15 jul 2015

El dedo de Astori

URUGUAY/OPINION

La orden del Poder Ejecutivo al Directorio de Antel de suspender la construcción del Antel Arena, más que una decisión de tipo económica, inscrita en una política global de reducción del gasto público y reasignación de prioridades de inversión, es un acto vengativo. Es más un ajuste de cuentas en el sentido policial que en el de su acepción económica.

Por Leandro Grille
jul 13, 2015



Danilo Astori emula la innobleza del chileno Jara hacia Edinson Cavani, pero a su modo higiénico, con estilo académico y doctoral. Los Cavani del caso no necesitan ser notificados. Lo que resulta un poco más sorprendente es que Danilo haya logrado convencer a Tabaré de llevar a cabo esta gestualidad cruel y espectacular con una obra que ya estaba en marcha, algo que a todas luces no puede resolver ningún problema de déficit fiscal y que, por lo tanto, resulta en la peor ecuación posible: económicamente irrelevante y políticamente nefasta.

Pero debemos sustraernos de esta medida concreta e incluso de todo el paquete de ajuste que se anticipa, para preguntarnos por qué tras diez años de gobierno frenteamplista la gestión de la economía ha quedado siempre bajo la órbita del mismo sector político o, para ser más preciso, del mismo equipo, la misma gente conducida por Danilo Astori (a esta altura, una casta). ¿Es posible que la izquierda no haya logrado organizar una masa crítica de economistas lo suficientemente amplia como para proveer a la fuerza política de otros cuadros igual de sólidos desde el punto de vista técnico, pero con ideas un poco menos ortodoxas?

Es evidente que hay un problema de ese orden. Porque ni siquiera Mujica, con su prédica antisistémica, puso de ministro de Economía a un heterodoxo. Ni siquiera se atrevió a poner a uno propio, amigo suyo, como Buonomo o Frugoni. Incluso cuando se le dio por un gesto tímido y se le ocurrió cambiar el subsecretario del MEF (Luis Porto pasó a la Cancillería ) y nombrar a un economista con un pensamiento completamente distinto al del astorismo, la jugarreta terminó en la nada. Así, el economista socialista Alejandro Antonelli fue designado en mayo de 2013 y removido en diciembre de ese mismo año, para ser sustituido por Jorge Polgar. Algunos, al principio, lo acusaron de ser una “quinta columna” del mujiquismo en el equipo económico, como si Mujica, en última instancia, no fuera el presidente. Después, ni eso. Durante el tiempo que estuvo como subsecretario, faltó que lo escupieran. Astori sólo tuvo un elogio hacia el designado: “No conozco a esa persona”, dijo, y considerando las circunstancias, era lo mejor que podía decir. En rigor, la vida de los pocos economistas que no comulgan con el pensamiento dominante astorista ha sido breve en el gobierno e intrascendente en el plano de la gestión económica. Podríamos citar el contraejemplo de Daniel Olesker, pero su participación en el Ejecutivo siempre estuvo lejos del Ministerio de Economía, el Banco Central y los bancos públicos.

Es bastante claro que Pepe Mujica intentó armarle un equipo económico paralelo a Astori. Sobre todo desde la OPP e inspirado quizá en aquella patriada de Carlos Viera como presidente de esa oficina para lograr 4,5% del PBI para la educación. Pero a diferencia de la movida de Tabaré con Viera, a Pepe Mujica la movida le salió mal. 
Las cosas que parió ese equipo económico paralelo, con la absoluta oposición del Ministerio de Economía, como el Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR), fueron declaradas inconstitucionales y, finalmente, sustituidas por un impuesto al patrimonio rural, ahora sí con la anuencia y el diseño del astorismo.

El equipo paralelo de Pepe anduvo mal porque a los elegidos les faltó nivel y política. Pero también porque la economía no se puede conducir desde la pura ideología, desde un búnker sin acceso a la información, a los datos duros, a los números. Y, por el contrario, Astori tiene todo lo que a los otros les falta. Sabe de economía, sabe de política. Es un animal polemizando. Y pareciera que todos los economistas potables de Uruguay finalmente le dieran la razón. Pero hay que hacer esa distinción en la cabeza: los economistas le dan la razón, pero la razón no le pertenece a nadie. Y el pensamiento económico del astorismo es válido, pero no único, y mucho menos es el único de izquierda posible. En principio, porque ni siquiera se puede afirmar que sea de izquierda en el contexto actual.

La contribución de Danilo a Uruguay y a la izquierda uruguaya ha sido impresionante. Muchos de los logros que ha tenido nuestro país en los últimos diez años se deben a la capacidad que ha tenido su equipo para conducir la gestión de la economía nacional con solvencia, seriedad y prolijidad. En estos años casi todos los indicadores sociales mejoraron mucho de la mano del crecimiento económico y la redistribución del ingreso. Los éxitos del danilismo han sido tantos que es normal que nuevamente Tabaré haya requerido sus servicios. Sin embargo, las políticas de Danilo tienen los límites de sus concepciones ideológicas. Y si bien todos vivimos bajo el mismo cielo, no es obligatorio que persigamos el mismo horizonte.

Si Tabaré quiere avanzar hacia al socialismo, como dijo en el Consejo de Ministros del 17 de junio, si el Frente Amplio se atreve a avanzar en un camino con intenciones postsistémicas, necesariamente va a tener que animarse a elegir nuevos instrumentos que hasta hoy han sido intocables. Y para eso va a necesitar técnicos sólidos, pero dispuestos a analizar opciones que hoy parecen heréticas. Porque el socialismo es una herejía para los economistas ortodoxos. Sólo es posible, superándolos. Y en última instancia, rechazándolos. De vez en cuando nos vendría bien un Varoufakis. ¿No tenemos ninguno?