China vs. India, un conflicto inesperado ¿a punto de estallar?
Ahora que todos los ojos están puestos en lo que está sucediendo entre Rusia y Ucrania, descubro en el Economonitor de Nouriel Roubini un interesante artículo sobre la mecha que puede encender la llama de un conflicto aún mayor, de inimaginables consecuencias para el mundo mundial: una guerra a cuenta del agua entre China e India (Economonitor, “Water Wars: the next clash between China and India”, 21-04-2014).
De acuerdo con fuentes oficiales chinas, el proyecto histórico para desviar flujos acuáticos desde el Tíbet hasta el Río Amarillo, encima de la mesa desde finales de los años 90, podría materializarse en breve y afectar de manera notable al caudal que llegará finalmente a amplias zonas de la India e incluso a Bangladesh, que depende en un 90% de los ríos con origen en otras naciones.
El estudio de viabilidad estaría, de hecho, terminado
El proceso de urbanización y de cambio en los hábitos alimenticios en China ha provocado que sus necesidades de agua se hayan multiplicado exponencialmente. A día de hoy, 300 millones de sus habitantes no tienen asegurado un suministro seguro y dos terceras partes de sus principales núcleos de población sufren restricciones en el abastecimiento, especialmente en la zona norte y noroeste del país. No en vano, estas regiones concentran el 44% de la población y el 60% de la superficie cultivable del estado, pero apenas disponen del 4,5% de los recursos hídricos totales chinos.
Esa carestía es la que ahora se pretende paliar.
Más teniendo en cuenta que, como consecuencia de la paulatina desaparición de los glaciares del Himalaya, los cauces que tienen su nacimiento en los mismos se irán reduciendo significativamente en los próximos años, algo que ya se está notando localmente desde hace una temporada. Al problema de exceso de demanda se une el de la falta de oferta. Siendo como es el agua bien de primerísima necesidad, y teniendo en cuenta la prioridad de China por mantener la paz social para que el régimen se sostenga, la decisión unilateral se antoja inevitable. Veremos cómo responde el vecino del sur.
A los que han seguido en los últimos años Valor Añadido, la noticia no les pillará desprevenidos. La geopolítica del agua ha sido lugar común en estas mismas líneas en numerosas ocasiones, tanto a nivel genérico como específico (por ejemplo, cómo puede impactar en Oriente Medio la sequía casi estructural de Tigris y Éufrates).
Va a ser factor determinante en buena parte de lo que ocurra en las relaciones internacionales en el futuro inmediato. Mirar hacia otro lado o negar su trascendencia sería, cuando menos, irresponsable, por más que los políticos así lo hagan, con carácter general.
Los mercados, de hecho, ya están descontando esta realidad. La banca de inversión multiplica sus informes sobre las compañías productoras/embotelladoras, por un lado, y que desarrollan/gestionan infraestructuras, por otro. Calculan un negocio alrededor de las mismas de un billón de dólares (millón de millones) en los próximos seis años. Una cantinela recurrente que el comportamiento bursátil reciente del sector parece querer confirmar.
¿Ha llegado de verdad la hora?
Sea como fuere, estamos hablando de un bien escaso, por más que nos hayamos acostumbrado a su aparente abundancia. Como tal, su precio se deberá ir ajustando paulatinamente a su verdadero punto de equilibrio. Los años del agua barata han quedado definitivamente atrás. No les quepa, en cualquier caso, la menor duda: si al mundo le quedara una nueva contienda global, sería porque las necesidades de líquido elemento así lo imponen. Algo que, salvo revolución en su origen/tratamiento/consumo, será difícil de eludir.
Avisados quedan.
Por S. McCoy
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La ONDA digital Nº 671