Ecuador
Por Andrés Mora Ramírez
10 DIC, 2015
La enmienda constitucional en Ecuador pone fecha al fin del mandato de otro de los liderazgos emblemáticos de la generación del Bicentenario: ese colectivo de presidentes y presidentas que alcanzaron el poder por la vía electoral en los últimos 15 años, y cuyo grado de afinidad y sintonía para avanzar en propuestas de concertación y unidad políticas, no registra parangón en la historia contemporánea del continente.
La Asamblea Nacional del Ecuador aprobó este jueves 3 de diciembre un conjunto de enmiendas constitucionales que, entre otros puntos, habilita la reelección indefinida para los cargos de elección popular, lo que sería efectivo solo a partir del año 2021. Esta medida, cuyo plazo de entrada en vigencia fue propuesta por el propio presidente Rafael Correa, despeja todas las dudas y especulaciones en torno a la posibilidad de que el mandatario se presentara como candidato para un tercer período presidencial, por lo que finalizará su gestión en el 2017. La prensa hegemónica, al servicio de los intereses de la derecha continental, no ha tardado en calificar de ardid político la decisión de Correa, ratificada por abrumadora mayoría (100 votos a favor, 8 en contra y una abstención), de autoexcluirse de los próximos comicios.
Por ejemplo, días antes del pronunciamiento soberano de la Asamblea ecuatoriana, el diario argentino La Nación se apresuró a sentenciar que la nueva disposición constitucional “pone a Correa dentro del grupo de dirigentes que desprecian la posibilidad de la alternancia en el poder, esencial en todo proceso republicano”. ¡Un absurdo monumental propio de un medio que hace pocos días, en su editorial, hizo apología del terrorismo de Estado y una defensa de los militares de la última dictadura argentina!
Al margen de lo ilustrativas que resultan estas construcciones discursivas para comprender la naturaleza de las relaciones que han establecido las corporaciones mediáticas con los gobiernos nacional-populares, y más allá de las especulaciones sobre las futuras intenciones de Correa (¿es que alguien puede predecir el comportamiento electoral de una sociedad, dentro de seis años?), lo cierto es que la enmienda constitucional en Ecuador pone fecha al fin del mandato de otro de los liderazgos emblemáticos de la generación del Bicentenario: ese colectivo de presidentes y presidentas que alcanzaron el poder por la vía electoral en los últimos 15 años, y cuyo grado de afinidad y sintonía para avanzar en propuestas de concertación y unidad políticas no registra parangón en la historia contemporánea del continente.
Se abre ante nosotros una nueva realidad política para Ecuador y la América Latina toda, de la que ya conocíamos antecedentes y se advertían posibles desarrollos, pero que quizás ni las izquierdas ni los movimientos sociales analizaron con profundidad para anticiparse a las circunstancias y responder con audacia a los desafíos. El vacío dejado por la desaparición física de Néstor Kirchner y Hugo Chávez; el relevo de José Mujica por Tabaré Vázquez en Uruguay y los desatinos de su gobierno en política exterior; la reciente derrota del proyecto kirchnerista en Argentina; la crisis del gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil; o la inminente recomposición de la Asamblea Nacional en Venezuela, que prolongará el escenarios de conflictos para la Revolución Bolivariana, dan cuenta de los importantes reveses para la causa popular latinoamericanista, y de los espacios que allí ha ganado la restauración conservadora.
De aquella generación que despuntó hace 15 años, solamente Lula da Silva y Evo Morales han manifestado con claridad su intención de aspirar de nuevo a la presidencia: Lula intenta salvar el proyecto petista en Brasil, mientras Evo se enfila a la contienda en un referendo -a celebrarse el próximo mes de febrero- que determinará si puede postularse o no para un nuevo período de gobierno.
En cualquier caso, es preciso reconocer que asistimos al final de una época brillante y seguramente polémica, pero también marcada por conquistas inéditas en las últimas décadas: en materia de derechos humanos, participación democrática y nuevo constitucionalismo, políticas sociales, lucha contra la desigualdad y la pobreza, integración regional, por citar solo algunos aspectos. Conviene reconocerlo así, como un capítulo que se cierra, para empezar a trabajar en la reconstrucción del camino emancipador y en las nuevas resistencias con las que será necesario plantar cara a la andanada neoliberal que impulsan las derechas criollas y el imperialismo.
Más allá de nostalgias, sinsabores, errores y las inevitables contradicciones de todo procesos humano, el legado de estos dirigentes, hombres y mujeres, no pasará desapercibido para las sociedades latinoamericanas, que ya no serán las mismas que terminaron el siglo XX naufragando en la derrota, la desesperanza, el inmovilismo y sin aliento para construir sus utopías.
La generación del Bicentenario dice adiós. La historia sabrá juzgarlos y reconocer la importancia de sus acciones, para la comprensión de los rumbos que, en este siglo XXI, empezó a explorar y a caminar nuestra América.
*Académico e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.
Categorías:Columnistas de NODAL