Céline Aemisegger (EFE)
Zurich 01/01/2017
Sede del Credit Suise, una de las principales entidades de la Confederación Helvética.
Suiza siempre se ha caracterizado por la puntualidad de sus trenes, la calidad de sus chocolates y el secreto de sus bancos. Los helvéticos no se preocupan por los dos primeros puntos, pero el hermetismo de las entidades comenzará a ser historia desde el primer día de este nuevo 2017.
El país cuenta con 266 bancos que gestionan el 25% de las fortunas mundiales, y desde 1934 ha consolidado una fama de secretismo que ha permitido, por un lado, la tranquilidad de cientos de miles de inversores (grandes y pequeños) de que su patrimonio estaría fuera de los radares impositivos de sus países; pero por otra parte, también ha servido de depósito para fortunas de dictadores, defraudadores, y bajo el telón de acero de su hermetismo se ha ocultado, según informaciones nunca confirmadas, miles de lingote de oro del régimen nazi.
Una presión que no pudo resistir
Pero la presión internacional –y sobre todo de EEUU- ha sido demasiado para las autoridades suizas, y desde el 1 de enero empezará a reunir datos bancarios de clientes extranjeros en el marco del intercambio automático de información acordado con 38 socios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Suiza aceptó en 2014 sumarse al estándar global de la OCDE para no perder su estatus de plaza financiera internacional y en 2015 firmó un acuerdo con la Unión Europea (UE). Aunque no comenzará a intercambiar los datos bancarios hasta 2018, en la práctica entierra el secreto bancario al iniciar los pasos necesarios para entregar la información de este ejercicio de sus clientes extranjeros el año próximo.
El mercado financiero aporta el 9,3 % al PIB suizo y el sector bancario genera 167.000 puestos de trabajo. Además, gestiona fortunas por valor de 6,6 billones de francos (6,1 billones de euros), de los que la mitad proceden del extranjero.
Las grietas del secreto afloraron por una disputa con EEUU
Suiza quiso evitar durante mucho tiempo tener que entregar datos de clientes estadounidenses a EEUU, en una disputa que comenzó en 2008: cuando el Departamento de Justicia denunció al banco helvético UBS y amenazó con retirarle la licencia en el país, no tuvo otra opción. Era improbable que la entidad sobreviviera a la demanda, y Suiza no podía permitirse dejar quebrar a uno de los bancos más importantes para la economía helvética.