SE LA COMIÓ EL LOBO
José Antonio Vera
Una de las “caperucitas rojas”, como se le conocía a las camionetas que utilizaba la tiranía estronista para arrear y desaparecer presos políticos, ha sido rescatada y está en exhibición desde este miércoles 23 de abril, en la sede del Museo de la Memoria, en el centro de Asunción.
El vehículo, que estaba en posesión de un particular, es una Chevrolet Custom, de lujo, motor naftero de seis cilindros, fabricado en Argentina, y con su matrícula original Número 15264 fue trasladado en la mañana desde la Fiscalía de San Lorenzo, ciudad a 20 kilómetros de la capital, en un recorrido que duró cuatro horas y se convirtió en una jornada política, aplaudida por numerosas personas que transitaban por la ciudad.
El Abogado y Premio Nobel Alternativo, Martín Almada, acompañado por muchos activistas de los derechos humanos, y responsables del Museo, encabezó el rescate y el traslado de la “caperucita”, todo un símbolo que hace recordar a miles de paraguayos el terror imperante en esas tres décadas y medio (1954/89).
La pintura colorada de la camioneta representa, en sí, el color del Partido, gobernante aún, que fue una de las patas del trípode, cuyo vértice era el General Alfredo Stroessner y las otras dos el Ejército y los grandes comerciantes, dúo que acunaba a uno de los núcleos más fuertes del corrupto empresariado, arropados todos en una impunidad total.
El vehículo había sido encontrado por Almada y un grupo de víctimas de la dictadura, en un estacionamiento asunceno hace tres años y, tras su incautación, producto del empeño de la dirección del Museo y de la Dirección General Verdad, Justicia y Reparación, “comenzó la difícil gestión ante la Fiscalía para destinarlo al Museo y ponerlo en exhibición, con el fin de contribuir a que la ciudadanía tome cada día mayor conciencia del horror que significó el estronismo, cuya ideología sigue vigente en el país”, declaró Almada.
Esas camionetas, “igual que los Ford Falcon en Argentina, fungieron durante años de centros itinerantes de torturas, en el llamado ablande, en el lenguaje de los asesinos, que hoy viven confortablemente en todos los barrios de Asunción, cobrando una buena jubilación, asisten a las misas todos los domingos y hasta, en ocasiones, son vistos como buenos vecinos”, añadió el profesional.
“La sola presencia de las caperucitas en los barrios, resultaba traumática para cualquier ciudadano”, dice el Diario ABC del 29 de julio de 1997, cuyo propietario es Aldo Zucolillo, quizás el hombre más rico del país y uno de los que más se benefició financieramente en los 35 años del régimen, a pesar de sufrir la clausura al final de la dictadura.
Zucolillo “era quien le vendía las caperucitas a Stroessner”, afirma el periodista Nemesio Barreto en su libro “Historia sincera de Paraguay”, en el que recuerda que el dictador apadrinó la apertura de la publicación, el 08 de agosto de 1967, como “un diario joven que confía en la patria”, y cuya presencia en el acto fue resaltada en primera página.
Es tal el poder económico y político que acumula Zucolillo desde sus numerosas empresas de prensa, comercios, inmobiliarias y agrícolas-ganaderas, que en muchos ambientes se le considera la persona que marca la agenda de los tres poderes del Estado.
Sus editoriales, identificados con la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), manifiestan admiración por el imperialismo norteamericano y odio a los procesos políticos de Cuba, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Brasil. Uruguay es menos vilipendiado.
J.A.Vera - postaporteñ@ 1156