9 may 2015

El Reino Unido quedó más desunido que nunca

TRIUNFO DE LOS CONSERVADORES EN INGLATERRA, DE LOS INDEPENDENTISTAS EN ESCOCIA Y DE LOS LABORISTAS EN GALES

Mientras un sonriente David Cameron reivindicaba su estrategia política que le permitirá gobernar sin hacer alianzas, los dos grandes derrotados, el laborista Ed Miliband y el liberal-demócrata Nick Clegg, renunciaron al liderazgo de sus partidos.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

La extraordinaria victoria de los conservadores, el aluvión de votos a favor de los nacionalistas escoceses del SNP, el pobre desempeño de los laboristas de Ed Miliband y el paupérrimo de los liberal demócratas desafiaron las predicciones de todas las encuestas y dejaron un reguero de cadáveres políticos de alto calibre. Mientras un sonriente David Cameron reivindicaba su estrategia política con una mayoría de 331 escaños que le permitirá gobernar sin hacer alianzas, los dos grandes derrotados, el laborista Ed Miliband y el liberaldemócrata Nick Clegg renunciaron al liderazgo de sus partidos. Con Escocia dominado por separatistas, Gales por los laboristas e Inglaterra por conservadores con la excepción de Londres y el norte del país, la elección deja un Reino Unido más desunido que nunca.

Radiante con una victoria tan contundente como inesperada, pero consciente de las profundas divisiones del país, el primer ministro David Cameron prometió en su discurso en las puertas de 10 Downing Street volver a unir el Reino Unido. “Como gobierno con mayoría propia podremos cumplir con las promesas de nuestro programa... Vamos a gobernar para todo el Reino Unido. Queremos que todos tengan una oportunidad. Y por supuesto tenemos que armonizar la relación entre las distintas naciones de nuestro Reino Unido. Queremos implementar una devolución para Gales, Escocia e Irlanda del Norte”, dijo Cameron.

La victoria de Cameron es asombrosa no solo porque nadie la predijo sino porque su gobierno impuso como tema central la necesidad de un nuevo ajuste del gasto hasta lograr la eliminación del défict fiscal que, según aseguran los conservadores, sería clave para el crecimiento económico. Este programa duro, suavizado con promesas de reducciones impositivas, aumentos de la pensión estatal y mayor inversión en el Servicio Nacional de Salud, brilló por su ausencia en el discurso que dio ayer el primer ministro reelecto. El respetado Instituto de Estudios Fiscales señaló durante la campaña que era imposible cerrar el déficit si al mismo tiempo se reducen las cargas impositivas y se aumenta algunos sectores clave del gasto como Salud, pensiones y la prometida renovación del carísimo sistema nuclear Trident.

En su discurso el primer ministro confirmó que cumpliría con la promesa electoral de someter a un referéndum en 2017 la continuidad del Reino Unido en la Unión Europea (UE). Prometido para calmar a sus euroescépticos y evitar un éxodo hacia el partido que propone la separación de la UE, el UKIP, tercero en el porcentaje de voto popular, la consulta presenta un doble peligro.

El Reino Unido podría votar a favor de abandonar la UE, gran temor del sector empresario y financiero, y lanzarse a un incierto panorama futuro. A nivel interno la consulta puede reabrir las heridas que prácticamente escindieron al partido entre euroescépticos y eurófilos durante los 90. Esta división terminó con la más desastrosa derrota electoral en la historia de los conservadores en 1997 después de haber ganado, cinco años antes, una elección por un margen similar al de este jueves y con encuestas que igualmente predecían un resultado reñido.

La derrota terminó con el sueño de Ed Miliband de acceder a 10 Downing Street y es el fin de carreras para pesos pesado del calibre de Ed Balls y Danny Alexander, ambos ministros durante el gobierno de Gordon Brown. Miliband apostó a un moderado giro a la izquierda en la campaña con el acento puesto en la agenda social partidaria. La apuesta fracasó. La autopsia de este fracaso ha comenzado con la renuncia de Miliband a la jefatura partidaria.

La derecha partidaria, el ´blairismo, apuntará a este giro a la izquierda como la razón de fondo en un país con las características del Reino Unido. Según esta visión, el centrismo del ex primer ministro ganó tres elecciones sucesivas para el laborismo 1997, 2001 y 2005, un hecho único en los más de 100 años de historia partidaria, porque pudieron capturar escaños del afluente sur del país y de una amplia alianza de clases.

“Los laboristas perdieron y no pudieron recobrar el apoyo de los C2, los trabajadores calificados. Necesitan un mensaje que hable a gente con aspiraciones. Más educación y menos acento en las cuentas de electricidad, más construcción de propiedades que ayuda social”, señaló este viernes Andrew Neather, analista del vespertino Evening Standard.

Una visión alternativa centra el análisis en la moderación del giro a la izquierda de Miliband y su aceptación de los límites impuestos por la agenda conservadora de reducción del déficit fiscal. El ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, señaló que el laborismo no tiene que volver a las políticas centristas del blairismo. “Perdimos el voto de la clase trabajadora en los años del Nuevo Laborismo de Blair porque no nos preocupamos por su situación laboral, su vivienda y la educación de sus chicos. No vamos a recuperar estos votos volviendo a este camino”, señaló Livingstone.

Los liberal- demócratas pagaron caro la coalición que formaron con los conservadores en 2010 que los obligó a apoyar un programa de drástica reducción del gasto y dejar un reguero de promesas incumplidas, como la de terminar con las matrículas universitarias que fueron en realidad triplicadas. En 2010 había ganado 57 escaños: en esta elección quedó reducido a ocho diputados. La derrota de tres pesos pesados del partido muestra la profundidad de la debacle. Los ex ministros de Industria Vince Cable y del Tesoro Danny Alexandre y Simon Hughes, ex presidente del partido, perdieron sus escaños a manos de conservadores, nacionalistas escoceses y laboristas, espectro que ilustra como su respaldo se achicó por derecha, izquierda y centro.

El sistema electoral no proporcional británico contribuyó a que estas derrotas resultaran más contundentes. La realidad es que con un 36,9 por ciento de los votos los conservadores se llevaron más de la mitad de los escaños en juego mientras que el tercer partido en votos, el UKIP, que casi dobló en sufragios a los liberaldemócratas, obtuvo solo un diputado frente a los 8 del Partido de Clegg. En este sistema abundan las paradojas. Según el analista británico Alan Freeman y la politóloga de la Universidad de Maniotoba en Canadá, Radhika Desai, la mayoría concreta de los conservadores es mucho menor. “La mayoría que consiguieron no es solo es menor que la de la Coalición en 2010, sino que es la más pequeña en relación con una mayoría parlamentaria de la historia británica. Los conservadores ganaron treinta escaños con un mero aumento del 0,8 por ciento en el voto. El laborismo perdió 26 escaños con un aumento del 1,5 por ciento”, señalaron en un documento analítico compartido con Página/12.