21 feb 2015

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff está enfrentando un movimiento opositor que busca destituirla a menos de seis meses de haber sido reelecta.

Pedro Brieger, director de Nodal, analiza el posible “impeachment” contra Dilma

pedro brieger


Aprovechando los escándalos de corrupción de Petrobras, el gigante petrolero, varios políticos, miembros del Congreso y periodistas han planteado destituir a la presidenta por no haber impedido irregularidades cometidas cuando fue funcionaria de Petrobras durante la presidencia de Luiz Inacio da Silva, a pesar de que ella siempre negó conocerlas. La palabra clave en Brasil es “impeachment”, aunque su origen no sea brasileño y ni siquiera figure en la Constitución o en el conjunto de leyes como asegura el jurista Dalmo de Abreu Dallari (Jornal Do Brasil, 12.02.15). Sin embargo, en la memoria colectiva de los brasileños el término está ligado a la destitución del presidente Fernando Collor de Mello en 1992, por haber estado envuelto en una trama de corrupción financiera.
El debate en Brasil transcurre por dos andariveles, el jurídico y el político.
En el plano jurídico, los que ahora impulsan el impeachment de Rousseff alegan que es un procedimiento dentro de las normas del juego. Es lo que sostiene Merval Pereira, uno de los principales columnistas de la red O Globo que –además- asegura que el tema del “impeachment” de Dilma se convirtió en el tema central del debate político en el país. Para reafirmar lo que sostiene cita encuestas que marcan un descenso notable en la popularidad de la presidenta. En un mundo donde cada vez más la política parece hecha en base a las encuestas, subir o bajar cinco o diez puntos se convierte en algo trascendental. Es así que Pereira, citando a la consultora Datafolha, compara los índices de aprobación del gobierno de Rousseff con los de Fernando Collor, para llegar a la conclusión de que se trata de una presidenta desacreditada y que ambos momentos históricos son muy semejantes, dando a entender que la ciudadanía estaría de acuerdo con el impeachment de Dilma.
Claro que lo jurídico está entrelazado con lo político pues los impulsores del impeachment saben que se necesita el voto afirmativo de dos tercios de los diputados para que luego decida el Senado, y en la correlación de fuerzas actual esto es prácticamente imposible. Por esta razón, algunos – como Alípio Freire- sostienen que está en gestación un golpe de Estado contra la presidenta y que hay que verlo en el marco de las desestabilizaciones en curso en Argentina, Venezuela y Colombia (Brasil de Fato, 11.02.15)
Amén de lo jurídico, está claro que el tema es político. Dilma Rousseff ya tuvo doce pedidos de impeachment en el pasado que no prosperaron, pero el tema se instala dentro de la sociedad y el gobierno, en vez de gobernar, está abocado a impedir que prospere el movimiento destituyente. Y eso en política se llama poner piedras en el camino para que un gobierno no pueda gobernar.