8 nov 2016

LA GRAN PELICULA

ELECCIONES EN EE.UU

Aislacionismo y proteccionismo como telón de fondo


Los candidatos republicano y demócrata a la presidencia de los Estados Unidos se dirigen a sus respectivos estrados momentos antes de dar comienzo al debate.

 Por Paola Bianco *

En las elecciones de hoy en los Estados Unidos no sólo se dirime la política nacional sino el tipo de liderazgo mundial que ejercerán los próximos años, cuya gravitación en los procesos mundiales es indiscutible.Si bien las estrategias que plantean Hillary Clinton, del Partido Demócrata, y Donald Trump, del Partido Republicano, pretenden recomponer el liderazgo estadounidense desde lógicas diferentes, el proceso electoral ha expresado tendencias aislacionistas que cuestionan de diferentes formas la globalización y que influirán en las relaciones internacionales y en el curso de los procesos de libre comercio regional.

Por un lado, el candidato republicano, un outsider proveniente del mundo empresarial, reactualiza un aislacionismo arcaico o paleoaislacionismo que cuestiona el rol de los Estados Unidos como “policía del mundo” a partir del enorme déficit presupuestario que acumula, pero propone sin embargo el cofinanciamiento de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN– para continuar con las intervenciones militares.
Del mismo modo que los paleo de la década del 90, que frente al problema de la pérdida de liderazgo norteamericano a partir de la emergencia de potencias económicas como Alemania y China y de la relocalización de la industria en el ex Tercer Mundo, sostenían que una vez finalizada la Guerra Fría los Estados Unidos debían concentrarse en la política doméstica, achicar el gasto –incluido el militar–, bajar los impuestos y quitar los “privilegios” conseguidos por afroamericanos e inmigrantes durante el New Deal y las luchas por los derechos civiles de la década del 60, Trump propone terminar con todo intervencionismo estatal y con toda inmigración.
Frente al problema del desempleo en los estados industriales del Rust belt (cinturón de óxido), que se agravaron durante la crisis financiera de 2008 y en la búsqueda de apoyos de la clase trabajadora, el candidato republicano ha sido coherente en su aislacionismo, manifestado en su oposición a los tratados de libre comercio –TLC–, que en América latina abarca el TLC con América del Norte –el TCLAN, con México– y el Acuerdo Transpacífico –TTP, por sus siglas en inglés–, un megaacuerdo que excluye a China y tiene como socios a México, Chile y Perú en la región, aunque Colombia y hasta Argentina y Brasil aspiran a sumarse en una redefinición del proceso de integración sudamericano a contramando de un mundo que tiende al proteccionismo.
El aislacionismo de Trump implica también la reactualización del rechazo a la inmigración latinoamericana y musulmana de la derecha cristiana, otra vertiente dentro del movimiento conservador que desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 intentó prohibir esta inmigración, del mismo modo que el aspirante a la Casa Blanca. Para conquistar a estos sectores evangélicos, el millonario se ha dado toda una política, que incluyó el ofrecimiento de cargos en la Corte Suprema, aunque su polémico perfil sexista y su trato aberrante hacia las mujeres le restaron apoyos de este sector.
Si bien la candidata demócrata, con excelentes vínculos con el sector financiero, se inscribe dentro de un liberalismo internacionalista proglobalizacion, una tendencia neodemócrata que inauguro su marido, el ex presidente Bill Clinton, y aspira a trabajar con aliados occidentales en coalición, Clinton ha perdido apoyos de las bases demócratas –que paralelamente ha ganado Trump con su retórica antiglobalización–, a partir de la promoción de los megaacuerdos comerciales diseñados a medida de las transnacionales, que si prosperan terminarán con toda regulación estatal, sobre todo del trabajo, en todos los países involucrados, incluidos los latinoamericanos.
Aunque si gana Clinton, el ala izquierda del partido, liderada por Berni Sanders, que también expresa una posición antiglobalización, se verá reflejada en el Congreso, donde es casi un hecho que presidirá el Comité de Hacienda, clave para las políticas de libre comercio. Ni hablar si gana Trump.
* Analista internacional (Flacso)