6 abr 2015

TRAS LA MASACRE EN LA UNIVERSIDAD DE GARISSA, QUE DEJO 148 MUERTOS

 KENIA COMENZO CON EL DUELO 

Un atacante era el hijo de un político

Abdiram Abdullahi, uno de los cuatro atacantes, se recibió en la Facultad de Derecho de Nairobi con excelentes notas y era el hijo de un funcionario del distrito de Mandera, en el nordeste del país, pegado a la frontera con Somalia.

El gobierno keniata identificó al primero de los cuatro atacantes que provocaron la masacre de cerca de 150 jóvenes cristianos en la Universidad de Gari-ssa. Se trata de un abogado e hijo de un político. El mismo día que el país comenzó con los tres días de duelo oficial, el vocero del Ministerio del Interior, Mwenda Njoka, informó que el atacante se llama Abdiram Abdullahi, se recibió recientemente en la Facultad de Derecho de Nairobi con excelentes notas y era el hijo de un funcionario local del distrito de Mandera, en el nordeste del país, pegado a la frontera con Somalia. Toda esa región fronteriza, inclusive la ciudad de Garissa, situada a 200 kilómetros de la frontera con Somalia, vive bajo la constante amenaza de los islamistas radicales somalíes, especialmente desde octubre de 2011, cuando el ejército keniata invadió el sur de ese país vecino para combatir a la milicia extremista Al Shabaab.
Unos 20 mil soldados de Kenia están desplegados en el país vecino y pelean junto al gobierno somalí para derrotar a la milicia islamista. Al Shabaab reivindicó de inmediato la toma de rehenes y finalmente la masacre de la Universidad de Garissa, que dejó 143 estudiantes, tres agentes de seguridad y dos empleados de la universidad muertos. Sin embargo, los cuatro atacantes, que al final de la toma se inmolaron, parecen haber sido keniatas. Njoka, el vocero del Ministerio del Interior, describió a Abdullahi, el atacante identificado, como un “estudiante brillante” y un abogado “con un gran futuro”.
Uno de los shocks más importantes que se vivió en Garissa después de las dramáticas 16 horas que duró la toma de rehenes y la masacre en la universidad fue cuando los habitantes de la ciudad se enteraron de que los atacantes podrían ser keniatas, no somalíes. Un grupo nutrido de personas rompió el cordón policial para poder ver a través de las ventanas de la morgue los cadáveres de los cuatro asesinos muertos. Según informó el gobierno, los islamistas radicales se inmolaron con explosivos. Ante la presión de la gente local, las autoridades finalmente exhibieron los cadáveres de los cuatro atacantes por la ciudad en la parte trasera de una camioneta al descubierto.
“Estamos satisfechos tras ver los cuerpos”, dijo la activista Rahman Hussein. Johnson Mutinda consideró que sería mejor deshacerse de los cuerpos, pues Al Shabaab podría regresar para recuperarlos. “Esa gente no tiene ninguna religión. Deberíamos quemar los cadáveres”, señaló. En tanto, en el hospital central de la ciudad, donde aún se recuperan los cien heridos que dejó el atentado del jueves pasado, padres, madres, hermanos, hermanas y tíos llegaron desesperados para buscar a familiares que continúan desaparecidos. Mientras el país entero comenzó a cumplir los tres días de duelo oficial, con las banderas a media asta y la rutina cotidiana a media marcha, la sensación de inseguridad aún sobrevuela Garissa y gran parte de la zona fronteriza con Somalia.
El gobierno keniata anunció el sábado que detuvo a cinco sospechosos presuntamente vinculados con el ataque, entre ellos un keniata de origen somalí y un tanzano, y además ofreció unos 212 mil dólares por el presunto autor intelectual del atentado, Mohamed Kuno Gamadheere, antiguo profesor de una escuela coránica de Garissa que ahora sería comandante de Al Shabaab. Las promesas de más combates y persecución militar contra la milicia islamista no calmó a los millones de keniatas que desde hace más de tres años quedaron en medio de uno de los más sangrientos frentes de batalla en la llamada guerra global contra el islamismo radical, apoyada por las grandes potencias occidentales.
Algunas historias sobre el atentado comenzaron a conocerse en las últimas horas. Es el caso de Cynthia Cheroitich, quien ingirió crema corporal para calmar su sed y sobrevivir. Esta joven keniata se escondió en un armario cuando los atacantes asaltaron la universidad en Garissa y comenzaron a disparar. Cheroitich sobrevivió. La joven de 19 años permaneció durante dos días escondida en el armario por miedo y el sábado fue rescatada. Apenas podía sostener el teléfono móvil que una enfermera le ofreció para llamar a sus padres. Estaba tan débil que la enfermera y el médico tuvieron que ayudarla a entrar en su cama del hospital. “Ahora tiene que descansar. Nada de más llamadas”, dijo la enfermera.