18 mar 2024

MUCHO MAS QUE UN ESPECTACULO

URUGUAY
La murga, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo, la cultura popular

Nicolás Centurión

On Mar 12, 2024




El carnaval uruguayo, el más largo del mundo, tiene su epicentro en el Teatro de Verano de Montevideo, a la vera del Río de la Plata, en la rambla de la Playa Ramírez donde las canteras del Parque Rodó lo acunan y miran de reojo al edificio del viejo hotel-casino convertido en sede del Mercosur.

La murga es por un lado, un género coral, teatral y musical,y por otro, la denominación que se le da a los conjuntos que lo practican. Suele ser interpretada en Carnaval por un coro de entre 11 y 17 personas con el acompañamiento musical básico de bombo, platillo y redoblante. La murga fue declarada parte del patrimonio cultural uruguayo desde 2010.

En 2024, fueron 21 las murgas uruguayas que participaron del concurso y once fueron las que accedieron a la instancia final denominada «liguilla»: Asaltantes con patente, Curtidores de hongos, Doña Bastarda, Gente grande, La Cayetana, La gran muñeca, La nueva milonga, La trasnochada, Los diablos verdes, Nos obligan a salir y Queso Magro.

El concurso oficial de las distintas agrupaciones que desfilan por tablados y clubes de barrio -en las categorías Murga, Negros y lubolos, Humoristas, Parodistas y Revistas- se lleva la atención de propios y ajenos, de locales y extranjeros, de “yoruguas” desparramados por todo el mundo que lo ven por televisión.

El carnaval también está en los barrios -donde surgió- con los tablados privados, pero sobre todo con los tablados barriales donde los vecinos y vecinas anónimos se encargan de mantener y perpetuar la cultura uruguaya. Donde un vecino lleva una torta para vender, donde la vecina de la otra cuadra es la presentadora y su amiga vende tortas fritas para seguir financiando el tablado.


Seguramente alguna noche, otro vecino que mira por televisión el concurso, podrá ver de primera mano una murga que vendrá a regalarle su espectáculo con la cara pintada a la popular barriada.

Esta dinámica de mucho esfuerzo, de compromiso y de cero rédito económico, pero que aunque muchos no lo sepan, fue y es de cambio de vida para muchas infancias. Plagado de anécdotas de actuales murguistas y de otras categorías (lubolos, revistas, humoristas y parodistas), que se enamoraron de su conjunto en un tablado de barrio y hoy son grandes artistas.

Tablado que hizo las veces de animador de verano en unas vacaciones donde la mayoría de las familias no podían costearse unos días en algún balneario de la costa uruguaya.

Montevideo concita mucha atención, pero existen varios carnavales a lo largo y ancho del país. Lo mismo que sucede en los tablados populares, sucede en los pueblos del interior y es en Canelones donde una murga recorrió casi todos los pueblos de dicho departamento.

La murga y el pueblo

Se dice que la murga es la voz del pueblo. Micrófono y altoparlante de los desposeídos. De aquellos que no tienen banca ni padrino y que por 40 días pueden subirse a las tablas a cantar a voz en cuello sus verdades, sueños, tristezas y necesidades.



Pocas expresiones culturales y artísticas son como el carnaval, donde la persona que se sube a las tablas es un par del que está vendiendo un bingo, churros, presentando o siendo espectador. Muchos se encuentran en el mismo ómnibus a la vuelta del tablado, porque al otro día hay que madrugar para ir a trabajar.

En los lugares más recónditos de cada pueblito sigue habiendo un tablado. Conjuntos que gastan cientos de miles de pesos en su espectáculo para el concurso oficial de Montevideo, y muchas veces viajan al interior para dejar sus canciones en lugares donde el concurso y el dinero quedan en un tercer plano.

No solo en los tablados se encuentra diversidad de historias sino dentro de los propios conjuntos. La murga, la representante por antonomasia del carnaval, la nutren 17 integrantes que ponen el rostro pintarrajeado y la garganta, pero que detrás -como en todo en conjunto- hay técnicos, músicos, arreglistas, maquilladores, ayudantes, amigos y familia que motorizan todo lo que sucede arriba de las tablas.

En la murga conviven el abogado con el feriante, el escritor con el estibador, la maestra con el desempleado, la que está de licencia con el taxista que empieza su turno a las 4 de la madrugada.

Y no hay un asado entre amigos, donde después de unos vinos, se cante la despedida de los Asaltantes con Patente de 1932: “Como el día más glorioso, hoy queremos festejar, la alegría bulliciosa que nos brinda el carnaval”.

En el interior del país también hay concursos, también hay competencia: hay dinero, disputas, rubros, puntajes y enconos. Pero todavía sobrevive la esencia de lo barrial, de lo comunitario, de salir con tu conjunto a pulmón y que la actuación de esa noche sea en un lugar igualmente hecho con corazón y a pulmón. Aún quedan recintos donde no todo se mercantiliza, donde prima el arte y el anhelo de decir y de contar por sobre el brillo, las cámaras, la fama… y el ganarle al otro.



El tablado de barrio o de pueblo hace que los murguistas sean bienvenidos como si fuesen estrellas de rock, donde niños y niñas con sus familias le piden fotos a desconocidos que los deslumbran con sus trajes y gorros de fantasía. Ahí, en ese momento, muchas veces prende la semilla del futuro murguista. Ese recuerdo quedará prendido en la retina y en la memoria de esas infancias.

Hoy, con los celulares es posible que quede el registro fotográfico. Antaño el único registro de que se había saludado a un murguista era con el famoso “señor, ¿no me pinta la cara?” y el murguista estampaba su mejilla en la mejilla del niño, dejándole marcas borrosas y a la vez indelebles de un maquillaje que horas antes fue pincelado en el baño de algún club, de algún sindicato, desde donde sale la murga en su recorrida nocturna

Es la hora de volver al ómnibus que la murga contrató. Cargar los trajes, los instrumentos, utilería y saludar a la barriada, a los amigos, a los conocidos, a alguno que bebió demás y se bajó cantando con la murga. A cambiarse en la bañadera (el ómnibus), a desmaquillarse en algún reflejo oscuro de la ventana, a cantar viejas retiradas.

Es hora de guardar los trajes y perder el encanto. Cuando se descuelgan las lucecitas amarillas, se apaga el parrillero y la brillantina va dejando su rastro murguero: el cansancio le gana a la pasión. Los pregoneros del asfalto van dejando los versos de su misteriosa leyenda. Mezcla de mito popular, caricatura y arrabal.


Abran pasillo…

Ya pasó más de un siglo y la murga sigue cantando, si se presta atención a su pregón. En alguna esquina de la Aduana, en algún bar de La Unión, en algún sindicato de La Teja, en algún club de Baby fútbol del interior, en un viejo bar y su mostrador; donde alguna vez alguien dijo en su retirada que la murga fue, es y será: «flemática, maniática, romántica, simpática y sensual».

La barriada se queda aplaudiendo, para que la murga a otras tablas se marche, haciendo el cortejo a payasos despintados mientras cantan la retirada del 2024 de La Nueva Milonga que resonó en cada rincón: “abran el pasillo, que se va una murga. Mejor que ninguna, sólo es una más.”

* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)