Por Emir Sader
21 de febrero de 2017
Pagina12
En Bolivia y en Ecuador los movimientos sociales se han cansado de tumbar a gobiernos neoliberales y han decidido, finalmente, fundar sus propios partidos y lanzar candidatos a la presidencia de la nación. Mientras tanto, en el marco del Foro Social Mundial, o al lado de él, ONGs, algunos movimientos sociales e intelectuales de Europa y América Latina se oponían a esa vía y proponían la “autonomía de los movimientos sociales”. Esto es, no deberían meterse en política ni con el Estado, menos todavía con la política.
En Argentina, frente a la peor crisis económica, política y social de su historia, los movimientos renunciaron a lanzar candidaturas a la presidencia de la República con el slogan: “Que se vayan todos”. El resultado: Menem ganó en la primera vuelta, prometiendo que iba a dolarizar definitivamente la economía argentina, con lo cual llevaría a la ruina sin retorno no sólo a la Argentina, sino a todos los procesos de integración latinoamericana.
La ilusión despolitizada y corporativa del “Que se vayan todos” dejaría el campo libre para esa monstruosa operación menemista, con los efectos negativos en toda la región. La ilusión era la de que ellos se irían, sin que se los hicieran irse, sin que fueran derrotados con un proyecto superador del neoliberalismo. Felizmente apareció Néstor Kirchner, que asumió la presidencia del país, para iniciar el rescate más espectacular que Argentina haya conocido de su economía, de los derechos sociales de los trabajadores y del prestigio del Estado.
Mientras tanto, movimientos que habian adherido a la tesis de la autonomía de los movimientos sociales, como los piqueteros argentinos, simplemente desaparecieron. En México, después del enorme prestigio que habían tenido, al asumir una posición semejante –”Cambiar el mundo sin tomar el poder”, de John Holloway y Toni Negri, quien condenaba a los Estados como superados instrumentos conservadores–, los zapatistas han desaparecido de la escena política nacional, recluidos en Chiapas, el estado más pobre de México.
Pagina12
En Bolivia y en Ecuador los movimientos sociales se han cansado de tumbar a gobiernos neoliberales y han decidido, finalmente, fundar sus propios partidos y lanzar candidatos a la presidencia de la nación. Mientras tanto, en el marco del Foro Social Mundial, o al lado de él, ONGs, algunos movimientos sociales e intelectuales de Europa y América Latina se oponían a esa vía y proponían la “autonomía de los movimientos sociales”. Esto es, no deberían meterse en política ni con el Estado, menos todavía con la política.
En Argentina, frente a la peor crisis económica, política y social de su historia, los movimientos renunciaron a lanzar candidaturas a la presidencia de la República con el slogan: “Que se vayan todos”. El resultado: Menem ganó en la primera vuelta, prometiendo que iba a dolarizar definitivamente la economía argentina, con lo cual llevaría a la ruina sin retorno no sólo a la Argentina, sino a todos los procesos de integración latinoamericana.
La ilusión despolitizada y corporativa del “Que se vayan todos” dejaría el campo libre para esa monstruosa operación menemista, con los efectos negativos en toda la región. La ilusión era la de que ellos se irían, sin que se los hicieran irse, sin que fueran derrotados con un proyecto superador del neoliberalismo. Felizmente apareció Néstor Kirchner, que asumió la presidencia del país, para iniciar el rescate más espectacular que Argentina haya conocido de su economía, de los derechos sociales de los trabajadores y del prestigio del Estado.
Mientras tanto, movimientos que habian adherido a la tesis de la autonomía de los movimientos sociales, como los piqueteros argentinos, simplemente desaparecieron. En México, después del enorme prestigio que habían tenido, al asumir una posición semejante –”Cambiar el mundo sin tomar el poder”, de John Holloway y Toni Negri, quien condenaba a los Estados como superados instrumentos conservadores–, los zapatistas han desaparecido de la escena política nacional, recluidos en Chiapas, el estado más pobre de México.
Más de 20 años después, ni Chiapas, ni Mexico fueron transformados sin tomar el poder, hasta que los zapatistas han decidido lanzar a una dirigente indígena a la presidencia del país. Aun sin decir que van a transformar el país con una victoria electoral, pero saliendo de su aislamiento en Chiapas para volver a participar de la vida política nacional de México, abandonando sus posiciones de simple denuncia de las elecciones y de abstención.
Mientras tanto, Bolivia y Ecuador, rompiendo con esa visión estrecha de restringir a los movimientos sociales solamente a la resistencia al neoliberalismo, han fundado partidos –MAS en Bolivia, Alianza PAIS en Ecuador–, presentaron candidatos a la presidencia –Evo Morales y Rafael Correa–, han triunfado y pusieron en práctica los procesos de mayor éxito en la transformación económica, social, política y cultural de América Latina en el siglo XXI.
Mientras tanto, Bolivia y Ecuador, rompiendo con esa visión estrecha de restringir a los movimientos sociales solamente a la resistencia al neoliberalismo, han fundado partidos –MAS en Bolivia, Alianza PAIS en Ecuador–, presentaron candidatos a la presidencia –Evo Morales y Rafael Correa–, han triunfado y pusieron en práctica los procesos de mayor éxito en la transformación económica, social, política y cultural de América Latina en el siglo XXI.
Han refundado sus Estados nacionales, impuesto el desarrollo económico con distribución de la renta, se han aliado a los procesos de integración regional, al mismo tiempo que han integrado las más amplias capas del pueblo a los procesos de democratización política.
Al contrario del fracaso de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, que han renunciado a la disputa por la hegemonía alternativa a nivel nacional y de lucha por la construcción concreta de alternativas al neoliberalismo, bajo la dirección de Evo Morales y de Rafael Correa, Bolivia y Ecuador han demostrado como solamente la articulación entre la lucha social y la lucha política, entre los movimientos sociales y los partidos políticos, es posible construir bloques de fuerza capaces de avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.
Las tesis de Toni Negri sobre el fin del imperialismo y de los Estados nacionales fueron rotundamente desmentidas ya desde la acción imperialista después de las acciones del 2001, mientras que los gobiernos sudamericanos han demostrado que solamente con el rescate del Estado es posible implementar políticas antineoliberales, como el desarrollo económico con distribución del ingreso. La pobreza persistente en Chiapas puede ser comparada con los avances espectaculares realizados, por ejemplo, en todas las provincias de Bolivia, para demostrar, también por las vias de los hechos, cómo la acción desde abajo tiene que ser combinada con la acción de los Estados, si queremos efectivamente transformar al mundo.
Otras tesis, como las de varias ONG o de Boaventura de Sousa Santos, de optar por una “sociedad civil” en la lucha en contra del Estado, no puede presentar ningún ejemplo concreto de resultados positivos, aun con las ambiguas alianzas con fuerzas neoliberales y de derecha, que también se oponen al Estado y hacen alianza con ONGs y con intelectuales para oponerse a gobiernos como los de Evo Morales y de Rafael Correa, pero también en contra de otros gobiernos progresistas en América Latina.Tienen en común visiones liberales del mundo.
Además del fracaso teórico de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, se les puede contraponer los extraordinarios avances económicos, sociales, políticos, en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, además de los ya mencionados, como pruebas de la verdad de las tesis de la lucha antineoliberal como la lucha central de nuestro tiempo.
Al contrario del fracaso de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, que han renunciado a la disputa por la hegemonía alternativa a nivel nacional y de lucha por la construcción concreta de alternativas al neoliberalismo, bajo la dirección de Evo Morales y de Rafael Correa, Bolivia y Ecuador han demostrado como solamente la articulación entre la lucha social y la lucha política, entre los movimientos sociales y los partidos políticos, es posible construir bloques de fuerza capaces de avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.
Las tesis de Toni Negri sobre el fin del imperialismo y de los Estados nacionales fueron rotundamente desmentidas ya desde la acción imperialista después de las acciones del 2001, mientras que los gobiernos sudamericanos han demostrado que solamente con el rescate del Estado es posible implementar políticas antineoliberales, como el desarrollo económico con distribución del ingreso. La pobreza persistente en Chiapas puede ser comparada con los avances espectaculares realizados, por ejemplo, en todas las provincias de Bolivia, para demostrar, también por las vias de los hechos, cómo la acción desde abajo tiene que ser combinada con la acción de los Estados, si queremos efectivamente transformar al mundo.
Otras tesis, como las de varias ONG o de Boaventura de Sousa Santos, de optar por una “sociedad civil” en la lucha en contra del Estado, no puede presentar ningún ejemplo concreto de resultados positivos, aun con las ambiguas alianzas con fuerzas neoliberales y de derecha, que también se oponen al Estado y hacen alianza con ONGs y con intelectuales para oponerse a gobiernos como los de Evo Morales y de Rafael Correa, pero también en contra de otros gobiernos progresistas en América Latina.Tienen en común visiones liberales del mundo.
Además del fracaso teórico de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, se les puede contraponer los extraordinarios avances económicos, sociales, políticos, en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, además de los ya mencionados, como pruebas de la verdad de las tesis de la lucha antineoliberal como la lucha central de nuestro tiempo.