivocado, un desconocimiento de las verdaderas causas de la crisis y medidas tan insuficientes como contraproducentes. Es probable que el FMI adelante los desembolsos porque el organismo se comprometió con el programa y no puede desentenderse sin costos de tratar de "salvarlo".

Veamos cuales son los principales problemas de la estrategia del Gobierno/FMI y una alternativa posible

1- El Gobierno no admite que la crisis es de sector externo producto de un déficit de cuenta corriente que no se puede financiar

El Gobierno insiste en que el problema es fiscal cuando claramente es un problema de sector externo y de faltante de dólares.

La responsabilidad de este desequilibrio son decisiones políticas que ha tomado este Gobierno y han sido una apertura importadora a contramano del proteccionismo global y una apertura y desregulación financiera que generó la bicicleta financiera y amplificó la presión devaluatoria y la fuga de capitales.

Si no se ataca de raíz este problema mediante una política arancelaria y paraarancelaria que defienda la producción nacional y revierta una apertura que destruye al aparato productivo, no se cerrará la brecha externa y se generará una ola de quiebras en un contexto recesivo y de mayores costos.

2- El ajuste fiscal genera recesión y no resuelve los desequilibrios macro

El Gobierno Nacional insiste en resolver los problemas fiscales con ajuste de la economía. Se pretende que los menores gastos reducirán el déficit. La experiencia mundial refleja que el ajuste no cierra la brecha fiscal sino que la agranda. Esto es porque la recesión provoca una reducción en la recaudación que es mayor al supuesto ahorro del gasto.

La experiencia argentina en 2001 del "déficit cero" ha sido concluyente. Por el contrario generar una estrategia de crecimiento posibilitó lograr superávit fiscal de 2003 a 2011.

3- No hay una política cambiaria clara en un país dolarizado y altamente sensible al tipo de cambio

La política cambiaria ha sido absolutamente errática. No quedó claro para nadie cuales eran los objetivos si de tipo de cambio, reservas y/o de tasa de interés.

El Gobierno Nacional, corrió de atrás al dólar, y convalidó una maxidevaluación, perdió u$s 11 mil millones de reservas en 2018, a pesar de haber recibido los u$s 15 mil millones del FMI en junio y subió la tasa de interés del 28% al 60% anual.

Así el Banco Central no cumplió el objetivo de estabilidad financiera y cambiaria, dilapidó reservas y genera tasas que hacen imposible el acceso al crédito. Esto provocó el peor resultado: una inflación espiralizada con una profunda recesión.

4- Los esfuerzos no son equitativos y se generan incentivos para agravar los problemas

Las políticas aplicadas generan una fuerte caída del salario real que pierde 20 puntos porcentuales de poder adquisitivo en el año, impulsan el desempleo nuevamente a más de dos dígitos produciendo así un fuerte crecimiento de la pobreza.

Los recortes en la obra pública profundizan la recesión y provocan un gran deterioro en los bienes públicos. Un ejemplo claro es el retroceso en la educación pública, y la inversión en ciencia y tecnología lo que reduce el crecimiento de largo plazo y genera más desigualdad.

Si bien se han introducido retenciones a las exportaciones, las mismas son claramente inferiores a la megadevaluación. Es particularmente grave que las retenciones sean fijas y en pesos, lo que genera incentivos adicionales a los exportadores a demorar la liquidación para que su pago sea con pesos licuados, reduciendo la oferta de dólares y generando presiones devaluatorias.

5- Las proyecciones económicas no son realistas y subestiman los problemas

El Programa prevé aumentos de los ingresos tributarios de 1 punto porcentual del PBI en 2019. Resulta inexplicable como si se proyecta un estancamiento de la economía y una inflación del 25% en 2019 se prevea un crecimiento del 41% en los recursos tributarios.

Queda claro que será imposible lograr un equilibrio fiscal con políticas recesivas, ingresos que se licuarán y están sobrestimados. Además aunque baje algo el déficit primario crecerá el déficit financiero que incluye el pago de intereses de la deuda que ocupan un creciente peso en el Presupuesto Nacional.

De esta manera las necesidades financieras serán superiores a las proyectadas y no basta con adelantar los desembolsos del FMI.

6- Si no se soluciona la crisis cambiaria, se puede generar una crisis financiera y de deuda

Las proyecciones más conservadoras para 2018-2019 revelan que hacen falta no menos de u$s 25 mil millones adicionales, para cubrir un déficit de cuenta corriente insostenible y una fuga de capitales récord que se profundiza.

El mercado además está cada vez más preocupado por la dinámica del endeudamiento que alcanzaría a un 80% del PBI, a fines de 2018, cifra superior a la de los años 90. Deuda cada vez más dolarizada y de corto plazo.

Un deterioro de los activos y una mora creciente en la cartera por la recesión puedan afectar a un sistema financiero aún sólido. La dolarización de los precios de la energía y servicios impide una reducción de la inflación y una baja del déficit, generando un círculo vicioso de inflación devaluación y recesión.

7- ¿Hay salida? Sí, cambiando 180 grados la política económica

En primer lugar hay que recuperar la capacidad soberana de efectuar políticas de acuerdo a los intereses nacionales. Ello implica renegociar el acuerdo con el FMI convirtiendo el programa de ajuste en un programa de crecimiento.

Aún en el marco de un programa con el FMI existe el precedente de Portugal que le planteó en 2015 al FMI un programa de crecimiento con impulso a la demanda y aumentos salariales.

El FMI tuvo que admitir que la estrategia portuguesa permitió reducir el déficit mediante un programa de crecimiento con mejoras sociales que redujo el peso de la deuda pública. A diferencia de otros casos como Grecia, Hungría y Ucrania que por seguir un ajuste tradicional, siguen estando endeudados con estancamiento económico y alto endeudamiento.

Sólo promoviendo una política de desarrollo nacional se podrá evitar que esta crisis se convierta en una crisis financiera, productiva y social mucho más grave.


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