François Fillon se impuso cómodamente en el ballottage ante otro representante del liberalismo, Alain Juppé. El proyecto del ganador se traduce en un retroceso en muchas de las conquistas sociales de los últimos años y en la restauración de un catolicismo retrógrado.
Por: Eduardo Febbro
Será un conservador ortodoxo y católico quien intente reconquistar el poder que la derecha perdió en 2012.
La derecha católica y más liberal representará al partido Los Republicanos en las elecciones presidenciales de 2017. El ex primer ministro François Fillon ganó por amplio margen la segunda vuelta de las primarias y con ello sella el ascenso de una derecha cuyo proyecto central se traduce en un retroceso en muchas de las conquistas sociales de los últimos años y en la restauración de un catolicismo retrógrado. Fillon se impuso ante el otro modelo de centro liberal encarnado por el también ex primer ministro Alain Juppé. El margen de su victoria es amplísimo: Fillon ganó con cerca del 66 por ciento de los votos. Ello prueba que su ya cómoda victoria en la primera vuelta que condujo a la descalificación del ex presidente Nicolas Sarkozy no fue un momento de malhumor o una advertencia sino una verdadera apuesta por un hombre a quien el sistema de los medios y sus adversarios habían apenas colocado en un papel decorativo. Pero Fillon terminó apoderándose de la candidatura presidencial que las encuestas habían prometido casi exclusivamente a Juppé. En silencio, los electores optaron por la versión más antigua y radical dentro de las varias líneas defendidas por los conservadores. El ex primer ministro de Nicolas Sarkozy, sin que nadie se percibiera de ello, logró hacer una suerte de síntesis de todas las derechas y convencer a los votantes que ayer propulsaron a un hombre de tono aburrido y cuya imagen y propuestas están en las antípodas del mundo contemporáneo. Se opone al matrimonio igualitario e, inspirado en sus valores católicos, ha manifestado sus “reservas” ante el aborto.
Nicolas Sarkozy y Alain Juppé, los dos viejos ruteros de la política, han sido las principales víctimas del imprevisto ascenso de François Fillon. Mucho antes de que se conocieran los resultados, Juppé se mostró molesto con la forma en que fue tratado por los medios y sus adversarios. El ex jefe del Ejecutivo se considera objeto de una campaña “calumniosa e inmunda” por parte de los sectores más extremos de la derecha. Al final, con o sin denuncias, será un conservador ortodoxo, católico y mega liberal quien detenta hoy las llaves de la reconquista del poder que la derecha perdió en 2012, cuando, en aquel entonces, el todavía socialista François Hollande derrotó a Nicolas Sarkozy. Después de años y años de altercados y guerras fratricidas al más alto nivel, la derecha francesa realizó una excelente operación política que le permite poner en marcha una dinámica positiva. Entre las dos vueltas de la primaria movilizó a cerca de seis millones de electores, demostró que es capaz de desplegar un juego abierto donde es las sociedad quién decide y no los aparatos políticos e eligió a un candidato que, ante la oferta de las otras corrientes, supo hábilmente lavarse la cara y hacer el olvidar que fue el encargado de aplicar, durante los cinco años en que ocupó el cargo de Primer Ministro de Nicolas Sarkozy, los lineamientos liberales más radicales que haya conocido Francia. Fillon personifica los miedos típicos de los electorados occidentales que, desde Gran Bretaña con el Brexit, Trump en los Estados Unidos, o las extremas derechas de Austria u Holanda, optan por ir en contra de un mundo abierto, multicultural, con fronteras generosas y sistemas sociales que protegen a los ciudadanos. Son tiempos de despidos facilitados por la desregulación, de deterioro de los Estados Sociales, de un repliegue hacia los valores derivados de la identidad y de temáticas protectoras como las visas y el cierre de las fronteras. En un mundo que multiplica sus riquezas y las desigualdades con los intercambios de la globalización, estos candidatos proponen un cierre relámpago de los territorios y las culturas. La paradoja es suntuosa: si Fillon gana en 2017, habrá en París un católico tradicionalista liberal y en el Vaticano un Papa progresista en casi todos los temas en los cuales Fillon se inscribe en las líneas más conservadoras de la Iglesia.
Toda la atención se centra en adelante en el presidente francés. François Hollande debe anunciar en estos días si se será candidato a su reelección y, por consiguiente, a las primarias que la izquierda organiza en enero de 2017. El problema es que al PS le volvió a salir una espina en el zapato: la victoria de Fillon en las primarias conservadoras de- sató los apetitos del actual primer ministro, Manuel Valls. El responsable del Ejecutivo quiere también presentarse a la elección y está incluso dispuesto a competir contra Hollande en la primaria de enero. En una entrevista publicada ayer por el diario Journal du dimanche, Valls no excluye esa eventualidad y apoya su proyecto en la intención de querer “romper esa mecánica que conduce a la derrota”. Una derecha retrógrada, un Partido socialista sancionado por el mandato de François Hollande, una izquierda divorciada dentro y fuera del PS, el teatro político francés está revuelto. Los síndromes negativos de la derecha se trasladaron hoy a la izquierda con un horizonte donde el PS podría ser derrotado en la primera vuelta presidencial por la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, y donde se dan también otras dos situaciones por demás anómalas: un presidente saliente participando en una primaria –nunca visto, es el jefe– entre cuyos más rudos adversarios estaría su actual primer ministro. Las metodologías del suicidio son variadas y el socialismo francés parece tener una obsesión por experimentarlas todas. La derecha ya está en orden de batalla mientras la izquierda sigue en el desorden de una derrota cantada.
efebbro@pagina12.com
El dron, una amenaza
Las fuerzas de seguridad francesas tratarán como una amenaza todo dron posado o estrellado en el suelo sobre el que se vean obligadas a intervenir, señaló una nota confidencial difundida ayer por el diario Le Parisien. El procedimiento de intervención, según ese comunicado, será el mismo que ante un paquete sospechoso y obligará a los agentes a no tocarlo, a establecer un perímetro de seguridad y a actuar junto a los artificieros. Los cinco presuntos terroristas detenidos el fin de semana pasado en Estrasburgo y en Marsella fueron encarcelados e imputados por asociación terrorista con el objetivo de cometer un atentado y a tres de ellos se les atribuyeron cargos de adquisición, posesión, transporte y cesión ilegal de armas y municiones de categoría A y B, igualmente en relación con una organización terrorista. La Fiscalía de París informó ayer que preparaban un atentado de gran envergadura en Francia el 1 de diciembre y que estaban “teledirigidos” desde Siria o Irak por el Estado Islámico (EI). La consigna informada ayer por Le Parisien fue emitida el 19 de octubre en respuesta a un ataque con un dron registrado el día 2 de ese mes en Erbil, en el norte de Irak, que fue interceptado y que al explotar en el suelo mató a dos combatientes kurdos e hirió de gravedad a dos soldados franceses. “Esta amenaza debe tenerse en cuenta en el territorio nacional”, apuntó la nota, enviada por la Prefectura de la zona de defensa y seguridad del sureste.
Francia es el país europeo más castigado por el terrorismo en el último año y medio, durante el que se registraron 230 víctimas mortales, entre las que se incluyen las 130 de los ataques del 13 de noviembre de 2015 en París y en la vecina Saint Denis y las 84 del atentado de Niza el 14 de julio de 2016.