25 ene 2015

FALLECIO CORINA BALBI, UNA PERDIDA ENORME


Profundamente conmovidos comunicamos que en la mañana de hoy sábado 24 de enero, falleció la compañera Corina Balbi, en el balneario Kiyú del departamento de San José.
Maestra, escritora, militante social, Corina era hermana del héroe de la resistencia contra la dictadura en Uruguay Alvaro Balbi, e hija del pretigioso maestro y escritor Selamar Balbi, uno de los pioneros de la organización sindical del magisterio.Junto con su esposo Raúl Yebra, residía en Buenos Aires donde se asilaron por la persecución en la década del 70. Fue fundadora de casa Zitarrosa y colaboró con su revsta "De dos orillas". Escritora aguda, nos deja un legado cultural que habrá que difundir y valorar.
El sepelio se realizará mañana domingo 25 de enero desde el velatorio municipal de la ciudad de san José.
Corina Balbi fué la modelo de la maravilosa escultura de Armando González "La Niña de la Paloma", y en homenaje al escultor la propia Corina escribió una página en la que relata la relación de ella una niña y su hermano mártir Alvaro con el artista, en su barrio de Malvín de Montevideo. En su homenaje, junto a la foto de nuestra compañera reproducimos otra de la escultura, y a continuación, también, su relato titulado "Gonzalito, la paloma y unos ojos de seis años"
Gonzalito, la paloma y unos ojos de seis años Corina Balbi (*)
-¿Adónde van? -Al taller de Gonzalito.
-¿Qué van a hacer? -Tenemos una charla.
-¿Sobre qué?
-(Él) Sobre los caballos.
-(Ella) Sobre las palomas. -No lo molesten. Tiene que trabajar.
-Él no trabaja. Es un escultor. -¿Y ustedes creen que un escultor no trabaja?
-(Ella, Corita, ojos de 6 años) No trabaja, no. Piensa.
-(Él, Álvaro, hermano de Corita, ojos de ocho años, asesinado a los ojos 31 por la dictadura militar) piensa con las manos...
No sé cuándo conocí a Gonzalito. Estuvo en mi vida desde siempre, puede decirse que mágicamente, como lo está ahora sin estar y qué increíble, estando idéntico. Desheredado de elemental elegancia, con sus camisillas musculosas de los años cincuenta y sus pantalones azules o grises desalentados de toda perfección -pantalones embolsados y maculados con sus huellas de yeso-, hacía uso de un refinamiento singular desde el modo, la palabra, la deferencia cuando se dirigía a un niño. Las palabras de Gonzalito eran como su larga mesa que atravesaba el rancho, como su arroyo agreste: contundentes, desplegadas, extremadamente naturales. En ellas presumía él su galanura. Era su naturaleza tan concordante (la de su interior y la que lo circundaba) que la afectación, el invertir en empaque hubiera sido deslealtad con su propia, originaria, inocente, candorosa semilla. Hombre artista, obrero del arte, encantador de víboras para unos ojos de ocho años:
-¿A dónde van? 15 1951,
“La niña y la paloma”16 -Al arroyo de Gonzalito.
-¿Qué van a hacer?
-Ir nomás.
-¿Para qué?
-Para ver el caballo de Artigas
. -Lo han visto tantas veces..
. -Ahora trota.
-¿Trota? ¿Hacia dónde?
-Hacia el horizonte.
-¿Para qué?
-Para llegar a él como nosotros un día.
-¿Y con qué fin?
-(Él, Álvaro) Gonzalito nos dijo que alcanzaba con llegar.
-(Ella, Corita) ¡No! Nos dijo algo de detrás del horizonte...
- Ah, nos dijo: “más allá del horizonte”.
Cuando “decía” a los niños, Gonzalito le ponía una máscara de yeso a sus facciones; tenía cara de nada. Cuando Gonzalito ponía cara de nada es que se venía una noticia interesante. Esta vez dijo Gonzalito que no sabía de dónde había aparecido la paloma, que nadie se la había presentado, que era una desconocida. A unos ojos de seis años eso le parecía muy normal, acorde al hombre artista, al encantador de víboras, al mago. A los magos, a los encantadores se les aparecen porque sí conejos, serpientes o palomas. Dijo Gonzalito, mientras revolvía con su estaca la pasta en la media pelota de goma, “que gracias a que no había confianza, la paloma le decía a todo que sí”.
-No como otras..., dijo Gonzalito encubriendo la ironía en la masa amalgamada de su incipiente estatua.
-¡A ver esa paloma si se me queda quieta! ¡Qué embromar! Los ojos de seis años daban razón a Gonzalito, censuraban a la pobre paloma estática con asentir de cabeza, giraban para otro lado, decían adiós a su hermano acompañados de una mano escapada, observaban cambios de pierna, pedían agua.
-¿A dónde van?17
-Al rancho de Gonzalito.
-¿Qué van a hacer?
-Buscar una paloma que se me quede quieta.
-¿Para qué?
-Para sentarla entre las manos.
-¿Y con qué fin?
-Que se quede quietita.
-¿Y por qué no moverse?
-Dijo Gonzalito que para que se parezca a la paz.
-(Él) La niña de la paz debe quedarse quieta.
-(Ella) La niña de la paloma. Sí. Debe quedarse quieta.
-(Ojos de ocho años) ¡Entonces quedate quieta, nena!
-(Ojos de seis años) ¡Que te quedes quieta, paloma!
Tampoco sé cuándo vi por última vez al Gonzalito real. Qué vieron mis ojos de diez y de quince y de cuarenta y hasta de sesenta y un años como tienen ahora. En qué palomas, en qué quietudes, en qué horizontes, en qué pensamientos se detuvieron, en cuáles años de estos ojos se apeó Gonzalito del caballo, puso cara de nada, sermoneó a quien no lo merecía y lograda la quietud, la paz, dio la categórica noticia de su cambio de estado. Con más de una estatua concluida. Con el reconocimiento de lo más académico del arte. Como encantador de serpientes. Como mago. Habiendo cruzado el horizonte todo a puro trote.
* Este texto fue entregado a la Fundación Rodney Arismendi en ocasión de la repatriación de los restos del escultor. Su autora fue la modelo de su obra “La niña y la paloma.”