Por Alberto Couriel
NODAL, 1 junio, 2018
NODAL, 1 junio, 2018
Uruguay sigue viviendo debates sobre inserción económica y acuerdos comerciales, en la interna del Frente Amplio y en los medios de comunicación. Se realizan con altura y son positivos para la democracia. La discusión no es TLC si o no. Nadie está en contra de realizar acuerdos comerciales, pero deseamos conocer sus contenidos, los impactos de los mismos sobre las características de nuestra inserción económica internacional, sobre el empleo, sobre la distribución del ingreso.
Es muy relevante analizar las repercusiones concretas de cada acuerdo. Esta ha sido la historia del Frente Amplio cuando votó en contra de los acuerdos de promoción y protección de inversiones, porque en ella las controversias entre los inversores y el Estado se resolvían en tribunales internacionales, tipo Ciadi, que en general representa los intereses de los inversores. Esta fue la posición de rechazo al Alca y al TLC con los EE UU, por los efectos negativos sobre la economía uruguaya, no porque fuera con EE UU, no porque fuera un TLC.
La Cepal siempre nos mostró la existencia de Centro y Periferia en el comercio internacional. El Centro vende productos manufacturados y la Periferia coloca productos primarios, manteniendo la heterogeneidad estructural con las conocidas consecuencias negativas sobre el empleo.
Proponía la industrialización de los países de la región y abrir posibilidades de poder exportar también productos manufactureros. Hoy la periferia sigue colocando rubros primarios y compra a los del Centro productos de alta y media tecnología. Hoy vivimos el mundo del conocimiento y la innovación y nos tenemos que adaptar a esta nueva situación internacional. Para ello, es indispensable incorporarnos a cadenas de valor regionales e internacionales, en etapas donde también podamos colocar rubros de alta y media tecnología. La exclusiva exportación de productos primarios no nos va a resolver los problemas del empleo.
Después de más de 13 años de gobierno no hemos elaborado una estrategia de desarrollo que nos ayudaría a evaluar los impactos de los acuerdos comerciales-. No hemos realizado estudios de impactos económicos y sociales de dichos acuerdos. En el caso del acuerdo que se discute entre el Mercosur y la Unión Europea, la Cancillería Argentina realizó estudios que demostraban que la liberalización de las manufacturas significaba importantes pérdidas de exportaciones de rubros manufactureros desde Argentina a Brasil y desde Brasil a Argentina.
No hay estudios sobre el comercio regional de Uruguay, que actualmente le vende a Argentina y a Brasil el 70% de sus exportaciones, en rubros manufactureros que significa más valor agregado y más empleo productivo. Pero los efectos no pueden ser muy distintos. Por ello las Cámaras de Industria de los 4 países expresan su negativa a la firma de dicho acuerdo.
Sebastián Torres en “Impactos sectoriales en Uruguay de la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y China“ muestra las pérdidas de empleo en distintas actividades industriales que sufriría el Uruguay de aprobarse un clásico acuerdo comercial. Hay que analizar los efectos positivos y negativos de los acuerdos y luego tomar definiciones. No se trata de ignorancia ni de actitudes intransigentes e inflexibles. Es simplemente analizar con detalles los contenidos correspondientes. No hay ninguna paralización, porque sin avanzar en acuerdos, salvo Mercosur y el de México, el país abrió nuevos mercados, incorporó nuevos productos primarios y las exportaciones tuvieron elevado nivel de crecimiento.
Pero también hay que evaluar los resultados de los acuerdos ya firmados. En el acuerdo con México, Uruguay duplicó sus exportaciones, mientras que México multiplicó por 10 sus exportaciones a Uruguay. Pero aún más relevante: Uruguay le vende productos primarios, básicamente concentrados de Pepsi de la zona franca de Colonia y lácteos. México exporta automóviles, celulares, televisores y electrónicos. Clara relación Centro-Periferia.
Se plantea Chile como ejemplo de inserción económica internacional, por la cantidad de tratados comerciales aprobados y porque el 96% de sus exportaciones no pagan aranceles. Se le facilitan los acuerdos porque sus rubros de exportación no los producen los países desarrollados con los que hace acuerdos. El 85% de sus exportaciones corresponden a productos primarios y el 75% a rubros de cobre y sus derivados. Chile solamente exporta 6% en rubros de alta y media tecnología. Chile sigue siendo un país muy desigual con elevado índice de Gini, pese al descenso de los niveles de pobreza medidas por ingreso. Nítidamente Chile no es ejemplo, ni modelo a seguir.
Hay que hacer acuerdos comerciales, pero no para profundizar las relaciones centro–periferia, sino para transformarla. Vamos a seguir exportando recursos naturales por muchos años, pero se requiere que sea con mayor valor agregado para lo que los acuerdos comerciales no nos ayudan. Nos piden liberalizar nuestras industrias –con lo cual perdemos empleo- pero ellos no liberalizan los productos agropecuarios.
Por el contrario, mantienen sus subsidios a los productores rurales y nos otorgan cuotas. Hay que medir si los aumentos de cuotas de productos primarios generan efectos más positivos que los negativos, por las pérdidas de empleo y dificultades futuras para vender productos manufacturados con servicios modernos. Hay que analizar si los acuerdos comerciales, generalmente con mucha influencia de las grandes empresas transnacionales, me limitan y debilitan la acción del Estado, tan relevante para los países subdesarrollados, como lo fue para los actuales países del Centro en etapas históricas.
Recordemos el proteccionismo de EE UU, de Japón, de Alemania, de Corea del Sur e inclusive actualmente de China. El Estado es fundamental para la estrategia de desarrollo, para promover rubros de alta y media tecnología, para que Uruguay se incorpore a nuevas cadenas de valor regionales, para el empleo y la atención de los grandes problemas sociales. Un buen ejemplo de este tema surge del acuerdo de servicios con Chile. Allí se plantea la cláusula trinquete donde se permite avanzar en políticas que signifiquen liberalización, desregulación y privatización de servicios. Si se avanzó en estas políticas no se puede retroceder. Si no se avanzó no se puede promover, ni avanzar en regulación ni en mayores participaciones del estado en determinados servicios.
Hay que bajar aranceles para nuestros productos de exportación, con acuerdos específicos para resolverlos, pero no a costas de acuerdos comerciales que nos afecten, como muestra el estudio de Sebastián Torres. Hay que acordar con China baja de aranceles para determinados productos de exportación, como hicimos con el Tifa con EE UU para el ingreso de cítricos y carne vacuna. Queremos acuerdos comerciales pero hay que estudiar sus contenidos, sus impactos antes de firmarlos. Queremos diálogo, debates internos y externos sobre la inserción económica internacional más conveniente. Está en juego el futuro del Uruguay.
*Contador público y político uruguayo. Exsenador por el Frente Amplio. Docente universitario en el Uruguay y postuniversitario en Chile, Perú, Brasil, México, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, Argentina y España. En la década del 70 fue consultor de organismos internacionales (CEPAL, OIT y UNCTADT). Fue colaborador externo de PREALC, Santiago de Chile y consultor de distintos proyectos del PNUD en México. En la década del 80 fue Asesor Técnico Principal Proyecto PNUD–UNCTAD en Nicaragua. Fue Programador General y consultor de CEPAL y de la OEA en Washington.