Por: Luis A. Montero Cabrera
23 junio 2017
Serie Bloqueo contra Cuba. Autor: Martirena
23 junio 2017
Serie Bloqueo contra Cuba. Autor: Martirena
Los ingenieros lo saben muy bien. Un muro de contención cualquiera no debe tener grietas. Si lo que debe contener es un fluido o cualquier objeto movible, un escape o grieta permite que este comience a “filtrarse”. Paulatinamente la ruta a través de la grieta se va ampliando, erosionada por el fluido o el material mismo que la traspasa, y termina fugándose por ella todo lo que se pretende contener. Puede hasta arrasar al propio muro.Los humanos han construido muros para muchos propósitos, y también para contener el flujo de los congéneres en una dirección u otra. Un caso antológico es la llamada Gran Muralla china. Se trata de una colección de edificaciones construida durante milenios, con diferentes materiales, y que está trazada sobre el borde norte de lo que conocemos hoy como la nación china. Incluso la importante dinastía Ming la reconstruyó y reforzó mucho contra los manchúes hace más de cuatro siglos, pero estos encontraron la forma de entrar y salir con cierta soltura al principio de su asedio. Tiempo después aprovecharon esa “grieta virtual”, entraron definitivamente y llegaron a Beijing. Allí simularon aliarse con los Ming y finalmente acabaron con esa dinastía, instaurando una propia. Ocurrió lo mismo que con cualquier muro: si se puede pasar por una rajadura, termina filtrándose y dejando de cumplir su cometido. Allí solo sobrevivió la piedra física que lo constituía, que llega hasta nuestros días y se dice que puede verse desde el espacio extraterrestre. Pero la prohibición virtual de atravesarla quedó destruida para siempre.
Otro muro de contención de humanos fue el famoso Muro de Berlín, erigido muy rápidamente el 13 de agosto de 1961 y desaparecido con la misma rapidez el 9 de noviembre 1989. Llegó a ser un formidable sistema de fortificación que tenía puntos de control donde los alemanes que vivían en el occidente podían pasar a la parte más oriental del país con relativa facilidad, pero los habitantes de esa parte requerían de autorizaciones muy especiales para transitar en la dirección contraria. Resulta muy extraño que algún político experimentado pudiera haber pensado que esa situación podía mantenerse eternamente. Efectivamente, cuando las presiones políticas sobre el Muro del lado oriental fueron muy fuertes, el gobierno de entonces tomó el acuerdo de flexibilizar el tránsito en la dirección restringida. Pero ocurrió como con los muros de contención de agua, o con la gran muralla china y los manchúes: la grieta abierta no resistió la presión y todo condujo a una demostración masiva que lo aniquiló física y virtualmente. Del Muro de Berlín solo queda esencialmente una marca a lo largo de donde existió y algún objeto museable.
El Muro de la Florida tiene una componente natural, el mar, y una virtual que ha durado más que el Muro de Berlín. A los ciudadanos y habitantes legales de los EEUU no se les permite visitar libremente Cuba desde febrero de 1963, solo unos 17 meses después que el establecimiento del muro europeo, aunque ya existían restricciones y recomendaciones de no hacerlo desde antes.
Como las prohibiciones de movimiento lucen muy mal en un país fundado sobre la base ideológica de la libertad, igual que Cuba, sus ideólogos hallaron una forma legal. No se trata de una prohibición de viajar, sino de gastar dinero para mantenerse viajando, pues el hecho de comprar una hamburguesa en Cuba es “comerciar con el enemigo”. Si no fuera tan trágico se podría pensar que no les faltó sentido del humor al recurrir a una ley de 1917, aplicable a las potencias rivales de la Primera Guerra Mundial. Desgraciadamente, eso sostiene legal, virtual y muy fuertemente el Muro de la Florida hasta nuestros días.
Para muchos es evidente que la parte mediática e ideológica anticubana en los EEUU logró un sustento importante gracias a este muro virtual. Una minoría de resentidos políticos, donde predomina una baja catadura moral que les permite tolerar y hasta promover el terrorismo cuando lo protagonizan ellos, ha predominado demasiado. Lograron durante mucho tiempo mentir y diseminar libremente cualquier calumnia acerca de la política y las acciones de la Revolución Cubana. A una gran parte del pueblo de los EEUU las más atroces falsedades llegaron a presentárseles como verdades. Muy pocos podían comprobar con los propios ojos nuestras realidades porque el Muro de la Florida le impedía a la inmensa mayoría venir y ver. Suele argumentarse que este sustento ideológico es similar al del fenecido Muro de Berlín.
Durante los últimos dos años se abrieron grietas al Muro de la Florida. Se permitió que algunos lo atravesaran en la dirección prohibida, aunque permanecieron muchas limitaciones. Pero se ha ganado algo muy importante: un ciudadano promedio de ese país que esté entre los cientos de miles que han podido venir durante este tiempo ya no puede creer más las apocalípticas descripciones de los sostenedores del Muro. Han visto con sus propios ojos y vivido nuestras muchas virtudes y nuestros verdaderos problemas. Si un presidente, aún con toda la autoridad de que está investido, reasume un lenguaje odioso y pretende taponear la rajadura puede predecirse su fracaso. El Muro de la Florida se derrumbará inevitablemente y erosionado por esa grieta, probablemente mucho más temprano que tarde.
Los turistas de los EEUU que nos visiten y vayan a la base del monumento a nuestro José Martí en La Habana podrán leer una de esas hermosas frases suyas que los cubanos llamamos como pensamientos: “Los hombres andan en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen”. Resulta evidente a cuál de esos bandos pertenecen aquéllos que favorecen la increíble restricción a la libertad y los derechos humanos que significa la prohibición de visitar nuestro país, con cualquier pretexto.
Otro muro de contención de humanos fue el famoso Muro de Berlín, erigido muy rápidamente el 13 de agosto de 1961 y desaparecido con la misma rapidez el 9 de noviembre 1989. Llegó a ser un formidable sistema de fortificación que tenía puntos de control donde los alemanes que vivían en el occidente podían pasar a la parte más oriental del país con relativa facilidad, pero los habitantes de esa parte requerían de autorizaciones muy especiales para transitar en la dirección contraria. Resulta muy extraño que algún político experimentado pudiera haber pensado que esa situación podía mantenerse eternamente. Efectivamente, cuando las presiones políticas sobre el Muro del lado oriental fueron muy fuertes, el gobierno de entonces tomó el acuerdo de flexibilizar el tránsito en la dirección restringida. Pero ocurrió como con los muros de contención de agua, o con la gran muralla china y los manchúes: la grieta abierta no resistió la presión y todo condujo a una demostración masiva que lo aniquiló física y virtualmente. Del Muro de Berlín solo queda esencialmente una marca a lo largo de donde existió y algún objeto museable.
El Muro de la Florida tiene una componente natural, el mar, y una virtual que ha durado más que el Muro de Berlín. A los ciudadanos y habitantes legales de los EEUU no se les permite visitar libremente Cuba desde febrero de 1963, solo unos 17 meses después que el establecimiento del muro europeo, aunque ya existían restricciones y recomendaciones de no hacerlo desde antes.
Como las prohibiciones de movimiento lucen muy mal en un país fundado sobre la base ideológica de la libertad, igual que Cuba, sus ideólogos hallaron una forma legal. No se trata de una prohibición de viajar, sino de gastar dinero para mantenerse viajando, pues el hecho de comprar una hamburguesa en Cuba es “comerciar con el enemigo”. Si no fuera tan trágico se podría pensar que no les faltó sentido del humor al recurrir a una ley de 1917, aplicable a las potencias rivales de la Primera Guerra Mundial. Desgraciadamente, eso sostiene legal, virtual y muy fuertemente el Muro de la Florida hasta nuestros días.
Para muchos es evidente que la parte mediática e ideológica anticubana en los EEUU logró un sustento importante gracias a este muro virtual. Una minoría de resentidos políticos, donde predomina una baja catadura moral que les permite tolerar y hasta promover el terrorismo cuando lo protagonizan ellos, ha predominado demasiado. Lograron durante mucho tiempo mentir y diseminar libremente cualquier calumnia acerca de la política y las acciones de la Revolución Cubana. A una gran parte del pueblo de los EEUU las más atroces falsedades llegaron a presentárseles como verdades. Muy pocos podían comprobar con los propios ojos nuestras realidades porque el Muro de la Florida le impedía a la inmensa mayoría venir y ver. Suele argumentarse que este sustento ideológico es similar al del fenecido Muro de Berlín.
Durante los últimos dos años se abrieron grietas al Muro de la Florida. Se permitió que algunos lo atravesaran en la dirección prohibida, aunque permanecieron muchas limitaciones. Pero se ha ganado algo muy importante: un ciudadano promedio de ese país que esté entre los cientos de miles que han podido venir durante este tiempo ya no puede creer más las apocalípticas descripciones de los sostenedores del Muro. Han visto con sus propios ojos y vivido nuestras muchas virtudes y nuestros verdaderos problemas. Si un presidente, aún con toda la autoridad de que está investido, reasume un lenguaje odioso y pretende taponear la rajadura puede predecirse su fracaso. El Muro de la Florida se derrumbará inevitablemente y erosionado por esa grieta, probablemente mucho más temprano que tarde.
Los turistas de los EEUU que nos visiten y vayan a la base del monumento a nuestro José Martí en La Habana podrán leer una de esas hermosas frases suyas que los cubanos llamamos como pensamientos: “Los hombres andan en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen”. Resulta evidente a cuál de esos bandos pertenecen aquéllos que favorecen la increíble restricción a la libertad y los derechos humanos que significa la prohibición de visitar nuestro país, con cualquier pretexto.