El neoliberalismo es incompatible con la democracia
Emir Sader
10/07/2020
Foto: pensandoamericas.com
El neoliberalismo nació en una dictadura, la de Pinochet, implementada por economistas de la Escuela de Chicago. Pero luego se extendió a gobiernos elegidos, en América Latina y Europa. Sin embargo, con el tiempo, el neoliberalismo ha demostrado ser incompatible con la democracia. Brasil es un buen ejemplo.
El primer proyecto neoliberal en Brasil fue el del gobierno de Collor, presidente electo, en 1989 aun con las manipulaciones antidemocráticas de Globo en el debate final con Lula. Collor centró su campaña en dos temas centrales para el neoliberalismo: los funcionarios públicos serían maharajás (reyes) y los automóviles producidos en Brasil serían carrozas. Comenzó con Collor la campaña para criminalizar al Estado y abrir la economía al mercado internacional.
Derrocado por las acusaciones de corrupción, el proyecto neoliberal fue retomado en el gobierno de Itamar Franco, y luego por Fernando Henrique Cardoso, quien reformuló el modelo, pero lo continuó. Fue con este proyecto que Cardoso logró ser elegido y reelegido en las elecciones del 1994 y 1998, convenciendo a la mayoría de los brasileños de que el mayor problema en Brasil sería un gasto público excesivo, lo que generaría inflación. Hasta entonces, el neoliberalismo parecía compatible con la democracia.
La hegemonía neoliberal se debió a la descalificación del Estado, sus gastos, la exaltación del mercado y los empresarios. Se agotó por la crisis final del gobierno de la Cardoso, y su partido nunca más pudo convencer a la mayoría de los brasileños de estas posiciones, perdió su capacidad hegemónica.
Al no hacer políticas sociales, creyendo que el control de la inflación sería suficiente para mejorar las condiciones de vida de los brasileños, el gobierno de Cardoso terminó agotado, con su imagen reducida a su nivel más bajo. Fue el último momento en que el modelo neoliberal sería puesto en práctica por un gobierno elegido en elecciones.
Tras la primera victoria de Lula, en 2002, las políticas neoliberales pasaron a ser rechazadas por la mayoría de la población, lo que continuó sucediendo a lo largo otras tres elecciones: 2006, 2010 y 2014. Los gobiernos del PT consolidaron la posición de la mayoría de los brasileños, quienes prefirieron democráticamente las políticas antineoliberales a las políticas neoliberales del PSDB.
Los brasileños consagraron que la democracia era totalmente compatible con el desarrollo económico acompañado de políticas sociales para la distribución del ingreso y la inclusión social. La democracia y el antineoliberalismo se casaron, en el período más virtuoso de la historia brasileña en mucho tiempo. Los cuatro gobiernos del PT han representado y acentuado la hegemonía del modelo antiliberal. Fue necesario romper la democracia, con un golpe de estado contra Dilma, sin ninguna base legal, para que las políticas neoliberales volvieran a ser puestas en práctica, en el gobierno de Michel Temer. Un gobierno ilegítimo, no elegido por el pueblo, asumió la reanudación del modelo antidemocrático neoliberal.
El gobierno de Bolsonaro y su política ultraliberal solo fueron posibles cambiando los temas de la campaña a otros temas que no sean económicos y sociales. Pero, además, por la monstruosa manipulación electoral: impidieron a Lula, favorito para ganar las elecciones en la primera vuelta - proponiendo el modelo antineoliberal – e instrumentalizaron las fake news para falsear el proceso electoral.
Muchas personas hoy están en contra de Bolsonaro – el 70%, según las encuestas -, sin estar en contra del neoliberalismo. Incluso aceptan que no vivimos una democracia plena, porque el presidente comete todos los delitos de responsabilidad, él y sus hijos están involucrados en casos de corrupción, pero las instituciones no trabajan para sacarlo de la presidencia. Los medios están frontalmente em contra de Bolsonaro, algunos incluso se pronuncian por la necesidad de sacarlo del gobierno, pero sin oponerse a la política económica neoliberal.
Sin embargo, no se dan cuenta de que solo sin democracia, solo con un estado de excepción, es posible tener un gobierno que implemente una política económica contra las necesidades de la gran mayoría de las personas. Una política económica que solo favorece a los bancos privados y al capital especulativo, promoviendo la recesión y la depresión económica, así como el desempleo y la precariedad a los que la gran mayoría de los brasileños están condenados.
Solo con un retorno a la democracia será posible que la mayoría de la población exprese su voluntad mayoritaria, lo que choca directamente con el modelo neoliberal, priorizando el desarrollo económico con distribución de ingreso, luchando en contra la pobreza, la miseria, el hambre y la exclusión social, solo son posibles con el retorno a políticas antineoliberales.
Emir Sader
Emir Sader
10/07/2020
Foto: pensandoamericas.com
El neoliberalismo nació en una dictadura, la de Pinochet, implementada por economistas de la Escuela de Chicago. Pero luego se extendió a gobiernos elegidos, en América Latina y Europa. Sin embargo, con el tiempo, el neoliberalismo ha demostrado ser incompatible con la democracia. Brasil es un buen ejemplo.
El primer proyecto neoliberal en Brasil fue el del gobierno de Collor, presidente electo, en 1989 aun con las manipulaciones antidemocráticas de Globo en el debate final con Lula. Collor centró su campaña en dos temas centrales para el neoliberalismo: los funcionarios públicos serían maharajás (reyes) y los automóviles producidos en Brasil serían carrozas. Comenzó con Collor la campaña para criminalizar al Estado y abrir la economía al mercado internacional.
Derrocado por las acusaciones de corrupción, el proyecto neoliberal fue retomado en el gobierno de Itamar Franco, y luego por Fernando Henrique Cardoso, quien reformuló el modelo, pero lo continuó. Fue con este proyecto que Cardoso logró ser elegido y reelegido en las elecciones del 1994 y 1998, convenciendo a la mayoría de los brasileños de que el mayor problema en Brasil sería un gasto público excesivo, lo que generaría inflación. Hasta entonces, el neoliberalismo parecía compatible con la democracia.
La hegemonía neoliberal se debió a la descalificación del Estado, sus gastos, la exaltación del mercado y los empresarios. Se agotó por la crisis final del gobierno de la Cardoso, y su partido nunca más pudo convencer a la mayoría de los brasileños de estas posiciones, perdió su capacidad hegemónica.
Al no hacer políticas sociales, creyendo que el control de la inflación sería suficiente para mejorar las condiciones de vida de los brasileños, el gobierno de Cardoso terminó agotado, con su imagen reducida a su nivel más bajo. Fue el último momento en que el modelo neoliberal sería puesto en práctica por un gobierno elegido en elecciones.
Tras la primera victoria de Lula, en 2002, las políticas neoliberales pasaron a ser rechazadas por la mayoría de la población, lo que continuó sucediendo a lo largo otras tres elecciones: 2006, 2010 y 2014. Los gobiernos del PT consolidaron la posición de la mayoría de los brasileños, quienes prefirieron democráticamente las políticas antineoliberales a las políticas neoliberales del PSDB.
Los brasileños consagraron que la democracia era totalmente compatible con el desarrollo económico acompañado de políticas sociales para la distribución del ingreso y la inclusión social. La democracia y el antineoliberalismo se casaron, en el período más virtuoso de la historia brasileña en mucho tiempo. Los cuatro gobiernos del PT han representado y acentuado la hegemonía del modelo antiliberal. Fue necesario romper la democracia, con un golpe de estado contra Dilma, sin ninguna base legal, para que las políticas neoliberales volvieran a ser puestas en práctica, en el gobierno de Michel Temer. Un gobierno ilegítimo, no elegido por el pueblo, asumió la reanudación del modelo antidemocrático neoliberal.
El gobierno de Bolsonaro y su política ultraliberal solo fueron posibles cambiando los temas de la campaña a otros temas que no sean económicos y sociales. Pero, además, por la monstruosa manipulación electoral: impidieron a Lula, favorito para ganar las elecciones en la primera vuelta - proponiendo el modelo antineoliberal – e instrumentalizaron las fake news para falsear el proceso electoral.
Muchas personas hoy están en contra de Bolsonaro – el 70%, según las encuestas -, sin estar en contra del neoliberalismo. Incluso aceptan que no vivimos una democracia plena, porque el presidente comete todos los delitos de responsabilidad, él y sus hijos están involucrados en casos de corrupción, pero las instituciones no trabajan para sacarlo de la presidencia. Los medios están frontalmente em contra de Bolsonaro, algunos incluso se pronuncian por la necesidad de sacarlo del gobierno, pero sin oponerse a la política económica neoliberal.
Sin embargo, no se dan cuenta de que solo sin democracia, solo con un estado de excepción, es posible tener un gobierno que implemente una política económica contra las necesidades de la gran mayoría de las personas. Una política económica que solo favorece a los bancos privados y al capital especulativo, promoviendo la recesión y la depresión económica, así como el desempleo y la precariedad a los que la gran mayoría de los brasileños están condenados.
Solo con un retorno a la democracia será posible que la mayoría de la población exprese su voluntad mayoritaria, lo que choca directamente con el modelo neoliberal, priorizando el desarrollo económico con distribución de ingreso, luchando en contra la pobreza, la miseria, el hambre y la exclusión social, solo son posibles con el retorno a políticas antineoliberales.
Emir Sader
Sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
https://www.alainet.org/es/articulo/207779
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