16 ene 2015

Mahoma no es el culpable

Ante los hechos que han estremecido y enlutado a París, musulmanes de todo el planeta salieron a condenar esas acciones que para nada tienen que ver con la fe religiosa que practican más de 1 000 millones de personas

Elson Concepción Pérez | internet@granma.cu
enero de 2015



Musulmanes de todo el planeta salieron a las calles este fin de semana para condenar los atentados terroristas en Francia. Foto: Reuters


Comenzar a caminar por un 2015 que trae a cuestas las incertidumbres del 2014 y al que se agregan nuevos componentes de dolor y angustia a causa de actos terroristas en naciones europeas y africanas, fundamentalmente, nos hace sentir rehenes de una realidad que todavía no se enfrenta con todos los requerimientos y sobre la cual bien puede asegurarse aquello de que terror genera terror.

La humanidad está cansada de tantas guerras, de muertes y destrucciones causadas lo mismo por ataques terroristas desde aviones que lanzan cohetes contra poblaciones indefensas, que por grupos locales aprehendidos de supuestos poderes divinos.

Se unen, a lo que ya conocíamos en cuanto a los grupos extremistas, las más irracionales acciones de componentes fanáticos que, supuestamente en nombre del islamismo, han dado la espalda a esa práctica religiosa y se convierten en verdaderos terroristas que practican una filosofía excluyente que la manifiestan con criminales actos alejados de la racionalidad humana.

No es Mahoma el culpable de estos hechos y por tanto resulta condenable que su símbolo sea mancillado, y que se acuda al terrorismo más salvaje para reivindicarlo.

No es casual que ante hechos tan brutales como los que han estremecido y enlutado a París, musulmanes de todo el planeta hayan salido a condenar esas acciones que para nada tienen que ver con la fe religiosa que practican más de 1 000 millones de personas.

Europa ha sido, en estos primeros días del año, blanco de ataques terroristas como el lanzado contra la publicación Charlie Hebdo, en la capital francesa, donde fallecieron 12 personas.

La gran movilización realizada este fin de semana en París para condenar los actos terroristas de esos grupos fanáticos, debe formar parte de una reflexión más generalizada, de manera que los gobiernos y pueblos juntos, hagan su aporte para combatir al terrorismo en todas sus manifestaciones y en cualquier parte del mundo donde resurja como yerba mala.

En algunas naciones africanas como Ni­geria los muertos, solo en los primeros días del 2015, se suman por miles, y los niños, las niñas y los ancianos suelen ser las mayores víctimas.
Más de dos mil personas de la localidad nigeriana de Baga (al noroeste) perecieron durante esta última semana a causa de las ofensivas del grupo extremista Boko Haram, informó una organización defensora de los derechos humanos. El presidente del gobierno local donde se encuentra Baga, Musa Bukar, dijo que “los cadáveres están apilados en el área de la basura y todavía no es seguro ir a recogerlos para enterrarlos”, según despachos de prensa.

Allí, un verdadero ejército del terror se impone por diversas regiones y comete actos tales como el secuestro de decenas de niñas, su violación y la obligación de que practiquen la esclavitud sexual; o los atentados que causan destrozos humanos y materiales.

Eso ocurre en pleno 2015, en un continente africano golpeado además por la enfermedad del ébola causante ya de más de 9 000 muertos, y donde la única fórmula para abolir los males es disponer de recursos para paliar tanta hambre y miseria y curar enfermedades.

Lo más lamentable es que ni la acción o inacción local, ni las llamadas contribuciones militares foráneas, han puesto coto a tan peligrosa tendencia que va en ascenso.

En otra nación africana, Yemen, grupos que dicen responder a la red terrorista Al Qaeda, no solo realizan actos letales en ese país, sino que trasladan su accionar e influencia a países vecinos y otros.

En la llamada región del Oriente Medio, el terrorismo ha encontrado asidero con nuevas y más criminales fórmulas, exacerbado por las guerras llevadas hasta allí desde el exterior, las invasiones y ocupaciones de países, los vulgares y despreciables actos de ofensa a sím­bolos y textos religiosos, practicados por soldados ocupantes, enviados no solo a matar y destruir, sino también a burlarse de creen­cias milenarias, mancillando sus atributos o enfrentando a etnias o grupos de una u otra confesión religiosa.

Ni en Irak ni en Siria existían, una década atrás, grupos terroristas como los que hoy, en nombre de un llamado Estado Islámico, po­nen en práctica las más crueles acciones contra seres humanos.

No puede olvidarse la ayuda militar y financiera proporcionada a esos grupos extremistas desde el exterior con el objetivo de derrocar al gobierno sirio del presidente Ba­shar al Assad; y en el caso iraquí aprovechando la fragilidad institucional y gubernamental para facilitar una vez más la presencia militar extranjera, con el objetivo de preservar el control por las transnacionales occidentales, so­bre los grandes recursos energéticos de esa nación árabe.

El accionar terrorista actual del llamado Estado Islámico supera con creces los efectos nefastos de las diferencias entre chiítas y sunitas, donde también afloran atentados suicidas que para nada pueden ser identificados con la fe musulmana o el respeto al profeta Mahoma.