Por Daniel Kersffeld
30 de abril de 2024
. Imagen: EFE
En medio de la incertidumbre frente a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, cuyo candidato más aventajado, Donald Trump, puso en cuestión su futura participación dentro de la estructura de la OTAN, Europa se encamina a fortalecer sus inversiones en el terreno militar.
Las crecientes tensiones geopolíticas y, especialmente, la crisis en Ucrania ha detonado el gasto en defensa en todo el mundo. Pero sólo en el Viejo Continente, el enfrentamiento contra Rusia subió a 388 mil millones de dólares, un nivel nunca antes visto, incluso, durante toda la Guerra Fría, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
Los compromisos en el gasto militar se traducen hoy en un renovado interés en el sector de la defensa. De hecho, la Estrategia Industrial Europea de Defensa, organizada a principios de marzo por la Comisión Europea a cargo de Ursula von der Leyen, ha fijado algunos objetivos ambiciosos.
Con el objetivo de provocar una derrota definitiva a Rusia, la Comisión planificó que los estados miembros aumenten su actual presupuesto en defensa al menos en un 50% para 2030, y que crezcan en un 60% para 2035. También estableció que el 40% de los equipos militares se produzcan y se adquieran “en colaboración” para finales de esta década.
Uno de los primeros resultados de la nueva estrategia fue visibilizado la semana pasada cuando el primer ministro británico, Rishi Sunak, se reunió con el canciller alemán Olaf Scholz en Berlín y prometió una cooperación más estrecha en la defensa de Ucrania. Paralelamente, Londres anunciaba un importante aumento en su presupuesto de defensa.
Resulta claro que en este proceso las grandes ganadoras son las corporaciones armamentistas de origen europeo: hoy el valor de sus acciones supera, en varios casos, a las de sus rivales estadounidenses.
En tanto que una confrontación militar con Rusia ha obligado a los gobiernos occidentales a enfrentar lo que ni siquiera en tiempos de la segunda posguerra había sido imaginado: un conflicto abierto terrestre, convencional y sostenido en el tiempo.
Como en todo enfrentamiento de esta naturaleza, la principal demanda está puesta en la utilización de balas y proyectiles. De ahí la atención en los cuatro principales productores de municiones de Europa: la alemana Rheinmetall, la británica BAE Systems, la francesa Nexter y Nammo, propiedad de los gobiernos finlandés y noruego.
De igual modo, han resultado ganadores los proveedores de explosivos y propulsores, entre los que se destacan Chemring, del Reino Unido, y Eurenco, de Francia.
De todas estas empresas, la que más se destaca es Rheinmetall, que además ha sufrido el mayor cambio en su suerte, pasando de ser marginada por muchos inversores por consideraciones éticas a ser la estrella de la nueva era de defensa de Alemania.
Rheinmetall se ha comprometido a aumentar la producción de proyectiles de artillería, y pronostica que sus ventas totales se duplicarán para 2026. Desde el inicio del conflicto en Ucrania, sus acciones se han cuadruplicado y hoy es una de las principales industrias de la economía germana.
Junto con la creciente demanda de municiones, los gobiernos europeos han aumentado los requerimientos de antimisiles y de recursos para la defensa antiaérea.
La sueca Saab, especializada en la fabricación de aviones de combate, se ha convertido hoy en la más relevante gracias a su principal producto de exportación, el misil antitanque NLAW, comprado por millares por el Reino Unido para luego ser transportado a Ucrania.
MBDA, el mayor fabricante de misiles de Europa, propiedad de la británica BAE Systems, la francesa Airbus y la italiana Leonardo, acordó varios contratos por cerca de 10 millones de dólares para nutrir a los equipos de defensa aérea de Polonia. También firmó convenios con los gobiernos de Alemania y de Francia para aumentar la producción de misiles.
La empresa alemana Hensoldt, que produce radares y sensores de defensa aérea, también ha visto crecer la demanda de sus productos, lo mismo que el grupo Thales, con sede en París. Suministra piezas para el avión Rafale, de Dassault Aviation, y ensambla el misil antitanque NLAW para el Reino Unido en sus instalaciones en Belfast.
La guerra contra Rusia también estaría beneficiando a los pequeños fabricantes de artículos de defensa. William Cook, una empresa familiar, es también uno de los únicos productores europeos de orugas para tanques. Si sus ingresos aumentaron un 20% entre 2022 y 2023, para 2024 espera percibir un 40% más que el año pasado.
Hace casi doscientos años, el rearme europeo fue incentivado por la familia Krupp, dueña de la principal siderúrgica alemana y uno de los puntales de la industria bélica occidental, a punto tal que su protagonismo en las dos guerras mundiales del siglo XX resulta indiscutible.
En medio de tendencias disgregadoras y de una crisis social cada vez más notoria, hoy Europa se encamina a un proceso similar, en el que Rusia es considerada como el enemigo a doblegar. Y como ocurrió antes, también ahora las medidas adoptadas apuntan al beneficio de unas pocas empresas dedicadas a la producción de recursos militares y, en definitiva, al negocio de la guerra.
En medio de la incertidumbre frente a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, cuyo candidato más aventajado, Donald Trump, puso en cuestión su futura participación dentro de la estructura de la OTAN, Europa se encamina a fortalecer sus inversiones en el terreno militar.
Las crecientes tensiones geopolíticas y, especialmente, la crisis en Ucrania ha detonado el gasto en defensa en todo el mundo. Pero sólo en el Viejo Continente, el enfrentamiento contra Rusia subió a 388 mil millones de dólares, un nivel nunca antes visto, incluso, durante toda la Guerra Fría, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
Los compromisos en el gasto militar se traducen hoy en un renovado interés en el sector de la defensa. De hecho, la Estrategia Industrial Europea de Defensa, organizada a principios de marzo por la Comisión Europea a cargo de Ursula von der Leyen, ha fijado algunos objetivos ambiciosos.
Con el objetivo de provocar una derrota definitiva a Rusia, la Comisión planificó que los estados miembros aumenten su actual presupuesto en defensa al menos en un 50% para 2030, y que crezcan en un 60% para 2035. También estableció que el 40% de los equipos militares se produzcan y se adquieran “en colaboración” para finales de esta década.
Uno de los primeros resultados de la nueva estrategia fue visibilizado la semana pasada cuando el primer ministro británico, Rishi Sunak, se reunió con el canciller alemán Olaf Scholz en Berlín y prometió una cooperación más estrecha en la defensa de Ucrania. Paralelamente, Londres anunciaba un importante aumento en su presupuesto de defensa.
Resulta claro que en este proceso las grandes ganadoras son las corporaciones armamentistas de origen europeo: hoy el valor de sus acciones supera, en varios casos, a las de sus rivales estadounidenses.
En tanto que una confrontación militar con Rusia ha obligado a los gobiernos occidentales a enfrentar lo que ni siquiera en tiempos de la segunda posguerra había sido imaginado: un conflicto abierto terrestre, convencional y sostenido en el tiempo.
Como en todo enfrentamiento de esta naturaleza, la principal demanda está puesta en la utilización de balas y proyectiles. De ahí la atención en los cuatro principales productores de municiones de Europa: la alemana Rheinmetall, la británica BAE Systems, la francesa Nexter y Nammo, propiedad de los gobiernos finlandés y noruego.
De igual modo, han resultado ganadores los proveedores de explosivos y propulsores, entre los que se destacan Chemring, del Reino Unido, y Eurenco, de Francia.
De todas estas empresas, la que más se destaca es Rheinmetall, que además ha sufrido el mayor cambio en su suerte, pasando de ser marginada por muchos inversores por consideraciones éticas a ser la estrella de la nueva era de defensa de Alemania.
Rheinmetall se ha comprometido a aumentar la producción de proyectiles de artillería, y pronostica que sus ventas totales se duplicarán para 2026. Desde el inicio del conflicto en Ucrania, sus acciones se han cuadruplicado y hoy es una de las principales industrias de la economía germana.
Junto con la creciente demanda de municiones, los gobiernos europeos han aumentado los requerimientos de antimisiles y de recursos para la defensa antiaérea.
La sueca Saab, especializada en la fabricación de aviones de combate, se ha convertido hoy en la más relevante gracias a su principal producto de exportación, el misil antitanque NLAW, comprado por millares por el Reino Unido para luego ser transportado a Ucrania.
MBDA, el mayor fabricante de misiles de Europa, propiedad de la británica BAE Systems, la francesa Airbus y la italiana Leonardo, acordó varios contratos por cerca de 10 millones de dólares para nutrir a los equipos de defensa aérea de Polonia. También firmó convenios con los gobiernos de Alemania y de Francia para aumentar la producción de misiles.
La empresa alemana Hensoldt, que produce radares y sensores de defensa aérea, también ha visto crecer la demanda de sus productos, lo mismo que el grupo Thales, con sede en París. Suministra piezas para el avión Rafale, de Dassault Aviation, y ensambla el misil antitanque NLAW para el Reino Unido en sus instalaciones en Belfast.
La guerra contra Rusia también estaría beneficiando a los pequeños fabricantes de artículos de defensa. William Cook, una empresa familiar, es también uno de los únicos productores europeos de orugas para tanques. Si sus ingresos aumentaron un 20% entre 2022 y 2023, para 2024 espera percibir un 40% más que el año pasado.
Hace casi doscientos años, el rearme europeo fue incentivado por la familia Krupp, dueña de la principal siderúrgica alemana y uno de los puntales de la industria bélica occidental, a punto tal que su protagonismo en las dos guerras mundiales del siglo XX resulta indiscutible.
En medio de tendencias disgregadoras y de una crisis social cada vez más notoria, hoy Europa se encamina a un proceso similar, en el que Rusia es considerada como el enemigo a doblegar. Y como ocurrió antes, también ahora las medidas adoptadas apuntan al beneficio de unas pocas empresas dedicadas a la producción de recursos militares y, en definitiva, al negocio de la guerra.