A LA ECONOMÍA NO HAY SEMESTRE QUE LE VENGA BIEN
Otro fantástico negocio. La exitosa colocación de bonos en pesos, a largo plazo y con una tasa de interés inferior a la inflación asombró en octubre. Ahora se entiende: esos extraños inversores sabían que el JP Morgan incorporaría esos bonos a su índice de mercados emergentes, como se informó el viernes, en cuanto se eliminó la última restricción al movimiento de capitales. Otro fantástico negocio para los que saben y para la economía sólo crece la inestabilidad.
Por Horacio Verbitsky
Por Horacio Verbitsky
08 de enero de 2017
Pagina12
Luis Caputo, ministro de Finanzas.
(Imagen: Leandro Teysseire)
El viernes, el banco JP Morgan, donde se desempeñaron el ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso De Prat-Gay y el actual de Finanzas, Luis Caputo, anunció que en su próxima reunión del 28 de febrero incorporará los bonos argentinos en pesos a su índice Government Bond Index-Emerging Markets (GBI-EM). Según explica el Observatorio Monetario-Financiero del Centro de Economía Política (CEPA) en su informe “No hay Plan B” este índice se compone de deuda soberana emitida en moneda local por países emergentes como Brasil, Chile, Colombia, Indonesia, Turquía, Nigeria y es referencia internacional, por lo que esos bonos serán incluidos en las carteras de diversos fondos de inversión de todo el mundo. Para acceder a ese parnaso de la deuda instantánea un país emergente debe cumplir una serie de requisitos: tener emisiones a tasa fija y en moneda doméstica por más de mil millones de dólares, que esa inversión sea convertible y que no existan restricciones al movimiento de capitales. La Argentina superó el monto mínimo en octubre, lo que precipitó una carrera entre todos los actores financieros por adquirir esos bonos en pesos. Ahora que se suprimió la restricción de los 120 días de permanencia de los fondos, el JP Morgan los incluye en su GBI-EM, lo que aumentará su precio y permitirá a los tenedores hacer otro fabuloso negocio de compra-venta. Esto responde al desconcierto que provocó la extraordinaria (y sospechosa) proeza del Tesoro al colocar 75 mil millones de pesos en moneda local, a 10 y 7 años y a tasas fijas de 15,5 por ciento y 16 por ciento, muy inferiores a cualquier proyección de inflación para el próximo trienio. Tampoco era fácil entender entonces por qué se recibieron tantas ofertas desde el exterior para adquirir un bono en moneda local de una economía con serios problemas inflacionarios y a tan baja tasa. La respuesta se llama en inglés insider information y se hizo ostensible hace 48 horas. En castellano quiere decir que alguien les chifló que en pocos meses esos bonos ingresarían al índice estelar del JP Morgan lo cual propulsaría su cotización. Para el CEPA, se trató de un nuevo guiño del gobierno a la banca internacional, que determina en gran medida hacia qué países van los fondos de inversión. Pero los dólares especulativos que se aventuren hasta aquí podrán volver a base en un chistar de ojos o parpadear de pantalla. Esto refuerza el financiamiento de la fuga de capitales en el corto plazo (que ya está en niveles históricos) y agrega un fuerte componente de fragilidad y vulnerabilidad económica al país.
Este negocio financiero coloca a la Argentina en el rumbo opuesto al que sigue la economía mundial: mientras aquí se quitaban los últimos controles al movimiento de capitales, China imponía un límite a la compra de divisas por cada individuo (“lo que aquí algunos llamarían cepo”, ironiza el Observatorio). Esto se debe a que la unificación cambiaria del Yuan impulsada por el FMI y la liberalización del mercado de capitales en China generó una fuga próxima a los 200 mil millones de dólares sólo en 2016 (medio PIB argentino) y obligó a las autoridades a establecer un máximo de venta de divisas de 50 mil dólares por cabeza al año. “Como si fuese poco, las previsiones para este año no son alentadoras para nadie: la Reserva Federal de Estados Unidos ya confirmó que subirá la tasa al menos tres veces durante 2017, lo que supone un fortalecimiento del dólar y fuga de capitales globales hacia esa plaza. En ese contexto, este tipo de políticas no son aisladas: comienza a repensarse la regulación de los mercados de capitales”, añade el trabajo. Ni qué pensar qué quedará de la fantasía de Cambiemos de abrir la economía y especializarse en la producción de alimentos, en procura del sueño oligárquico del granero que se transforma en el supermercado del mundo.
Otra para el mismo lado
No fue un opositor sino el mejor amigo público del nuevo ministro de Hacienda Nicolás Dujovne quien objetivó que la supresión del 5 por ciento del IVA que se devolvía para las compras con tarjetas de débito pagará las concesiones realizadas a los sindicatos en el impuesto a las ganancias. Comenta el experto en asuntos tributarios Jorge Gaggero: “Esto deja al desnudo el carácter injusto de una política que transa beneficios para la elite de los trabajadores sindicalizados en el impuesto a los ingresos con costos cargados a la imposición al consumo (IVA), que resulta ahora más regresiva aún”. La última vez que una corrida vació las reservas, en 2001, Dujovne era economista jefe del Banco Galicia, en cuyo rescate de la quiebra Fernando De la Rúa y Domingo Cavallo invirtieron ingentes recursos públicos y desarrollaron penosos controles y regulaciones para rescatarlo, sin informar a la sociedad y sugiriendo que esas medidas de excepción eran “para salvar al Banco de la provincia de Buenos Aires”. Tampoco en los tres semestres de este año se sentirá ni la humedad de la anunciada lluvia de inversiones. El viceministro de Economía de Carlos Menem, Orlando Ferreres, describió el proceso de inversiones: “Primero los bancos compran acciones, después bonos, en la tercera fase llegan las compras y fusiones de empresas, que duran dos o tres años, y luego empiezan a crearse empresas nuevas”. Recién a mediados de año comenzarán las compras y fusiones de empresas, “cuando se vea cómo vienen las encuestas”.
La propuesta reducción de lo que Dujovne llama costos salariales y la propuesta presidencial de abrir todos los convenios laborales redefinen las perspectivas para el segundo año de gobierno. La represión de la Infantería policial a quienes protestan por los despidos en el ministerio de Educación, con tropas en los pasillos y dentro de las oficinas intimidando a los trabajadores; la designación de jefes policiales con antecedentes descalificatorios; la apertura de la causa fenecida por la denuncia del ex fiscal Natalio A. Nisman; el humillante convenio del ministerio de Defensa con la Guardia Nacional del estado de Georgia, en Estados Unidos (ver páginas 2-3), y la omisión de las islas Malvinas en un mapa distribuido por la ministra Carolina Port Stanley transmiten un mensaje unívoco: quien se oponga debe prepararse para una dura respuesta, como las que el eje occidental del Bien reserva para el fantasmático terrorismo internacional. A ese mundo, la Argentina ha vuelto con bombos y platillos. Las primeras medidas anunciadas por Dujovne responden a los pobres resultados del primer año de gestión y a las pálidas perspectivas para el año electoral que definirá la extensión del mandato de Macrì en la presidencia. La reducción de los aportes patronales que hizo quebrar el sistema previsional y llevó al Estado a endeudarse con las AFJP, que le prestaron a altas tasas el mismo dinero que el Estado les cedió, mientras la mitad de los jubilados quedaban abandonados, es una idea que retorna un cuarto de siglo después, cuando la CEPAL estima que el crecimiento de 2017 no pasará de 2,3 por ciento. En su informe de enero, FIDE pone en duda incluso tan modesta meta, salvo que una recomposición real de los salarios reactive el consumo interno. FIDE constata que en un año el endeudamiento externo saltó del 34 al 54 del Producto Interno Bruto y los pagos de intereses pasaron de consumir el 13,5 al 22,9 por ciento de las exportaciones. Los depósitos en dólares se duplicaron, del 11,7 al 22,3 por ciento pero los préstamos en dólares se triplicaron, del 4,8 al 14,5 por ciento de los préstamos totales. Sumado a la supresión de los últimos controles a la movilidad de los capitales especulativos se está incubando una tormenta perfecta cuya única incógnita es el momento en que comenzará.
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Luis Caputo, ministro de Finanzas.
(Imagen: Leandro Teysseire)
El viernes, el banco JP Morgan, donde se desempeñaron el ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso De Prat-Gay y el actual de Finanzas, Luis Caputo, anunció que en su próxima reunión del 28 de febrero incorporará los bonos argentinos en pesos a su índice Government Bond Index-Emerging Markets (GBI-EM). Según explica el Observatorio Monetario-Financiero del Centro de Economía Política (CEPA) en su informe “No hay Plan B” este índice se compone de deuda soberana emitida en moneda local por países emergentes como Brasil, Chile, Colombia, Indonesia, Turquía, Nigeria y es referencia internacional, por lo que esos bonos serán incluidos en las carteras de diversos fondos de inversión de todo el mundo. Para acceder a ese parnaso de la deuda instantánea un país emergente debe cumplir una serie de requisitos: tener emisiones a tasa fija y en moneda doméstica por más de mil millones de dólares, que esa inversión sea convertible y que no existan restricciones al movimiento de capitales. La Argentina superó el monto mínimo en octubre, lo que precipitó una carrera entre todos los actores financieros por adquirir esos bonos en pesos. Ahora que se suprimió la restricción de los 120 días de permanencia de los fondos, el JP Morgan los incluye en su GBI-EM, lo que aumentará su precio y permitirá a los tenedores hacer otro fabuloso negocio de compra-venta. Esto responde al desconcierto que provocó la extraordinaria (y sospechosa) proeza del Tesoro al colocar 75 mil millones de pesos en moneda local, a 10 y 7 años y a tasas fijas de 15,5 por ciento y 16 por ciento, muy inferiores a cualquier proyección de inflación para el próximo trienio. Tampoco era fácil entender entonces por qué se recibieron tantas ofertas desde el exterior para adquirir un bono en moneda local de una economía con serios problemas inflacionarios y a tan baja tasa. La respuesta se llama en inglés insider information y se hizo ostensible hace 48 horas. En castellano quiere decir que alguien les chifló que en pocos meses esos bonos ingresarían al índice estelar del JP Morgan lo cual propulsaría su cotización. Para el CEPA, se trató de un nuevo guiño del gobierno a la banca internacional, que determina en gran medida hacia qué países van los fondos de inversión. Pero los dólares especulativos que se aventuren hasta aquí podrán volver a base en un chistar de ojos o parpadear de pantalla. Esto refuerza el financiamiento de la fuga de capitales en el corto plazo (que ya está en niveles históricos) y agrega un fuerte componente de fragilidad y vulnerabilidad económica al país.
Este negocio financiero coloca a la Argentina en el rumbo opuesto al que sigue la economía mundial: mientras aquí se quitaban los últimos controles al movimiento de capitales, China imponía un límite a la compra de divisas por cada individuo (“lo que aquí algunos llamarían cepo”, ironiza el Observatorio). Esto se debe a que la unificación cambiaria del Yuan impulsada por el FMI y la liberalización del mercado de capitales en China generó una fuga próxima a los 200 mil millones de dólares sólo en 2016 (medio PIB argentino) y obligó a las autoridades a establecer un máximo de venta de divisas de 50 mil dólares por cabeza al año. “Como si fuese poco, las previsiones para este año no son alentadoras para nadie: la Reserva Federal de Estados Unidos ya confirmó que subirá la tasa al menos tres veces durante 2017, lo que supone un fortalecimiento del dólar y fuga de capitales globales hacia esa plaza. En ese contexto, este tipo de políticas no son aisladas: comienza a repensarse la regulación de los mercados de capitales”, añade el trabajo. Ni qué pensar qué quedará de la fantasía de Cambiemos de abrir la economía y especializarse en la producción de alimentos, en procura del sueño oligárquico del granero que se transforma en el supermercado del mundo.
Otra para el mismo lado
No fue un opositor sino el mejor amigo público del nuevo ministro de Hacienda Nicolás Dujovne quien objetivó que la supresión del 5 por ciento del IVA que se devolvía para las compras con tarjetas de débito pagará las concesiones realizadas a los sindicatos en el impuesto a las ganancias. Comenta el experto en asuntos tributarios Jorge Gaggero: “Esto deja al desnudo el carácter injusto de una política que transa beneficios para la elite de los trabajadores sindicalizados en el impuesto a los ingresos con costos cargados a la imposición al consumo (IVA), que resulta ahora más regresiva aún”. La última vez que una corrida vació las reservas, en 2001, Dujovne era economista jefe del Banco Galicia, en cuyo rescate de la quiebra Fernando De la Rúa y Domingo Cavallo invirtieron ingentes recursos públicos y desarrollaron penosos controles y regulaciones para rescatarlo, sin informar a la sociedad y sugiriendo que esas medidas de excepción eran “para salvar al Banco de la provincia de Buenos Aires”. Tampoco en los tres semestres de este año se sentirá ni la humedad de la anunciada lluvia de inversiones. El viceministro de Economía de Carlos Menem, Orlando Ferreres, describió el proceso de inversiones: “Primero los bancos compran acciones, después bonos, en la tercera fase llegan las compras y fusiones de empresas, que duran dos o tres años, y luego empiezan a crearse empresas nuevas”. Recién a mediados de año comenzarán las compras y fusiones de empresas, “cuando se vea cómo vienen las encuestas”.
La propuesta reducción de lo que Dujovne llama costos salariales y la propuesta presidencial de abrir todos los convenios laborales redefinen las perspectivas para el segundo año de gobierno. La represión de la Infantería policial a quienes protestan por los despidos en el ministerio de Educación, con tropas en los pasillos y dentro de las oficinas intimidando a los trabajadores; la designación de jefes policiales con antecedentes descalificatorios; la apertura de la causa fenecida por la denuncia del ex fiscal Natalio A. Nisman; el humillante convenio del ministerio de Defensa con la Guardia Nacional del estado de Georgia, en Estados Unidos (ver páginas 2-3), y la omisión de las islas Malvinas en un mapa distribuido por la ministra Carolina Port Stanley transmiten un mensaje unívoco: quien se oponga debe prepararse para una dura respuesta, como las que el eje occidental del Bien reserva para el fantasmático terrorismo internacional. A ese mundo, la Argentina ha vuelto con bombos y platillos. Las primeras medidas anunciadas por Dujovne responden a los pobres resultados del primer año de gestión y a las pálidas perspectivas para el año electoral que definirá la extensión del mandato de Macrì en la presidencia. La reducción de los aportes patronales que hizo quebrar el sistema previsional y llevó al Estado a endeudarse con las AFJP, que le prestaron a altas tasas el mismo dinero que el Estado les cedió, mientras la mitad de los jubilados quedaban abandonados, es una idea que retorna un cuarto de siglo después, cuando la CEPAL estima que el crecimiento de 2017 no pasará de 2,3 por ciento. En su informe de enero, FIDE pone en duda incluso tan modesta meta, salvo que una recomposición real de los salarios reactive el consumo interno. FIDE constata que en un año el endeudamiento externo saltó del 34 al 54 del Producto Interno Bruto y los pagos de intereses pasaron de consumir el 13,5 al 22,9 por ciento de las exportaciones. Los depósitos en dólares se duplicaron, del 11,7 al 22,3 por ciento pero los préstamos en dólares se triplicaron, del 4,8 al 14,5 por ciento de los préstamos totales. Sumado a la supresión de los últimos controles a la movilidad de los capitales especulativos se está incubando una tormenta perfecta cuya única incógnita es el momento en que comenzará.