EL PROTECCIONISMO Y EL AISLACIONISMO SERAN LOS EJES DE LA POLITICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE BAJO TRUMP
Repliegue en Europa y tensión con China
Desde las amenazas a la continuidad de la OTAN hasta un retroceso de décadas en la lucha contra el cambio climático, la nueva etapa traerá otros desafíos que el resto del mundo deberá resolver sin el apoyo de la principal potencia.
Página/12 En Estados Unidos
Con la victoria de Donald Trump no solamente se termina una etapa de la historia política de los Estados Unidos, que están ante la puerta de una restauración conservadora como no se vio en décadas, con las tres ramas del Estado en manos del Partido Republicano. Además, la llegada del magnate a la Casa Blanca provocará cambios profundos en todo el planeta, con efectos que comenzarán a verse pronto pero consecuencias que pueden durar décadas, en la medida que se modifiquen paradigmas arraigados hace más de un cuarto de siglo y se reconfigure el mapamundi.
Desde las amenazas a la continuidad de la OTAN hasta un retroceso de décadas en la lucha contra el cambio climático, la nueva etapa traerá nuevos desafíos que el resto del mundo deberá resolver sin el apoyo de la principal potencia. La falta de definiciones de Trump en este área no hacen más que agrandar la incertidumbre.
La designación del próximo secretario de Estado es una de las noticias esperadas con más ansiedad no solamente en Washington sino en todas las capitales del mundo. Ese cargo equivale al ministerio de Relaciones Exteriores, pero en un gobierno de una potencia imperial goza de un status de primus inter pares del gabinete presidencial. Sin pistas sobre cuál será el enfoque de Trump, el nombre del elegido para ese cargo clave puede dar una idea de cuáles son los planes del presidente electo para el mapa global.
Durante la campaña, Trump mencionó varias veces la posibilidad de rescindir el apoyo a la OTAN, particularmente si algunos de los socios del tratado de defensa transatlántico no cumple con los compromisos económicos de manutención de la alianza. Ese solo paso podría, en cuestión de días, marcar el principal realineamiento del mapa mundial desde la caída del muro de Berlín. En el equipo de transición sostienen de todas formas que no es una decisión que se encuentre hoy en día en la carpeta del mandatario. Del otro lado del Atlántico, la presidenta alemana Angela Merkel ofreció colaboración al flamante mandatario, aunque con la necesaria aclaración de que la relación debía estar “basada en los valores compartidos” históricamente por las dos grandes potencias occidentales.
Sin embargo otras voces ya se alzaron para advertir sobre la urgencia de que la Unión Europea tome para sí la responsabilidad de defenderse sin depender de Washington. El presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, reconoció el miércoles, tras la victoria de Trump, aseguró que “siempre fue obvio que los Estados Unidos no iban a proteger este continente eternamente”; Francia, Alemania, España e Italia anunciaron que avanzarán con una agenda de ejercicios de cooperación militar a un ritmo mayor al previsto; esta semana habrá en Bruselas una reunión de ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de todos los países donde discutirán las alternativas para hace a Europa menos dependiente de los Estados Unidos.
Si bien la oportunidad para un Ejército Europeo unificado aún esté lejos, los pasos a seguir van en esa dirección. El ex primer ministro belga y presidente de la Alianza de Liberales y Demócratas de Europa, Guy Verhofstadt, aseguró que “la integridad territorial de Europa está en riesgo” ya que “por primera vez desde 1941 la seguridad de Europa no estará bajo el paraguas de los Estados Unidos”, que dejará de considerar a su socio una prioridad. “Europa no debe esperar para construir una Union de Defensa Europea para desarrollar su propia estrategia de seguridad”, agregó Verhofstadt, y apuntó a conformar “un comando europeo unificado” que incluya también a otros países que no forman parte del bloque continental.
Directamente relacionado al vínculo de Washington con Bruselas está la relación, siempre tensa, de la Casa Blanca con el Kremlin. Antes de ser elector, Trump y el presidente ruso Vladimir Putin habían intercambiado flores. Incluso se vinculó a Moscú con los leaks de documentos demócratas, y los demócratas denunciaron una campaña de Putin para ayudar al candidato republicano a llegar al poder. “Rusia está lista para reestablecer las relaciones bilaterales con los Estados Unidos”, dijo el mandatario ruso a la televisión estatal, luego de conocerse el resultado de los comicios. Advirtió, sin embargo, que “habrá dificultades” en el camino. Además, escribió un telegrama a Washington, pidiéndole a su par “el inicio de un diálogo constructivo basado en los principios de equidad, respeto mutuo y consideración genuina por los deseos del otro” para solucionar “la crisis actual” por la que pasa la diplomacia entre los dos países.
Más complicada promete ser la relación con Pekin. En su “contrato con el votante” que incluye las promesas de campaña del presidente electo, Trump se compromete a denunciar a China por manipular el mercado cambiario para perjudicar a la economía norteamericana, algo que podría desencadenar una guerra de divisas que hunda el comercio internacional. La salida de los Estados Unidos del TPP y nuevas barreras a su economía no ayudarían a revertir la situación. El presidente chino Xi Jinping ofreció sus saludos a Trump en un mensaje en el que dijo que ambos países “sostienen una responsabilidad especial” y que espera desarrollar una “relación estable de largo plazo” y “resolver las disputas de acuerdo al principio de no confrontación”.
Sin embargo, el ámbito en el que más puede incidir el nuevo presidente de los Estados Unidos en el corto plazo es uno de los que menos se ha discutido en estos días y tiene que ver con el cambio radical de paradigma respecto a la lucha contra el cambio climático. Trump prometió en campaña levantar automáticamente todas las barreras a la producción y uso de energías no renovables y contaminantes y retirar todos los aportes monetarios a programas internacionales referidos a la preservación ambiental a través de Naciones Unidas, lo que reduciría ese presupuesto a menos de la mitad.
Sucede que el magnate cree que el cambio climático es una “farsa” y en la campaña prometió varias veces “desmantelar” la Agencia de Control Ambiental. Luego de ocho años en los que Barack Obama avanzó como ningún presidente norteamericano antes en la agenda ecológica, la administración Trump podría “retroceder varias décadas” en la materia, coinciden la mayoría de los expertos. Las primeras señales no son alentadoras: el funcionario asignado por el presidente electo para supervisar la transición en ese área es Myron Evell, uno de los principales lobbistas de las empresas más importantes del sector de hidrocarburos. Además, los días del Tratado de París, firmado recientemente por Estados Unidos y China, además de otros 190 países, en el que todos se comprometen a reducir la polución, tendrá el 20 de enero sus horas contadas.