23 mar 2024

NUEVOS TIEMPOS, VIEJA OLIGARQUIA

Match! entre Milei-Villarruel y la Dictadura: 100 días del presidente, a 48 años del último golpe

Emilia Trabucco
On Mar 22, 2024



Javier Milei, con campera militar camuflada


A poco de cumplirse 100 días de mandato presidencial de Javier Milei-Victoria Villarruel, llega un nuevo aniversario del último golpe de estado cívico militar del 24 de marzo de 1976 en Argentina. La conjugación de ambos hechos es una oportunidad de pensar las profundas transformaciones que operan en el escenario político, en el marco de una crisis estructural que golpea a las grandes mayorías de la región latinoamericana y caribeña, y del mundo entero.

Las derechas, con su proyecto neoconservador, han logrado llegar a controlar los Estados por vía democrática. Ya no (sólo) necesitan golpes militares para llevar adelante un modelo económico de dependencia, valorización financiera y empobrecimiento de las mayorías. Resulta entonces necesario poder pensar las lógicas de construcción de poder en el siglo XXI.

El “fenómeno Milei” es la materialización de la nueva época, donde los actores económicos con sus intelectuales orgánicos, construyen una nueva estructura de poder a nivel global, para lo que necesitan destruir las propias bases del Estado y la democracia formal como la conocemos.

Primer match: el plan económico de Caputo, la versión 2.0 de Martínez de Hoz


La Libertad Avanza, con su presidente “outsider”, está llevando adelante -con una velocidad inédita- un plan económico que coincide, casi en su totalidad, con el que implementó José Martínez de Hoz, ministro de Economía del genocida último gobierno cívico militar, durante el periodo 1976-1981.

El 2 de abril de 1976, el ministro anunciaba el plan económico de la dictadura, utilizando repetidamente la palabra “libertad”: libertad de precios, libertad de importación y exportación, liberación de alquileres, libertad de tasas de interés, acompañado de eliminación de subsidios a los servicios públicos, congelamiento de salarios, suspensión de la negociación salarial con los sindicatos y acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

48 años después, el plan llevado adelante por el ministro de Economía Luis Caputo retoma aquellas recetas a la perfección. Según un estudio del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), ambos planes coinciden en un 68%. El resultado: liberalización del sistema financiero y destrucción total del poder adquisitivo de las mayorías trabajadoras en solo tres meses, con una caída de más del 50% de salarios y jubilaciones. El salario promedio de les trabajadores formales cayó por debajo de la línea de la pobreza: el empobrecimiento aparece como primer factor de disciplinamiento de la clase trabajadora.



La continuidad de ambos programas se explica en trayectoria histórica: un proyecto liberal y antipopular cuya constitución se remonta a la conformación del propio Estado argentino, desde la toma de deuda en 1824 con el Baring Brothers de Londres con complicidad local; la entrada del FMI con la masacre del bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955 y el golpe de Estado al presidente Juan Domingo Perón; y la dictadura de 1976 con apertura de la valorización financiera y la estatización de deuda privada, cuyo resultado fue la noche neoliberal de los 90 y la crisis del 2001.

En este siglo, el avance del proyecto antipopular quedó interrumpido por la contraposición de un programa de crecimiento nacional con inclusión social, llevado adelante por la fuerza política del kirchnerismo. La contraofensiva de los sectores concentrados que lograron rearticularse derivó en la victoria del proyecto neoliberal macrista en 2015-2019, con la vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el triste desempeño de la admiistración de Alberto Fernández, un gobierno que el pueblo eligió de manera contundente en las urnas, pero que desoyó el mandato de sus representades.

El resultado fue la victoria de Milei en 2023, que implosionó las lógicas de la política tradicional y con ello, las dos fuerzas que venían configurando el escenario: el kirchnerismo y el macrismo. A pesar de presentarse como “lo nuevo”, Milei representa el poder de los mismos que se enriquecieron con el plan genocida de la dictadura: los Macri, los Blaquier, los Rocca, los Ledesma, y todo el empresariado apátrida que descargó sus deudas privadas sobre la espalda de los y las millones de argentinas.

Segundo Match: La reversión del terrorismo de Estado: mismo objetivo, nuevas formas de guerra


El jueves 21, a sólo tres días del aniversario del golpe militar, un comunicado de HIJOS ( Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) denunciaba el atentado político sufrido por una de 
sus militantes. Reproduciendo el viejo método del terrorismo, la esperaron en su hogar, abusaron de ella sexualmente, la golpearon y la amenazaron de muerte con armas de fuego. “Nos pagaron para matarte”, le dijeron, dejando en la pared el mensaje “VLLC” (“Viva la Libertad Carajo”), frase del presidente. El conocido objetivo es el de instalar el terror y llamar al “no te metas”.



Como expresó Cristina Fernández de Kirchner en diciembre de 2022, el Partido Judicial reemplazó en el siglo XXI al Partido Militar, constituyéndose como “un súperpoder por encima de las instituciones surgidas del voto popular” (2015), en un entramado que incluye el poder económico, político, mediático y policial. Los actores del poder fáctico instrumentan mecanismos sofisticados para llevar a cabo una guerra multidimensional contra el pueblo y sus organizaciones, con el único objetivo de enfrentar a su enemigo de clase… y seguir enriqueciéndose.

Se observa así en perspectiva histórica la estrategia de instalación del terror para disciplinar a quienes quedan excluides del sistema, con una combinación de viejos y nuevos métodos. El hecho paradigmático de la historia reciente fue el intento de magnifemicidio de Cristina Kirchner el 1 de septiembre de 2022, operado desde el poder económico y político y ejecutado por grupos reaccionarios, relacionados a la fuerza de La Libertad Avanza, Patricia Bullrich y la familia Caputo.


La imagen de un joven disparando en la cabeza de la vicepresidenta se reprodujo una y otra vez en las pantallas, en una espectacularización de la violencia precedida por la construcción sistemática de discursos de odio, que tuvo sus consecuencias en la política, abonando a la desmovilización de una fuerza que se volvía a articular, alrededor del liderazgo popular de Cristina Kirchner y con epicentro en las calles del céntrico barrio capitalino de Recoleta, custodiando su casa.

Hoy se configura así un estado de guerra donde se destaca el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Toma centralidad el territorio virtual como teatro de operaciones para influir en las mentes y los cuerpos de les espectadores y así lograr legitimación y consenso para avanzar en su programa.

Cabe resaltar cómo este proyecto antipopular vuelve a apuntar sus cañones contra las generaciones de jóvenes, quienes personifican -y han personificado a lo largo de la historia-, la desobediencia al orden establecido, y quienes interpretan su tiempo histórico, hijes hoy de esta nueva época en crisis. El plan de aniquilamiento en la última dictadura tuvo el mismo objetivo en la mira: el 98% de los y las 30 mil desaparecides, cuadros y militantes políticos trabajadores y trabajadoras, tenían menos de 35 años.

En los tiempos que corren, los nuevos ejércitos digitales disparan constantemente en la virtualidad para operar sobre el sentido común de les jóvenes que habitan y construyen su subjetividad en las plataformas digitales. 

Como contrapartida, destruyen sueños de futuro empobreciendo a su generación: el 69% de les niñes y adolescentes en Argentina son pobres, y en los barrios populares, este porcentaje llega al 85%.

Se alimentan sentimientos de frustración y habilitan la violencia, sometiendo a millones de personas a un sufrimiento silencioso, detrás de las estadísticas de aumento de padecimientos mentales, consumo de drogas y suicidio adolescente. Nos matan de hambre y de depresión. Sus mecanismos son más sofisticados, pero son los mismos.



Claro está que combinado con estas nuevas formas, necesitan también el brazo represivo tradicional, hoy personificado en las fuerzas de seguridad, comandadas por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y su “doctrina Chocobar”, en el marco de una estrategia de construcción de la figura del enemigo interno que incluye principalmente la criminalización de la pobreza y la política.

Este proyecto en posición de gobierno -en continuidad con el período macrista- trabaja la estigmatización de los sectores populares para luego legitimar el uso de la violencia. En esta estrategia se inscribe el “Protocolo Antipiquetes”, habilitando a las fuerzas de seguridad federales (es decir, aquellas que dependen del gobierno nacional) a reprimir las protestas callejeras. A ello se suma la intención de Bullrich de sumar a las Fuerzas Armadas al plan represivo, y el nuevo reglamento de uso de armas de las fuerzas federales, que le permite a los efectivos disparar sin advertencia previa, y por la espalda. La vuelta del “gatillo fácil”, con la previa del montaje mediático de “lucha contra el narcotráfico”.

Tercer Match: Hoy como hace 48 años, la salida es la organización popular

En la complejidad del escenario que se configura, la pregunta que emerge es cómo construir una salida que se oponga al destino que el poder intenta presentar como irreversible. ¿Cómo se construye una fuerza social de oposición en tiempos donde la lógica de construcción de poder se ha transformado profundamente?


Se suma el desafío de pensar un programa popular en un estado de excepción de facto, pero con la perversidad de presentarse con apariencia democrática. ¿Cómo superar la distorsión de la realidad que habilita el show mediático y el bombardeo des-informativo, que oculta intencionalmente las múltiples iniciativas populares que se despliegan y se tejen a lo ancho y a lo largo del país, aumentando el sentimiento de desamparo y vacío político al interior del proyecto de las mayorías, que hoy atraviesa profundos debates sobre su direccionalidad?

Un desviacionismo que aparece en el seno del proyecto popular es el “pesimismo de la conciencia”, que reproducen intelectuales y referentes políticos. A ello es necesario oponer el optimismo de la acción política y de la historia de un pueblo que supo dar sus batallas y articular sus programas para llevar adelante la necesaria ofensiva de las mayorías trabajadoras.

Este 24 de marzo una gran marcha vuelve a inundar las calles de todo el país, como cada año, esta vez bajo las consignas: “La Patria no se vende” y “30 mil razones para defender la Patria. Nunca más miseria planificada”. Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, HIJOS, organismos de Derechos Humanos, movimientos sociales, organizaciones 
políticas y feministas esta vez se mostraron en unidad con todas las centrales sindicales, incluida la Confederación General del Trabajo (CGT), como hacía mucho tiempo no sucedía. Las juventudes organizadas de distintos sectores también han tejido instancias de unidad en este marco, desde donde están emergiendo nuevos liderazgos.




En tiempos de desinformación programada, se vuelve sumamente necesario poner en primer plano la capacidad del pueblo para rearmarse, las pequeñas victorias cotidianas, a pesar de los pronósticos adversos. Quizás hace falta poner en valor estos hechos además de sólo reproducir una y otra vez los números de la desesperanza y los relatos del derrotismo.

*Psicóloga y Magíster en Seguridad de la Nación. Analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) en Argentina.