28 ene 2015

“La comunidad judía argentina está siendo funcional a la revolución silenciosa de la extrema derecha”

MARTES 27 DE ENERO DE 2015 
El fundador del Comité Israelí Contra la Demolición de Viviendas, el argentino-israelí Meir Margalit, alerta sobre el uso que esta haciendo la derecha política de la comunidad judía argentina. Traducción: Ezequiel Kopel.
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Meir Margalit es el coordinador para América Latina del Foro de Organizaciones de Paz, director del Centro para el avance de iniciativas de paz, fundador del Comité israelí contra la demolición de viviendas, y concejal de Jerusalén por el partido Meretz.
Por Meir Margalit (en Israel News)
Se ha probado una vez más que en la Argentina la verdad es más extraña que la ficción. Lo que parecía ser una teoría conspirativa ha tomado forma real y quién sabe qué monstruo acecha. Las fuerzas oscuras del pasado están regresando con ganas de “cobrar” venganza de la familia Kirchner pues el fallecido presidente argentino Néstor Kirchner, esposo de su sucesora Cristina Fernández de Kirchner, los puso en el banquillo de los acusados por crímenes contra la humanidad.
Ya hace una semana que escribí en la edición hebrea del diario “Haaretz” que el asesinato del fiscal Alberto Nisman olía a una conspiración oportunista de derecha, que en connivencia con ex policías y oficiales del ejército, buscaba derrocar al gobierno y destruir la democracia en Argentina, todavía débil después de tres décadas
De hecho, cuando se da a conocer más y más información, la conclusión de que Argentina está pasando por un intento de revolución se fortalece. Se trata de una revolución sofisticada, elegante y refinada,  que se está llevando a cabo no con tanques o ataques a la Casa Rosada, pero con la clara intención de avivar el caos social y económico que derrocó al presidente chileno Salvador Allende en 1973 (como tan bien lo describe la escritora  Naomi Klein en su libro "La doctrina del shock").
Y aquí, en medio de todo el humo, la conmoción, y la desinformación hace su aparición la conexión judía – principalmente debido a que la movida gira en torno al ataque terrorista de 1994 sobre el centro comunitario AMIA en Buenos Aires - y las 85 víctimas que fueron sepultadas debajo de sus escombros. Y en segundo lugar porque el periodista Damián Pachter, quien dio a conocer a los medios la noticia de la muerte de Nisman recibió amenazas de muerte y huyó a Israel, dejando tras de sus pasos un rastro de especulaciones sobre sus motivos.
Pero mucho peor es el rol que la comunidad judía está jugando, involuntariamente,  en este asunto despreciable como protesta por el acuerdo que Argentina firmó con Irán en el intento de absolver a Teherán de su responsabilidad por el ataque terrorista. Sin dudas el acuerdo es controvertido y problemático, pero no está a la altura de los negocios armamentísticos que Israel realizó con la Junta Militar durante la dictadura que se inició en 1976. En la década del 70, el número de judíos asesinados por las armas de fabricación israelí fue varias veces mayor que el número de judíos, que posteriormente, fue asesinado por los secuaces de Teherán en Buenos Aires.
Y la comunidad no se da cuenta de que la extrema derecha se está prendiendo de su legítima protesta para construir los cimientos de una revolución basada en sus críticas. Todo este esfuerzo no le va a servir a la comunidad judía para nada, ni hace falta ser un gran historiador para saber, que tarde o temprano, este intento se dirigirá contra ellos.
Asesinado hace una semana, Nisman es el típico ejemplo del drama judío en Argentina. Él estaba infectado por la misma obsesión con Irán que contaminó a toda la comunidad: se nutrió de información y materiales que Israel le entregó (de acuerdo a los medios locales) y fue utilizado por la derecha para promover una revolución que él, probablemente, nunca quiso y que al final, pagó con su vida.
Así es la historia de los judíos de la Argentina en una pequeña escala. Me pregunto cómo personas sabias y de buen corazón pueden haber caído en esta trampa y terminar del mismo lado con los fascistas del país.
Y si eso no fuera suficiente, está la conexión israelí. Israel se ha convertido en un actor protagónico del drama argentino -y no para la compañía productora adecuada-: los argentinos creen que Tel Aviv le facilitó a Nisman sus materiales de inteligencia, sumado a que fue en esa misma ciudad donde el   periodista dio a conocer la muerte de Nisman encontró refugio.
Probablemente Israel no esté involucrado de forma directa en el asunto, pero los argentinos lo observan como un jugador muy poderoso que complica las cosas por dos razones: en primer lugar, porque es una chance para atacar a Irán;  y segundo porque Israel tiene una cuenta pendiente con los gobiernos de  "izquierda"  de América Latina que abraza a los palestinos y votan en contra de Israel en las Naciones Unidas.
Incluso si la teoría es descabellada, estas dos razones suenan lógicas. En lo que se refiere a Israel, la derecha argentina es más sionista que el actual gobierno argentino y eso ya es razón suficiente para acelerar el cambio de régimen
De esta manera los judíos de la Argentina, cuyo dolor es real, se han convertido en peones en manos de intereses extranjeros que no tienen nada que ver con ellos. Y peor aún, están sirviendo a un proceso histórico que ha sido programado por fuerzas a las cuales no les importa en nada los judíos, y que van a aprovechar la primer chance que tengan para ajustar cuentas con ellos. Parece que cuando la semana pasada los  judíos argentinos salieron a las calles para protestar con carteles que decían "Somos Nisman", irónicamente sabían lo que estaban hablando.
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