Por Eduardo Camin
7 junio, 2017
7 junio, 2017
Después de los años 90, asistimos a la ofensiva del capital financiero y la adopción de toda una serie de normas internacionales favorables a las Empresas Transnacionales (ETNs),sobre todo, acuerdos multilaterales y bilaterales sobre el comercio y las inversiones, ignorando de forma sistemática los derechos humanos.Mientras ha ido avanzando el capitalismo global y los Estados-nación han venido cediendo parte de su soberanía en cuanto a las decisiones socioeconómicas, las empresas transnacionales han logrado ir consolidando y ampliando su creciente dominio sobre la vida en el planeta.
Y es que aunque, en realidad, los antecedentes de lo que hoy son las compañías multinacionales pueden situarse varios siglos atrás –se habla de la existencia de empresas de este tipo ya a finales de la Edad Media, con los ejemplos de la Banca de los Médici o la Compañía de Indias–, no es hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando compañías estadounidenses como General Electric, United Fruit, Ford y Kodak comienzan a extender sus negocios fuera de su país de origen, en que las grandes corporaciones empiezan a adquirir un papel de extraordinaria relevancia en el concierto internacional. Y eso se potencia, especialmente, en las tres últimas décadas del siglo pasado y en lo que va de este, ya que el avance de los procesos de globalización económica y la expansión a escala planetaria global de las políticas neoliberales han servido para construir un entramado político, económico, jurídico y cultural, a nivel global, del que las empresas transnacionales han resultado ser las principales beneficiarias.
Es evidente el poder que, en términos económicos, tienen las corporaciones transnacionales. Basta comprobar, por ejemplo, cómo la mayor empresa del mundo, Wal-Mart, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del Producto Interior Bruto de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera anglo-holandesa Shell tiene unos ingresos superiores al PIB de los Emi¬ratos Árabes Unidos. Asimismo, las compañías multinacionales disponen de un innegable poder político: son moneda de uso corriente las estrechas relaciones entre gobernantes y empresarios, no hay más que ver cómo, por citar solo algunos casos, los expresidentes F. González, J. M Aznar, T. Blair y Schröder han entrado en el directorio de corporaciones como Gas Natural Fenosa, Endesa, JP Morgan Chase y Gazprom, respectivamente; de la misma manera que, en sentido contrario, Mario Draghi y Mario Monti pasaron de Goldman Sachs a las presidencias del Banco Central Europeo y del gobierno italiano.Sin olvidar la reciente contratación del expresidente de la Comisión de BruselasJosé Manuel Barroso como vicepresidente no ejecutivo y asesor-negociador de la multinacional financiera Goldman SachsInternacional.
Sabemos que las empresas transnacionales poseen una extraordinaria influencia sobre la sociedad tanto en el terreno cultural –las grandes compañías emplean la publicidad y las técnicas de marketing para consolidar su gran poder de comunicación y persuasión en la sociedad de consumo– como en el plano jurídico: los contratos y las inversiones de las multinacionales se protegen mediante una tupida red de convenios, tratados y acuerdos que conforman un nuevo Derecho Corporativo Global, la llamada “lex mercatoria” ,(ley mercante) con el que las grandes corporaciones ven cómo se protegen sus derechos a la vez que no existen contrapesos suficientes ni mecanismos reales para el control de sus impactos sociales, laborales, culturales y ambientales.
Además, de la promoción de estas entidades al rango de agentes privilegiados del desarrollo por parte de los promotores de la mundialización neoliberal, así como las privatizaciones masivas de los servicios públicos a su favor, han reforzado su posición hasta el punto de controlar desde entonces la mayor parte de la producción y la comercialización de bienes y servicios a escala mundial. Hoy en día, las ETNs tienen una influencia determinante en la mayoría de las decisiones políticas y económicas.
También se han convertido en actores principales en las violaciones de derechos humanos, en particular de los derechos económicos, sociales y culturales. En efecto, gran parte de las catástrofes que han tenido consecuencias dramáticas para los seres humanos y el medio ambiente han sido causadas por, o con el concurso determinante de, ETNs.Las causas de la impunidad de las violaciones de derechos humanos cometidas por las ETNs son múltiples, pero entre las causas más corrientes, podemos mencionar en particular las siguientes:a) El poder económico y la influencia política de las ETNs sobre los Estados; b) La falta de voluntad política de los Estados; c)La incapacidad de las autoridades públicas.
En este sentido, la mayor parte de los Estados procedieron, por las buenas o por las malas, a privatizaciones masivas en todos los sectores de la economía, incluyendo también los servicios públicos esenciales pero indispensables para el goce de los derechos humanos y de la cohesión social, favoreciendo de esta manera el dominio de las ETNs sobre los recursos naturales y su monopolio en prácticamente todas las áreas de la vida.
Así, en apenas algunas décadas, las ETNs han adquirido un poder económico, financiero y político sin precedente en la historia. Se estima que el 80% del comercio internacional se lleva a cabo en el marco de cadenas de valor vinculadas con las ETNs. En 2015, las diez ETNs más grandes han alcanzado un volumen de negocio de cerca de 3.600 mil millones de dólares. Y hay 37 ETNs entre las 100 entidades económicas más grandes a nivel mundial (incluyendo los Estados).
Sin embargo, los Estados deben combatir la impunidad de las violaciones de derechos humanos, sin distinción jerárquica entre dichos derechos (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales). En este sentido, la lucha contra la impunidad de las violaciones de derechos humanos requiere que se sancione a los responsables y se les fuerce a reparar los perjuicios causados. No obstante, con la excepción de ciertas violaciones cometidas en particular en el marco de los conflictos armados, la gran mayoría de violaciones de derechos humanos quedan impunes. Esta impunidad es particularmente alarmante cuando se trata de actos cometidos por actores privados como las ETNs.
Los estados ahora han devenido los protectores de las inversiones
Esta relación comprende: la condicionalidad macroeconómica. El modo en que el proyecto neoliberal ha diseñado las condiciones de la “confianza empresarial” implica la contención permanente del proceso económico, a fin de mantener “estables” las variables macroeconómicas (inflación y déficit público). Ello significa grandes restricciones de la inversión del Estado en rubros considerados no prioritarios, afectando directamente a las comunidades e individuos, sea por el deterioro o desaparición de los servicios públicos y de los derechos sociales, sea por el crecimiento permanente del desempleo, los empleos precarios y la economía informal o sumergida.
Además de lo anotado en la relación empresa-comunidad, se observa que las empresas han sido capaces de imponer su agenda en la transformación de los marcos regulatorios de la acción del capital extranjero. Por un lado, se trata de establecer cómo se relaciona el funcionamiento de conjunto del modelo neoliberal con las “libertades” conquistadas por las empresas. Por otro, es necesario estudiar aspectos de la acción de las empresas en los dominios del aporte de divisas, la integración productiva, la remisión de ganancias, la monopolización del conocimiento científico y técnico, en tanto determinan el papel que las empresas extranjeras juegan en el funcionamiento de nuestras economías.
En cuanto, la actitud del Estado, se debe observar cómo se han transformado las regulaciones fiscales, de comercio exterior, del trabajo y el medio ambiente desde la perspectiva de las empresas, se entabla una relación de fuerzas multilateral donde ellas ocupan el vértice del poder. Las empresas negocian y confrontan, cooperan o presionan a los estados con los que se relacionan.
Con el Estado de su país de origen mantienen una relación más fluida, pero no exenta de contradicciones. Con los estados de los países que reciben sus inversiones, la empresa transnacional tiende a imponer sus estrategias, si bien en casos excepcionales puede llegar a apoyarse en el Estado huésped en contra de su Estado de origen.
La relación de la empresa con el Estado es multidimensional y compleja; el estudio de esta relación reviste una importancia particular en aquellos gobiernos que se denominan de izquierda y que pocas innovaciones han mostrado en su actitud frente a las empresas transnacionales, limitándose a formar parte del mensaje neoliberal celebrando de modo acrítico la prostitución masiva de valores y el sucio reinado del dinero y el mercado.
(*) Periodista uruguayo. Jefe de redacción internacional del Hebdolatino, Ginebra.