30 jun 2017

Nueva arremetida imperial

Guerra económica contra Venezuela
Por: Germán Sánchez Otero

30 junio 2017 


¿Qué objetivos, cuáles efectos?

Desde mediados de 2012 Venezuela comenzó a ser víctima de una guerra económica integral y creciente, cuyo fin es derrocar al gobierno bolivariano, lograr el control de ese estratégico país y destruir el modelo alternativo al capitalismo que implementa la Revolución Bolivariana.Se trata de una guerra no convencional, que ha logrado en los últimos cuatro años dislocar la economía y generar poderosos impactos humanos. Estos afectan a casi todas las familias en niveles muy severos, sin precedentes en Venezuela y pocas veces acaecidos en el mundo.

Guerra sin balas, es también inhumana y perversa. Desaparece medicamentos e insumos médicos; saca de los anaqueles alimentos básicos y productos de higiene esenciales, desviándolos al mercado ilegal; genera inmensas y continuas colas; provoca hiperinflación y degrada a extremos irritantes la capacidad adquisitiva del bolívar y por ende de los salarios y otros ingresos del pueblo humilde.
Antecedente: Golpe petrolero de 2002

Durante el paro empresarial y el sabotaje petrolero de fines de 2002 y principios de 2003, el gobierno de Estados Unidos intentó derrocar a Chávez por la fuerza, luego de fracasar del mismo modo ocho meses antes. Orquestó el nuevo plan golpista basándose en una parálisis de la economía, respaldada por las transnacionales, los grandes empresarios venezolanos, y buena parte de la gerencia de la empresa petrolera estatal. Y otra vez participaron a tiempo completo casi todos los medios de comunicación privados, los partidos y entes civiles contrarrevolucionarios, y los militares golpistas –ahora fuera de la institución– derrotados en abril de 2002.

La embestida duró dos meses y provocó que el PIB se contrajera 18 %, entre los años 2002–2003. Hubo amplia escasez de productos básicos, incluso de gasolina, la inflación se duplicó, al igual que el desempleo y en general aumentó la pobreza. También creció la fuga de capitales y el índice de riesgo país se disparó, con grave incidencia para la obtención de préstamos.

El llamado “golpe petrolero” devino prueba medular para la Revolución Bolivariana, que logró la victoria sustentada en una sólida alianza del pueblo civil y los militares, bajo el liderazgo de Chávez.

Referendo contra Chávez de 2004

Al terminar la jornada sin éxito, Estados Unidos apuesta de inmediato a la vía electoral, por medio del referendo revocatorio (RR) contra el Presidente, posible de activar en agosto de 2003. Luego de crear tal adverso escenario económico y social para el proceso bolivariano, el imperio se propuso coronar su plan de derrocar a Chávez a través de las urnas y a ellas dedicó sus poderosos recursos. Los desajustes que el plan golpista provocara en la economía y los graves impactos entre la gente humilde, hicieron creer a Estados Unidos que existía el escenario idóneo para derrotar a Chávez con votos. ¿Por qué estaban tan seguros?

En julio de 2003, según encuestas confiables, Chávez habría perdido el RR. Sin embargo, cuando se realiza 13 meses después, gana con 60 %.

¿Cómo fue posible derrotar este nuevo intento contrarrevolucionario, que abarcó desde febrero de 2003 hasta el 15 de agosto de 2004?

Vale la pena recordar los motivos:
––El estricto control de cambio en febrero de 2003, puso de rodillas a los empresarios. El gobierno logra un alto poder de fuego, al disponer de todas las divisas y usarlas según las prioridades del consumo de la población y del plan de desarrollo económico.
––Regulación de precios a una amplia lista de alimentos y medicamentos, y de productos de higiene.
––Creación y despliegue meteórico de las misiones sociales en la salud, la educación y la alimentación, y para promover empleos. Acciones todas de gran impacto social, que benefician en pocos meses a más del 65 % de la población.
––Unidad cívico–militar.
––Acelerada reactivación de la producción y de los canales de distribución.
––Movilización constante del pueblo, avances en su organización en las bases y en la conciencia. Papel fundamental del liderazgo de Chávez.
––Radicalización de la Revolución, al adoptar el signo antimperialista y enfrentar sin ambages al gobierno de George W. Bush.

Desde entonces (15 de agosto de 2004) y hasta 2013, la Revolución Bolivariana logra amplia hegemonía política y un vasto poder del Estado, en un contexto regional ventajoso con predominio de varios gobiernos de izquierda y progresistas, y favorecida por cuantiosos ingresos petroleros.

Crece mucho la influencia del presidente Chávez y del gobierno bolivariano en los procesos de unión e integración de la América Latina y el Caribe.

Por primera vez en la historia, el petróleo se convierte en potencial de solidaridad en vez de arma de presión.

Sin embargo, durante esa década ganada por la Revolución el imperio mantiene su objetivo y busca avanzar. No cesa de conspirar. Evalúa las causas de sus derrotas, aumenta la ayuda financiera y la asesoría a Ongs y partidos opositores. Examina y explora nuevas variantes subversivas, entre ellas prepara a jóvenes opositores en los métodos de las “revoluciones de colores”. Y en 2007, cuando Chávez se propone realizar una profunda reforma a la Constitución, con el fin de acelerar y fortalecer el proyecto socialista bolivariano, Estados Unidos hace todo lo posible para evitarlo y, sin dudas, contribuye a la derrota de la reforma en las urnas. Amén de otros factores, Chávez pierde el Referendo debido a la eficaz campaña ideológica y política contrarrevolucionaria, guiada desde Washington, y al sensible desabastecimiento programado e inducido, que abarcó el 25% de los productos esenciales.

Pero Chávez saca lecciones de la amarga experiencia y durante 2008 retomó la iniciativa, que no perdió nunca más.

Nueva arremetida imperial



En junio de 2011, la noticia sobre la sorpresiva enfermedad de Chávez reactiva en Washington y en sus aliados venezolanos, y de otros países, la esperanza de destruir en breve plazo a la Revolución Bolivariana.

Las gravedad de su salud resulta clara al comenzar 2012, año en que están previstas elecciones presidenciales en octubre. Surge así otra posibilidad de derrotarlo por la vía comicial y, de no lograrse, avanzar en un plan integral de desestabilización y de asalto al poder.

Esta vez, las acciones económicas y financieras radicales e interrelacionadas van a ocupar un papel central desde la primera etapa: una especie de ablandamiento artillero que no debe cesar hasta lograr la derrota del adversario, con el uso de un amplio arsenal y numerosas variantes de ataque.

Quienes concentran la propiedad del capital, la producción y la distribución, sobre todo de los bienes esenciales para la vida, pueden manipular los mercados, sus precios y las cantidades de los productos. Ellos poseen armas muy poderosas para derrocar gobiernos.

Y como lo demuestran varios ejemplos de la historia, esos entes económicos y financieros, actúan acorde con la estrategia política decidida en los centros de poder del imperialismo estadounidense. Así obraron, por ejemplo, contra el gobierno de Salvador Allende y después frente a la Revolución Sandinista. Y también contra Cuba, aunque nuestro pueblo ha demostrado que es posible resistir y derrotar incluso la versión más extrema y prolongada de la agresión.

No es casual que la guerra económica contra Venezuela se inicie meses antes de los comicios presidenciales de octubre de 2012. Y que se recrudezca de modo acelerado, una vez que es notoria la extrema gravedad de Chávez.

Luego que él fallece en marzo de 2013 y ante la nueva elección presidencial de abril de ese año, aceleran el paso. Al triunfar Nicolás Maduro –por una diferencia mínima-, Estados Unidos acentúa su decisión de desestabilizar a fondo toda la economía y culpar de tal desastre al modelo socialista que adelanta la Revolución Bolivariana.

El imperio no pierde un minuto, a fin de aprovechar la coyuntura anómala que se crea en el campo bolivariano durante 2012 y hasta el 5 de marzo de 2013, y en el lapso del proceso de sustitución de Chávez y de toma de experiencia por su sucesor, el presidente Maduro.

A mediados de 2012 comienza a ejecutarse el nuevo plan. Y en 2013 incrementan las acciones económicas, políticas, mediáticas, conspirativas y diplomáticas.
Bombardeo de la artillería pesada

El objetivo esencial en la primera etapa es desajustar a fondo el sistema económico. Para ello manipulan las importaciones, la producción, la distribución mayorista y minorista, y el valor del bolívar. Así impiden que el gobierno controle la inflación y otras categorías macroeconómicas. Todo vale para destrozar la economía y colocar a la defensiva al adversario.

¿En qué consiste esta guerra económica? ¿Qué actores económicos, políticos y conspirativos participan en ella?¿Cuáles son sus objetivos? ¿Qué efectos ha provocado en la población? ¿Qué medidas ha estado adoptando el gobierno para contrarrestarla? ¿Es posible derrotarla? ¿En qué plazo?

La economista venezolana Pasqualina Curcio Curcio, en su documentado libro “La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela” (Ediciones MinCI, Caracas, 2017) ofrece datos y argumentos irrefutables. Entre los instrumentos que emplea la guerra económica se encuentran: 1) el desabastecimiento programado de bienes esenciales; 2) la inflación inducida; 3) el boicot en el suministro de los bienes de primera necesidad; 4) el embargo comercial encubierto; y 5) el bloqueo financiero internacional.

Quienes utilizan estas armas lo hacen de manera oculta, no muestran sus rostros.

Actúan respaldados por sistemáticas campañas comunicacionales, cuya línea principal es responsabilizar al gobierno bolivariano con el desastre creado, debido a sus decisiones puntuales y, sobre todo, por adoptar un modelo económico alternativo al capitalismo.

Participan en esta guerra no convencional las grandes corporaciones transnacionales, en complicidad con los monopolios nacionales de alimentos, medicamentos y artículos de higiene. El diseño y la dirección estratégica recaen en los centros de poder de los Estados Unidos, que también utilizan a los entes políticos opositores de Venezuela, gobiernos aliados y a los medios de comunicaciones locales e internacionales. Todos actúan para encubrir las acciones de la guerra económica, y confundir al pueblo sobre las causas y responsables de esta.

Guerra económica e importaciones

Ofrezco y comento enseguida algunos datos, aportados por Pasqualina. El PIB de 2015, año en que se registró un nivel de escasez superior al 30 %, fue 34 % mayor que el del año 2004, cuando ocurriera un nivel de escasez del 7 %, el más bajo en veinte años.
La tasa de desempleo en 2015 alcanzó 6 %, 62,5 puntos inferior a la de 1999. Esto contradice que se haya producido el cierre masivo de fábricas.
Por su parte, las cifras de las importaciones desmienten que la supuesta caída de estas haya provocado el desabastecimiento. Al contrario. Ellas aumentaron 129 % desde 1999 hasta 2014. Y ese año, el 2014, las importaciones superaron los 31 000 millones de dólares, casi el doble que en 2004, cuando sumaron 16 000 millones de dólares.
La importación de alimentos ascendió a 7 700 millones en 2014 y en 2004 fueron 2,100 millones, o sea 259 % mayor. Y en el caso de los medicamentos, en 2014 se importaron 2 400 millones de dólares, mientras en 2004 apenas fueron 608 millones. Un incremento de 309 %.
Por consiguiente, la falta de alimentos, medicamentos, artículos de higiene, repuestos para el transporte y otros productos, así como las largas colas no pueden explicarse porque el sector privado haya dejado de recibir las cantidades suficientes de dinero para las importaciones. Desde 2003, tales divisas son entregadas por el Estado a las empresas privadas, a un tipo de cambio preferencial, que actualmente es de 10 bs por US$.
En 2004 –año en que no hubo desabastecimiento– se les asignó 15 750 millones de dólares y en 2013, momento en que con mayor intensidad comienzan a escasear los rubros esenciales, la cantidad asignada se duplicó a 30 859 millones.
Desde que se instauró el control cambiario en 2003 y hasta 2016, las empresas privadas recibieron del Estado 338 331 millones de dólares para las importaciones. Hubo años, como el 2007 y el 2008, en que se les asignaron alrededor de 40 mil millones de dólares en cada uno.
En 2011, ante de comenzar la guerra económica, se les adjudicaron solo para alimentos 4 454 millones de dólares. En 2012, cuando empezaron a escasear varios productos y surgieron las colas, la cifra subió a 4 843 millones. En 2013 fue de 4 624 millones. Y en 2014 alcanzó 4 173 millones.
¿Por qué ocurre el desabastecimiento?

El desabastecimiento tampoco puede ser explicado por el aumento del consumo. Por ejemplo, entre 2003–2013 la línea de tendencia del crecimiento del consumo es 5,07 %, mientras que la suma de lo que se produce más lo que se importa origina una tendencia creciente de 5,99 %. Son otras las causas del desabastecimiento.

Una de ellas, argumentada en detalles por Pascualina Curcio, es la diferencia entre el monto en dinero recibido para las importaciones y los valores de uso importados, expresados en kilogramos. Esta diferencia es clave.

La variación de las importaciones totales de bienes y servicios expresadas en dólares, fue de 388,9 % al comparar los años 2003 y 2013. Sin embargo al medir las importaciones totales de bienes y servicios, ahora expresadas en kilogramos, la variación en el mismo período fue de 57,6 %.

O sea, se importa menos bienes y servicios con una mayor cantidad de dólares asignados.

El costo promedio de importación por kilogramo en el 2013 fue 210 % más alto que en 2003. Ese año ascendió a 0,83 dólar por kilogramo y en 2013 fue 2,34 dólares por kilogramo. De tal modo, un factor del desabastecimiento radica en que con una mayor cantidad de divisas entregadas por el Estado, se ha importado menor cantidad de bienes.

¿Qué hicieron con los dólares los empresarios? Aquí está la respuesta: Las monedas y depósitos del sector privado en el extranjero, suben 233 % entre 2003 y 2013. Por supuesto, con el subterfugio típico de la sobrefacturación u otros trucos, donde además de agentes corruptos externos deben haber participado no pocas veces funcionarios venezolanos de la misma especie.

Un segundo factor importante del desabastecimiento, es el acaparamiento por parte de las grandes empresas importadoras y productoras de alimentos básicos, medicamentos, piezas y repuestos del transporte, semillas, etc.

Y el tercer factor es el contrabando de extracción en las fronteras, sobre todo hacia Colombia.

Tales desequilibrios provocan otros, como el llamado bachaquerismo, aquellos sujetos que adquieren los productos a precios subsidiados y luego los revenden en el mercado informal varias veces más caro.
Inflación inducida, vía internet

El arma más poderosa y efectiva de la guerra económica contra Venezuela, es la inflación inducida vía internet con fines políticos, al fijarse de manera arbitraria e ilegal cada día la tasa de cambio respecto del dólar.

A partir de 2013, en Venezuela los niveles de precio no los determina la demanda agregada y la liquidez monetaria, como ocurre en todos los países. Lo hace el dato arbitrario que aparece en la página “Dólar Today”.

Sus nocivos efectos en los precios (inflación) y por ende en el poder adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos, en la distorsión de los mercados y en la caída de la producción, forman un haz diabólico.

Tales tasas de cambio, no responden a criterio económico alguno. Obedecen a una intencionalidad política, encaminada a desestabilizar a fondo y sin escrúpulos la economía y la sociedad.

Veamos estos datos. La variación promedio anual del tipo de cambio paralelo desde 1999 hasta 2011 fue de 26 %. En 2012 respecto a 2011 creció a 31 %. Y en 2013 se dispara en comparación con 2012: 224%. Sube a 475 % en 2015 y en estos momentos la cifra es superior a 600 %.

Basándose en un modelo matemático que contempla el monto de las reservas y la liquidez monetarias, Pasqualina Curcio estimó que en marzo de 2016 la tasa de cambio real debía ser de 84 bs para adquirir un dólar, mientras que en esa fecha la tasa de cambio ilegal inducida por internet era de 1212 bs.

Ella también hizo un gráfico donde muestra la diferencia entre el tipo de cambio manipulado y el real estimado. En 2013 el manipulado es 1,5 veces mayor que el real, en 2014 sube a 2,4 veces, en 2015, aumenta 7 veces y en 2016 el paralelo es 14, 5 veces superior al valor real estimado.


¿Bloqueo económico?

El imperio desarrolla la guerra económica contra Venezuela de modo simultáneo y creciente en todos los escenarios, con el fin de destruir los pilares que sostienen cualquier sistema económico.

Hasta el momento, Estados Unidos no ha codificado en sus leyes –como ha hecho con Cuba– esta criminal guerra de cuarta generación, equivalente a un bloqueo económico, comercial y financiero, con sus especificidades. Han actuado de modo solapado, basándose en los diversos aliados e instrumentos con que cuenta. Uno de ellos es el financiero internacional.

Venezuela sufre desde 2013 una especie de bloqueo financiero. Consiste en hacer cada vez más difícil y costoso a la República y en especial a Pdvsa, tener acceso a créditos en el mercado internacional y en entorpecer las operaciones financieras de tal rango. También en este ámbito las armas han sido invisibles: sobre todo consisten en la publicación de elevadas cifras del índice de riesgo país y en enlentecer las transacciones financieras.

El riesgo país, como se sabe, es un índice que mide la garantía de un Estado para cumplir con sus compromisos financieros. Establece una prima de riesgo asociada a la probabilidad de incumplimiento en el pago de la deuda externa. Si el índice de riesgo país es mayor, los intereses y condiciones del préstamo serán más severos.

Todos los entes calificadores del riesgo país, son instrumentos de grandes bancos privados. Por ello no es casual que la guerra económica contra Venezuela haya incluido pintarla de rojo. Y desde 2015 está señalada como la nación de mayor riesgo, con más de 2 mil puntos.

Llama la atención que durante los años 2009 al 2012 el índice es bajo y estable y que se dispare a partir de febrero de 2013. Sin embargo, ninguno de los factores que podrían determinar tal fenómeno está presente: el pago de la deuda ha sido puntual, con cifras astronómicas; en 2013 el precio del petróleo aún no se ha desplomado; ni tampoco disminuye ese año el PIB y las reservas internacionales eran aceptables.

Lo que sí resulta evidente, como demuestra Pascualina, es la relación directa entre el tipo de cambio ilegal, la inflación inducida por este y el riesgo país. La razón es obvia: son tres categorías manipuladas con fines políticos por los autores de la guerra económica. Imponen el tipo de cambio, lo elevan a cifras cada vez mayores y hacen lo mismo, en similar proporción irracional, con el nivel del riesgo país. El comportamiento de las tres variables –tipo de cambio ilegal, inflación inducida y riesgo país– está estrechamente relacionando y es resultado de un mismo plan de desestabilización política.
Sugerencias para el análisis final de los lectores

La guerra económica contra Venezuela ha logrado crear un escenario sumamente complejo para la Revolución Bolivariana. Es un reto de medular importancia, que ella puede vencer y adelantar con muestras contundentes que es así en el menor plazo. Toda la sociedad ha sido impactada y sus efectos han contribuido de manera directa a la disminución de los votos obtenidos por los candidatos bolivarianos en las elecciones de octubre de 2012, abril de 2013 y diciembre de 2015 (Asamblea Nacional), donde ocurriera una derrota sensible. Está probado con cifras, que en tales coyunturas la inflación se disparó y los abastecimientos básicos desaparecieron.

El objetivo final de la contrarrevolución no es ganar la presidencia y los demás poderes públicos a través del voto. Esto forma parte del plan desestabilizador –a lograr siempre que resulte posible–, pero no es lo único: la meta es extirpar la Revolución Bolivariana y el chavismo. Para lograrlo, pretenden hacer creer que ella es la causante de los profundos desajustes causados por la guerra económica.

En consecuencia, un frente de batalla principal para intentar derrotar a la Revolución es y seguirá siendo la agresión económica.

Junto a ella acrecientan la escalada de violencia, como sucede desde abril pasado, que conduzca a una guerra civil o la apariencia de ella, y entorpezca las acciones del gobierno para derrotar las agresiones económicas. Además tratan de afianzar la imagen de que “el régimen” es una dictadura, sin escrúpulos ni apoyo.

Promueven la idea de que existe una crisis humanitaria y se requiere ayuda internacional, y que se ha generalizado el caos. Aceleran presiones y maniobras a fin de estrechar el cerco diplomático y buscan crear las condiciones para una eventual intervención militar directa. Siempre con el más amplio respaldo comunicacional.

La coartada del imperio y sus adláteres dentro y fuera de Venezuela, es adjudicar al gobierno bolivariano y al modelo económico–social y político que este adelanta, la carga del desastre que han generado a consecuencia de la guerra económica y de las demás acciones subversivas.

Tal maniobra resulta urgente desmentirla, pues ella es la plataforma para justificar todas las agresiones, incluida la guerra sucia y la intervención armada.

No por cínica esa campaña disminuye su potencial para confundir a muchas personas, fuera y dentro de Venezuela, gracias al sistemático bombardeo de falacias mediáticas. Y porque los graves efectos de las agresiones económicas en la vida cotidiana de las personas, facilitan que se distorsione la realidad.

Desde mediados de 2012, es notorio que Estados Unidos actúa con premura para derrocar al poder bolivariano en el corto plazo. De ahí el ritmo y amplitud de la agresión económica. Y si no lo ha logrado, es debido a la fortaleza que ha mostrado la Revolución Bolivariana.

No es casual que luego de asumir el control de la Asamblea Nacional en enero de 2016, la oposición política se haya propuesto sacar al presidente Maduro en seis meses. Ni que actúen desde entonces con tanta beligerancia frente a los demás poderes. Sin dudas, se sienten respaldados por el poderío del imperio. En especial perciben que es un éxito la guerra económica y apuestan a que esta será cada vez más recia, para favorecer el objetivo de arrasar de manera pronta con la Revolución.

Tal apremio y la subestimación de la fuerza popular y militar de la Revolución, hacen que el imperio y sus cómplices dentro y fuera de Venezuela cometan serios errores de estrategia y táctica políticas. Están enceguecidos por la oportunidad que creyeron definitiva, a partir de la muerte de Chávez en 2013. Se sienten confiados por los efectos que han logrado con la guerra económica, las dificultades que le han surgido al gobierno bolivariano debido a la caída del precio del petróleo –a lo que Estados Unidos ha contribuido– y un contexto en Suramérica menos favorable.

El presidente Maduro y el liderazgo bolivariano han comprendido que la victoria sobre la actual arremetida imperial –la más integral, poderosa y aviesa desde 1999–, supone lograr revertir las causas que han propiciado en parte el éxito alcanzado por el enemigo en la implementación de la guerra económica. Se trata de un frente de batalla tan decisivo como complejo, que el Presidente y el liderazgo cívico-militar bolivariano encaran con centralidad estratégica y acciones prácticas, sustentadas en la creatividad y entereza del pueblo chavista.

Son alentadores los resultados que se vienen logrando con la implementación de los Comités Locales de Alimentación y Producción (Claps) y la Gran Misión Abastecimiento Soberano, junto a diversas medidas asociadas a la supervisión y control de las importaciones, de la producción y la distribución y un mejor control de las fronteras.

Resultan loables las decisiones sobre el uso de las divisas y otras medidas semejantes en el terreno económico y financiero. Y es crucial la definición y puesta en funcionamiento de los “quince motores” para avanzar hacia una nueva etapa de desarrollo, que supere por fin el deformador rentismo petrolero, acorde con el pensamiento económico de Chávez y su Plan de la Patria formulado en 2012.

Existe claridad sobre determinadas vulnerabilidades. Entre ellas: la elevada concentración de la producción, de las importaciones y de la distribución de bienes y servicios en un reducido número de empresas; el dominio de monopolios y oligopolios en los mercados de bienes de primera necesidad; la alta dependencia de las importaciones y el imperativo de sustituir buena parte de ellas con producción nacional.

También hay conciencia de que el Estado ha sido deficiente –con expresiones de corrupción– en su papel de regulador y supervisor de las grandes empresas productoras, comercializadoras e importadoras, y del sistema financiero y los bancos.

Por otra parte, esta es una guerra sui géneris donde hasta ahora no existen culpables ni presos. Sin embargo, hay desabastecimiento e inflación inducidos, sabotaje en el suministro, embargo comercial encubierto y altas cifras de contrabando vía frontera. Y todo ello provoca graves violaciones a los derechos humanos del pueblo venezolano, que es víctima de la carencia de alimentos, de medicamentos e insumos médicos, y de otros artículos indispensables para la vida.

Es de esperar que la Asamblea Nacional Constituyente examine a fondo la actual estrategia contrarrevolucionaria concebida y dirigida por el imperialismo. En particular, los componentes y responsables de la guerra económica, a fin de adoptar nuevas medidas de efectos más inmediatos y reforzar las de complexión estructural, para revertir sus efectos, suprimir las causas e impedir su repetición. Este es un reto medular.

Las secuelas de la agresión económica son enormes y no es conveniente minimizarlas. El imperio sacó provecho de una coyuntura inesperada. Atacó a fondo y sin piedad.

Por consiguiente, ser radical es la premisa, ir a las raíces es la senda. El pueblo bolivariano civil y militar, movilizado, consciente y unido –como ya ocurre-, será capaz de obtener otro laurel. Esta vez, sin la presencia física de su líder histórico, aunque sí de sus leales seguidores encabezados por el presidente Maduro.



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