El Mundial de las oportunidades (y del oportunismo)
POR BRASILCOMN
13/05/14
EDU SOTOS, DE RÍO DE JANEIRO
Con poca majestuosidad, más bien con descaro, “O Rei do Futebol”, Pelé, abandonaba la semana pasada un acto publicitario en São Paulo. ¿Qué podría hacer huir de una manera tan poco honrosa al héroe de toda una generación de brasileños?
La respuesta es aún más inverosímil que la pregunta: los apenas 200 manifestantes del movimiento “sin techo” que en ese momento desfilaban por la Avenida Paulista, en el centro de la ciudad. Una protesta pacífica y minoritaria era suficiente para poner en fuga a un icono del país ante la mirada incrédula de los periodistas que acompañaban el acto.
Algo que en un primer momento podía parecer anecdótico, casi irrisorio, en realidad encerraba una enorme carga simbólica. Una gloria del pasado huyendo de personas que sólo reclamaban un futuro mejor. Aquel que solía despertar respeto y admiración en el pueblo ahora lo evita e incluso le pide que se comporte y “no acabe con la fiesta del fútbol”.
¿Qué ha cambiado en Brasil para que el que se diera baños de multitudes ahora las evite a toda costa? ¿Ha dejado de ser el fútbol el escaparate de las glorias de Brasil para pasar a ser el de sus vergüenzas? El “padrão FIFA” parece ser la respuesta.
Cuando faltan sólo 30 días para el inicio del Mundial, los brasileños se dividen entre aquellos que encajan en los estándares de la FIFA, es decir, los que han comprado sus entradas y viajarán por todo el país acompañando a la “canarinha” y los que ni quieren, ni se pueden permitir, la que Dilma se atrevió en llamar “la Copa de las Copas”.
Aquellos que esta semana perdían el apetito porque Scolari no llamó ni a Kaka ni a Robinho, y los que solamente con pensar en los 12.600 millones de dólares que ha costado el torneo a los contribuyentes, se les corta la digestión.
La sociedad a través de fútbol está expresando su división. El deporte que antaño aunaba a todos los brasileños ahora los divide. Incluso las dos grandes leyendas del fútbol brasileño, Pelé y Romario, parecen haber asumido el papel de líderes de ambos bandos. “La Copa será el mayor atraco de la historia de Brasil”, llegaba a asegurar, ya en 2012, “O Baixinho”.
Palabras que por aquel entonces sonaban a profecía trasnochada pero que el año pasado tomaban forma cuando millones de brasileños tomaban las calles antes y durante la Copa de las Confederaciones, antesala del Mundial y experimento fracasado de la FIFA.
Mientras Romario ha ido denunciando los “abusos” cometidos en nombre del todopoderoso organismo deportivo, Pelé se ha ido encargando de relativizarlos, incluso afirmar, que incidentes como las muertes de los obreros en los estadios son solamente “cosas que pasan”. Sin embargo, con sus palabras “O Rei” podría convertir el Mundial, el buque insignia de la FIFA, en el próximo Titanic.
Algo que, desde luego, no le interesa a un hombre que a sus 73 años podría embolsarse nada menos que 26 millones de dólares entre eventos y contratos en publicidad durante el evento. De ahí su escasa preocupación por las personas que salen a la calle o quienes han perdido la vida en los estadios. Puede que sea cierto aquello que dijo Romario cuando afirmó que “Pelé callado es un poeta”, lo que si es seguro es que si consigue mantener la boca cerrada en las próximas semanas será un poeta rico.
Brasil se enfrenta estos días a sus fantasmas y el fútbol hace las veces de amplificador. Una banana, sobre el césped de un estadio de fútbol en España, es hoy día capaz de generar todo un debate sobre el gran tabú que todavía suscita el racismo en Brasil.
Paradójicamente, puede que al final el campeonato sirva para sacar de una vez todas esas cuestiones sin resolver que, hasta ahora, los brasileños intentaban olvidar cada vez que se sentaban frente a la televisión para ver a su equipo.
Nadie sabe cuál será el legado del Mundial pero por mucho que se empeñen no serán ni Pelé ni Romario con sus palabras sino personas con sus actos, como los 200 “sin techo” de la Avenida Paulista, los que van a decidirlo. En la “Copa de las Copas”, la verdadera victoria o derrota del pueblo brasileño puede que no se juegue sobre el césped de los lujosos estadios, sino sobre las humildes calles de sus ciudades.